Autor
Periodista conocido por su labor en programas de radio de Cadena 100 o COPE.
Sinopsis
¿Te marcó la muerte de Chaquete?
¿Te obligaba tu madre a beber muy rápido el zumo de naranja porque se le iban las vitaminas?
¿Tenías que esperar dos horas para hacer la digestión antes de bañarte en la piscina?
¿Rebobinabas las cintas de música con un boli Bic?
Si la respuesta es afirmativa, eres de los nuestros. ¡Por tus venas corre el gen de la EGB!
Generación EGB es un libro basado en la sección del mismo nombre del programa La Mañana de COPE, que conduce Javi Nieves. Un viaje al pasado que pretende sacudir la memoria de los que crecimos a base de Bollycaos y bocadillos de Tulipán, entre partidos de fútbol-chapa y clases de mecanografía. Una mirada nostálgica, divertida e irónica a aquellos años.
Lo siento. No lo pude evitar. Me salen los libros por las orejas pero aún así tuve que decir: «¡¡Si, sí, sííííííí!!» ¿Cómo me voy a resistir a un libro que se titula Generación E.G.B si lo llevo en la sangre? Así que, cuando este libro me llegó, me monté en él, pisé el acelerador, derrapé en una curva, adelanté a siete u ocho volúmenes que esperaban pacientes su turno y llegué a la meta, mi mullido sofá con el libro en las manos. ¡La de recuerdos que se me han venido a la mente! Pero vayamos por parte.
Javi Nieves es este chico que conduce una sección titulada igual que el libro dentro del programa La Mañana de la Cadena Cope.
Debe rondar más o menos mi edad, y gracias a él he vuelto a mi época de Educación General Básica y a aquellos años tan bonitos.
A través de diez capítulos, subdivididos a su vez en secciones, se hace un recorrido por lo que era nuestra vida entonces.
Del colegio, el autor nos recuerda los motes que poníamos a los profesores, las clases de dibujo y marquetería, los libros que usábamos, los juegos infantiles, las carpetas forradas con fotos de nuestros ídolos, los diccionarios, ...
En casa la vida no era de color de rosa. Teníamos obligaciones que hacer, al menos había que recoger la habitación de vez en cuando, porque ¿a quién de vosotros no le gritó su madre alguna vez: «¡Esto no es una habitación! ¡Es una leonera!»? Leonera, ¡qué bonita palabra! Y que me decís de aquellas meriendas. Todavía anda por casa de mis padres la famosa yogurtera que tan conocida se hizo entonces y que por lo visto toda madre, incluida la del autor, usaba con frecuencia. El trasto aquel terminó por quedar arrumbado al fondo de un armario cuando ya nos llegaba el yogurt a las cejas. Menos mal que también existían los Bony, los Tigretón y aquellas Mi merienda que no eran más que pan con chocolate.