Editorial: Tusquets.
Fecha publicación: enero, 2017
Precio: 19,00 €
Género: Novela.
Nª Páginas: 336
Edición: Rústica con solapas.
Nª Páginas: 336
Edición: Rústica con solapas.
Autor
Luis Landero nació en Alburquerque (Badajoz) en 1948. Licenciado en filología hispánica por la Universidad Complutense, ha enseñado literatura en la Escuela de Arte Dramático de Madrid y fue profesor invitado en la Universidad de Yale (Estados Unidos). Se dio a conocer con Juegos de la edad tardía en 1989 (Premio de la Crítica y Premio Nacional de Narrativa 1990), novela a la que siguieron Caballeros de fortuna (1994), El mágico aprendiz (1998), El guitarrista (2002), Hoy, Júpiter (2007, XV Premio Arcebispo Juan de San Clemente), Retrato de un hombre inmaduro (2010), Absolución (2012, mejor novela española del año según El País) y El balcón de invierno (2014, Premio Libro del Año de los libreros de Madrid en 2015). Traducido a varias lenguas, Landero es ya uno de los nombres esenciales en la narrativa española.
Sinopsis
[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]
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De toda la vida, las peluquerías de señora o caballero han tenido una función social que subyace bajo el servicio público y estético que prestan. En las peluquerías se tiende a la tertulia en general, a la puesta al día, al análisis de la actualidad, a la resolución de los conflictos políticos de carácter local, nacional e internacional, al repaso al famoseo y ya puestos al chismorreo común. Por eso, no es de extrañar que La vida negociable, con un peluquero al frente como protagonista, se inicie en los términos en los que lo hace:
«Señores, amigos, cierren sus periódicos y sus revistas ilustradas, apaguen sus móviles, pónganse cómodos y escuchen con atención lo que voy a contarles»[pág. 11]
En esta novela, los lectores seremos esos clientes a la espera de ser atendidos y mientras nos toca el turno, formaremos parte del auditorio de una historia, la que Hugo, protagonista y peluquero, narrará en este libro, la historia de su vida, desde que era un adolescente hasta la edad adulta. Me inclino a pensar que son algo más de veinte años los que quedarán retratados en las páginas de La vida negociable, unos años en los que a Hugo le pasará de todo.
Partiendo de la adolescencia inocente, al amparo de sus padres, acabará en manos de Leo, una camaleónica chica, con un concepto de la vida alto deprimente, que le abrirá los ojos a la dura realidad. Junto a ella, Hugo soñará con grandes aventuras, con dejar atrás la mediocre vida que le ha tocado en suerte, con sacar a la luz esas cualidades innatas que cree poseer con fe ciega. Y nuestro protagonista irá creciendo, abandonará una zona de confort, un sueño idílico para entender que no es oro todo lo que reluce. "La verdad os hará libre", dice la Biblia pero en el caso de Hugo también lo hace desdichado. La inocencia da paso a la decepción, al engaño, a la humillación en la forma más dolorosa posible. Y es así cuando el personaje sufrirá una transformación aunque sería más correcto decir que padecerá más de una, pero siempre bajo la sombra de la decepción que lo acompaña, bajo la fijación de convertirse en alguien muy distinto, y curiosamente siempre por una mujer.
Con la edad adulta llegará el matrimonio, el sentar la cabeza y la búsqueda de la estabilidad familiar. Es momento de reconciliarse con el mundo y especialmente consigo mismo pero él se empeña en ir contra corriente, en luchar, en rebelarse contra lo que le viene dado y, aunque la prosperidad asoma, no sabrá gestionarla. Hugo vuelve a transformarse. Esta vez en la lechera del cuento.
La vida negociable es una novela de evolución, la que sufren los propios personajes, ya sea para bien o para mal, pero también la que sufrirá el lector. No va a resultar nada difícil ver en Hugo a un ser despreciable, que abusa de un poder que le caído del cielo y del que no se demora en sacar tajada. Pero, ¿cuál es la verdadera motivación de Hugo? Terminaremos por contemplar al protagonista bajo diferentes prismas con el avance de la lectura. Comprenderemos que Hugo no es más que un pobre diablo, un tipo que quiere distinguirse, salir de una vida que creyó real pero que no ha sido más que figuración, atrezzo de un teatro. ¿Acaso eso es un delito? Al margen de juzgar sus malos hábitos, llegará un momento en el que tampoco va a resultar difícil compadecerse de él. El protagonista yerra en su percepción de la vida, sueña demasiado, y rehuye de un destino que no está tan mal, de ese camino de tijeras y peine que se le tiene asignado. Tampoco eso es para condenarlo.
En cambio los padres son harina de otro costal. Clara dejará de ser una mujer alegre y cariñosa para convertirse en una mujer triste, apagada y silenciosa. Escudándose en terribles migrañas pasará buena parte de los días encerrada en la penumbra de su dormitorio, encerrada en sí misma. Sin que el autor o el narrador nos den excesivas pistas, el lector intuirá que hay gato encerrado.
En cuanto al padre, veinte años mayor que la madre, es un hombre que se afana con ahínco. Concienzudo y responsable, infatigable y entregado, se dedica a administrar fincas que visita de aquí para allá arrastrando los muchos kilos que adornan su figura. ¿Quién podría pensar que, siendo un hombre profundamente religioso, obraría de ese modo?
Lo único que justifica el comportamiento del padre y de la madre es el amor, uno de los principales temas de la novela. Por amor todo es válido, una sentencia que veremos que también se cumple en Hugo porque, al fin y al cabo, es digno hijo de sus padres, aunque el comportamiento de ambos llegará a avergonzarlo. En el fondo, siempre será el amor el epicentro de la novela y a su alrededor todo tendrá lugar. El amor del padre por su mujer y su hijo que le "obliga" a actuar de manera poco honrada. El amor de la madre aunque sea un amor oscuro. Y por supuesto, el amor que sentirá Hugo, mucho más de lo que a priori podríamos pensar. No obstante, en esta vida nada es gratis. Incluso el amor exige pagar un peaje pero en ocasiones redimirá al individuo.
Partiendo de la adolescencia inocente, al amparo de sus padres, acabará en manos de Leo, una camaleónica chica, con un concepto de la vida alto deprimente, que le abrirá los ojos a la dura realidad. Junto a ella, Hugo soñará con grandes aventuras, con dejar atrás la mediocre vida que le ha tocado en suerte, con sacar a la luz esas cualidades innatas que cree poseer con fe ciega. Y nuestro protagonista irá creciendo, abandonará una zona de confort, un sueño idílico para entender que no es oro todo lo que reluce. "La verdad os hará libre", dice la Biblia pero en el caso de Hugo también lo hace desdichado. La inocencia da paso a la decepción, al engaño, a la humillación en la forma más dolorosa posible. Y es así cuando el personaje sufrirá una transformación aunque sería más correcto decir que padecerá más de una, pero siempre bajo la sombra de la decepción que lo acompaña, bajo la fijación de convertirse en alguien muy distinto, y curiosamente siempre por una mujer.
Con la edad adulta llegará el matrimonio, el sentar la cabeza y la búsqueda de la estabilidad familiar. Es momento de reconciliarse con el mundo y especialmente consigo mismo pero él se empeña en ir contra corriente, en luchar, en rebelarse contra lo que le viene dado y, aunque la prosperidad asoma, no sabrá gestionarla. Hugo vuelve a transformarse. Esta vez en la lechera del cuento.
La vida negociable es una novela de evolución, la que sufren los propios personajes, ya sea para bien o para mal, pero también la que sufrirá el lector. No va a resultar nada difícil ver en Hugo a un ser despreciable, que abusa de un poder que le caído del cielo y del que no se demora en sacar tajada. Pero, ¿cuál es la verdadera motivación de Hugo? Terminaremos por contemplar al protagonista bajo diferentes prismas con el avance de la lectura. Comprenderemos que Hugo no es más que un pobre diablo, un tipo que quiere distinguirse, salir de una vida que creyó real pero que no ha sido más que figuración, atrezzo de un teatro. ¿Acaso eso es un delito? Al margen de juzgar sus malos hábitos, llegará un momento en el que tampoco va a resultar difícil compadecerse de él. El protagonista yerra en su percepción de la vida, sueña demasiado, y rehuye de un destino que no está tan mal, de ese camino de tijeras y peine que se le tiene asignado. Tampoco eso es para condenarlo.
En cambio los padres son harina de otro costal. Clara dejará de ser una mujer alegre y cariñosa para convertirse en una mujer triste, apagada y silenciosa. Escudándose en terribles migrañas pasará buena parte de los días encerrada en la penumbra de su dormitorio, encerrada en sí misma. Sin que el autor o el narrador nos den excesivas pistas, el lector intuirá que hay gato encerrado.
En cuanto al padre, veinte años mayor que la madre, es un hombre que se afana con ahínco. Concienzudo y responsable, infatigable y entregado, se dedica a administrar fincas que visita de aquí para allá arrastrando los muchos kilos que adornan su figura. ¿Quién podría pensar que, siendo un hombre profundamente religioso, obraría de ese modo?
Lo único que justifica el comportamiento del padre y de la madre es el amor, uno de los principales temas de la novela. Por amor todo es válido, una sentencia que veremos que también se cumple en Hugo porque, al fin y al cabo, es digno hijo de sus padres, aunque el comportamiento de ambos llegará a avergonzarlo. En el fondo, siempre será el amor el epicentro de la novela y a su alrededor todo tendrá lugar. El amor del padre por su mujer y su hijo que le "obliga" a actuar de manera poco honrada. El amor de la madre aunque sea un amor oscuro. Y por supuesto, el amor que sentirá Hugo, mucho más de lo que a priori podríamos pensar. No obstante, en esta vida nada es gratis. Incluso el amor exige pagar un peaje pero en ocasiones redimirá al individuo.
Junto al amor, habría que añadir que el sexo asoma también en la novela. Al inicio, siendo Hugo un adolescente es lógico que nos encontremos con el despertar del deseo carnal, con la curiosidad y el morbo. Su primera experiencia será junto a una joven que cree que la felicidad es una guarrería. Pero de ahí, el protagonista pasará a situaciones más comprometidas, casi peligrosas pero muy irrisorias que, sin duda, constituirán la parte más divertida de la novela.
Y, en este punto, me gustaría puntualizar que la corrupción también es otra cuestión que se aborda en el libro. Nada es lo que parece, todo queda disfrazado y, en cierto sentido, todos los personajes son corruptos, especialmente Hugo que muestra una vileza espantosa, sometiendo a los demás personajes a su antojo, haciendo de ellos títeres de un teatrillo de barrio. La ironía y el sarcasmo serán los compañeros de Hugo en un momento en el que no le duele en prenda tener la sartén por el mango.
Escrito en primera persona en la voz de Hugo, y estructurada en dos partes, hay un claro punto de inflexión que surge justo entre un bloque y otro. Si bien, en la primera parte hay más drama, con un Hugo mucho más canalla, la segunda dará paso a la comedia, con un Hugo más dispuesto a sentar la cabeza. Pero, el drama y la comedia no serán los únicos géneros. Decía Luis Landero en la entrevista que le hicimos hace unos días (puedes leerla aquí) que en La vida negociable se descubren otros tantos géneros más. En realidad la novela es casi un catálogo que también abarca el esperpento, la sátira, el folletín, e incluso la novela policíaca. A media que la historia avanza, a media que esos personajes, con Hugo a la cabeza, van evolucionando, la historia requiere un paseo por un género u otro para adaptarse a las circunstancias. En este sentido, los lectores nos iremos moviendo igualmente al compás de cada uno de esos géneros, pasando del asombro al odio, de la incredulidad a la compasión y por eso, como apuntaba antes, es normal que la opinión del lector varíe al pensar en el protagonista.
En definitiva, me han gustado los contrastes de la novela. Ese perfil de los personajes que se va puliendo y afinando poco a poco. Ese Hugo que en verdad no es tan distinto a cada uno de nosotros. O esos padres que, a pesar de no haber supuesto un buen ejemplo para el hijo, terminan por conquistar el corazón del lector. Nada en esta novela es lo que parece, ni para bien ni para mal, y menos aún en un desenlace, inesperado y sorprendente, que no dejará de ser más que el resultado de una dura negociación con la vida.
La vida negociable es una buena novela, dictada con pulso firme, que seguro os va a gustar.
Y, en este punto, me gustaría puntualizar que la corrupción también es otra cuestión que se aborda en el libro. Nada es lo que parece, todo queda disfrazado y, en cierto sentido, todos los personajes son corruptos, especialmente Hugo que muestra una vileza espantosa, sometiendo a los demás personajes a su antojo, haciendo de ellos títeres de un teatrillo de barrio. La ironía y el sarcasmo serán los compañeros de Hugo en un momento en el que no le duele en prenda tener la sartén por el mango.
Escrito en primera persona en la voz de Hugo, y estructurada en dos partes, hay un claro punto de inflexión que surge justo entre un bloque y otro. Si bien, en la primera parte hay más drama, con un Hugo mucho más canalla, la segunda dará paso a la comedia, con un Hugo más dispuesto a sentar la cabeza. Pero, el drama y la comedia no serán los únicos géneros. Decía Luis Landero en la entrevista que le hicimos hace unos días (puedes leerla aquí) que en La vida negociable se descubren otros tantos géneros más. En realidad la novela es casi un catálogo que también abarca el esperpento, la sátira, el folletín, e incluso la novela policíaca. A media que la historia avanza, a media que esos personajes, con Hugo a la cabeza, van evolucionando, la historia requiere un paseo por un género u otro para adaptarse a las circunstancias. En este sentido, los lectores nos iremos moviendo igualmente al compás de cada uno de esos géneros, pasando del asombro al odio, de la incredulidad a la compasión y por eso, como apuntaba antes, es normal que la opinión del lector varíe al pensar en el protagonista.
En definitiva, me han gustado los contrastes de la novela. Ese perfil de los personajes que se va puliendo y afinando poco a poco. Ese Hugo que en verdad no es tan distinto a cada uno de nosotros. O esos padres que, a pesar de no haber supuesto un buen ejemplo para el hijo, terminan por conquistar el corazón del lector. Nada en esta novela es lo que parece, ni para bien ni para mal, y menos aún en un desenlace, inesperado y sorprendente, que no dejará de ser más que el resultado de una dura negociación con la vida.
La vida negociable es una buena novela, dictada con pulso firme, que seguro os va a gustar.
Retos:
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