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EL LADRÓN DE VÍRGENES de David de Juan Marcos.

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Editorial: Harper Collins.
Fecha publicación: marzo, 2017
Precio: 18,00 €
Género: Narrativa.
Nª Páginas: 256
Edición: Rústica con solapas.
ISBN: 9788491390466
[Disponible en ePub]

Autor

David de Juan Marcos (Salamanca, 1980) comenzó escribiendo relatos, género en el que ha obtenido varios premios y reconocimientos.

Su primera novela, El baile de las lagartijas (2011), le sirvió para recibir la beca de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores y fue galardonada con el XXVII Premio Internacional de Novela Ciudad de Valencia Vicente Blasco Ibáñez convirtiéndose pronto en un éxito de público y crítica.

La mejor de las vidas (2016), obra de corte generacional, fue su segunda novela, a la que ahora sigue El ladrón de vírgenes, su consagración definitiva en el género.

Sinopsis

Cómo iba a saber que aquel hombre traía la muerte consigo. Debí darme cuenta por su olor a cebolla rancia. Debí darme cuenta cuando la leche cuajaba a su paso en los cubos de metal. Cuando las palomas morían desplumadas por la tiña, o porque allá por donde pasaba doblada los racimos y dejaba una pestilencia a plomo de preludios de tormenta de verano.

Después de quince años de misteriosa ausencia, Andrés Pajuelo regresa a su casa para proyectar el robo de una serie de valiosas obras de arte religioso. Para ello necesitará la ayuda de sus dos hijos, del melindroso prometido de su hija y de un enigmático gigante experto en teología y en arte sacro. Cuando todo parece estar listo para ejecutar el último y más lucrativo de los robos, es acusado de varios asesinatos.

El ladrón de vírgenes es una reflexión sobre las mentiras que encierra toda religión y sobre la importancia de la religiosidad en la condición humana. Un análisis sobre los límites de la traición, la lealtad y la fuerza de las promesas. Un certero homenaje a la tradición oral de contar historias.
[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar] 

************************************

Así empieza El ladrón de vírgenes:


 [Lectura de las páginas 13 y 14]


Vayan por delante mis disculpas. Disculpa a las compañeras organizadoras de la lectura conjunta de esta novela que lanzaron la iniciativa a mediados del mes de marzo. Disculpa a la editorial Harper Collins que me hizo llegar el libro a su debido tiempo y con toda amabilidad. Y por supuesto, disculpas al autor, David de Juan Marcos, que sé que ha estado pendiente de las reseñas que fueron saliendo a raíz de la lectura en común. Un poco tarde pero aquí dejo la mía. Siento mucho el retraso pero en las fechas en las que andábamos inmersas en la lectura de esta novela, disfrutando desde las primeras páginas, mi vida dio un traspié y tuve que paralizar todo lo que tenía entre manos. Y tras casi dos meses sin coger un libro, he vuelto a retomar el hábito de la lectura, acabando lo que había dejado a la mitad.


El ladrón de vírgenes comienza con fuerza. Tras dos citas que me parecen memorables comienza una historia no exenta de suspense y que hormiguea en la curiosidad del lector tras las primeras líneas, con unas escenas iniciales que sorprenden por su firmeza.El capítulo introductorio no augura nada bueno. Por un lado, el cuerpo de un hombre parece pendular de una larga soga. Por otro, han desaparecido dos gemelas. A esto hay que añadir que alguien ha saqueado la iglesia del lugar. El autor será un tanto escurridizo en estos preámbulos, sin hablarnos con claridad a través del narrador, lo que nos invita a adentrarnos en la novela. Y para conocer mejor el entorno en el que todo está a punto de ocurrir, ese narrador, del que os hablaré luego, se demora lo justo para presentar a su familia, a sus padres y a sus hermanos, tan protagonistas de esta historia como él mismo. En cierto sentido, El ladrón de vírgenes tiene un leve toque de novela coral, o de saga familiar pues en realidad los Pajuelo serán el epicentro de la historia y a esta estirpe pertenece el narrador, Cirilo Pajuelo, un adolescente que se verá envuelto en aventuras que nunca habría imaginado y que despertará a la realidad casi de un bofetón.

Criado bajo las faldas de su madre y al amparo de sus hermanos mayores, Cirilo casi ha olvidado a su padre, ausente desde hace quince años. El por qué de dicha ausencia será una cuestión un tanto difusa que al narrador-protagonista de esta novela no parece importar mucho. No obstante, aquel que estaba perdido será encontrado. Andrés Pajuelo, el cabeza de familia, regresa al hogar y su retorno, como bien dice la sinopsis «traía la muerte consigo». La presencia imponente del padre en la familia y en la aldea dará pie al desarrollo de la trama de la novela, una trama muy vinculada con el mundo eclesiástico y artístico o con la combinación de ambos, pues los bienes eclesiásticos serán objeto principal, concretamente, la localización de tres esculturas que representan a tres vírgenes negras y que, al parecer, protegen un tesoro.

«...no somos ladrones ni cortabolsas, somos hombres de negocios y amantes del arte» manifestará Andrés Pajuelo en la novela [pág. 68], una forma eufemística de describir sus quehaceres. En cualquier caso, negocios sucios, trapicheos, intereses, dinero, traiciones, tesoros, influencias o engaños serán los elementos de un argumento lleno de secretos que pone el punto de mira sobre la iglesia y la religión, enfatizando que la fe brota del manantial del miedo  y el miedo se puede combatir con el fervor a una deidad, la que figura pintada en la Cueva de la Diabla, un lugar casi del inframundo donde largos pasadizos conducen a bóvedas y salas en las que los murmullos casi arrullan. 

Resultado de imagen de vírgen negraQuizá el argumento alrededor del cual gira la novela no te parezca especialmente original. Al fin y al cabo, los expolios y los robos en el interior de las iglesias son temática común en literatura, pero El ladrón de vírgenes va más allá de la historia que sostiene el relato. Como dije antes, la religión y las creencias suponen un trasfondo sobre el que el autor reflexiona manteniendo siempre una postura tolerante y de respeto. Además, y aquí sí pongo especial énfasis, señalaría que lo que más me ha impactado de esta novela es la forma en la que está narrada. Me ha gustado bastante la manera en la que el autor hace que los personajes se expresen, el uso del lenguaje, la elección de los vocablos, así como los diálogos entre algunos personajes, exentos de acotación y llenos de frases a remarcar.   

Por otra parte, la novela cuenta con un elenco variopinto de personajes, algunos con mayor recorrido que otros pero que, a mi juicio, están bastante bien definidos, lo suficiente como para que el lector se pueda hacer una imagen precisa de los mismos. Por ejemplo, a Cirilo lo veremos como un chico apocado y tímido, justo en esa edad en la que los niños son todavía niños y las niñas han traspasado el umbral hacia la madurez. De buen fondo y confiado, Cirilo obrará siguiendo los dictámenes de su padre hasta que, tocado por sus propios principios, plante pie en pared, llegando a madurar casi de golpe y porrazo, cuando la verdad explote en su cara. 

Andrés Pajuelo, un hombre de mirada férrea, temido, autoritario, hostil y del que todo el mundo rehúye. Andrés Pajuelo será un personaje potente, de los que al propio lector le asusta encontrar en las páginas de un libro. 

Matías, el hermano mayor de Cirilo, al que se conoce como el Marqués de York, no deja de ser un individuo fanfarrón y pagado de sí mismo, mujeriego y egoísta«un vago con ínfulas de emperador» [pág. 32]. Parece cortado por el mismo patrón que su padre pero creo que, en su caso, hay más fachada que fiereza.

Julio Ramón Ortega, un tipo grandullón, de gran envergadura pero con un carácter que contrasta enormemente con su físico. Parece un hombre sabio con un pasado que iremos descubriendo poco a poco.

Jacinto, apodado el Mulas, posee el papel más estereotipado de todos. Es ese «sinsangre» que se encuentra en todos los pueblos y aldeas que se precie, el que arrima el ascua a su sardina, pero que, a la postre, puede dar el campanazo. 

Sobre los personajes femeninos, me reservo mi opinión porque ahí están y no pienso desvelar nada.

Toda la acción transcurre en lo que yo supongo un pequeño pueblo aislado y de montaña, que parece vivir ajeno al resto del mundo dentro de nuestro territorio nacional. En ningún momento se menciona ni punto geográfico ni proximidades pero no resulta complicado hacerse una composición imaginaria del lugar. Sería interesante señalar al respecto que el autor perfila con trazos definidos y claros lo que son las costumbres ancestrales que suelen anidar en estos entornos rurales, todo bajo un ideario popular más cercano a la intuición y a la superchería que a la lógica y el raciocinio. Destaco cómo David de Juan Marcos retrata el lado más profundo de esas aldeas llenas de secretos y dobles intenciones.  



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En cuanto a la horquilla temporal, desconozco por qué motivo he tenido siempre la sensación de que la acción se desarrolla en una época mucho más lejana que la que realmente es. Será porque he relacionado en todo momento que todo lo que ocurre en el pueblo debía corresponder a tiempos de Matusalén. Lo cierto es que hay pocas referencias que nos permitan ubicar en el tiempo el momento en el que la trama se articula pero más o menos me decanto en pensar que será por los años 60 o 70. 

Escrito en primera persona, El ladrón de vírgenes destaca por una prosa elegante pero sin llegar al boato, trabajada con esmero y mimo, lo que evidencia la práctica y el afán. Estructuralmente la novela se compone de tres partes, cada una de ellas tituladas y compuestas a su vez por una serie de capítulos encabezados con grafismos árabes. Esto me ha tenido intrigada a lo largo de toda la lectura, a la espera de encontrarme, de un momento a otro, con la explicación pertinente que no llegó a aparecer nunca, o al menos yo no lo he averiguado. Al respecto he curioseado por otras reseñas pero nadie comenta nada sobre esta cuestión que a mí me ha dejado tan sorprendida.

Por otra parte, hay un capítulo que me ha resultado especialmente llamativo pues todos y cada uno de sus párrafos comienzan con «Y entonces...». Da la impresión de que el autor pretende acercarnos a esa forma de narrar infantil en el que los hechos quedan encadenados unos con otros a través de esta expresión. No sabría muy bien decir cuál es la intención que se esconde tras este artificio pero sí os diré que los veintiocho «Y entonces...» que componen el capítulo no casan, al revés, otorgan casi musicalidad a la narración.

El ladrón de vírgenes posee un ritmo adecuado a la trama. Se lee con fluidez porque el lector siente curiosidad por desvelar las diversas incógnitas que le surgen con la lectura. Consigue el autor además, crear un buen escenario, ayudado por el empleo de un léxico que permite retratar el habla propia y peculiar de las zonas rurales, haciendo uso en los diálogos de términos y vocablos característicos de tales parajes. Son detalles que favorecen la ambientación y otorgan verosimilitud. 

En definitiva, El ladrón de vírgenes ha sido una buena lectura con un argumento que aporta intriga y suspense, unos personajes muy carnales y una forma de narrar que destaca por encima de todo. Si además cuenta con un desenlace que desbarata todas las hipótesis del lector, El ladrón de vírgenes resulta ser una lectura más que recomendable. Espero que la disfrutéis.


 
[Algunas imágenes e ilustraciones tomadas de Google]



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