Autor
Javier Reverte ha pisado los cinco continentes, ha navegado el Índico, el Pacífico y cruzado el Atlántico entre Europa y América en dos ocasiones; ha costeado el Ártico de Este a Oeste por el mítico Paso del Noroeste, y embarcado en un buque de investigación que le llevó hasta las Svalbard. Ha atravesado el canal de Panamá en un carguero y puesto el pie en la isla del Cabo de Hornos. Ha descendido el Amazonas desde su nacimiento hasta su desembocadura, recorrido en barco el curso del Alto Nilo, y viajado a bordo de un trasbordador en el río Congo, en la misma ruta que realizó Joseph Conrad a finales del siglo XIX. Conoce las fuentes de los dos Nilos, ha seguido los caminos literarios de escritores como Homero -en la Grecia clásica- o de Jack London -remando 750 kilómetros en el río Yukón- o de Mark Twain -en el Mississippi- y se ha internado en las inmensas llanuras africanas en busca de sus sueños infantiles. Ha surcado las aguas de los lagos Victoria, Tanganyka y Tana, y se ha acercado en una larga marcha de varios días, a pie, desde Mararal hasta las orillas del lago Turkana. En decenas de trenes y autobuses ha transitado por los parajes de medio mundo. Ha vivido en Londres, en París, en Lisboa, en Nueva York, en Roma y en Westport (Irlanda).
Javier Reverte ha pisado los cinco continentes, ha navegado el Índico, el Pacífico y cruzado el Atlántico entre Europa y América en dos ocasiones; ha costeado el Ártico de Este a Oeste por el mítico Paso del Noroeste, y embarcado en un buque de investigación que le llevó hasta las Svalbard. Ha atravesado el canal de Panamá en un carguero y puesto el pie en la isla del Cabo de Hornos. Ha descendido el Amazonas desde su nacimiento hasta su desembocadura, recorrido en barco el curso del Alto Nilo, y viajado a bordo de un trasbordador en el río Congo, en la misma ruta que realizó Joseph Conrad a finales del siglo XIX. Conoce las fuentes de los dos Nilos, ha seguido los caminos literarios de escritores como Homero -en la Grecia clásica- o de Jack London -remando 750 kilómetros en el río Yukón- o de Mark Twain -en el Mississippi- y se ha internado en las inmensas llanuras africanas en busca de sus sueños infantiles. Ha surcado las aguas de los lagos Victoria, Tanganyka y Tana, y se ha acercado en una larga marcha de varios días, a pie, desde Mararal hasta las orillas del lago Turkana. En decenas de trenes y autobuses ha transitado por los parajes de medio mundo. Ha vivido en Londres, en París, en Lisboa, en Nueva York, en Roma y en Westport (Irlanda).
Sinopsis
Diciembre de 1936. España arde en una encarnizada guerra y, en muchos lugares, se pelea pueblo por pueblo, casa por casa. Sin conocerse ni saber siquiera el uno del otro, dos hombres de orígenes muy distintos van a encontrarse en una misma suerte: un sangriento enfrentamiento en las sierras jienenses de Lopera, donde el destino unirá sus nombres para siempre.
José García Carranza,«El Algabeño», es un torero sevillano, mujeriego y falangista, que se une desde primera hora a los sublevados y participa de manera activa en la represión del pueblo andaluz al frente de los «caballistas» de ultraderecha. John Cornford, estudiante en la Universidad de Cambridge y bisnieto de Charles Darwin, es un joven poeta insuflado de espíritu romántico que, en pleno estalinismo, se convierte en uno de los primeros voluntarios en alistarse en las Brigadas Internacionales.
Diciembre de 1936. España arde en una encarnizada guerra y, en muchos lugares, se pelea pueblo por pueblo, casa por casa. Sin conocerse ni saber siquiera el uno del otro, dos hombres de orígenes muy distintos van a encontrarse en una misma suerte: un sangriento enfrentamiento en las sierras jienenses de Lopera, donde el destino unirá sus nombres para siempre.
José García Carranza,«El Algabeño», es un torero sevillano, mujeriego y falangista, que se une desde primera hora a los sublevados y participa de manera activa en la represión del pueblo andaluz al frente de los «caballistas» de ultraderecha. John Cornford, estudiante en la Universidad de Cambridge y bisnieto de Charles Darwin, es un joven poeta insuflado de espíritu romántico que, en pleno estalinismo, se convierte en uno de los primeros voluntarios en alistarse en las Brigadas Internacionales.
El dibujo de sus biografías, magistralmente trazado por Javier Reverte, nos muestra dos de las caras de aquel épico conflicto bélico: la de una España tradicional hundida en un mundo de valores del pasado y la de unos jóvenes que, imbuidos de ideas revolucionarias, vinieron a luchar a España.
Una historia real escrita con los rasgos de una novela.
[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]
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Venid a mí novelas sobre la guerra civil española. Venid a mí novelas sobre la Segunda Guerra Mundial. Sois pedazos de nuestra historia, de nuestro pasado, y por mucho que haya leído sobre vosotras nunca me cansaré de hacerlo. Sé que no todo el mundo comparte mi opinión, sin embargo en estos libros yo siempre encuentro un elemento nuevo, una nueva versión, una nueva visión. Si además, los personajes fueron de carne y hueso, como los que corren por la nueva novela de Javier Reverte, Banderas en la niebla, tengo la certeza de que la lectura será mucho más placentera.
Hace un par de semanas tuvimos la estupenda oportunidad de compartir unos minutos de conversación con el autor que ha publicado recientemente esta novela que nos acerca a los campos de batalla en la guerra civil española, con dos personajes reales, José García Carranza, «El Algabeño» y el poeta británico John Conford. Esto es lo que el autor nos contó.
Marisa G.- Javier, se dice que esta novela, Banderas en la niebla, es el desenlace de un trilogía que usted empezó con dos libros anteriores, Venga a nosotros tu reino y El tiempo de los héroes. El concepto de trilogía generalmente implica que debe existir un orden de lectura pero en este caso no es así, ¿verdad?
Javier R.- No, son novelas independientes y además tampoco siempre se consideran las trilogías de ese modo. Por ejemplo, Baroja tiene la trilogía titulada La lucha por la vida, compuesta por La busca, Mala hierba y Aurora Roja, y no tiene nada que ver una con otra. En mi caso tampoco tiene que ver una con otra. Es más yo no la concebí como una trilogía cuando empecé a escribir. Cuando saqué el primer libro lo entendí como una novela independiente y que además, en el tiempo, tampoco sería la primera porque transcurre en los primeros años del Franquismo y las otras dos se centran propiamente en la guerra civil. Sin embargo, cuando publiqué la segunda novela me lo planteé y empecé a pensar en la idea de que tenían algo que ver literariamente aunque no en el tiempo.
Javier R.- No, son novelas independientes y además tampoco siempre se consideran las trilogías de ese modo. Por ejemplo, Baroja tiene la trilogía titulada La lucha por la vida, compuesta por La busca, Mala hierba y Aurora Roja, y no tiene nada que ver una con otra. En mi caso tampoco tiene que ver una con otra. Es más yo no la concebí como una trilogía cuando empecé a escribir. Cuando saqué el primer libro lo entendí como una novela independiente y que además, en el tiempo, tampoco sería la primera porque transcurre en los primeros años del Franquismo y las otras dos se centran propiamente en la guerra civil. Sin embargo, cuando publiqué la segunda novela me lo planteé y empecé a pensar en la idea de que tenían algo que ver literariamente aunque no en el tiempo.
M.G.- Y vuelve usted a retomar la guerra civil, de la que usted ha comentado en alguna entrevista que se dice que es la guerra de la que más se ha escrito, incluso más que de la Segunda Guerra Mundial.
J.R.- Efectivamente, se dicen que hay más libros sobre la guerra civil española que sobre la Segunda Guerra Mundial, aunque yo no sabría decirte porque no los he leído todos, claro está. Sin embargo, se habrá escrito mucho sobre la guerra civil española pero nunca se ha escrito en el tono en el que yo creo que debía escribirse, fuera de mesianismos, porque, además, es que se ha escrito muy poco de la guerra civil pero centrándonos en los campos de batalla.
Mis dos libros están inmersos en la batalla, son dos libros de los que yo digo siempre que huelen a pólvora y a sangre. Para ello he tenido que leer muchos libros que hablan sobre guerras en los campos de batalla y no solamente eso, sino que cuando era periodista, alguna vez he tenido que ir a una guerra, alguna vez ¿eh? no muchas. No soy especialista en este tipo de periodismo pero cuando he acudido a una guerra lo he hecho con curiosidad como ser humano y esa pequeña experiencia también la he volcado en la novela.
M.G.- En cuanto a los lectores, y eso es algo que le planteo a todos los escritores que nos narran la guerra civil, existe como una división de opiniones. Hay lectores que sienten hartazgo por tanta novela enfocada en la guerra civil. No es mi caso porque yo creo que siempre se puede aprender algo nuevo y ver la contienda desde un plano diferente. No sé qué opina usted al respecto.
J.R.- No creo que se haya escrito demasiado. Sé que hay mucha gente que le repatea el tema e incluso gastan bromas. Como usted apunta, creo que todo lo que se escriba está bien porque amplia el conocimiento y efectivamente las perspectivas son distintas. Por ejemplo, en mi caso he querido retratar el campo de batalla. Y luego está otra cuestión a tener en cuenta esta novela es no ficción porque los personajes son reales con una historia real detrás pero contada con la técnica de la novela. Para ello me he documentado muchísimo, he narrado la vida real de dos personajes y lo he contado como una novela. Eso sí, he tenido que imaginar los diálogos pero aún así, estos tienen que ver con las características de los personajes.
M.G.- Pero ¿cómo se forja esta historia Javier? Llega usted a dos personajes reales que coinciden en un punto de sus vidas. Su novela se puede entender casi como una biografía doble.
J.R.- Pues mira me topé con John Conford leyendo una serie de antologías de poesía sobre poetas en la guerra civil. Había muchos en el lado republicano que vinieron de otros países a luchar porque ellos no se consideraban únicamente poetas que hablaban del amor sino también hablaban del compromiso político, de la lucha, la justicia. Me pareció un personaje muy interesante, nieto de Charles Darwin, un tipo que con veinte años se viene a España a luchar y pierde la vida el día que cumplía veintiuno. Conford fue un hombre que había vivido muy apresuradamente, hijo de un especialista en Platón, profesor del Trinity College, una figura muy singular que muere en la batalla de Lopera y nunca se recuperó su cadáver. Estará en alguna fosa colectiva donde tiraron todos los cuerpos de los brigadistas muertos, entre los olivos de Lopera. Y luego, no recuerdo por qué, estuve leyendo sobre Andalucía y apareció el nombre del Algabeño y me enteré que también él murió en la batalla de Lopera. Qué casualidad, ¿no? Que dos personajes tan antitéticos murieran en la misma batalla me pareció curioso. Empecé a investigar y descubrí que ambos habían muerto, sin conocerse claro y enfrentados, en un corto margen de tiempo. Y fue así, con estos dos personajes tan sugestivos, como fragüé la idea de escribir una novela con las dos historias en paralelo hasta encontrarse en la batalla de Lopera.
M.G.- José García Carranza, «El Algabeño» es un personaje que me ha dejado muy tocada. Es un torero, su padre fue torero aunque no tuvo tanto éxito como el hijo, pero originariamente ellos eran una familia muy humilde y sin embargo él parece haber olvidado de dónde viene. Hay un pasaje concreto en el que comenta que solo se siente a gusto con los militares, con la aristocracia, con la alta alcurnia sevillana, sin pensar que sus orígenes no eran esos.
J.R.- Eso es. Además se lo dice la propia duquesa con la que tiene un lío amoroso. En realidad yo de su familia no sé mucho. Creo que tiene descendientes en Sevilla, nietos o bisnietos, y que, según me han dicho, tienen la misma filosofía que él.
De todos modos, todo lo que cuento en el libro son cosas que están absolutamente comprobadas como el hecho de que atara cinturones de dinamita a unos jóvenes y los volara por los aires, o que participó en las muertes de unos sindicalistas que se produjeron en el parque de María Luisa, frases que él dijo que están reflejadas en los periódicos,...
M.G.- La documentación ha tenido que ser brutal. Aporta usted al final una bibliografía muy extensa.
J.R.- Sí, sí,... Encontrar cosas sobre del Algabeño me ha costado mucho. Hay algunas referencias en periódicos de cuando tuvo un atentado en Málaga o de cuando participó en las muertes en el parque María Luisa,... Pero no hay libros que hayan trabajado el personaje y se sabe poco de él. De hecho, visité la Algaba, el pueblo donde nació, y nadie quiere saber nada. Han borrado todas sus huellas porque lo consideran un asesino y un canalla. Una estatua que tenía en el pueblo se la llevaron a la finca de Diego Puerta. Incluso en el viejo cementerio, que lo estaban trasladando cuando visité el pueblo, me encontré el panteón familiar vacío y casi derruido.
M.G.- Pero algo que me ha parecido muy interesante es que su libro no solo nos habla de la guerra civil. También incorpora poemas porque Conford era poeta, y también hay cartas escritas por él. Todo esto entiendo que es auténtico, ¿no?
J.R.- Sí. A ver sobre John Conford hay mucho más material. Fue un poeta estudiado por los británicos y hay un par de libros sobre él. Perduran esas cartas que él escribió con su novia, Margot, una judía, hija de un banquero comunista, algo muy raro. Ella fue la que guardó las cartas, los poemas, aunque no escribió muchos pero uno de ellos es soberbio en el que habla sobre el amor y la guerra. En fin, que hay más material y quise incorporar todo eso porque embellecía al personaje.
M.G.- Para mí su novela ha sido una revelación. Transcurre una parte en Sevilla, justo en esta zona en la que estamos, en Plaza Nueva. Y yo he leído sobre la guerra civil y cómo se desarrolló aquí en Sevilla pero jamás me he encontrado con tantos detalles como en su novela. Me ha resultado muy gráfica porque los escenarios que se mencionan los conocemos y he podido vivir el alzamiento desde otro punto de vista.
J.R.- Pues fueron unos días terribles. La conquista del barrio de Triana fue muy sangrante y es verdad que se pusieron a los niños y a las mujeres delante como escudos. La diferencia de armamento entre un bando y otro fue tremenda, hubo muchos bombardeos, fusilaron a la gente en la calle y dejaron los cadáveres tirados en las aceras varios días para que todo el mundo los viera y los oliera. En fin, todo eso lo he ido leyendo en testimonios de gente que lo vivió o en libros de historia, he ido escarbando en un lado y otro para ir construyendo una especie de retablo de la batalla.
M.G.- Para mí es que toda esa parte ha sido muy ilustrativa porque vivo a escasos metros de la Plaza del Altozano, con lo cual yo veía las barricadas a medida que iba leyendo, barricadas que intentaban impedir que cruzaran el puente de Triana.
J.R.- Es que tuvieron que dar la vuelta por el otro puente para acceder a Triana.
M.G.- Así es. Bueno, y en un libro como el suyo, en el que nos encontramos dos personajes tan dispares, dos lados de una misma moneda, ¿cómo el autor se mantiene al margen y no toma parte?
J.R.- La técnica novelística te permite alejarte y es por lo que yo he optado. No he querido aparecer opinando y salvo en un pasaje, mi voz no asoma. Todo esto depende del estilo del escritor. A mí me gusta hacerlo así, sobre todo en una novela como esta, en la que los personajes y los escenarios son reales.
M.G.- ¿Y por qué este título Javier?
J.R.- Pues mira, yo había pensado en otros y casi tenía decidido otro distinto pero no me terminaba de gustar. Se me había ocurrido titular la novela El caballista y el poeta pero la palabra caballista es muy de aquí, muy andaluza. De todos modos también lo consideraba un poco largo. Luego se me ocurrió Banderas en la niebla refiriéndome a que la causa por la que luchan los hombres es algo muy desvaído que lleva a la crueldad, la matanza, la muerte y la injusticia, por lo tanto esas banderas, esos ideales por los que el hombre lucha, acaban cubiertos por la niebla.
M.G.- Pues para terminar, hay una frase que usted pone en boca de Virginia Woolf, en un diálogo ficcionado, y que dice: «La escritura es una suerte de enfermedad». Me gustaría saber si esa frase encaja realmente con su forma de pensar sobre la escritura o la literatura.
J.R.- No exactamente. Para mí es una especie de obsesión que también puede ser considerada como una enfermedad. Desde muy jovencito he querido ser escritor, lo he sido la mayor parte de los años de mi vida, he escrito muchos libros y ya no sé si sabría hacer otra cosa. Además con 72 años no voy a cambiar.
M.G.- Pues no tengo más preguntas Javier. Muchísimas gracias por su tiempo y por esta charla que hemos tenido sobre Banderas en la niebla.
J.R.- Gracias a vosotros.
Y hasta aquí lo que Javier Reverte nos contó. Os adelanto que Banderas en la niebla me ha gustado muchísimo, casi rabiosamente, y espero poder daros mi opinión sobre la novela muy pronto.
Y hasta aquí lo que Javier Reverte nos contó. Os adelanto que Banderas en la niebla me ha gustado muchísimo, casi rabiosamente, y espero poder daros mi opinión sobre la novela muy pronto.