Editorial: Booket.
Fecha publicación: noviembre, 2009
Precio: 6,95 €
Género: Novela.
Nª Páginas: 144
Edición: Tapa blanda.
Nª Páginas: 144
Edición: Tapa blanda.
ISBN: 9788432250538
Autor
Antonio Muñoz Molina nació en Úbeda (Jaén) en 1956. Cursó estudios de periodismo en Madrid y se licenció en historia del arte en la Universidad de Granada. Ha reunido sus artículos, reconocidos en 2003 con los premios González-Ruano de Periodismo y Mariano de Cavia, en volúmenes como El Robinson urbano (1984; Seix Barral, 1993 y 2004). Su obra narrativa comprende Beatus Ille (Seix Barrall, 1986 y 1999), El invierno en Lisboa (Seix Barral, 1987 y 1999), que recibió el Premio de la Crítica y el Premio Nacional de Literatura, ambos en 1988, Beltenebros (Seix Barral, 1989 y 1999), El jinete polaco (1991; Seix Barral, 2002), que ganó el Premio Planeta en 1991 y nuevamente el Premio Nacional de Literatura en 1992, Los misterios de Madrid (Seix Barral, 1992 y 1999), El dueño del secreto (1994), Nada del otro mundo (1994), Ardor guerrero (1995), Pleniluo (1997), Carlota Faingberg (2000), En ausencia de Blanca (2001), Sefarad (2001; Seix Barral, 2009), Ventanas de Manhattan (Seix Barral, 2004), El viento de la Luna (Seix Barral, 2006), y La noche de los tiempos (Seix Barral, 2009). Desde 1995 es miembro de la Real Academia Española. Vive en Madrid y Nueva York y está casado con Elvira Lindo.
Sinopsis
Mario lo tiene todo para ser feliz. Tiene trabajo, salud, amigos, pero sobre todo tiene a Blanca en su vida. Sus compañeros de la Diputación se quedan a tomar cervezas después del trabajo y miran a las mujeres que pasan por la calle como si fueran lobos, pero Mario no. Porque, en palabras del autor, «él tenía el privilegio de desear por encima de todas las mujeres a aquella con la que se había casado».
Blanca es el polo opuesto de Mario. Todo lo que él tiene de conformista lo tiene ella de inquieta. Le apasiona el arte, especialmente la pintura, y se pasa la vida de exposición en exposición.
Tras uno de sus viajes, Mario nota que Blanca ha cambiado. Pero, ¿realmente ha cambiado tanto «su» Blanca o es que se trata de otra persona? ¿Qué hacer, acostumbrarse a vivir en ausencia de Blanca, o rebelarse contra la situación?
[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]
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Las novelas de Antonio Muñoz Molina siempre me han parecido un confortable refugio. Guardo un gratísimo recuerdo de las que han pasado por mis manos y ahora, tras escribir su biografía, mi pensamiento se ha quedado prendado de El invierno en Lisboa, un título que me ha parecido muy sugerente y del que me han entrado ganas inmediatas de buscar información. Pero hoy vengo a hablaros de una novela corta que también posee un título alentador y curioso, En ausencia de Blanca.
Estamos ante una novela de algo menos de ciento cincuenta páginas, que narrará la cotidianeidad doméstica de una pareja con un final abierto a múltiples interpretaciones y empiezo así, directamente, hablando del final, porque cuando llegas al desenlace de En ausencia de Blanca, un desenlace que ya se anticipa en parte en el primer capítulo, otorgando a la historia un enfoque circular, es inevitable preguntarte qué es lo que ha ocurrido realmente. He leído diversas opiniones en las que me ha parecido vislumbrar distintas hipótesis y curiosamente ninguna de ellas coincide con la mía. Esta es la magia de la literatura. Pero vayamos por parte.
Como digo, la novela se inicia con un primer capítulo que sumerge al lector en una bruma indecisa para provocarnos la misma incertidumbre que sentirá el protagonista en la situación que le toca vivir. Mario se pregunta si la mujer que vive con él sigue siendo su esposa Blanca pues, aunque en apariencia son los ojos de Blanca, la boca de Blanca, la piel de Blanca y la indumentaria de Blanca, hay pequeños detalles que le harán dudar. Y con esas dudas nos adentraremos en el segundo capítulo que se retrotrae al pasado y donde realmente se inicia la historia.
Mario López es un funcionario de la Diputación de Jaén. Delineante de profesión, de familia humilde y criado en un ambiente rural, dejó su pueblo atrás para mudarse a la capital tras aprobar sus oposiciones. Tiempo atrás conoció a Blanca, una joven sumida en un profundo pozo de drogas y alcohol del que la rescató para convertirse en su mujer. Mario vive única y exclusivamente para su trabajo y su mujer Blanca. Más allá de estos dos ámbitos no hay más mundo, no hay más interés. Jamás se permite un respiro con sus compañeros tras la jornada laboral, pues no hace más que contar las horas para salir corriendo a su casa donde ella lo espera. Si su jefe lo retiene algo más de la cuenta se incomoda, si tiene que acudir a una celebración ineludible no deja de mirar el reloj. Blanca es su universo, su sanctasantórum, el único refugio en el que él se siente a gusto pues no encaja entre sus compañeros que solo se quejan de sus mujeres y hacen bromas soeces, algo que Mario no entiende, ni tampoco encaja con los amigos de Blanca, pseudo-intelectuales que tienen opinión de todo aunque sea una ridiculez. Fuera de la seguridad de su hogar junto a Blanca, Mario se siente un extraño.
Por su parte Blanca es absolutamente lo contrario. Criada en una familia desahogada, se dedica a la vida contemplativa mientras se escuda en grandes proyectos de trabajo que jamás salen adelante. Es una mujer caprichosa, inestable, voluble e inconstante. En su interior hay ambición, ganas de realizarse, de aprender y enriquecerse culturalmente, pero nada le cuaja porque no sabe ni lo que quiere.
¿Cómo es la relación entre Mario y Blanca? Sumisión y entrega serían las palabras que definirían el tipo de matrimonio que conforman esta pareja. Mario depende emocionalmente de Blanca a niveles superlativos. Él la idealiza, la endiosa, le atribuye virtudes que en realidad son defectos y le perdona todo tipo de excentricidades, desánimos y rabietas. Sin embargo ella es incapaz de valorar el amor de Mario y en su lugar le recrimina su sencillez y su falta de ambición, cuando precisamente es la sencillez lo que hace al personaje atractivo porque a Mario no le hace falta mucho para ser feliz. Se basta con estar casado con Blanca, algo de lo que él mismo se sorprende en ocasiones. ¿Cómo es posible que una mujer como ella se haya fijado en él?
Pero, ¿qué es lo que estos dos personajes me han hecho sentir? Digamos que me he sentido en un continuo vaivén. Confieso que me han dado ganas de abofetear a Mario y pedirle que se quiera un poquito, que no se deje manipular por la pérfida Blanca, a quien he cogido una manía espantosa, porque Blanca es una mujer que no valora lo que tiene, que se aburre con todo, que piensa que lo mejor le corresponde por derecho propio pero, por otro lado, Blanca también ha sufrido mucho y tiene un punto de víctima. No voy a negar que en algún momento me he sentido un poco Blanca, una mujer con ansias de aprender y de hacer mil cosas, de indagar en su entorno cultural, de desplazarse hasta el lugar donde la vida bulle en mil actividades. Pintura, música, literatura, teatro... todo le interesa. Y con esa parte de Blanca me he identificado solo que Muñoz Molina la lleva a un extremo que me parece peligroso. Y en ese maremágnum de vitalidad incontrolada que la posee estará siempre Mario, dispuesto yansioso por conceder a Blanca lo que guste porque él tiene miedo, miedo a perder su punto de anclaje, un temor que se acrecentará cuando Blanca pronuncie con frecuencia un nombre.
¿Y por qué se pregunta Mario si Blanca sigue siendo Blanca o es una impostora? Bueno, ahí entra en juego lo que comentaba antes de las interpretaciones. Sin ahondar mucho para no destripar la trama, pienso que ella toma una decisión que Mario no está dispuesto a asumir y se crea su propio artificio, un espejismo que nunca podrá compararse con la realidad, de ahí las dudas. Pero esta es una visión muy subjetiva, es la conclusión a la que el texto me ha conducido a mí y a ti probablemente te lleve por otros derroteros.
En ausencia de Blanca es pura narración, sin apenas diálogos, en solo diez capítulos. Cuenta con una prosa exquisita y selecta, algo pomposa en ocasiones que intuyo pretende acentuar el tono sarcástico e irónico que a veces tiene el texto. Una lectura pausada que, a pesar de su brevedad, requiere un paseo reposado por sus páginas y que te hace pensar. A mí me hizo reflexionar sobre las relaciones de dependencia, sobre la entrega y la recepción, sobre el amor idealizado y lo que esperamos de él, sobre el paso del tiempo y la caída de la venda que tapaba nuestros ojos pero también me hizo pensar en ese momento en el caes en picado, sin paracaídas, cuando lo que creías que era para siempre se hace añicos. Mario y Blanca no componen una pareja tan disparatada. Más bien lo contrario. Hay muchos Marios y muchas Blancas a nuestro alrededor, incluso nosotros mismos podemos llegar ser ellos.