Autora
Yolanda Guerrero (Toulouse, 1962). Periodista de profesión, en 1987 comenzó a trabajar en El País y desarrolló su carrera en ese diario hasta 2013. En 1997 fue finalista del IX Premio Ana María Matute, de Ediciones Torremozas, y, aunque mantiene algún puente activo con el periodismo, ha decidido retomar la ficción.
El huracán y la mariposa es su primera novela.
Sinopsis
Tras un viaje revelador, Sofia Baena, una mujer idealista e independiente, decide emprender la búsqueda de su hija adoptando a una niña de siete años con cara de ángel y ojos negros como crespones. Lo que no sabe es que Marina, como Perséfone, fue raptada por Hades y lleva el infierno tatuado en el corazón. Un pasado oscuro la abrasa en un incendio perpetuo y la niña pronto empieza a desarrollar una aversión enfermiza hacia su madre adoptiva que culmina en ataques cada vez más virulentos.
En su novela debut, El huracán y la mariposa, Yolanda Guerrero da voz a tres mujeres unidas por una tragedia y separadas por el dolor, el rechazo, el desamparo y la ceniza de la culpa. Un relato íntimo que enhebra con maestría la cara más amarga de la adopción.
[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]
Qué ganas tenía de publicar la entrevista a Yolanda Guerrero. Al encuentro asistí con El huracán y la mariposa a medio leer pero totalmente enganchada por una historia que me ha resultado muy original, dura pero también muy bella.
Siempre que pensamos en adopciones nos imaginamos a una pareja, sean del sexo que sean, a una mujer o a un hombre en solitario con un profundo deseo de ser padre o madre, de construir una familia, de culminar un sueño. Sabemos que los trámites son largos, arduos y laboriosos pero al final del camino siempre nos dibujamos la imagen de la felicidad en nuestra mente. No sé vosotros pero en mi cabeza nunca ha tenido cabida ninguna otra representación. Jamás me he planteado que esa adopción pudiera torcerse, que esa felicidad supuestamente prometida en los prolegómenos, terminara por convertirse en una situación insoportable, llena de amargura y tristeza. Así que para mí, la novela con la que debuta la periodista Yolanda Guerrero ha sido todo un descubrimiento pues, avalada por una experiencia personal sin que ella cuente su historia, El huracán y la mariposa nos presenta un caso de adopción fallida y la historia de tres mujeres que nos cautivarán sin remedio.
Aquí os dejo lo que Yolanda Guerrero nos contó.
Marisa G.- Yolanda, no me esperaba que tu libro me gustara tanto como lo ha hecho. Me está gustando mucho.
Yolanda Guerrero (Toulouse, 1962). Periodista de profesión, en 1987 comenzó a trabajar en El País y desarrolló su carrera en ese diario hasta 2013. En 1997 fue finalista del IX Premio Ana María Matute, de Ediciones Torremozas, y, aunque mantiene algún puente activo con el periodismo, ha decidido retomar la ficción.
El huracán y la mariposa es su primera novela.
Sinopsis
Tras un viaje revelador, Sofia Baena, una mujer idealista e independiente, decide emprender la búsqueda de su hija adoptando a una niña de siete años con cara de ángel y ojos negros como crespones. Lo que no sabe es que Marina, como Perséfone, fue raptada por Hades y lleva el infierno tatuado en el corazón. Un pasado oscuro la abrasa en un incendio perpetuo y la niña pronto empieza a desarrollar una aversión enfermiza hacia su madre adoptiva que culmina en ataques cada vez más virulentos.
En su novela debut, El huracán y la mariposa, Yolanda Guerrero da voz a tres mujeres unidas por una tragedia y separadas por el dolor, el rechazo, el desamparo y la ceniza de la culpa. Un relato íntimo que enhebra con maestría la cara más amarga de la adopción.
[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]
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Qué ganas tenía de publicar la entrevista a Yolanda Guerrero. Al encuentro asistí con El huracán y la mariposa a medio leer pero totalmente enganchada por una historia que me ha resultado muy original, dura pero también muy bella.
Siempre que pensamos en adopciones nos imaginamos a una pareja, sean del sexo que sean, a una mujer o a un hombre en solitario con un profundo deseo de ser padre o madre, de construir una familia, de culminar un sueño. Sabemos que los trámites son largos, arduos y laboriosos pero al final del camino siempre nos dibujamos la imagen de la felicidad en nuestra mente. No sé vosotros pero en mi cabeza nunca ha tenido cabida ninguna otra representación. Jamás me he planteado que esa adopción pudiera torcerse, que esa felicidad supuestamente prometida en los prolegómenos, terminara por convertirse en una situación insoportable, llena de amargura y tristeza. Así que para mí, la novela con la que debuta la periodista Yolanda Guerrero ha sido todo un descubrimiento pues, avalada por una experiencia personal sin que ella cuente su historia, El huracán y la mariposa nos presenta un caso de adopción fallida y la historia de tres mujeres que nos cautivarán sin remedio.
Aquí os dejo lo que Yolanda Guerrero nos contó.
Marisa G.- Yolanda, no me esperaba que tu libro me gustara tanto como lo ha hecho. Me está gustando mucho.
Yolanda G.- ¡Qué bien! Me alegro mucho. Qué satisfacción... Es mi primera novela y eso me ha provocado muchas inseguridades. A medida que iba escribiendo el libro me iba diciendo que no iba a gustar y que no lo iba a poder publicar nunca pero cuando me encuentro con personas que me dicen lo que tú, me da una alegría tremenda.
M.G.- Pues es una maravilla. He estado hablando con algunos amigos y lo he recomendado porque la verdad es que está siendo una lectura apasionante.
Y.G.- Muchas gracias.
M.G.- Yolanda tú eres periodista y por lo que podemos leer en el prólogo de tu libro, escrito por Jesús Ruíz Mantilla, parece que te has alejado de la profesión ¿quizá porque el periodismo que se hace ahora ya no te interesa?
Y.G.- Bueno, yo he sido periodista durante treinta años, de los cuales veintiséis he estado en El País, de donde salí voluntariamente porque estaba cansada físicamente. No me fui enfadada, tengo muy buena relación pero necesitaba cambiar y hacer otras cosas. Siempre he querido escribir ficción pero no encontraba el tiempo. Me costaba mucho compaginar mi trabajo con la escritura porque además trabajaba por las noches con unos horarios difíciles. De repente mi vida cambió de tal manera que opté por seguir adelante, con menos dinero, pero me apetecía emprender una nueva vida.
No obstante, el periodismo de ahora no es el que se hacía hace treinta años. También es verdad que ahora cualquier persona puede informar de lo que sea. Algunos no lo hacen nada mal pero tampoco hay el rigor que había antes. Ya no se contrasta tanto la información, se publica sin el fundamento de la verdad absoluta, no se es ecuánime. Todo esto hoy en día ha sido sacrificado por la inmediatez y por lo tanto, no deja de ser un poco decepcionante. Ahora he descubierto que entiendo mejor la realidad a través de la ficción que del periodismo, al menos, en este momento de mi vida.
M.G.- En cualquier caso, aunque esta sea tu primera novela, tú ya tienes una experiencia literaria.
Y.G.- Sí, sí... Quedé finalista en un certamen de relatos. Aquello fue muy bonito porque lo hice mientras estaba trabajando en El País y me gustó tanto la experiencia que me planteé que algún día escribiría una novela.
M.G.- Pues ya ha llegado esa novela. En El huracán y la mariposa abordas un tema que para mí es muy novedoso. He leído novelas sobre el deseo de ser madre, sobre la imposibilidad de serlo, sobre la crianza, pero jamás había leído un libro sobre las adopciones fallidas. De esto se ha escrito poco, ¿no?
Y.G.- Mira, los psicólogos con los que me he hablado y que me han asesorado a la hora de escribir este libro, me han comentado que están muy contentos porque por fin se ha escrito una obra de ficción sobre este tema en España que ellos puedan usar en su trabajo. Hay una sola novela que sepamos que se llama El lenguaje de las flores de Vanessa Diffenbaugh que, aunque no trata exactamente las adopciones fallidas, recoge la historia de una niña con trastorno del apego sin quedar explicitado de esa manera, pero que también sufre episodios violentos, agresivos,... Además, la autora sabe muy bien de lo que habla porque es madre adoptiva y madre de acogida. Es el único libro que conozco que aborde estas cuestiones y no está escrito originariamente en castellano.
La adopción fallida es un tema desconocido y no porque no exista sino porque no se habla de esto. Los medios no hablan de ello ni las familias tampoco porque tienen miedo a la incomprensión social, al rechazo, a la censura,... y con razón porque la sociedad que tenemos ahora mismo es poco comprensiva y muy crítica. Y además es que nos quedamos en el titular. Si leemos un artículo de prensa que cuente que tantos niños adoptados son devueltos a los servicios sociales nos quedamos con esa información sin leer nada más. Nadie se pregunta el por qué, qué ha llevado a la familia adoptiva a devolver al niño o qué problema tenía el niño. La reacción más inmediata es pensar mal sobre los padres adoptivos y recriminarles que lo hayan hecho para ahora tener que devolver al pequeño. Enseguida los condenamos al infierno, los crucificamos y los repudiamos. Yo no digo que no haya frivolidad pero hay que conocer las tragedias que se esconden detrás para poder opinar, historias tristes y tremendas en las que la peor parte se la lleva el niño. Al niño hay que protegerlo y en ocasiones, aunque suene raro, para protegerlo es necesario entregarlo a los servicios sociales.
M.G.- Pues no me gustaría ahondar mucho pero sé que en esta novela de ficción hay algo de experiencia personal.
Y.G.- Sí, no lo niego ni lo oculto pero no me gustaría convertirme en la protagonista de mi novela. Yo pasé por una adopción fallida. Salió mal, y desde entonces no hago más que preguntarme qué pasó. He estado mucho tiempo investigando y a partir de ahí mi historia ha quedado relegada a un segundo plano porque he descubierto otras muchas historias, otras muchas familias que lo han pasado mal y lo están pasando mal. He conocido a niños que fueron adoptados y que hoy son adultos. Entre todo lo que he oído he compuesto un collage y he creado una historia, una historia en la que, si ha servido de algo mi experiencia es para poner el corazón, para entender a los personajes, para meterme en su piel y hablar desde dentro y no escribir un reportaje.
De todos modos, también he aplicado criterios periodísticos, es decir, he contrastado información, he desechado alguna información que no me ha parecido rigurosa. Lo más importante en estas cuestiones es ayudar a la gente y no lo consigo si, en aras de la literatura bonita no soy rigurosa científicamente. Así que he hablado con mucha gente para escribir esta novela pero al haber pasado por una experiencia similar, eso me ha ayudado a escribir con sentimiento.
De todos modos, también he aplicado criterios periodísticos, es decir, he contrastado información, he desechado alguna información que no me ha parecido rigurosa. Lo más importante en estas cuestiones es ayudar a la gente y no lo consigo si, en aras de la literatura bonita no soy rigurosa científicamente. Así que he hablado con mucha gente para escribir esta novela pero al haber pasado por una experiencia similar, eso me ha ayudado a escribir con sentimiento.
M.G.- Y es algo que se nota mucho.
Decía Jesús Ruíz Mantilla en el prólogo que esta novela ha necesitado toda una vida para escribirse. Entiendo que has tenido que curar muchas heridas para poder ponerte a escribir y enfrentarte a esto.
Y.G.- Claro porque para ponerte a escribir tienes que estar serena y tener la cabeza fría. Es una novela muy visceral, escrita con las tripas donde los personajes vuelcan su dolor, sufren, sangran a lo largo de toda la novela pero, a pesar de eso, he querido. o al menos lo he intentado, que haya un punto de frialdad o de distanciamiento. Para ello me he servido de Ángela, la abuela adoptiva de la novela, un personaje que no participa directamente en la decisión de adoptar. El error, si es que hay error, no es suyo. De hecho ella advirtió en un momento dado de que esto podría salir mal. Creo que Ángela me ha servido para poner el punto de distanciamiento.
M.G.- Comentas que has hablado con mucha gente. Supongo que habrás tenido que echar mano de testimonios reales.
Y.G.- Sí, y me siguen llegando testimonios todos los días. Es todo muy emocionante. A diario recibo mensajes de personas que me comentan que llevan sufriendo mucho tiempo a solas, sin atreverse a hablar porque piensan que son los únicos que tienen problemas con sus hijos adoptivos, que algo han debido de hacer mal, y por lo tanto se callan porque la sociedad no los entiende. De repente, con la novela se dan cuenta de que no están solos. Y también me llegan historias que son todavía más duras que la que yo cuento en la novela.
M.G.- Es una novela que se narra a tres voces, tres mujeres. Por un lado está Ángela, la abuela adoptiva que ya has mencionado, Sofía es la madre adoptiva, y Camila, la niña adoptada que durante una parte de la novela se llamará Marina. Es una adopción fallida no por cuestiones burocráticas sino porque hay una desconexión total entre madre e hija. Esto es lo que se llama el síndrome del apego.
Y.G.- Se llama trastorno reactivo del apego. Yo no soy psicóloga pero por lo que he leído sería algo así. Todos, cuando nacemos, tenemos apego a alguien, a diferencia de algunos animales que, en cuanto nacen, ya son independientes. Nosotros no. Nosotros necesitamos unos años durante los cuales dependemos absolutamente de un adulto, para alimentarnos, vestirnos, desarrollarnos como seres humanos. Si ese vínculo entre el niño y el adulto que le ha tocado en suerte para guiarle se rompe por causas de abuso, de malos tratos, de abandono,... el niño probablemente desarrolle una desconfianza hacia todos los adultos. No ocurre siempre. Hay niños a los que esto no le sucede.
En el caso de mi personaje, de Camila, es una niña que ha vivido siete años en el infierno. Ha sido maltratada, violada y prostituida y cuando es adoptada cree que su madre adoptiva le seguirá haciendo lo mismo. Camila cree que todos los adultos son iguales a aquel que tenía que haberla protegido y no lo hizo, sino que la traicionó. En algún momento del libro llega a decir que no quiere recibir amor para no verse obligada a devolverlo. Los niños que tienen esta disfunción en el apego son unos niños recelosos y conciben el mundo como un lugar muy peligroso en el que cualquiera le puede hacer daño. Esto es lo que hay que corregir porque tiene corrección pero claro, por profesionales.
Por su parte, los padres que se encuentran en estos casos, con niños enrabietados, con ataques de ira que no son comunes, se suelen callar. No suelen pedir ayuda y eso termina por enquistarse. El niño crece y luego los problemas son más difíciles de solucionar.
M.G.- Pero Yolanda entiendo que este tipo de problemas nos lo podemos encontrar cuando adoptas a un niño con algunos años pero por lo que he leído, incluso si adoptas a un bebé, también puede ocurrirte algo así. El bebé ya viene con unas vivencias dentro del útero materno y puede nacer con algún síndrome, como por ejemplo el síndrome alcohólico fetal.
Y.G.- Exacto, exacto... Y los primeros meses de vida son tremendamente importantes. Cuando oímos noticias de abusos, malos tratos e incluso de violaciones a bebés tendemos a pensar que por ser un bebé no se va a acordar y no es verdad, claro que se acuerda. No lo recordará como tal pero algo dentro de esa criatura se ha roto. Tenemos que ser muy conscientes de lo que estamos haciendo con la infancia porque de ella depende nuestra sociedad. Incluso si eres un adulto que no quiere tener hijos, que no se lo plantea nunca, da lo mismo. Esos adultos terminan por convivir con adultos que lo mismo un día fueron niños maltratados. La infancia es lo que hay que cuidar para cambiar el mundo.
M.G.- Me surge la duda. ¿Qué ocurre con esos niños en las adopciones fallidas?
Y.G.- Pues si los padres no piden ayuda y no buscan solución, el problema llegará a un punto en el que es imposible la convivencia. No se trata de que los padres se hayan cansado del niño. En el caso de mi novela, Sofía, la protagonista, llega a decir que no le importa que la niña la mate, la golpee,... Sofía quiere seguir con Camila para siempre aunque renuncie a educarla y a hacer de ella un ser humano mejor. Hasta que llega Victoria, una psicóloga que le advierte a Sofía que la protagonista de la historia no es ella sino la niña porque si Camila la mata o la hiere gravemente la que se busca la ruina es la niña porque acabará de correccional en correccional. Es en la niña en la que hay que pensar porque en algunos casos, esos niños están tan mal con su familia adoptiva que llegan a plantearse el suicidio ¿Qué se hace entonces? Son problemas muy extremos y obviamente no son muy habituales pero aunque sean raros ocurren. La solución pasa por pedir ayuda.
En cualquier caso, la novela se sitúa en el año 96. Los 90 fueron la prehistoria de las adopciones internacionales. Entonces no había psicólogos españoles especializados en este tipo de problemas. Por suerte, las cosas han cambiado. Ahora hay muchos psicólogos que conocen el tema, que lo han estudiado, que lo han tratado y que ayudan a resolver el problema. Lo que yo quiero hacer ver con mi novela es que renunciar a la tutela en aquellos años era prácticamente la única salida. Hoy no, hoy hay organizaciones, asociaciones, grupos de terapia, psicólogos,... Incluso creo que hay algunos mecanismos en algunas Comunidades Autónomas donde se pueden renunciar temporalmente a la tutela. Es decir, los servicios sociales se hacen cargo del niño durante un tiempo y luego los padres pueden volver a recuperarlo una vez que el problema está solucionado o en vías de solución. Aún así, hay mucho camino que recorrer aún.
M.G.- En cualquier caso, la situación debe ser muy dura. Camila, para sus siete años, ha tenido unas vivencias horrorosas pero, de las tres voces, ¿cuál dirías que es la que más te ha costado escribir?
Y.G.- Sin duda Camila. Es un personaje totalmente inventado. No he conocido a ninguna niña a la que le haya pasado todo lo que le pasa a mi Camila. He querido ser muy cuidadosa al respecto.
Estilísticamente es un personaje que me ha costado mucho porque yo la concibo como una niña que refleja en su lenguaje y en su forma de hablar, su propia confusión espiritual y mental. Es una niña que ha vivido siete años en México, dentro de la clase y el barrio más bajo y más profundo, rodeada de narcotraficantes, prostíbulos y en un ambiente totalmente marginal. Luego ha pasado a vivir cinco años dentro de una familia, digamos normal entrecomillas. Me refiero a su familia adoptiva compuesta por Sofía y Ángela, una familia a la que nunca se adaptó, en la que nunca pudo integrarse porque la asociaba con su familia biológica y la rechazó. Después el resto de su vida la ha pasado en centros de acogida y mezclándose con inmigrantes latinoamericanos. Además tiene un toque de poligonera y arrabalera española. Con todo esto, la he concebido como una mujer que tiene una profunda confusión en su lenguaje, que mezcla palabras y que en ocasiones no sabe ni lo que está diciendo. Simplemente dice cosas que ha oído anteriormente. He querido reflejar esa confusión que siente, una confusión mental, porque estos niños están metidos en su propio laberinto y no saben salir de él. Todo esto lo hago a través del lenguaje que ella emplea y por eso te comento que estilísticamente es el personaje que más me ha costado porque me ha obligado a realizar muchas consultas a la Real Academia de México, he tenido que informarme mucho para conocer el lenguaje no solo de la gente joven sino de la gente marginal.
Por otro lado la concepción propia del personaje también me ha costado mucho. Ha sido muy difícil ponerme en la piel de una niña tan herida, tan lastimada como mi Camila. Tenía que hacerlo si quería ser fiel a la verdad y ayudar así a esas personas que están viviendo con niños como Camila.
M.G.- Las otras dos mujeres son Ángela y Sofía, madre e hija y que son muy distintas. Entre ellas también existe una especie de desconexión.
Y.G.- Sí, porque también en las familias biológicas hay sus más y sus menos. Pero hay un momento en el que Ángela, que pensaba que su hija Sofía no la quería, se da cuenta que está equivocada al comprobar cómo Camila trata a Sofía. Ángela entiende que el desamor es lo que Camila tiene con Sofía y no lo que Sofía tiene con ella.
Entre ellas siempre ha habido fricciones pero hay un punto en el que se encuentran, en el que ambas buscan apoyo la una en la otra, especialmente Sofía, una mujer muy fuerte que siempre ha decidido por sí misma y se da cuenta de que el único refugio que tiene es su madre, una madre de la que ella antes rechazaba sus caricias porque pensaba que la hacían una niña cuando ella es una adulta.
M.G.- Hay un personaje muy fugaz que Sofía conoce en la India. Me refiero a Teresa, una mujer que hace una reflexión muy interesante. Teresa le enseña a Sofía todos esos niños que necesitan amor, familia, cuidados, protección,... y le llega a decir en un momento dado que no es conveniente plantearse tener hijos propios porque hay muchísimos niños necesitados en el mundo. Me pareció un pensamiento muy valiente.
Y.G.- Sí. Teresa le dice una frase que para Sofía es bastante definitiva. Sabes que Sofía tiene todas las papeletas para desarrollar un cáncer de útero y está con las prisas de tener un hijo porque ella considera que la mujer es la que da perpetuidad a la raza humana. Sin embargo, Teresa le responde que lo que da perpetuidad a la raza humana es salvar a los niños que se van a morir. Y no solo eso sino que además le otorga dignidad al ser humano. Y esto que dice Teresa es absolutamente verdad. En el momento en el que hay niños que tienen que ser adoptados porque la adopción es necesaria se hace patente que hemos fracasado como sociedad. Las adopciones no solo construyen familias felices sino que ayudan a resolver un problema de la sociedad por la existencia de niños maltratados, desamparados y abandonados. Así que, si la adopción es necesaria es que hemos fracasado.
Teresa es un personaje efectivamente fugaz pero muy sabia porque ha vivido en un país muy duro.
M.G.- Hemos comentado que la novela se construye a tres voces. Ángela escribe un diario y Sofía y Camila están como declarando ante terceras personas.
Y.G.- Sí, y todo eso cuadra cuando el lector llega al final de la novela porque la historia tiene su parte de intriga.
M.G.- Sí que la tiene.
Y.G.- He tenido que encontrar el vehículo de expresión de cada uno de los personajes. Sofía se está expresando ante una abogada, a la que cuenta su vida, desde el principio, desde que su padre era cura y su madre monja. Por su parte Camila se expresa en forma de declaración jurada y al final se sabe por qué. Y Ángela usa un diario. He querido que sea así porque Ángela es una mujer muy introvertida, con mucha vida interior, pero a la que le cuesta mucho manifestarse porque se ha ido metiendo en su propio caparazón. Es una mujer que dice que nació demasiado pronto, que quiso estudiar y le cortaron las alas. Hay muchas mujeres como Ángela en este país, muchas hijas de la posguerra, y las sigue habiendo. Por eso para ella creí más conveniente que la conociéramos a través de un diario porque así se puede expresar mejor. Lo que se cuenta a sí mismas tiene mucho más valor que lo que verbaliza ante los demás porque no sabe expresarse en público.
M.G.- Con esta novela quieres ayudar a otras personas pero te hago una pregunta. Imagínate que una pareja se está planteando ahora mismo adoptar a un niño y leen tu libro, ¿cómo crees que podrían reaccionar?
Y.G.- Yo siempre doy un único mensaje a tres grupos de personas diferentes. A los que no han adoptado todavía y lo están pensando yo les diría que lo hicieran. Hay que adoptar y no quiero desalentar a nadie. La adopción es necesaria porque hay niños que están sufriendo y que lo están pasando mal. Lo único que les digo es que el amor no es suficiente. Uno cree que con el amor se soluciona todo pero no es verdad. Ni el amor en la pareja, ni en la familia, ni con los hijos lo soluciona todo. Hay que amar pero inteligentemente, con corazón pero también con cabeza. Para ello es fundamental buscar antes información, consultar con especialistas que los asesore, incluso antes de que le entreguen al niño porque así sabrán cómo reaccionar en caso de encontrarse con problemas.
A las parejas que ya han adoptado y están teniendo los primeros problemas, les diría lo mismo. Hay que acudir a los especialistas, hablad con personas que estén pasando por lo mismo, hay que informarse y conseguir herramientas para luchar antes de que los problemas se enquisten.
Y a las parejas cuyos problemas ya se han enquistados decidles que no están solos, que no son malas personas y que hay medios para aliviar esos problemas.
Como te digo con esta novela lo que pretendo es ayudar a los demás.
M.G.- Pues yo creo que lo has hecho muy bien. Yo no soy madre ni nunca me he planteado adoptar pero he conectado totalmente con los personajes, me ha cautivado la historia y me he sentido como un miembro más de esta familia compuesta por Ángela, Sofía y Camila.
Y.G.- Eso es lo que he pretendido. Además al escribirla en tercera persona evito que el lector tenga que tomar partido. Solo he querido que el lector entienda la situación como pido que la sociedad entienda por lo que pasan estos padres y estos niños. No hay que censurar ni castigar sino intentar comprender y que entre todos busquemos soluciones porque las hay. No podemos dejar a las familias solas y mucho menos a los niños.
M.G.- Yolanda, muchas gracias. Ha sido un placer conocerte y leer tu novela. Te deseo mucha suerte.
Y.G.- Muchas gracias Marisa. Un placer.
Y sin más, paso a recomendaros la lectura de El huracán y la mariposa y lo hago por muchos motivos, porque sus personajes son muy humanos, porque nos acerca a una problemática que yo desconocía y porque está verdaderamente bien escrita. No tardaré mucho en daros mis impresiones.
[Algunas imágenes e ilustraciones tomadas de Google]
En el caso de mi personaje, de Camila, es una niña que ha vivido siete años en el infierno. Ha sido maltratada, violada y prostituida y cuando es adoptada cree que su madre adoptiva le seguirá haciendo lo mismo. Camila cree que todos los adultos son iguales a aquel que tenía que haberla protegido y no lo hizo, sino que la traicionó. En algún momento del libro llega a decir que no quiere recibir amor para no verse obligada a devolverlo. Los niños que tienen esta disfunción en el apego son unos niños recelosos y conciben el mundo como un lugar muy peligroso en el que cualquiera le puede hacer daño. Esto es lo que hay que corregir porque tiene corrección pero claro, por profesionales.
Por su parte, los padres que se encuentran en estos casos, con niños enrabietados, con ataques de ira que no son comunes, se suelen callar. No suelen pedir ayuda y eso termina por enquistarse. El niño crece y luego los problemas son más difíciles de solucionar.
M.G.- Pero Yolanda entiendo que este tipo de problemas nos lo podemos encontrar cuando adoptas a un niño con algunos años pero por lo que he leído, incluso si adoptas a un bebé, también puede ocurrirte algo así. El bebé ya viene con unas vivencias dentro del útero materno y puede nacer con algún síndrome, como por ejemplo el síndrome alcohólico fetal.
Y.G.- Exacto, exacto... Y los primeros meses de vida son tremendamente importantes. Cuando oímos noticias de abusos, malos tratos e incluso de violaciones a bebés tendemos a pensar que por ser un bebé no se va a acordar y no es verdad, claro que se acuerda. No lo recordará como tal pero algo dentro de esa criatura se ha roto. Tenemos que ser muy conscientes de lo que estamos haciendo con la infancia porque de ella depende nuestra sociedad. Incluso si eres un adulto que no quiere tener hijos, que no se lo plantea nunca, da lo mismo. Esos adultos terminan por convivir con adultos que lo mismo un día fueron niños maltratados. La infancia es lo que hay que cuidar para cambiar el mundo.
M.G.- Me surge la duda. ¿Qué ocurre con esos niños en las adopciones fallidas?
Y.G.- Pues si los padres no piden ayuda y no buscan solución, el problema llegará a un punto en el que es imposible la convivencia. No se trata de que los padres se hayan cansado del niño. En el caso de mi novela, Sofía, la protagonista, llega a decir que no le importa que la niña la mate, la golpee,... Sofía quiere seguir con Camila para siempre aunque renuncie a educarla y a hacer de ella un ser humano mejor. Hasta que llega Victoria, una psicóloga que le advierte a Sofía que la protagonista de la historia no es ella sino la niña porque si Camila la mata o la hiere gravemente la que se busca la ruina es la niña porque acabará de correccional en correccional. Es en la niña en la que hay que pensar porque en algunos casos, esos niños están tan mal con su familia adoptiva que llegan a plantearse el suicidio ¿Qué se hace entonces? Son problemas muy extremos y obviamente no son muy habituales pero aunque sean raros ocurren. La solución pasa por pedir ayuda.
En cualquier caso, la novela se sitúa en el año 96. Los 90 fueron la prehistoria de las adopciones internacionales. Entonces no había psicólogos españoles especializados en este tipo de problemas. Por suerte, las cosas han cambiado. Ahora hay muchos psicólogos que conocen el tema, que lo han estudiado, que lo han tratado y que ayudan a resolver el problema. Lo que yo quiero hacer ver con mi novela es que renunciar a la tutela en aquellos años era prácticamente la única salida. Hoy no, hoy hay organizaciones, asociaciones, grupos de terapia, psicólogos,... Incluso creo que hay algunos mecanismos en algunas Comunidades Autónomas donde se pueden renunciar temporalmente a la tutela. Es decir, los servicios sociales se hacen cargo del niño durante un tiempo y luego los padres pueden volver a recuperarlo una vez que el problema está solucionado o en vías de solución. Aún así, hay mucho camino que recorrer aún.
M.G.- En cualquier caso, la situación debe ser muy dura. Camila, para sus siete años, ha tenido unas vivencias horrorosas pero, de las tres voces, ¿cuál dirías que es la que más te ha costado escribir?
Y.G.- Sin duda Camila. Es un personaje totalmente inventado. No he conocido a ninguna niña a la que le haya pasado todo lo que le pasa a mi Camila. He querido ser muy cuidadosa al respecto.
Estilísticamente es un personaje que me ha costado mucho porque yo la concibo como una niña que refleja en su lenguaje y en su forma de hablar, su propia confusión espiritual y mental. Es una niña que ha vivido siete años en México, dentro de la clase y el barrio más bajo y más profundo, rodeada de narcotraficantes, prostíbulos y en un ambiente totalmente marginal. Luego ha pasado a vivir cinco años dentro de una familia, digamos normal entrecomillas. Me refiero a su familia adoptiva compuesta por Sofía y Ángela, una familia a la que nunca se adaptó, en la que nunca pudo integrarse porque la asociaba con su familia biológica y la rechazó. Después el resto de su vida la ha pasado en centros de acogida y mezclándose con inmigrantes latinoamericanos. Además tiene un toque de poligonera y arrabalera española. Con todo esto, la he concebido como una mujer que tiene una profunda confusión en su lenguaje, que mezcla palabras y que en ocasiones no sabe ni lo que está diciendo. Simplemente dice cosas que ha oído anteriormente. He querido reflejar esa confusión que siente, una confusión mental, porque estos niños están metidos en su propio laberinto y no saben salir de él. Todo esto lo hago a través del lenguaje que ella emplea y por eso te comento que estilísticamente es el personaje que más me ha costado porque me ha obligado a realizar muchas consultas a la Real Academia de México, he tenido que informarme mucho para conocer el lenguaje no solo de la gente joven sino de la gente marginal.
Por otro lado la concepción propia del personaje también me ha costado mucho. Ha sido muy difícil ponerme en la piel de una niña tan herida, tan lastimada como mi Camila. Tenía que hacerlo si quería ser fiel a la verdad y ayudar así a esas personas que están viviendo con niños como Camila.
M.G.- Las otras dos mujeres son Ángela y Sofía, madre e hija y que son muy distintas. Entre ellas también existe una especie de desconexión.
Y.G.- Sí, porque también en las familias biológicas hay sus más y sus menos. Pero hay un momento en el que Ángela, que pensaba que su hija Sofía no la quería, se da cuenta que está equivocada al comprobar cómo Camila trata a Sofía. Ángela entiende que el desamor es lo que Camila tiene con Sofía y no lo que Sofía tiene con ella.
Entre ellas siempre ha habido fricciones pero hay un punto en el que se encuentran, en el que ambas buscan apoyo la una en la otra, especialmente Sofía, una mujer muy fuerte que siempre ha decidido por sí misma y se da cuenta de que el único refugio que tiene es su madre, una madre de la que ella antes rechazaba sus caricias porque pensaba que la hacían una niña cuando ella es una adulta.
M.G.- Hay un personaje muy fugaz que Sofía conoce en la India. Me refiero a Teresa, una mujer que hace una reflexión muy interesante. Teresa le enseña a Sofía todos esos niños que necesitan amor, familia, cuidados, protección,... y le llega a decir en un momento dado que no es conveniente plantearse tener hijos propios porque hay muchísimos niños necesitados en el mundo. Me pareció un pensamiento muy valiente.
Y.G.- Sí. Teresa le dice una frase que para Sofía es bastante definitiva. Sabes que Sofía tiene todas las papeletas para desarrollar un cáncer de útero y está con las prisas de tener un hijo porque ella considera que la mujer es la que da perpetuidad a la raza humana. Sin embargo, Teresa le responde que lo que da perpetuidad a la raza humana es salvar a los niños que se van a morir. Y no solo eso sino que además le otorga dignidad al ser humano. Y esto que dice Teresa es absolutamente verdad. En el momento en el que hay niños que tienen que ser adoptados porque la adopción es necesaria se hace patente que hemos fracasado como sociedad. Las adopciones no solo construyen familias felices sino que ayudan a resolver un problema de la sociedad por la existencia de niños maltratados, desamparados y abandonados. Así que, si la adopción es necesaria es que hemos fracasado.
Teresa es un personaje efectivamente fugaz pero muy sabia porque ha vivido en un país muy duro.
M.G.- Hemos comentado que la novela se construye a tres voces. Ángela escribe un diario y Sofía y Camila están como declarando ante terceras personas.
Y.G.- Sí, y todo eso cuadra cuando el lector llega al final de la novela porque la historia tiene su parte de intriga.
M.G.- Sí que la tiene.
Y.G.- He tenido que encontrar el vehículo de expresión de cada uno de los personajes. Sofía se está expresando ante una abogada, a la que cuenta su vida, desde el principio, desde que su padre era cura y su madre monja. Por su parte Camila se expresa en forma de declaración jurada y al final se sabe por qué. Y Ángela usa un diario. He querido que sea así porque Ángela es una mujer muy introvertida, con mucha vida interior, pero a la que le cuesta mucho manifestarse porque se ha ido metiendo en su propio caparazón. Es una mujer que dice que nació demasiado pronto, que quiso estudiar y le cortaron las alas. Hay muchas mujeres como Ángela en este país, muchas hijas de la posguerra, y las sigue habiendo. Por eso para ella creí más conveniente que la conociéramos a través de un diario porque así se puede expresar mejor. Lo que se cuenta a sí mismas tiene mucho más valor que lo que verbaliza ante los demás porque no sabe expresarse en público.
M.G.- Con esta novela quieres ayudar a otras personas pero te hago una pregunta. Imagínate que una pareja se está planteando ahora mismo adoptar a un niño y leen tu libro, ¿cómo crees que podrían reaccionar?
Y.G.- Yo siempre doy un único mensaje a tres grupos de personas diferentes. A los que no han adoptado todavía y lo están pensando yo les diría que lo hicieran. Hay que adoptar y no quiero desalentar a nadie. La adopción es necesaria porque hay niños que están sufriendo y que lo están pasando mal. Lo único que les digo es que el amor no es suficiente. Uno cree que con el amor se soluciona todo pero no es verdad. Ni el amor en la pareja, ni en la familia, ni con los hijos lo soluciona todo. Hay que amar pero inteligentemente, con corazón pero también con cabeza. Para ello es fundamental buscar antes información, consultar con especialistas que los asesore, incluso antes de que le entreguen al niño porque así sabrán cómo reaccionar en caso de encontrarse con problemas.
A las parejas que ya han adoptado y están teniendo los primeros problemas, les diría lo mismo. Hay que acudir a los especialistas, hablad con personas que estén pasando por lo mismo, hay que informarse y conseguir herramientas para luchar antes de que los problemas se enquisten.
Y a las parejas cuyos problemas ya se han enquistados decidles que no están solos, que no son malas personas y que hay medios para aliviar esos problemas.
Como te digo con esta novela lo que pretendo es ayudar a los demás.
M.G.- Pues yo creo que lo has hecho muy bien. Yo no soy madre ni nunca me he planteado adoptar pero he conectado totalmente con los personajes, me ha cautivado la historia y me he sentido como un miembro más de esta familia compuesta por Ángela, Sofía y Camila.
Y.G.- Eso es lo que he pretendido. Además al escribirla en tercera persona evito que el lector tenga que tomar partido. Solo he querido que el lector entienda la situación como pido que la sociedad entienda por lo que pasan estos padres y estos niños. No hay que censurar ni castigar sino intentar comprender y que entre todos busquemos soluciones porque las hay. No podemos dejar a las familias solas y mucho menos a los niños.
M.G.- Yolanda, muchas gracias. Ha sido un placer conocerte y leer tu novela. Te deseo mucha suerte.
Y.G.- Muchas gracias Marisa. Un placer.
Y sin más, paso a recomendaros la lectura de El huracán y la mariposa y lo hago por muchos motivos, porque sus personajes son muy humanos, porque nos acerca a una problemática que yo desconocía y porque está verdaderamente bien escrita. No tardaré mucho en daros mis impresiones.
[Algunas imágenes e ilustraciones tomadas de Google]