Editorial: Destino.
Fecha publicación: septiembre, 2017
Precio: 18,90 €
Precio: 18,90 €
Género: Narrativa.
Nª Páginas: 304
Edición: Rústica con solapas.
ISBN: 978-84-233-5263-0
[Disponible en eBook;
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Autora
Catalina Aguilar Mastretta (Ciudad de México, 1984) es guionista y directora de cine. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana, Cine en la Tisch School of the Arts de Nueva York y Guion en el American Film Institute de Los Ángeles. Ha escrito y dirigido las películas Las horas contigo (2014) y Todos queremos a alguien (2017), y el cortometraje Tabacotla (2008). Suyos son los guiones de las series de televisión mexicanas Gritos de muerte y libertad (2010) y Diablo Guardián (2017), y del largometraje Echo Park (2014).
Como escritora, ha colaborado en varias revistas de México.
Todos los días son nuestros, su primera novela, ha sido abalada por la crítica mexicana por su mirada irónica, tierna y marcadamente generacional sobre las relaciones.
Sinopsis
María y Emiliano parecían una pareja indestructible, de esas que se conocen en el instituto, nunca pierden la pasión y terminan siendo dos adorables ancianos que siguen paseando cogidos de la mano. Por eso, cuando llegan a la treintena y una noche empieza una fuerte discusión, nadie habría apostado a que la pelea terminaría con Emiliano haciendo las maletas y volviendo a casa de sus padres.
María, con una mirada siempre irónica y una capacidad envidiable de reírse de sí misma, nos cuenta atónita su ruptura y sus esfuerzos por recomponerse como puede de este inesperado bache. Y nos muestra, sin querer y con una cercanía sobrecogedora, cómo se aprende a vivir sin las personas que creíamos que iban a estar a nuestro lado para siempre.
Una historia que provoca carcajadas, sonrisas tristes, nudos en la garganta, y que sobre todo transmite grandes dosis de ternura y complicidad.
[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]
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Cuando tantos lectores opinan tan deliciosamente de una novela, la necesidad de poseer la lectura se acrecienta vigorosamente. Si además se trata de una historia emotiva y llena de sentimiento, con personajes que parecen tan humanos, tan mundanos, tal igual al resto de los mortales, se establece como un vínculo especial entre el libro en sí y el lector difícilmente quebrantable. Algo así es lo que me ocurrió con Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta. De entrada, no se puede pasar por el alto su título. Prácticamente, desde antes del inicio del relato la autora ya no está enviando un mensaje de refuerzo, un aviso para despertarnos del posible letargo en el que caemos con frecuencia, una verdad universal de la que no siempre somos conscientes.
María y Emiliano es una pareja de largo recorrido. Se conocen desde la época estudiantil y llevan unidos casi una década. La relación, como todas, se mantiene con vaivenes, con épocas luminosas que se alternan con otras más áridas, pero siguen juntos hasta que un hecho espontáneo, sin premeditación y fruto de la convivencia hace añicos lo que ambos han estado construyendo y reconstruyendo durante años. El universo que compone la pareja se resquebraja, surge un agujero negro que lo engulle todo, y deja en completa desolación a sus miembros. María y Emiliano comienzan a hacer vidas por separado pero como aquellos reos de los cuentos de nuestra infancia portan un lastre anclado a su tobillo. Todos los días son nuestros aborda la vorágine que se despierta cuando una relación amorosa se ha rotoy asistiremos a esa debacle a través de los ojos de María.
Dirá María en las primeras páginas del libro que Emiliano Cervera era «el viejo de mi vejez»(pág. 9). También dirá que era el amor de su vida pero esta frase está mucho más manida que la anterior, tanto que prácticamente ha dejado de cobrar significado en nuestros días, se ha desvaído y ha perdido fuerza. Sin embargo, pensar en un amor de senectud, de esos que se acuestan y se despiertan juntos cada día, que pasean por la calle aún cogidos de la mano, que son el apoyo diario del otro, esa es una imagen poderosa que aún nos permite mantener la fe en el amor. Probablemente es eso lo que María quería, mantenerse junto a Emiliano hasta la ancianidad, contarse las arrugas del rostro el uno al otro, sentir la aspereza de una piel que ya ha perdido elasticidad y firmeza, contemplar en las manos del amado las manchas de la decrepitud pero el paso del tiempo no solo desgasta los cuerpos sino también las relaciones. La pasión, la tolerancia, las risas, el amor desbordado se va acabando poco a poco dando paso al aguante, con suerte al cariño, a la intransigencia, a las disputas, a la desidia y al aburrimiento,... hasta el punto de que el hombre y la mujer, en algunas ocasiones, siguen juntos por mera inercia.
El distanciamiento es doloroso. Siempre lo es. Pero a veces resulta el mejor modo de tomar perspectiva y analizar nuestra vida y a nosotros mismos con objetividad. Esto es lo que nos ofrece esta novela, ese periodo de duelo en el que el ser afligido llora y sufre, atravesando distintas etapas que pasan por sentirse liberado y renacido, a morir por la ausencia del ser querido, incluso a acosarlo en un loco intento de recuperar lo que un día fue nuestro. En este sentido, la historia resulta tremendamente cercana porque, ¿quién no ha sido abandonado alguna vez? ¿quién no se ha ahogado cuando la relación se rompe? El mundo parece acabarse pero solo es cuestión de tiempo volver a encontrar nuestro lugar, el que encuentra María hacia el desenlace de la novela con un capítulo final entrañable y una frase última que no pienso desvelar.
María es nuestro reflejo, el de las propias lectoras, el de nuestras hermanas o nuestras amigas.Sus sentimientos son tan comunes que en ningún momento nos va a sorprender su dolor, sus lágrimas y sus desvelos pero ahí radica precisamente la belleza de esta historia, en su cotidianeidad, en lo común que no resulta, tanto que conectar con María no requiere ningún esfuerzo y sin embargo, no es el personaje que más me ha «afectado».
Por su parte, Emiliano es un hombre perfeccionista, puntilloso, metódico y hasta chantajista en sus tiempos de relación con María al que ya no le hacía tanta gracia los descuidos de ella. Emiliano también es un personaje real, con hábitos y comportamientos reales. De estas personas que son incapaces de ver sus propios errores, que se creen por encima de los demás pero en el fondo, poseen tantos defectos como el resto. En lo que a mí respecta, los primeros acercamientos a Emiliano me quemaron la piel. Su actitud crítica y dominadora me provocaba rechazo y me alineé con María. En realidad, toda la lectura he sido cómplice de esta mujer a la que se le cae el mundo encima cuando se queda sola. Creo que mi actitud no distará mucho de la de otros lectores porque, además, no es difícil encontrar muchos Emilianos por la vida. Son hombres inseguros, que se quieren en exceso, generalmente arropados por una madre demasiado protectora a la que consideran su verdadero hogar aunque hayan construido un proyecto de futuro con otra mujer e incluso hayan procreado. «Yo nunca voy a ser su casa», dirá también María y efectivamente, hasta que Emiliano no evoluciona y crece como persona ni María ni otras mujeres que mantienen relación con los Emilianos del mundo llegarán a convertirse en hogar para ellos aunque se dejen la piel en el intento.
Pero Todos los días son nuestros no solo explora las relaciones entre un hombre y una mujer. Para mí, los episodios más bonitos son aquellos en los que María habla de su madre, interactúa con ella y nos relata sus conversaciones. Creo que la novela me ha ganado definitivamente por esa madre con una relación amorosa intermitente, con un marido que entra y sale de su vida sin que ella diga esta boca es mía. He sentido un gran cariño por Carmen, un nombre que nos asalta hacia los finales, hacia el final de los finales. Es entonces cuando esta mujer cobra identidad, cuando deja de ser la madre de la protagonista y narradora para convertirse en la madre de todos los lectores. A veces, todo lo que vive María es tan real que cuesta no imaginarse que en realidad Catalina está viviendo y pasando los mismos momentos que María de manera paralela.
Y otras cuestiones más saltarán a la luz a través de esta narración: la amistad, los antiguos y primeros amores, el trabajo, la familia política. Todo ello analizado bajo un prisma que aúna la ternura con el sarcasmo, una ironía que te sacará alguna risa de vez en cuando.
La novela se estructura en veinte capítulos cortos antecedidos por un prólogo que comienza abruptamente y que no será más que un adelanto con desarrollo posterior. El epílogo es un broche oro para una narración en la que hemos asistido al crecimiento personal de los personajes sin que ellos mismos se hayan percatado. Quizá, como pequeña pega, diría que el léxico empleado puede resultarte algo incómodosin llegar a convertirse en un gran inconveniente. A mí me ha hecho reír. Pero hay que tener en cuenta queCatalina Aguilar es mexicana y tira de usos idiomáticos de su entorno. Curiosamente se hace más evidente al principio y al final de la novela, mientras que en los medios se mantiene en un tono más neutro. Pero, insisto, nada que resulte molesto.
Todos los días son nuestros es una novela que está llena de verdad de todas esas verdades que ya conocemos, que no sorprenden porque, al fin y al cabo casi todos hemos pasado por la experiencia de María y Emiliano, y que, sin embargo, resulta tan placentero y agradable encontrarte con ese puñado de certezas.
Desde aquí no puedo más que recomendaros esta novela llena de emotividad, sentimientos, corazón y alma.