La Fundación Gala me toca relativamente cerca. En la familia tenemos a un pintor muy joven, absolutamente espectacular y brillante, paisajista y retratista, que ya apuntaba maneras desde bien pequeño. Pero, a su paso por la Fundación Gala gracias a una beca, su talento se ha disparado. Tras aquella experiencia estuvo un tiempo en Madrid y si no me equivoco, ahora reside en Londres aprendiendo y buscando su espacio. Sus cuadros son impactantes.
Y precisamente sobre la Fundación Gala estuve hablando la semana pasada con Alba Carballal, una joven escritora, también becada por la Fundación, que acaba de publicar novela con Seix Barral. Tres maneras de inducir al coma es una historia que no tiene desperdicio. Con reminiscencias a grandes voces literarias de este país, la autora crea a unos personajes curiosos y construye una sátira que deposita sobre una película de humor bajo la que subyacen temas de hondo calado. Os hablaré pronto de la novela, que he terminado con posterioridad a esta entrevista. Mientras tanto, os dejo con la entrevista.
Marisa G.- Por ponernos en antecedentes Alba. En 2016 recibes una beca de la Fundación Antonio Gala. ¿Cómo resultó la experiencia?
Y precisamente sobre la Fundación Gala estuve hablando la semana pasada con Alba Carballal, una joven escritora, también becada por la Fundación, que acaba de publicar novela con Seix Barral. Tres maneras de inducir al coma es una historia que no tiene desperdicio. Con reminiscencias a grandes voces literarias de este país, la autora crea a unos personajes curiosos y construye una sátira que deposita sobre una película de humor bajo la que subyacen temas de hondo calado. Os hablaré pronto de la novela, que he terminado con posterioridad a esta entrevista. Mientras tanto, os dejo con la entrevista.
Marisa G.- Por ponernos en antecedentes Alba. En 2016 recibes una beca de la Fundación Antonio Gala. ¿Cómo resultó la experiencia?
Alba C.- Para empezar, que me dieran esa beca fue una auténtica sorpresa. Yo no había publicado con anterioridad. Llegué con un proyecto, avalado por Antonio Muñoz Molina al que conocí por casualidad y al que mostré algunos escritos míos que le gustaron. Poco más, no es que esa conexión me sirviera para acceder directamente a la beca. Así que cuando me llamaron de la Fundación, me llegué una sorpresa enorme.
La experiencia para mí ha sido como el paso de una afición a una profesionalización. En la Fundación aprendes muchas cosas sobre este mundo, qué es un editor, un agente,... porque tú te pones a escribir en tu casa y desconoces todo lo demás. Y vivir allí, durante todo un año, con otras trece personas que hacen de todo, que son unas máquinas, músicos, pintores, poetas,... Una experiencia muy fructífera y muy enriquecedora.
M.G.- ¿Pero cómo es la mecánica? A ver, tú te levantas y te pones a escribir, el que pinta se pone a pintar... ¿cómo funcionáis allí?
A.C.- La beca es de residencia y mecenazgo pero luego el tiempo lo administras como quieras, salvo lo que Antonio Gala llama 'las fecundaciones cruzadas', es decir, sesiones críticas sobre el trabajo de uno de los compañeros. Cada semana le tocaba a uno y el resto de compañeros opinaba sobre lo que le parecía mejor o peor de su trabajo. Y luego están las visitas de otros creadores. A esos encuentros también hay que asistir. En nuestro año nos visitó Palmira Márquez, una agente literaria que ahora me lleva a mí, editores, escritores,... Pero, aparte de eso, vas por libre. Hay gente que trabaja por la noche y durante el día no se le ve el pelo, o al contrario. Yo era muy callejera. Necesitaba salir a la calle, ver gente,...
M.G.- Esta es tu primera publicación pero has comentado que le diste a leer algunos textos a Muñoz Molina. Entiendo que tienes más cosas escritas y guardadas en el cajón.
A.C.- Tengo relatos pero creo que son muy malos. Luego tengo algunos escritos técnicos. Soy arquitecta y he escrito en revistas especializadas sobre arquitectura y urbanismo. Algún ensayo también hay pero novela, hasta ahora, ninguna. Y sin embargo es donde me siento más cómoda. Me defiendo mejor en las distancias largas.
M.G.- La primera novela y encima con Seix Barral. Esto fácil no es.
A.C.- He tenido mucha suerte. Mi editora se enamoró del texto, le gustó mucho y me dio la oportunidad de mi vida. De hecho, mi agente me comentó que empezaríamos por Seix y ya iríamos bajando.
M.G.- No has tenido que bajar mucho (Risas).
A.C.- Pues no (Risas).
A.C.- Pues no (Risas).
M.G.- Bueno, en 'Tres maneras de inducir al coma' narra las aventuras de Federico, un cuarentón sin oficio ni beneficio, que de repente se ve metido a detective. Natalia, otro personaje, lo contrata para vigilar a su padre por unas cuestiones que no vamos a mencionar. ¿La idea nace en la propia Fundación o es parte de ese proyecto que tú envías como carta de presentación?
A.C.- Bueno yo presenté los dos primeros capítulos de la novela, acompañados de la idea que pretendía, por dónde iba a ir. Luego esa idea no tuvo nada que ver con lo que salió al final porque la estancia en la Fundación te va contagiando y va cambiando el curso de tu creación. Creo que es algo natural.
De todos modos, no tenía muy claro cómo iba a ser el final. Escribo a base de intuiciones. No tuve nunca la trama totalmente planificada, como mucho, trabajo con esquemas pequeños, pequeñas secuencias.
M.G.- Entiendo. Y Federico, ¿no es un poco caricaturesco? ¿Tú cómo lo ves?
A.C.- Hay algo de eso, sí. También tiene algo de Ignatius Reilly, de J.K. Toole,... un tipo mal vestido, un perdedor,... Sin embargo, también es un personaje con el que puedes empatizar porque no es excesivamente excéntrico. El lector puede pensar que, si se deja ir unos diez años, lo mismo termina pareciéndose a él. Creo que al final se puede entender por qué hace lo que hace, por dónde va, por qué no tiene aspiraciones,...
M.G.- Sí, sí... yo lo veo también así. Y en cuanto a Natalia, una mujer transexual, no sé si te has inspirado en alguien para crear el personaje. A mí inevitablemente se me venía a la cabeza ciertas personas conocidas.
A.C.- No, no,... Natalia es una mezcla de mucha gente. Para crear a los personajes siempre parto de gente famosa o no, de gente cercana o no tanto, voy tomando características de unos y otros, que luego moldeo y transformo. En el caso de Natalia, me he basado en gente que no es transexual. Físicamente me recuerda un poco a Mónica Naranjo y el hecho de que sea transexual me sirve para dos cosas, la primera para demostrar que se puede crear un personaje muy cabrón aunque pertenezca a una minoría. ¿Por qué tenemos que hacer personajes planos? Natalia no es el personaje transexual de mi novela, es un personaje que resulta que, además, es transexual, pero también tiene otras peculiaridades. Es muy vengativa, tiene muchos problemas en su familia, ha tenido falta de cariño,... Que sea transexual es una característica más pero no es lo central del personaje.
La segunda, con el personaje he querido incidir en la importancia de empezar a interiorizar que la gente es diversa y diferente. No es tan raro, ¿no? No hay que magnificar tanto estas cosas...
M.G.- Darle naturalidad, por su puesto. Hay tantos personajes como personas, y tantas personas como identidades.
A.C.- Sí, eso es. Que Natalia sea transexual es un elemento que define ciertas aspectos de su personalidad como le ocurría a cualquiera que tuviera que pasar por algo tan potente como es una transición de género pero más allá de eso, es un personaje al que quise dar profundidad, que tuviera sus luces y sus sombras porque tiene un punto muy oscuro, ¿por qué no lo iba a tener? ¿Solo por ser transexual? Si es que ahí, radica también la verdadera igualdad.
M.G.- Visto así, tienes toda la razón. En cualquier caso, la novela es una sátira, hay mucho humor pero has comentado algo sobre Federico con lo que estoy totalmente de acuerdo. A mí es un personaje que a veces me ha inspirado mucha compasión. No sé si el tono humorístico se mantiene a lo largo de toda la novela.
A.C.- Es algo sinusoidal. Hay un tono de comedia que no nace de lo que pasa porque no es nada divertido. Lo que ocurre es que hay una gran diferencia entre lo que sucede y cómo lo cuenta Federico, un tipo muy pedante. Es un personaje que de repente tiene una voz muy grandilocuente, muy exagerada, muy académica y en realidad es un pringado. Pues en esa diferencia de cota es donde radica el humor. Pero en el fondo, si lo piensas, la novela es bastante dramática. De hecho, en una de las sesiones, me vino un compañero de la Fundación, Dimas Prychyslyy, un poeta que ganó el Valencia Nova el año pasado, diciéndome que había escrito algo muy triste. Se refería a una escena en la que los personajes van a un restaurante chino en Nochebuena. Realmente es algo muy penoso.
M.G.- Efectivamente la novela tiene más trasfondo del que aparenta porque los personajes no tienen una vida precisamente para reírse, pero cambiando de tema, me gustó muchísimo el narrador, el que podríamos considerar principal. Es sarcástico, crítico, ácido, pero en relación a la voz narrativa, nos planteas un juego.
A.C.- La voz narrativa siempre me ha interesado. Muchas veces leemos novelas que, aunque están escritas en castellano, parecen más bien traducciones del inglés, resultan planas e insustanciales. Yo quería escribir una novela con personajes que tuviesen un voz característica. He jugado mucho con Federico y Natalia, los dos personajes principales, he querido trabajar mucho sus voces, hacerlas muy diferentes. El está contando la historia como si fuera un periodista, ella habla consigo misma; él es mucho más ordenado, ella es muy contradictoria, muy extremista. Y luego está la voz de la madre de Federico, que sale solo al final pero que es la que ayuda a que todo encaje.
M.G.- A mí la voz de Natalia me ha encantado. En esos fragmentos en los que conversa consigo misma, la veía delante de mí, gesticulando.
A.C.- Es muy divertida. Le debo mucho a Eduardo Mendicutti, un gran creador de voces femeninas, muy flamencas, muy kitsch, muy hortera, con un puntito macarra, porque Natalia es muy macarra.
M.G.- La estructura que has usado para desarrollar la historia también me ha parecido muy interesante. Tiene algún componente cinematográfico.
A.C.- Sí, es verdad. Generalmente me salen capítulos muy cortos, son como escenas. Normalmente cuando cambio de localización es como si la cámara girara. Entonces, corto y me voy a otro capítulo. Me sale de forma natural.
Luego me di cuenta que hay como un orden superior, una especie de agrupación en secuencias. Los capítulos se van agrupando en bloques, tienen sentido juntos y los uno bajo un título que emula a la novela picaresca. Esas secuencias se componen de diversas escenas de Federico y una de Natalia.
Todo fue muy orgánico aunque te lo esté contando de manera ordenada. Me salieron además tres partes que corresponderían a la estructura clásica del planteamiento, nudo y desenlace, solo que en mi novela sería planteamiento, nudo, nudo y luego un desenlace un poquito especial. Es verdad, que esta articulación en tres partes marcan el tono de la novela y hacen un homenaje a la novela picaresca pero también me sirve para hacer un homenaje a la novela kitsch, pastiche,... En realidad he mezclado muchas cosas. Hay partes que son guiones de televisión, monólogos interiores, todo ello combinado con referencias a series de Tv, a novelas, o canciones,...
M.G.- Hay mucho dinamismo.
A.C.- Sí, con esta estructura intento demostrar que todo lo que recibimos, todos nuestros 'inputs' salen a la luz. Luego lo podemos camuflar y decir que nos hemos inspirado en Rayuela de Julio Cortázar,... No es verdad. Es muy deshonesto hacer una división entre alta y baja cultura y dejar unas cosas fueras. En mi educación sentimental, para mí ha sido tan importante un libro de Alejo Carpentier como un volumen de Harry Potter. Es así. Quien diga lo contrario miente. Todo esto lo he demostrado incluyendo citas tan dispares.
M.G.- Llaman la atención, sí. Es una mezcla curiosa con canciones de Antonio y Nacho Vega, Ismael Serrano, fragmentos de guiones de películas de Almodóvar,... Es muy atractivo.
Pero hablemos de Madrid, ciudad donde transcurre la historia. Está muy presente y el lector, si camina parejo al personaje, va recorriendo la ciudad.
A.C.- Es algo intencionado y con lo que estoy muy contenta. Estuve tentada de recortar algunas escenas porque hay capítulos que simplemente son un paseo por Madrid. Bueno, solo eso no, son paseos que van acompañados por las reflexiones del personaje, a raíz de los sitios que va recorriendo. Pero no me gusta tampoco catalogar la ciudad como personaje literario aunque en este caso, Madrid determina la acción. Esta novela no podría suceder en otro lugar o sí, pero pasarían otras cosas distintas. Madrid es una ciudad que tiene mucho carácter, muy propicia para situar a este tipo de personaje, tan perdedores, porque es una ciudad muy polarizada, con muchos ambientes de ganadores y otros de perdedores. Y luego es una ciudad que tiene un punto kitsch o flamenco, algo que se ve fenomenal en la serie 'Arde Madrid' de Paco León. Es fantástica.
M.G.- Efectivamente hay paseos con reflexiones y críticas. Y precisamente hablando de Madrid, se critica esos lugares que han sido espacios comunes y mundanos y que ahora se han convertido en centros de devoción, muy snob, donde todo es carísimo como los típicos mercados reconvertidos en centros de ocio. Que está muy bien pero se abusa bastante.
A.C.- Sí. Por ejemplo, Federico compara mucho el Chueca de su juventud con el Chueca actual, que no tiene nada que ver con el que él recuerda. Probablemente, el barrio ha mejorado mucho pero en ese proceso de mejora también se ha expulsado a los vecinos del barrio. Eso, por no hablar de las viviendas de Airbnb. Los barrios céntricos de las ciudades, que han sido lugares de vida en común se están convirtiendo a pasos agigantados en lugares hechos para el turista, desparecen los supermercados y aparecen tiendas de souvernirs,... Es una realidad triste. A mí me preocupa esta deriva. Y claro, todo eso lo he querido reflejar en la novela porque además, como arquitecta y urbanista, lo tengo muy presente.
M.G.- Hay bastante crítica en la novela, algo que se agradece pero hablando de los referentes literarios que menciona la sinopsis, he notado, casi sentido, en el texto a Eduardo Mendoza.
A.C.- Sí, sí, es así. Empecé la novela, y te lo digo tal cual, cogiendo 'El misterio de la cripta embrujada'. La desmenucé hasta casi lo enfermizo, casi frase por frase, para intentar averiguar cómo Mendoza hace lo que hace, y lo hace tan bien. A partir de ahí, cuando tú imitas de algún modo, inevitablemente lo haces tuyo, lo transformas, lo conviertes, le das tu sello, aunque siempre queda algo de poso. Espero que mi novela tenga una voz propia pero Eduardo Mendoza está muy presente por ser uno de mis escritores favoritos, lo leo desde que era muy pequeña. Es mi forma de aprender a escribir, leyendo a gente que me parece buena.
M.G.- Has mencionado antes ese desenlace peculiar que yo solo he ojeado porque sabes que todavía no he terminado de leer la novela. ¿Se podría decir que ese desenlace explica el título?
A.C.- No es que explique el título pero sí hace referencia, se le da esa vuelta de significado metafórico. Ese desenlace tiene que ver con una forma de ver el mundo un tanto politizada o convertida casi en esperpento, desde esta moral tan opresora que a veces nos condiciona tanto la vida.
El final se divide en dos partes y cada una de ellas en tres capítulos. La primera se titula 'Tres cosas hay en la vida' y se divide en 'Salud', 'Dinero' y 'Amor'. Son cosas de las que se hablan constantemente en la novela. El dinero está muy presente, también la salud y el amor, aunque sea de un forma muy perversa. Son las tres cosas que vertebran el relato y casi todos los relatos, no solo el mío. En esa canción popular hay mucha más filosofía que en un tratado griego. Ahí está condensado lo que le interesa a la mayoría de personas. Y luego está la segunda parte del desenlace que lleva el mismo título que la novela y cuenta con tres capítulos 'Palabra''Obra' y 'Y omisión', de la que mejor no decir nada.
M.G.- Has mencionado grandes nombres de la literatura pero es verdad que la gente joven estáis haciendo un trabajo espectacular. De tu generación, ¿destacarías algún nombre?
A.C.- Hay gente muy buena escribiendo. De menos de cuarenta años, Juan Gómez Bárcenas me parece un escritor brillante. Me gusta mucho el poeta Javier Vicedo, que también ha salido de la Fundación Gala, María Zaragoza en el género fantástico, Dimas Prychyslyy fue compañero mío y es un poeta bestial. Javier Padilla acaba de ganar ahora el Premio Comillas con una biografía de Enrique Ruano, un militante antifranquista. Todavía no se ha publicado pero he tenido la oportunidad de echarle un ojo y es fantástico. O Cristina Morales que acaba de ganar el Herralde con un libro espectacular. Hay gente realmente buena haciendo cosas, y entre esa gente, muchas mujeres.
M.G.- Doble alegría entonces. Alba, no te robo más tiempo. Te deseo toda la suerte del mundo. 'Tres maneras de inducir al coma' es una novela que me está gustando mucho. Espero verte pronto con la próxima.
A.C.- Bueno, espero que sí. Muchas gracias.
Ojito al nombre de Alba Carballal. Ojito a los nombres de la gente joven que está escribiendo y lo hacen de manera fabulosa. Son el futuro de la literatura y hay que apostar por ellos, especialmente cuando te encuentras con historias tan bien urdidas como la que contiene 'Tres maneras de inducir al coma'. Os hablaré pronto de ella.
M.G.- Doble alegría entonces. Alba, no te robo más tiempo. Te deseo toda la suerte del mundo. 'Tres maneras de inducir al coma' es una novela que me está gustando mucho. Espero verte pronto con la próxima.
A.C.- Bueno, espero que sí. Muchas gracias.
Ojito al nombre de Alba Carballal. Ojito a los nombres de la gente joven que está escribiendo y lo hacen de manera fabulosa. Son el futuro de la literatura y hay que apostar por ellos, especialmente cuando te encuentras con historias tan bien urdidas como la que contiene 'Tres maneras de inducir al coma'. Os hablaré pronto de ella.