La lectura de La mejor madre del mundo zarandeó mis cimientos. Aunque inicialmente me costó un poco adentrarme en la historia, tengo que reconocer que, tras unas cuantas páginas, la novela me ganó por completo. Con La mejor madre del mundo he reído, he asentido, he reflexionado y también he llorado. Me he encontrado con una novela que aborda una cuestión, la maternidad, que me toca muy lejos pero sobre la que he pensado mucho. Así que siempre me gusta acercarme a diversos puntos de vista.
Hace unas semanas nos visitó Nuria Labari. Llegué a aquella entrevista con la novela incrustada en mi piel, con la historia de una narradora que tiene que recurrir a la fecundación in vitro para cumplir su deseo de ser madre, una mujer con pareja, que tiene un segundo hijo, que a su vez tiene su propia madre, y por encima de todo eso, tiene mucho que decir al respecto de la maternidad.
Marisa G.- Nuria, creo que la pregunta más inmediata es si la historia tiene algo que ver con tu vida o es simplemente la historia de una mujer con una pareja y dos hijas.
Nuria L.- Tiene mucho que ver conmigo. De hecho soy una mujer de la misma edad que la protagonista, con una pareja y dos hijas. Es un libro que seguramente no hubiera escrito sin mi experiencia pero también te digo que he usado otras experiencias que no son mías. Me he ido a la ficción, al ensayo e incluso a la ciencia ficción, cuando la protagonista se pone a hablar con Lucy, la Madre de la Humanidad. Así que, no es un libro testimonial pero sí cuenta con una parte mía muy expresionista, y a la vez excede muchísimo mi biografía.
M.G.- En definitiva, no es autobiográfico.
N.L.- No, no,... Solamente tiene retazos.
M.G.- Pero la intención que esconde el libro, ¿cuál es? ¿Quieres desmitificar la maternidad? ¿Hacer un homenaje a la familia?
N.L.- Lo primero que te puedo decir es que he escrito el libro que me hubiera gustado leer sobre la maternidad. Creo que me pongo a tomar notas sobre la maternidad porque no encontraba el libro que yo quería leer, un libro que abordara esta cuestión vista desde un prisma intelectual. En el mercado, puedes encontrar un montón de libros que te explican lo que le va a ocurrir a tu cuerpo, qué emociones vas a sentir,... Todo eso está muy bien pero no es lo que yo esperaba. La maternidad siempre se ha tratado como una esfera doméstica. Aunque hoy en día hay muchísimas mujeres que escriben y muchísimas mujeres que acuden a la universidad, hay temas sobre los que falta tradición y yo lo que quería era conectar la maternidad con una experiencia intelectual, sin anclarla simplemente a un testimonio.
M.G.- Dice la protagonista que el hecho de no poder tener hijos de forma natural y tener que recurrir a la fecundación in vitro, es una de las razones que la impulsa a escribir este libro. ¿Cuáles son las restantes?
N.L.- Esa es la primera razón, sí. Sin embargo, la protagonista ha tenido que pensar mucho en la maternidad antes de ser madre, incluso mucho más que muchas otras madres porque no puede serlo de forma natural, porque ella se enfrenta a un montón de problemas. Hay muchas mujeres pasándolo muy mal y es precisamente desde la infertilidad desde donde más se piensa en la maternidad. Las mujeres que lo están intentando y no pueden no dejan de preguntarse de dónde viene su deseo, si lo mantendrán en el tiempo, si es verdadero, si pueden ser felices y completas sin ser madre. Te sometes a ti misma a un tercer grado.
M.G.- Hay partes con la que he conectado muchísimo. Yo no soy madre porque no he querido serlo y me encuentro con que la protagonista dice en un momento dado que las mujeres solo alcanzan la felicidad siendo madres. Pero claro, lo dice en plan irónico. Estoy un poco cansada de ese tipo de pensamiento.
N.L.- Claro. Exactamente esa es otra de las cosas de las que ella se va dando cuenta. Analizará dónde queda la no-maternidad, si el deseo que siente de ser madre es totalmente suyo. Hay muchas cosas que hacemos porque hay que hacerlas. Hay un momento en el que ella compara tener hijos con estudiar inglés. Hay gente que estudia inglés porque hay que estudiarlo pero ¿te va a servir de algo en la vida realmente? ¿No hubiera sido mejor dedicar ese tiempo a otra cosa? Para muchas personas tener un hijo es así, es lo que toca y no solo eso, sino que encima hay un reproche hacia las mujeres que libremente deciden no tener hijos. El libro da una vuelta a todo esto.
Y luego está la otra cara, cuando ya por fin consigues ser madre y ahí estás tú, absolutamente generosa, asumiendo que estás preparada para el martirio, asimilando que vas a aceptar todo lo que la criatura te haga,... Todas esas cosas que hemos visto y que tienen que ver con ser madre, cosas que no las vemos en un padre porque nunca asocias la paternidad con el martirio. Pero una mujer, cuando es madre tiene que dar un paso atrás y volver a re-colocarse. Por supuesto que las mujeres que no tienen hijos son perfectamente completas y se sienten totalmente realizadas, tanto más cuando no les da la gana de tenerlos, pero para las que tenemos hijos, nuestra realización no es la maternidad. Somos mujeres que además tenemos hijos. Nada más.
M.G.- Pero es que parece que la mujer que es madre deja de ser mujer.
N.L.- Totalmente. Es más, el protagonista de esta novela se llama 'Hombre'. Lo puse así porque, aun con los hijos, hombre sigue siendo hombre. Pero ella, es madre y la madre de la protagonista es MiMadre. Mucha gente me ha preguntado que por qué no le he puesto nombre a los protagonistas y siempre respondo que las MiMadre no tienen nombre. Todas se llaman MiMadre. Tú le dices a alguien 'mi madre' y la otra persona enseguida se imagina a un personaje hecho y derecho en la cabeza. Todo esto es un tema que afecta de forma íntima a la mitad de la población. Bueno, más bien a la totalidad de la población porque el cómo nos tomamos nosotras todo esto, también afecta al resto.
M.G.- En cualquier caso, aunque no sea autobiográfica, he sentido que la narradora se abre en canal, hace un ejercicio de valentía y expone sobre la mesa absolutamente todo. Y eso me lleva a preguntarte si para ti, la escritura de este libro ha sido terapéutica.
N.L.- Pues mira, es absolutamente cierto que se abre en canal. He escrito otros libros antes y sin embargo, este lo entrego con un pudor que no te imaginas. A cada persona que le doy una copia del libro le suelto un 'speech' que no veas... Y es que en este libro me he vaciado por completo. No solo con la parte biográfica, también con la intelectual, con las lecturas,... Creo que cualquier lector apreciará que la narradora no se ha guardado nada, que lo que tenía lo ha puesto.
Y sí, ha sido terapéutico. Ha sido una escritura alegre. Mi anterior libro trataba sobre los atentados del 11 de marzo, con varios protagonistas. Fue durísimo escribirlo, muy doloroso. Tuve que cubrir los atentados y me acuerdo de estar amamantando y repasando obituarios. Fue una escritura en la que me tuve que contener mucho y tener mucho cuidado con lo que decía porque era un tema reciente y delicado, que podían leer las víctimas. Así que me planteé que lo siguiente que escribiría sería casi con una sola voz, sin ningún escenario, con una protagonista de mi edad, como yo... Luego llegué a la maternidad, escribí sobre ello. Ha sido una escritura liberadora. En esta ocasión, ni siquiera le he dejado el texto a nadie, ni a mi propio agente. Pensé que quería vivir la escritura de este libro y luego, si no gustaba, lo guardaría y punto. De todos modos, siempre tuve claro que tenía que haber, como mínimo, alguna persona como yo, otra persona a la que le hubiera gustado leer este texto. Y con una persona sería suficiente. La verdad es que con este libro he aprendido más de lo que esperaba porque empecé a escribir con mucha culpa.
M.G.- De hecho la narradora lo dice. Una madre escritora es una madre culpable.
N.L.- ¡Claro! Porque, ¿qué haces escribiendo sobre cómo es jugar con tus hijas cuando lo que realmente deberías estar haciendo es jugar con ellas? Así que durante un tiempo solo veía culpa. Esto es como para contarlo en el parque rodeadas del resto de madres, cada una diciendo los minutos que pasan con sus hijos. Todo parece una competición. Pero, conforme iba escribiendo, me di cuenta de otro gran error, de otro gran mito. Pensamos que a los hijos los podemos crear, que son como libros, que si los haces de determinada manera el niño será de un modo u otro en su edad adulta. Si el niño se convierte en un adulto horrible será porque algo han hecho sus padres. De gente pensando así están llenas las consultas de los psicoanalistas. Con los niños no hay 'editing'. Al igual que cuando termino de escribir un libro y lo publico, deja de ser mío y se convierte en algo de los lectores, los niños pertenece al mundo. Como máximo hay un acompañamiento. Cuando llegué a esta conclusión, desapareció la culpa, dejé de sentirme mal por invertir tiempo escribiendo. En realidad les estaba haciendo un regalo a mis hijas. Si ellas un día deciden ser madres, y trabajar, pintar o hacer otra cosa, lo vivirán con naturalidad, sin sentirse culpables.
M.G.- Pues otra cuestión que me ha gustado es esa parte tan crítica, todos esos mantras que giran alrededor de la maternidad, esa necesidad de integrar a los hijos en nuestras vidas a toda costa. Hay un episodio en la que la protagonista intenta usar ese paño que ahora está tan de moda y que sirve para portar al hijo como si fueras un canguro. No termino de ver que eso sea cómodo para el hijo.
N.L.- Sí. Con respecto a todo esto estamos en un mal momento. Por un lado porque la familia tradicional, para bien en cierto modo, se ha roto. Cada vez nos casamos menos, y según el CIS, en 2030 ya no se casará nadie. El matrimonio como institución social ya no sirve para nada. La esfera doméstica ha cambiado, la mujer ha salido de ahí, del sitio que también era el sitio de los cuidados, de los afectos,... En ese espacio ahora no hay nadie. En la actualidad, hombres y mujeres tenemos que ver cómo vamos a cuidar a los hijos, incluso socialmente porque ni siquiera hay guarderías suficientes. A pesar de que se ha cambiado todo para que vayamos a la universidad, nos incorporemos al mercado laboral y lleguemos más tarde a la maternidad, luego la Seguridad Social tampoco es capaz de ayudarnos a todas a ser madre a los 35 porque hay unas listas de espera que, o pagas, o no lo consigues.
M.G.- Es que lo de pagar esas cifras tan astronómicas me parece tremendo. ¿Quién se puede permitir eso?
N.L.- Bueno las cifras que se manejan en el libro son de media, aunque ahora también hay algunas clínicas que te devuelven el dinero si no te quedas embarazada.
M.G.- ¡Ah, qué considerados!
N.L.- Sí En definitiva, ha cambiado mucho el sentido de todo pero por otra parte, también hay que reinventarse. De mi maternidad a la de mi madre hay un abismo. Para empezar, que yo me planteara ser madre, tener que ir a una clínica y encima tener pagar, eso ya le volaba la cabeza. Y luego está el hecho de querer ser madre pero no como lo era la tuya, sino mucho más moderna, mucho mejor,... Todo eso lleva a la protagonista a ponerse un pañuelo africano, intentando colocárselo sola en el salón de su casa, con un Dvd que le explica cómo amarrárselo para portar a su hijo,... La protagonista no puede pedir ayuda a su entorno porque ni su madre, ni sus tías han usado eso en la vida. Y es que en este continente jamás se había usado eso para portar a un bebé. Es muy gracioso. Nos ponemos a comprar cosas porque el modelo de maternidad tradicional no funciona en nuestros días y nos tenemos que inventar otro. Y en estos casos somos muy talibanes.
M.G.- Y ese postureo que hay en los núcleos de madres, ese 'mi hijo duerme toda la noche del tirón', 'es un bendito',... Yo siempre pienso que todo eso se lo inventan para quedar muy por encima.
N.L.- Pobres de nosotras, las madres. Antes, tener un hijo no era ninguna heroicidad. Las mujeres tenían muchos hijos y era lo más normal del mundo pero ahora la mayoría de las mujeres tienen que tener hijos, ir al trabajo cada día, criarlos,... La verdad, no es para tener muchos. Hoy en día sí que es una heroicidad, nos sentimos heroínas y como tal, creo que a veces ocurre lo que dices. Ahora que estoy asistiendo a clubes de lecturas me encuentro con mujeres que me comentan que su amiga se llevó toda una comida hablando de la caca de su hijo. ¿Por qué pasa esto? Pues porque se ha perdido naturalidad y espacio social. Al no existir el espacio social de la casa, que parecerá algo del pasado, pero ahí estaba, donde había mujeres, se criaban hijos,.. pues allá vamos a torturar a la amiga o a quien pase por ahí. Como una madre te empiece a hablar de su hijo, huye y cuanto más pequeño, peor. Nos está costando reencontrar desde qué lugar afrontar la maternidad.
M.G.- Tu libro me ha hecho llorar, me ha hecho reír y me ha llevado de sorpresa en sorpresa. He alucinado al conocer el mercadeo que existe con la leche materna.
N.L.- Es absolutamente demencial. En realidad, todo lo relacionado con la mujer es un espacio muy fértil para el mercado. Esto es como el dicho de los cerdos, que de su cuerpo se aprovecha todo. Pues con la mujer pasa igual. Desde pequeñas hay prostitución, que si te alquilo el útero, que si la leche... Pero la leche no solo para amamantar a otros niños sino también para los deportistas. Incluso hay estudios que relacionan la leche materna con la lucha contra el cáncer de manera muy positiva. En el libro figuran webs que se pueden visitar y son auténticos supermercados de leche materna donde tú puedes comprar leche de madre no fumadora, vegana, que hace deporte todos los días. Esta es mucho más cara que la de una madre más estresada, aunque no hay ningún control sanitario, claro. Es una absoluta locura. Se ha mercantilizado mucho el cuerpo de una mujer y ahora también la maternidad. Piensa por ejemplo en la gestación subrogada. El derecho de filiación, el derecho ser el hijo de la madre que te parió, ha sido irrenunciable desde el paleolítico pero ahora alguien renuncia por contrato a que ese hijo tenga ese derecho. Esto puede ser un tema menor pero imagínate por un momento que Leticia Ortiz se convierte en madre subrogada y tiene un varón y ese niño a los 18 años tiene que renunciar a ser rey porque alguien ha firmado por él ese contrato. Hay temas de herencia, de patrimonio,... Nadie piensa en todo esto. Te vas a Ucrania, pagas, te traes un niño y no se piensa en nada más.
M.G.- Los intereses y el dinero tapan otras cuestiones. De todos modos, en la maternidad, el hombre también tiene su porcentaje de protagonismo y de todo ello habla la narradora, de su relación con 'Hombre', una relación en la que saltan chispas cuando llegan los hijos.
N.L.- Siempre saltan chispas. Y en el caso del libro encontramos un hombre estupendo, maravilloso, que siempre está dispuesto todo el rato pero en realidad, la mujer lleva una carga mental que él no lleva. Todo lo que te he contado de una madre que se siente culpable porque está escribiendo, puede que le haya pasado a algún hombre, pero no a la mayoría. Ellos no llevan esa carga. El día que te ves con un bebé en brazos asumes que tienes que hacer ciertas cosas para hacerlo bien, para ser una buena madre, la mejor del mundo. Ser madre viene con una lista de cosas que no has firmado pero que las tienes muy interiorizadas. Como esa lista, ya sea por educación, cultura, herencia y otras muchas cosas más, nuestras parejas no la llevan, se empieza crear una especie de guerra subterránea donde, cuando la mujer estalla, el hombre no entiende nada. Repartir las tareas está muy bien pero también hay que repartir la carga mental que no figura en ningún papel pero si quieres te cuento lo que hay en mi cabeza y voy sacando cosas. Es que pasa incluso cuando no hay hijos de por medio. Hay muchas mujeres que vivimos en pareja con hombres y nos reconocemos con una carga doméstica mental superior a la que ellos llevan.
M.G.- Está la balanza muy desequilibrada porque existe la etiqueta madre trabajadora pero no la de padre trabajador, por ejemplo.
N.L.- Nosotras somos unas intrusas en el trabajo. Estamos pidiendo que nos den un trocito de ese mercado laboral pero luego, en casa, somos muy generosas porque estamos deseando repartir el espacio doméstico, aunque es un espacio que no lo quiere nadie porque ha estado siempre muy devaluado. Ese espacio no tiene apoyo de las instituciones, no se paga a nadie por ocuparlo. Veremos con el tiempo si la cosa cambia. Y es que el cuidado de los niños y los mayores es irrenunciable en una sociedad avanzada.
M.G.- Hay tres palabras que he relacionado. Maternidad con Sacrificio porque el Amor no lo puede todo.
N.L.- Efectivamente el amor no lo puede todo. La protagonista se enfrenta a esa demanda absoluta, a esa sumisión que requiere la crianza con amor. Cuando tu 'deber ser' coincide con lo que te 'apetece hacer', no hay ningún problema. Pasa igual en las relaciones. Al principio, lo damos todo sin ningún esfuerzo porque no queremos estar haciendo otra cosa pero claro, ella va a aprender que hay un momento donde no llega el amor o el enamoramiento, o esa pasión inicial, y ahí aparece el sacrificio. Es algo por lo que pasamos todas las madres, en mayor o menor medida. La protagonista dice que la maternidad es un entrenamiento en sumisión. Se ha pasado toda la vida construyendo su libertad, su carácter y ahora tiene que aprender a callar y a obedecer complacientemente, hacer lo que le pide el hijo, que lo que me pide es totalmente legítimo porque se trata de amamantar a demanda, cambiarle los pañales, pero también de levantarte cada vez que llore, de atenderlo con amor, de cuidarlo si está malito. Ella dice que una vez que has aprendido a obedecer, ya sabes hacerlo para el resto de tu vida, ya eres para siempre un ser más dócil. Es algo que yo pensaba mientras escribía este libro, alguien que ha criado a cinco, seis, siete hijos, debe ser la docilidad máxima. Es que si no haces todo eso de manera gustosa y agradecida, será que eres una mala madre. Y si fueras una mala madre, no pasaría nada pero es que además habrá unas consecuencias nefastas para ese hijo cuando en realidad todo es mentira. Todos sabemos que no hay una fórmula mágica para hacer hijos felices, así que da igual lo que hagas.
M.G.- Es que ese hijo escogerá su propio camino.
N.L.- Sí, pero las madres caminamos con muchísimas mochilas a cuesta.
M.G.- Nuria, ¿en el libro flota una sensación triste? Puede ser una impresión personal pero a veces he sentido a la narradora como muy apesadumbrada.
N.L.- No, creo que no porque también hay momentos de estallido, de felicidad suma. Aunque sí es un libro que deja espacio a la tristeza, que abre las puertas sin miedo pero mucha gente que me han dicho lo contrario, que hay momentos absolutamente almibarados.
M.G.- Eso no lo he notado.
N.L.- No lo sé. En lo que a mí respecta he escrito este libro con mucha alegría, mucho humor pero también mucho dolor. Está todo muy apegado a la vida, también a la muerte. Creo que es un libro en el que cabe de todo. He intentado que convivan a la vez y de manera simultánea y contradictoria, la felicidad, el dolor, la tristeza, el humor,... Todo eso batido en 'La mejor madre del mundo'.
M.G.- Pues yo simplemente tengo que añadir que el libro me ha gustado muchísimo, mucho más de lo que esperaba inicialmente. Así que te doy las gracias por escribirlo y, por supuesto, por este rato que has compartido conmigo.
N.L.- No, no,... Muchas gracias a ti, sin duda.
La mejor madre del mundo es un libro valiente, sobre mujeres valientes, que hay que leer sin ningún atisbo de duda. En breve os haré llegar mis impresiones.