Editorial: Literatura Random House.
Fecha publicación: enero, 2019.
Precio: 17,90 €
Género: Cuentos.
Nº Páginas: 160
Encuadernación: Tapa blanda con solapa.
ISBN: 9788439734826
[Disponible en eBook;
puedes empezar a leer aquí]
Fecha publicación: enero, 2019.
Precio: 17,90 €
Género: Cuentos.
Nº Páginas: 160
Encuadernación: Tapa blanda con solapa.
ISBN: 9788439734826
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Autora
Elvira Navarro (Huelva, 1978) estudió Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado dos libros complementarios, La ciudad en invierno (Caballo de Troya, 2007) y La ciudad feliz (Literatura Random House, 2009), así como las novelas La trabajadora (LRH, 2014) y Los últimos días de Adelaida García Morales (LRH, 2016). Es también autora el blog Periferia (www.madridesperiferia.blogspot.com), un work in progress sobre los barrios de Madrid. Su obra ha sido galardonada con el premio Jaén de Novela y el premio Tormenta al mejor nuevo autor, y quedó finalista del premio Dulce Chacón de Narrativa Española. En 2010 fue incluida en la lista de los veintidós mejores narradores en lengua española menores de treinta y cinco años de la prestigiosa revista Granta. En 2013 fue elegida una de las voces españolas con mayor futuro por la revista El Cultural, y en 2014 la misma revista seleccionó su obra La trabajadora entre las diez mejores novelas en español del año. Durante 2015 ejerció de editora del sello Caballo de Troya.
Sinopsis
Un falso inventor lleva conejos a una isla para que acaben con los nidos de unos pájaros cuyo nombre nadie sabe. En la penumbra nocturna, una especie extinguida hace miles de años le sale al paso a un archiduque. Los sueños de los clientes de un hotel son objeto de un insólito hurto. El fantasma de una madre abre una cuenta en Facebook y le pide amistad a su hija. Una pareja a punto de romper deambula por un albergue inhóspito. En una banlieue parisina desaparece un tramo de avenida.
En estos perturbadores once relatos hay transformaciones fabulosas que no son vividas como una liberación, sino con miedo. La implacable precisión de Elvira Navarro nos lleva por vidas que se deforman de manera fatal, arrastrándonos también a nosotros. Leer a Navarro es convocar una sombra aterradora, y de la misma manera que al caer la noche lo conocido se torna profundamente extraño, en estos cuentos los personajes se pierden en habitaciones cerradas, en isletas cenagosas, en laberintos mentales que quiebran la normalidad y conducen hasta un alucinante ruido blanco del que ya no se puede escapar.
Con La isla de los conejos la autora desnuda los mimbres de lo real por medio de una escritura sutil y llena de clarividencia, que transgrede los significados y nos entrega, a cambio, una hiriente lucidez.
[Información tomada directamente del ejemplar]
La semana va de cuentos. Si el lunes os hablaba de lo último de Andrés Pérez Domínguez (La letra pequeña), hoy quiero hablaros de los cuentos de Elvira Navarro, de las once piezas que componen La isla de los conejos. Aunque tanto unos como otros estarían englobados bajo el mismo género se trata de dos cuentistas totalmente diferentes y entre los que cabe un abismo. Si aquellos eran historias más apegadas a la realidad, con las que podíamos sentir una cierta cercanía, en los cuentos de Elvira Navarro flota una atmósfera más oscura e inquietante que puede provocar en el lector cierta incomodidad.
Muchos sabéis que tiendo a leer los relatos y los cuentos dos veces. Creo haberlo comentado en más de una ocasión. Así ha sido con La isla de los conejos pues, debido a la particularidad de los mismos, necesitaba un segundo acercamiento. Y vuelvo a comprobar una vez más el poder de la mente frente a las letras, la capacidad que tenemos para extraer un mayor y mejor significado de aquello que leemos por segunda vez. Si en mi primer acercamiento apenas bosquejé cuatro anotaciones en mi libreta, las justas para componer una entrevista con la autora (que puedes leer aquí), con la segunda vuelta he podido vislumbrar una luz más nítida dentro de la oscuridad de Navarro. Nuevos matices, nuevas interpretaciones, nuevas comprensiones se han abierto ante mis ojos para otorgar una mayor conexión con el texto, aunque he de reconocer que, el nivel de aproximación no ha sido igual con todos ellos. Destacaría especialmente los cuentos titulados como Memorial y Encías. El primero tiene que ver con las redes sociales y con un perfil de Facebook que, a todas luces, no podría existir. ¿Cómo te quedarías si un familiar fallecido de repente te pide amistad? El segundo cuenta una luna de miel, unos días que deberían ser felices si no fuera porque él tiene ciertos problemas bucales. Es una historia algo repugnante, sí, todo hay que decirlo, pero es el que más me ha puesto los vellos de punta. Y es que en los cuentos de Elvira Navarro ocurren cosas insólitas, cuando ocurren, porque también puedes encontrar algunos en los que tampoco sucede gran cosa como en Las cartas de Gerardo, un cuento en el que se narra la ruptura de una pareja. Sin embargo, por encima de la historia en sí, lo que prevalece, la verdadera intención de la autora es provocar en el lector un cúmulo de sensaciones, la atmósfera opresiva que envuelve a los personajes que casi obliga al lector a levantarse, abrir compulsivamente una ventana y tomar una bocanada de aire fresco. Porque en los cuentos de Navarro todo es muy sensorial. Lo mismo te asfixias que sientes un insoportable picor cuando lees que los personajes se tapan con una manta llena de mugre y pelos.
Y efectivamente, y a pesar de esa segunda lectura, no he conectado con todos los cuentos por igual. Esto es algo muy normal en el género. La habitación de arriba me pareció que arrancaba de una premisa fabulosa. La idea de una empleada de hotel que sueña los sueños de los huéspedes es algo inquietante. Es otro de mis cuentos preferidos porque el tema sueños me ha fascinado y me ha provocado siempre cierto respeto. Nadie puede controlar lo que sueña y esa falta de control, asunto sobre el que el cuento profundiza, provoca mucha incertidumbre. No obstante, debo decir que es el único de las once piezas que me costó un poco terminar. También es uno de los más largos y quizá, mantener esa atmósfera agobiante durante mucho tiempo es lo que me ganó la partida. Pero, aún así, me pareció original y espeluznante.
Los personajes de La isla de los conejos van a ser muy dispares. Desde jóvenes mochileros que intentan recomponer su relación durante un fin de semana a parejas que necesitan gafas para ver lo que comen, pasando por inventores que inventan lo ya inventado, mujeres a las que les cuelga un extraño apéndice de una oreja, abuelas que flotan u hombres con problemas muy raros en sus encías. Inevitablemente algunas de estas piezas te van a trasladar a la habitación de Gregor Samsa porque se intuyen ciertas transformaciones a cuya culminación no llegamos a asistir, pero quedan ahí suspendidas en el aire, dejándonos una sensación rara. Y es que hay toda una fauna extraña en estos cuentos: conejos depredadores, aves inclasificables, extraños animales ya extinguidos. Todo un universo peculiar el de esta autora.
Pero si antes comentaba que una segunda lectura me ha hecho percibir nuevas luces ha sido por los olores. Los cuentos de Elvira Navarro huelen. Y huelen a tuberías y a humedad de cuarto de baño, a suela mojada, a sudor, a mal aliento, a putrefacción, a sangre, a cuero mojado, a excrementos,... Aromas poco agradables, lo sé. Tan solo uno de ellos huele a cloro azul, lo que nos da un respiro, pero el resto huele a cosas nauseabundas lo que enfatiza esa atmósfera pútrida que los caracteriza. Ya lo dice la propia autora, que sus cuentos son raros, que ella escribe desde la oscuridad, desde aquello que la perturba, historias algo surrealistas, a veces con un leve chispazo de ciencia-ficción y personajes de lo más rocambolescos. De hecho, incluso la imagen de la cubierta es rara. La fotografía de Ellen Kooi nos hace preguntarnos qué hace esa joven con su vestido de colores, tumbada a orillas de un lago, con la boca y el cuerpo medio sumergido en el agua mientras un grupo de pececillos negros se acercan a ella. A mí es una imagen que me produce escalofrío porque me imagino el agua fría, la humedad empapando mi vestido y el tacto gelatinoso y gélido de esos peces que se acercan a mi mano.
Ya veis lo que podéis encontrar en este volumen. Por eso no me atrevería a recomendar La isla de los conejos a cualquier lector. Primeramente debe gustarte el género -siempre invito a todos los lectores a descubrir los cuentos y los relatos-, y gustándote el género debes ser un lector valiente, que salen de esa zona que ahora llamamos de confort pero que no es más que unos gustos estancados. Esta isla llena de conejos necesita lectores que busquen sensaciones nuevas y ahí, querido amigo, te vas a encontrar con un cúmulo de emociones de todo tipo, - no todas agradables, es cierto-. Los cuentos de Elvira Navarro son una nueva aventura, un camino por descubrir lleno de incertidumbres pero ahí está la gracia, en recorrerlos y dejarnos llevar por lo que la autora nos tiene preparados.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
Y efectivamente, y a pesar de esa segunda lectura, no he conectado con todos los cuentos por igual. Esto es algo muy normal en el género. La habitación de arriba me pareció que arrancaba de una premisa fabulosa. La idea de una empleada de hotel que sueña los sueños de los huéspedes es algo inquietante. Es otro de mis cuentos preferidos porque el tema sueños me ha fascinado y me ha provocado siempre cierto respeto. Nadie puede controlar lo que sueña y esa falta de control, asunto sobre el que el cuento profundiza, provoca mucha incertidumbre. No obstante, debo decir que es el único de las once piezas que me costó un poco terminar. También es uno de los más largos y quizá, mantener esa atmósfera agobiante durante mucho tiempo es lo que me ganó la partida. Pero, aún así, me pareció original y espeluznante.
Los personajes de La isla de los conejos van a ser muy dispares. Desde jóvenes mochileros que intentan recomponer su relación durante un fin de semana a parejas que necesitan gafas para ver lo que comen, pasando por inventores que inventan lo ya inventado, mujeres a las que les cuelga un extraño apéndice de una oreja, abuelas que flotan u hombres con problemas muy raros en sus encías. Inevitablemente algunas de estas piezas te van a trasladar a la habitación de Gregor Samsa porque se intuyen ciertas transformaciones a cuya culminación no llegamos a asistir, pero quedan ahí suspendidas en el aire, dejándonos una sensación rara. Y es que hay toda una fauna extraña en estos cuentos: conejos depredadores, aves inclasificables, extraños animales ya extinguidos. Todo un universo peculiar el de esta autora.
Pero si antes comentaba que una segunda lectura me ha hecho percibir nuevas luces ha sido por los olores. Los cuentos de Elvira Navarro huelen. Y huelen a tuberías y a humedad de cuarto de baño, a suela mojada, a sudor, a mal aliento, a putrefacción, a sangre, a cuero mojado, a excrementos,... Aromas poco agradables, lo sé. Tan solo uno de ellos huele a cloro azul, lo que nos da un respiro, pero el resto huele a cosas nauseabundas lo que enfatiza esa atmósfera pútrida que los caracteriza. Ya lo dice la propia autora, que sus cuentos son raros, que ella escribe desde la oscuridad, desde aquello que la perturba, historias algo surrealistas, a veces con un leve chispazo de ciencia-ficción y personajes de lo más rocambolescos. De hecho, incluso la imagen de la cubierta es rara. La fotografía de Ellen Kooi nos hace preguntarnos qué hace esa joven con su vestido de colores, tumbada a orillas de un lago, con la boca y el cuerpo medio sumergido en el agua mientras un grupo de pececillos negros se acercan a ella. A mí es una imagen que me produce escalofrío porque me imagino el agua fría, la humedad empapando mi vestido y el tacto gelatinoso y gélido de esos peces que se acercan a mi mano.
Ya veis lo que podéis encontrar en este volumen. Por eso no me atrevería a recomendar La isla de los conejos a cualquier lector. Primeramente debe gustarte el género -siempre invito a todos los lectores a descubrir los cuentos y los relatos-, y gustándote el género debes ser un lector valiente, que salen de esa zona que ahora llamamos de confort pero que no es más que unos gustos estancados. Esta isla llena de conejos necesita lectores que busquen sensaciones nuevas y ahí, querido amigo, te vas a encontrar con un cúmulo de emociones de todo tipo, - no todas agradables, es cierto-. Los cuentos de Elvira Navarro son una nueva aventura, un camino por descubrir lleno de incertidumbres pero ahí está la gracia, en recorrerlos y dejarnos llevar por lo que la autora nos tiene preparados.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
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