Hace un par de meses acudí a una librería cercana a casa para comprar uno de esos libros que a veces se me antojan sin remedio. Mientras el librero me cobraba, mantenía una conversación con otro cliente que había tomado de una estantería un libro de pequeño formato. Llevaba por título Funámbulo y su autora era Rosa Yáñez. No quise inmiscuirme mucho en la conversación pero por lo poco que capté deduje que la autora era sevillana y que el contenido de aquel libro, un compendio de microrrelatos, prometía. En circunstancias normales aquella escena hubiera quedado ahí pero dio la casualidad que esa misma mañana recibí un correo desde la editorial Maclein y Parker para presentarme ese libro concretamente. No podía ser que todo fuera fortuito. Funámbulo se interponía en mi camino y decidí no resistirme. Así que hace solo unas semanas conocí a Rosa Yáñez. Tras leer su volumen de microrrelatos, nos citamos para conversar un poco de su mundo, de sus letras,... He aquí el resultado de aquella conversación.
[Imagen cedida por la autora] |
Rosa Y.- Empecé escribiendo poesía y conseguí publicar un par de volúmenes pero me di cuenta que me salían unos poemas muy narrativos, hasta un punto que bordeaba lo que era admisible en prosa poética. Por esas fechas descubrí el microrrelato y pensé que lo que yo quería contar se podía adaptar a ese género y empecé a escribir con la conciencia de que aquello era una cosa narrativa, sin ningún tipo de atadura lírica más que lo que yo misma me impusiera.
M.G.- ¿Pero por qué micro? Me resultan muchos más difíciles que el relato en sí.
R.Y.- Porque soy muy obsesiva y perfeccionista. Suelo darle muchas vueltas a los textos y por eso me viene muy bien que sean cortos. Además que para experimentar y jugar me resultan mucho más cómodos.
M.G.- En la biografía que se incluye dentro del texto se dice sobre ti que 'escribe para descubrir qué queda sin decir entre las líneas y lee para procurarse una pértiga que le ayude a no caer al vacío'. Esto suena a literatura como tabla de salvación.
R.Y.- Sí, un poco para mantener el desequilibrio. En cierto modo, la literatura tiene ese punto de reflexión.
M.G.- ¿La literatura como medio de entendernos a nosotros mismos?
R.Y.- A nosotros mismos, a los demás, al mundo. Y sí, me interesa mucho qué es lo que queda entre las líneas o lo que no se puede decir. Es algo que me obsesiona mucho. Por eso no puedo pasarme a lo narrativo de forma pura y me tengo que agarrar un poco a lo lírico porque lo lírico está más en la línea de bordear lo que se puede o no se puede decir. Me interesa todo lo que no se dice en nuestra comunicación, todo lo que queda entre lo que quiero decir, lo que digo, lo que tú entiendes, lo que para ti significa. En todo eso, hay algo que a mí me obsesiona.
M.G.- En esas entrelíneas juega un papel muy importante el lector.
R.Y.- Claro, su bagaje, lo que interpreta, sus expectativas,... Muchos textos del libro son muy ambiguos, pero es algo hecho aposta para que cada lector haga una lectura muy diferente.
M.G.- 'Funámbulo' es un volumen con más de cincuenta micros. Te he leído decir en las redes que has sufrido escribiendo este libro, ¿por qué ese sufrimiento?
R.Y.- Porque han sido muchos años y porque, aunque en el libro está todo muy tamizado, hay cosas que me ha costado mucho volcar. Y luego está el síndrome del impostor. Uno puede estar muy convencido de lo que está haciendo, de escribir micros partiendo de la poesía, como hacía yo, y de repente me di cuenta que todo el mundo escribía unos micros que no tenían nada que ver con lo que yo escribía. Por eso empecé a formarme más en este género, empecé a leer incluso temas académicos, análisis, ensayos, los textos de otros microrrelatistas,...
M.G.- ¿Y qué me cuentas de la estructura del volumen?
R.Y.- El libro tiene tres partes. La primera parte contiene los textos que proceden más de la poesía, que son más líricos. En la parte central están los más cercanos a lo que se considera microrrelato, con el uso de clichés o de las herramientas propias del género. En la última parte, decidí que a mí eso no me interesaba, que tenía que recuperar la esencia de lo que es mi forma de ver las cosas y mi forma de contarlas, más relacionado con lo lírico, con lo que no se cuenta, con los límites,... Así que esa parte tiene mis micros raros aunque después de haber aprendido muchas cosas, con lo cual ya no son tan raros. Son un híbrido entre lo ortodoxo y lo que a mí me gusta.
M.G.- Tres partes que corresponden a Origen, Cable y Destino. Todo relacionado con el funambulismo, con ese desequilibrio que no se sí pretendes equilibrar o no.
R.Y.- Creo que no. Estoy siempre en desequilibrio y si por casualidad me equilibro, enseguida me busco algo para desequilibrarme. (Risas)
M.G.- Y a tu juicio, ¿qué define literariamente a los microrrelatos? Me refiero a que, uno puede escribir dos líneas sobre algo pero eso no es necesariamente un microrrelato, ¿verdad?
R.Y.- No pero esta discusión existe también en el cuento. Soy muy fan de Eloy Tizón así que aquí voy a ser muy 'tizoniana'. La idea del post-cuento, de ir quitando cosas hasta justo el momento previo a que se muera el cuento existe en otros ámbitos como en la fotografía. Hay también una post-fotografía. ¿Qué se puede quitar de una fotografía para que siga siendo eso, una fotografía? Todo eso me interesa mucho y es lo que hago en los micros, ir quitando pero sin que deje de ser un micro. ¿Hasta dónde se puede quitar? No lo sé. Imagino que nadie tiene la verdad absoluta sobre esto y que todos nos movemos por pura intuición.
M.G.- Es decir, quitar lo que sobra pero que siga quedando una historia.
R.Y.- Una historia o una sensación. He escuchado a mucha gente decir que escribe para contar historias y no es ni caso. La historia es un elemento más pero a mí lo que me interesa es el ambiente, la sensación, la estructura,... Jugar de algún modo. La historia solo me sirve para hacer lo que quiero hacer pero es secundario.
M.G.- No sé si estarás de acuerdo conmigo. Entiendo los micros como estar en una habitación a oscuras. De repente, alguien enciende la luz unos segundos, ves lo que ocurre en esa habitación y la luz se vuelve a apagar. A partir de ahí el lector puede o no imaginar pero lo que ve, eso es justo el micro.
R.Y.- Andres Neuman contaba una vez que el día de Reyes, sus padres lo ponían a él y a sus hermanos en fila delante de la puerta del salón, abrían un momento la puerta y cerraban. Ellos veían un instante lo que había dentro de la habitación, los regalos e incluso alguno veía hasta a los Reyes. La imaginación se encendía. Neuman dice que así funciona un micro. Tiene que tener esa fuerza expansiva.
M.G.- Sí, así me lo parece. Pero centrándonos en tus textos. Tú misma los defines como raros, hablas de un libro de experimentación,... Has escrito este libro, se lo das al lector y le dices: 'Toma, ahí lo tienes'. ¿Qué pretendes con el libro realmente? ¿Qué quieres?
R.Y.- Eso, qué quiero yo... (risas). No lo sé, la verdad. Hace unos años tenía mucha obsesión por publicar. Me parecía que el proceso de escritura no estaba completo si no lo escrito no llegaba a un lector y no recibía 'feedback'. Ahora eso me preocupa menos. He encontrado a algunos lectores con los que siento que hay conexión y ese punto de comprensión me atrae. Quizás lo que busco s eso, que alguien me comprenda. El libro representa un proceso de investigación y búsqueda en mi vida. El lector es el que decide si me sigue o no, si llevo razón o no, si me he perdido, si me he caído del cable,...
M.G.- ¿Y qué te inspira Rosa?
R.Y.- Depende. Los micros de la primera parte son muy audiovisuales, muy sensoriales. 'El día que llovieron corazones' se me ocurrió porque me dio por pensar cómo sonaría un corazón aplastándose sobre el asfalto y con eso tenía que escribir algo. Era una sensación. Otro parte de un paseo por la playa con mucho calor y ese caminar por la arena que a veces tanto cuesta. Esa sensación de repente tenía una carga significativa inconsciente que necesitaba contar. Son cosas más sutiles que una historia en concreto.
M.G.- No ando muy descaminada si en alguno de ellos he percibido un hilo poético.
R.Y.- Sí, eso se ha quedado ahí. Incluso cuando escribo textos más largos, algún cuento, surge así. Forma parte de mi forma de ver el mundo y de contarlo.
M.G.- Son muy distintos unos de otros y muy distintos de otros micros que hemos podido leer en otros autores. Y sin embargo, encuentro nexos entre ellos, cosas que se repiten. Por ejemplo, hay objetos que aparecen con frecuencia o bien identidades -náufragos, sirenas-, también aparecen muchas islas o cuerpos mutilados, protésicos,... ¿Por qué todo esto?
R.Y.- Mi mundo poético tiene esos elementos y los reutilizo con frecuencia. Ocurre lo mismo con los ángeles, por ejemplo. En estos textos también aparecen muchas alas. O como tú apuntas o ya señaló Carlos Frontera en la presentación, hay mutilación. Bueno, son micros con algo de casquería (risas).
M.G.- Por la naturaleza de tus textos, ¿los debemos tomar a pequeños sorbos?
R.Y.- Ha habido quien se ha pegado el atracón.
M.G.- Yo me lo he pegado pero creo que no es el mejor sistema.
R.Y.- No, yo tampoco. Creo que es un libro de mesita de noche, para leer uno y darle vueltas porque, de otro modo, el fogonazo del micro se pierde. Pero eso ocurre con este volumen y con todos los de microrrelatos.
M.G.- Sí, totalmente de acuerdo. Incluso con los cuentos. Hay que leerlos de manera diferente.
R.Y.- O la poesía.
M.G.- Cierto, así es. Pero algunos de tus micros, a pesar de que son peculiares o raros como tú los defines, me han parecido que tienen un punto de realidad. 'Echar de menos' me ha gustado muchísimo. En ese hablas de una abuela que siempre anda buscando cosas por la casa.
R.Y.- Ese cuento lo escribí inconscientemente. Quería contar esa sensación que a veces nos asalta, la idea de echar en falta algo y no sabes lo que es. Es algo que me pasa mucho y me inventé esa abuela que busca objetos por la casa constantemente. Y resulta que luego mi madre me dijo que eso lo hacía mi abuela y es verdad. Mi abuela hacía eso, se ponía a mirar los cajones porque pensaba que había perdido algo, porque guardaba sus ahorrillos, sus joyitas muy bien guardadas y luego no recordaba dónde las había puesto. Se pasaba el día buscando.
M.G.- Mi madre hacía lo mismo. Por eso cuando lo leí me dije que eso tenía que ser real.
R.Y.- Pero yo lo escribí sin ser consciente de que mi abuela hacía eso.
M.G.- Te falló el subconsciente entonces. Las personas mayores suelen hacerlo. Y Rosa, tu libro no solamente se puede leer sino que también se puede escuchar y ver. Hay un vídeo que narra el micro 'La autopsia de la sirena' que me ha encantado. ¿Por qué no hacerlo con otros muchos micros y solo con uno?
R.Y.- Eso me han dicho (risas). Tendría que dedicarle tiempo. Quizá más adelante. Pero otra cosa que me gustaba era la idea de hacer un volumen ilustrado e incluso me planteé ilustrarlo yo misma porque me gusta el dibujo. Al final no me atreví porque se corre el riesgo de que el dibujo se coma el texto y cambie por completo la interpretación.
M.G.- De todos modos, sí hay algún micro que en origen estaba ilustrado porque lo señalas así en los agradecimientos.
R.Y.- Sí, hay varios como 'Salto perfecto' o 'Verdadera magia'. Como son textos que tienen algunos años y me he ido encontrando algunos amigos por el camino que son ilustradores, pues han ido surgiendo esas colaboraciones.
M.G.- ¿Pero no has contemplado nunca la idea de que se editara con esas ilustraciones?
R.Y.- No, la verdad. Sí que hay un diseñador de Barcelona que ilustró 'Verdadera magia'. También ilustró varios relatos de María José Barrios y de más gente. Tiene un proyecto muy bonito, publicar un libro ilustrado con los textos de varios autores pero no lo ha conseguido todavía. Los libros ilustrados son muy caros de editar. Y ya te digo, en mi caso, no me atreví por temor a que el dibujo llamara más la atención que el texto.
M.G.- Bueno, no tiene por qué ser así. Creo que uno y otro pueden complementarse.
R.Y.- Pero hay que hacerlo muy bien.
M.G.- Eso sí, debe existir un equilibrio entre la imagen y el texto. En cualquier caso, ¿no tienes la sensación de que algún micro daría para más? Por ejemplo, en 'Teoría del caos' me he quedado con ganas de más.
R.Y.- Pues no sé, la verdad. En esa época no tenía aliento largo y no me pareció que tuviera que ampliarlo. Lo cierto es que ahora no soy capaz de escribir micros porque me enrollo. Ahora estoy en época larga.
M.G.- De hecho acabas de presentar un texto muy largo en el registro.
R.Y.- ¡La tesis! Eso sí que es largo, sí. (Risas)
M.G.- (Risas) Imagino... Pero, aparte de la tesis, ¿tienes intención de escribir algo más largo?
R.Y.- Tengo una idea que me ronda la cabeza. Al principio pensé en un relato pero no termina de cuadrarme. Creo que la idea encajaría mejor en una novela pero eso sería un reto para mí por mi obsesión de corregir cada palabra. Creo que sería algo muy complicado.
M.G.- Bueno, las novelas tienen mucha dificultad pero yo soy de las que pienso que los relatos y los micros son más difíciles todavía.
R.Y.- Pero me preocupa mucho el sonido. Si lees los micros en voz alta tienen algo de música y en la novela no puedes mantener esa melodía. Pero bueno, ahora que he acabado la tesis tengo tiempo para experimentar con más cosas.
M.G.- En los agradecimientos mencionas que algunos micros están dedicados a algunas personas. Por poner un ejemplo, hay un micro dedicado a Carlos Frontera, a quien he tenido el gusto de leer y de entrevistar. Te voy a poner en un aprieto, ¿qué opinas de lo que escribe Carlos?
R.Y.- Pues que es fantástico.
M.G.- Me parece un tío muy divertido.
R.Y.- Sí, pero luego sus textos no tienen nada que ver con la diversión.
M.G.- No, no, para nada.
R.Y.- He tenido como profesor a Ángel Leiva durante mucho años. Todos sus textos son muy oscuros y muy duros pero luego él es muy alegre y simpático. A Carlos le pasa algo así. Hablas con él, te partes de risa y luego lo lees y te pilla por sorpresa con la profundidad de sus textos. Pero es muy bueno.
M.G.- Sí que lo es. Y Rosa, como última pregunta. Si estás pensando en escribir algo de largo recorrido, ¿la prosa está arrinconando al verso?
R.Y.- Bueno se puede hacer de largo recorrido y que tenga una vis lírica pero si me estás preguntado por la poesía te diré que la he abandonado. El síndrome del impostor me ha vencido. No me siento ahora con autoridad moral para escribir un poema y decir que es poesía. Siento que me falta formación. Aparte de que no tengo aliento de poesía.
M.G.- Pues a otra cosa. Un placer conocerte Rosa. Espero que tus micros lleguen muy lejos y nos volvamos a ver con otro libro. Muchas gracias.
R.Y.- Ojalá. Gracias a ti.
Seguir las intuiciones, las señales, las casualidades es lo que tiene. Una se encuentra en el camino con esas personas llenas de creatividad que vuelcan en sus letras todo un imaginario. Muy pronto os hablaré con detalle de ese volumen de relatos. Mientras tanto, y si vivís es Sevilla, os invito a conocer a la autora que estará firmando en la Feria del Libro de Sevilla, los días 27 y 29 de mayo. Pásate por este enlace y busca la hora y la caseta.
Seguir las intuiciones, las señales, las casualidades es lo que tiene. Una se encuentra en el camino con esas personas llenas de creatividad que vuelcan en sus letras todo un imaginario. Muy pronto os hablaré con detalle de ese volumen de relatos. Mientras tanto, y si vivís es Sevilla, os invito a conocer a la autora que estará firmando en la Feria del Libro de Sevilla, los días 27 y 29 de mayo. Pásate por este enlace y busca la hora y la caseta.