¿Quién no había oído hablar de Elena Francis alguna vez? Yo nací en 1970 y el nombre de Elena Francis ha sido una constante en mi vida. Jamás he escuchado uno solo programa de aquel consultorio y no sabría precisar si mi madre oía aquel espacio radiofónico, o si lo hacía alguna tía mía y salió a relucir aquel programa en alguna reunión familiar. Lo cierto es que ese nombre ha estado siempre rondando mi cabeza y ha despertado en mí una curiosidad totalmente inusitada. Imaginaos entonces mi sorpresa al descubrir la publicación de un libro que lleva por título Las cartas de Elena Francis. Una educación sentimental bajo el franquismo (Editorial Cátedra). Sus autores, Armand Balsebre y Rosario Fontova, han realizado un importante trabajo de documentación para sacar a la luz qué tipo de mujeres escuchaban aquel programa, qué problemática planteaban y cómo se articulaba aquel espacio cuya emisión se inició en 1947 y dejó de emitirse en 1984.
Con Balsebre y Fontova estuvimos hablando durante la Feria del Libro de Sevilla. No os perdáis todo lo que nos cuentan, solo un aperitivo de lo mucho que contiene la obra.
[Fuente: RTVE.es] |
G.- El nombre de Elena Francis es conocidísimo. ¿Qué tenía aquel programa para que, generaciones más tardías y que nunca hemos escuchado una sola de sus emisiones, sepamos o tengamos una idea de lo que era el consultorio de Elena Francis?
Armand B.- En primer lugar era un programa con una buena factura radiofónica y estaba muy bien hecho. Había una actriz que interpretaba el papel de Elena Francis, había una guionista que construía muy bien las palabras que tenía que pronunciar la locutora, una sintonía pegadiza y nostálgica, y luego la radio, en ese momento, era el medio más importante de comunicación y el que mejor transmitía la cultura popular. Todo eso hizo que el programa se acogiera muy bien porque además, resolvía problemas.
Rosario F.- El programa iniciaba su emisión alrededor de las siete de la tarde, momento en el que, según el estilo de vida de aquella época, las mujeres estaban en casa, con la plancha, la costura o preparando la cena. Era un ambiente idóneo para escuchar la radio, para escuchar un programa que daba consejos, con aquella voz tan nostálgica, una música que no cambió en muchos años, y ese tono medio melancólico que tenía. Todo eso ha quedado grabado en la memoria sentimental de la gente y por eso creemos que tuvo tanto éxito. Pero era un programa minoritario, destinado a las mujeres y nunca estuvo muy valorado, porque trataban temas femeninos que se consideraban algo bobos: belleza, recetas de cocina, peinados, asuntos domésticos. Sin embargo, el consultorio empezó a tratar otros temas mucho más graves y para ello se articuló un equipo especial de personas que contestaban cartas como si fueran oficinistas. Se respondían por escrito las cartas que no se podían emitir por antena puesto que en un programa de treinta minutos en el que solo daba lugar a leer seis o siete cartas como máximo y casi todas sobre temas de belleza, ya que el consultorio estaba patrocinado por el Instituto Francis, una empresa que fabricaba cremas.
M.G.- Esa era la idea original, hacer un programa en torno al instituto pero aquello derivó en algo más porque, a través de los consejos, se adoctrinaba a los oyentes, ¿no?
A.B.- No sabemos realmente si esa función de adoctrinamiento estaba en la idea inicial de Francisca Bes Calbert, esposa del señor Fradera, dueños del Instituto Francis o no, pero ellos consintieron que Radio Barcelona asignase como primera guionista del programa a una persona que estaba muy significada con Acción Católica y con la Sección Femenina de Falange. Fue la primera persona que le dio ese tono doctrinal al programa. Creo que supieron hacer convivir las dos cuestiones, lo comercial y lo doctrinal. Y resultó todo un negocio porque consiguieron un 'mailing', una lista de clientes y una distribución por toda España a través del correo postal. Aunque muchos de los tratamientos que se hacían en el Instituto Francis y muchos de sus productos eran caros y no se los podían permitir la mayoría de las oyentes. En esos casos también se recomendaban tratamientos caseros, se daban recetas de mascarillas que todas podían hacer en casa.
M.G.- Rosario, esa primera guionista que menciona Armand era Ángela Castells. ¿Se puede considerar la creadora y fundadora del personaje de Elena Francis?
R.F.- Sí, pensamos que sí. Se conservan los primeros guiones del programa y estaban muy bien escritos. Ángela era una mujer muy culta. Inicialmente los programas se destinaban a mujeres de la burguesía con cierto poder adquisitivo para poder comprar cremas buenas y caras, en 1950. Pero esto fracasa, y el programa termina siendo para las mujeres de la clase trabajadora. Sobre todo se convierte en el medio de comunicación más querido para la población inmigrante. Muchas cartas están fechadas en Barcelona pero sabemos que muchas eran escritas por mujeres de otras comunidades como Andalucía, Extremadura o Asturias, y que trabajaban en las fábricas textiles catalanas. A través de esas cartas conocemos las vidas de estas mujeres, su nulo acceso a la educación, los problemas que tenían en el seno familiar, y la invisibilidad a la que eran condenadas después del matrimonio. Muchas tenían hijos nada más casarse, se estropeaban físicamente y sus maridos se alejaban de ellas, se iban al bar, al fútbol. Eran mujeres que se sentían solas porque no tienen más relación que la familia, si la tenían cerca, y las vecinas, y su trabajo se reducía al hogar.
M.G.- Y ese retrato de la sociedad es realmente el objetivo del libro, ¿no?
A.B.- Sí, así es. Cuando publicamos 'Las cartas de La Pirináica' vimos que, a través de las cartas se podía hacer una radiografía de la España del anti-franquismo. Con este libro, pasa igual. Para nosotros, las cartas son un pretexto para ver cómo vivía la gente normal, mujeres que no se atrevían a contar ciertas cosas a sus amigas o vecinas pero por carta sí se desahogaban. Para aquellas mujeres, que como dice Rosario se sentían solas, la radio era como una medicina, tenía un valor terapéutico, que le daba consuelo.
M.G.- Muchas de aquellas cartas enviadas a Elena Francis se descubrieron por azar, ¿verdad?
R.F.- Sí. En el año 2005, más de un millón de cartas a Elena Francis fueron halladas en una vieja masía de Cornellá que pasó a ser propiedad del ayuntamiento como compensación de unos impuestos. Allí encontraron cajas y cajas de cartón llenas de cartas. Muchas estaban deterioradas porque se habían mojado con la lluvia, otras se las habían comido las ratas. La directora del Archivo Comarcal del Bajo Llobregat examinó el material y se dio cuenta del valor que tenía. Pudo salvar 'in extremis' las cajas que estaban en mejor estado, unas cien mil. El resto de las cartas se incineraron. Las que se salvaron fueron desinfectadas y llevan digitalizadas unas doce mil. De esa cantidad, nosotros hemos manejado unas cuatro mil o cinco mil para escribir el libro.
M.G.- ¿Pero entre esas cartas también estaban las respuestas?
R.F.- Sí. Muchas de ellas contenían la respuesta. Burocráticamente estaban muy bien organizados y se conservó en muchos casos, el sobre con la carta y una copia de la respuesta en papel cebolla.
A.B.- Ese es el valor que tienen las cartas porque sin las respuestas no hubiéramos podido deducir esa función doctrinal. Es en esas respuestas, donde Elena Francis queda retratada.
M.G.- Claro. Y por lo que comentáis, detrás de Elena Francis había un equipo que se encargaba de contestar las cartas, pero ¿quién le daba voz a Elena?
A.B.- Eran actrices. Armando Blanch, el director de programas dramáticos de Radio Barcelona las elegía. La primera fue María Garriga pero hubo muchas más. A medida que se iban casando dejaban de trabajar y había que elegir a otra actriz, a otra voz. Rosario Caballé estuvo entre 1952 y 1960. Luego fue sustituida por Teresa Gil. Pero en 1965 el programa empezó a emitirse por otra emisora y se forjó un equipo nuevo, con un guionista, hombre en esta ocasión, y fue Maruja Fernández la que dio voz a Elena Francis.
M.G.- ¿Pero los oyentes no se daban cuenta de que las voces cambiaban?
R.F.- No. Eso es lo curioso. Es algo increíble porque incluso algunas de las actrices que hacían de Elena Francis participaban en los seriales de la tarde. Pero las oyentes estaban tan metidas en la historia, creían tanto en el consultorio, que no se daban ni cuenta. En las cartas no se menciona que advirtieran que iban cambiando las voces.
A.B.- Pero hemos de tener en cuenta el concepto de impresión de realidad. Por ejemplo, si vas al cine a ver Harry el sucio, ves a Clint Eastwood y escuchas la voz de Constantino Romero. Sin embargo, cuando tú, como espectador, te metes en la historia, ya no estás viendo a Clint Eastwood ni estás oyendo a Constantino Romero, tú estás viendo y oyendo a Harry el sucio. Esa impresión de realidad es lo que consiguió el programa con esa buena factura radiofónica y la gente se creía la historia y entraba de lleno.
Y por otra parte, estaba el momento en el que una oyente recibía una carta de Elena Francis. Imagínate una mujer de sirvienta en una casa con muy poca instrucción, y de repente recibe una carta firmada por Elena Francis, eso reforzaba la existencia del personaje.
M.G.- Pero el programa se estuvo emitiendo hasta 1984. Es decir, pasaron la dictadura, la transición, llegaron a la democracia. ¿Hubo un cambio en el estilo?
R.F.- No, no hubo ninguno. En la última época era algo un tanto ridículo. Las mujeres tenían otro tipo de canales donde informarse. La radio, a partir de la muerte de Franco, cambió mucho. Da un salto hacia adelante. Luego se empezaron a formar las asociaciones de vecinos, se instauran los servicios sociales de los ayuntamientos, entidades donde las mujeres podían acudir si tenían problemas de abandono y malos tratos. Es decir, las cosas cambian pero el programa no cambió. Ya no llegaban cartas y el último guionista, Juan Soto Viñolo, que en realidad era crítico taurino, pero que por un sobre sueldo se encarga de redactar los guiones del programa, empezó a inventarse las cartas. Siempre se trataban de temas delicados y morbosos, de muchachas que se habían enamorado del cura del pueblo, o que pensaban que sus maridos eran homosexuales. Pero se notaba que era una farsa o una caricatura de lo que había sido.
A.B.- Es muy probable que una parte de la audiencia se la quitara la televisión. Elena Francis formaba parte de un paquete de ficción seriada y la radio dejó de ser un espectáculo para convertirse en un informativo. Los seriales empiezan a desaparecer. Y la televisión, con las telenovelas, era mucho más atractiva. Parte de la audiencia del programa de Elena Francis emigró a la tele.
M.G.- ¿Y aquellos programas se pueden escuchar hoy en día?
R.F.- No. No queda nada. Lo único que se conservan son los guiones que están depositados en la Universidad Autónoma de Barcelona y que nosotros cotejamos con las cartas para ver si realmente se correspondían. Pero grabaciones no se conserva ninguna.
A.B.- Yo conseguí dos fragmentos en una investigación anterior. Me dediqué a escuchar los seriales que tenía Radio Nacional de España en la fonoteca en Barcelona. Esos seriales se grababan encima de otros programas. Yo me ponía a escuchar y cuando el serial acababa me encontraba con la grabación previa, con la grabación que había debajo del serial. Me salieron dos fragmentos del consultorio, del año 65.
M.G.- Es que yo he escuchado un programa en Internet.
R.F.- Esos son ficciones. Son recreaciones que se hicieron a posteriori, cuando se dejó de emitir el programa y se vio que no había ninguno grabado, excepto el último.
M.G.- El último es el que yo he escuchado.
A.B.- El último es con Rosario Caballé, que ya había hecho de Elena Francis en Radio Barcelona en los años 50 hasta 1960. Pero aquel día, Maruja Fernández estaba enferma y se le pidió a Rosario que hiciera de Elena Francis.
M.G.- ¿Y qué carta os ha llamado más la atención?
R.F.- A mí me impresionó mucho la carta de una mujer andaluza, de una familia muy pobre, que decía que tenían que dormir con los abrigos puestos porque tenían la ropa de cama empeñada en el Monte de Piedad. Daba a entender que de niña, había sufrido malos tratos por parte de su padre y sus hermanos. Probablemente hubo algo más. Luego se casó con un hombre que bebía y le pegaba. Cuando tuvo su primer hijo, a las pocas horas de parir, el hombre la violó. Y lo mismo ocurrió tras el nacimiento de sus siguientes hijos..
A.B.- En las cartas, jamás se menciona la palabra violación. Usaban eufemismos.
R.F.- Se hablaba de otra manera.
A.B.- Esa carta concretamente no tuvo respuesta. Creemos que los contestadores de cartas debían de quedar tan impresionados que no sabían qué responder a la mujer. Pero sí sabemos bastante de esta red de contestadoras de carta por el testimonio de Pietat Estany, que formó parte del equipo de Elena Francis en los últimos años. Ella publicó un libro explicando lo que hizo entre el año 75 y el año 84. Cuenta en el libro que durante esos años se dedicó ocho horas diarias a contestar cartas. Calcula que, en esos nueve años, contestó entre quince mil y veinte mil cartas.
M.G.- Creo que también habéis contactado con alguien que trabajó en el programa, ¿no?
A.B.- Sí, Juan Olalla era el botones de Radio Barcelona, encargado únicamente de las cartas de Elena Francis. Pero también hemos hablado con otras personas que nos han pedido que no divulguemos su identidad. El secretismo alrededor del programa de Elena Francis es tremendo. La gente tiene hasta miedo a hablar de ello. Supongo que firmaron algún pacto de silencio o algo pero, a pesar de haber pasado tantísimos años, no quieren hablar.
M.G.- El libro es muy atractivo no solo por todo lo que estáis contando. También habéis incluido fotos.
R.F.- Hemos procurado mostrar el contexto cultural de la época por eso hacemos alguna mención al cine, a la literatura, a las revistas para mujeres de la época. Pretendemos enseñar el universo en el que se movía la mujer en esos años.
M.G.- Incorporáis también anuncios muy curiosos.
R.F.- Sí, exactamente.
A.B.- Además, hemos tenido la suerte de encontrar en el Archivo Fotográfico de Barcelona, una colección de fotos que muestran a la mujer en situaciones de la vida doméstica femenina. No era habitual hacer fotografías a una mujer cosiendo o planchando pero un fotógrafo se dedicó a retratarlas así. A él le debemos la cubierta del libro.
Precisamente, con respecto a esta foto de la cubierta, nos pasó algo muy curioso. Desde Francia contactó con nosotros el hijo de una de las mujeres que salen en esta foto. Cuando se difundió la publicación del libro por la tele, él reconoció a su madre en esa foto. Nos contó que ella fue maltratada por su marido y tuvo que huir a Francia donde rehízo su vida con otra pareja, y tuvo a este hijo. Nos dijo que cuando la vio se pasó la noche llorando.
M.G.- Qué emotivo... Bueno, Armand, Rosario, me pasaría toda la tarde hablando con vosotros. Muy interesante todo lo que contáis en este libro. Un trabajo muy atractivo. Gracias.
A.B.- Espero que te guste. Muchas gracias.
R.F.- Gracias a ti.
La conversación con Armand Balsebre y Rosario Fontova despertó aún más mi curiosidad por Elena Francis, aunque también es cierto que desmitificó un tanto su figura. Sin duda, esta publicación contiene todo un universo apasionante de un fenómeno social y radiofónico en el que muchas mujeres de la época creyeron con fe ciega.
Ficha libro
Editorial: Cátedra.
Encuadernación: Tapa blanda con solapas.
Nº Páginas: 512
Publicación: Octubre, 2018
Precio: 25,00 €
ISBN: 978-84-376-3878-2
Disponible en e-Book
Ficha completa aquí.