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MANUEL APARICIO VILLALBA: 'No he querido escribir un best-seller sino una buena obra literaria'.

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Por este espacio han pasado algunas novelas de las que he hablado con exacerbado entusiasmo. No suele ser habitual. Por regla general, voy recomendando títulos que me han gustado en mayor o menor medida pero muy rara vez pongo el grito en el cielo. Sin embargo, hoy voy a gritar bien alto porque El retratista de los niños muertos, esta novela con este título tan sugerente, bien merece la pena. Tuve la oportunidad de acompañar al autor, Manuel Aparicio Villalba, en la presentación, junto al periodista de ABC, Andrés González-Barba. Ambos coincidimos en que la novela es maravillosa. 

Y permitidme que rescate las palabras que Felipe Benítez Reyes usó en la entrevista que publiqué ayer. El autor gaditano dijo: Hay autores menores que tienen una marca distintiva absolutamente exclusiva y que convierten lo que hacen en algo muy interesante.No puedo más que encuadrar a Manuel Aparicio Villalba en esa definición. La lectura de su novela, la primera que escribe y la primera que publica, me ha conducido a una historia absolutamente contundente y sólida, con unos personajes potentes e inolvidables, humildes pero valientes, a los que le tocó vivir en una época complicada pero de la que muchos salieron fortalecidos y una estructura medida al milímetro.Cuando llegué a la última página ya me encontraba en estado de shock. No podía dar crédito a lo que había leído. 

Para poneros en antecedentes, os diré que El retratista de los niños muertos narra la historia de un asentamiento sevillano conocido como Villalatas, del que desconocía su existencia y eso que viví de pequeña sobre aquellos terrenos. Allí fueron a parar las personas más humildes de la ciudad,  entre otras la propia abuela del autor, aunque lo que se cuenta en esta historia bien podría haber sucedido en cualquier otro punto del mundo porque Sevilla solo se nombra una vez y queda muy desdibujada. Mezclando acontecimientos históricos con otros extraídos de su propio magín, Manuel Aparicio ha construido personajes tan creíbles que hasta he buscado dónde está enterrado Gonzalo Salazar Expósito, uno de los personajes protagonistas de la novela. A ese nivel de credibilidad llega la historia. 

No quiero resultar cansina ni insistir demasiado por evitar un efecto rebote. Solo os diré que El retratista de los niños muertos es una grandísima novela, una historia que entra en vena de forma directa y con unos personajes tan poderosos a los que creerás con fe ciega. Os dejo con la entrevista al autor.


Marisa G.- Manuel, esta es tu primera novela, y menuda novela has escrito, amigo. Cuando empezaste a escribirla, ¿eras consciente del calibre de la historia que tenías entre manos?

Manuel A.- Es la primera novela que escribo, sí, pero llevo muchos años siendo creativo, poniendo en marcha proyectos en mi trabajo que requerían informes y escritos. En el mundo hospitalario he dado muchas conferencias, y por algunas de esas ponencias he recibido algún que otro premio, alguna distinción por la manera de comunicar, exponer o presentar un proyecto. Y llegó un momento en el que sentí muchas ganas de escribir una historia, justo cuando decidí cambiar de cargo en el área hospitalaria para tener más tiempo libre. Ese tiempo lo invertí en ser creativo para mí. 

M.G.- ¿Pero cómo surge la historia?

M.A.- Yo tenía claro el escenario. Tenía que ser en Villalatas donde se desarrollara la historia que quería escribir, un lugar del que tenía recuerdos aunque no hubiera vivido allí nunca. Mis padres y mis abuelos me contaban cosas de Villalatas, tanto que me podía imaginar las escenas que ellos me narraban e incluso había noches que yo soñaba con ese lugar. 

Por otro lado, también tenía el primer recuerdo de mi madre cuando era muy pequeña. Me contó que vio volar el Graf Zeppelin, o el 'Chipilín' como ella lo llamaba, por el cielo de Sevilla. Ese recuerdo, el de una niña que vivía en Villalatas, con las penurias que pasó, huérfana de padre y madre desde muy pronto, que tuvo que pasar su niñez y adolescencia con su abuela, a esa niña la imagino viendo el dirigible surcando el cielo de Sevilla por aquellos campos  y pienso que tuvo que ser grandioso para ella. Tanto es así que yo me obsesioné por buscar fotos del zepelín por Sevilla. 

Además, siempre me ha gustado la Historia del siglo XX y he leído mucho sobre los acontecimientos del mundo pero con los años uno se va volviendo más localista y a mí me ocurrió eso a los 40 años. Fue entonces cuando empecé a añorar cosas de mi niñez. Me puse a buscar cosas de Sevilla, historias de mi barrio, el Cerro del Águila, y me iba a los mercadillos del Charco de la Pava y de la Alameda, buscando libros antiguos, fotos, postales,... Todo eso creó un mundo en mi cabeza que tenía que narrar de alguna manera.

M.G.- Pero la novela comienza con un acontecimiento histórico ocurrido fuera de Sevilla, con la matanza del Barranco del Lobo aunque es solo una puerta de entrada porque la novela no va de ese hecho. ¿Por qué elegir ese arranque?

M.A.- Por empezar de algún modo y porque quería contextualizar la historia en el tiempo. Si lo elegí fue, en primer lugar porque no quería un hecho histórico muy conocido, y en segundo lugar por todos los despropósitos que se produjeron. De todos modos, la novela, como bien sabes, no trata de ese desastre. Aquel hecho solamente me sirvió para posicionar a algún personaje, pero luego no tenía ni idea de cómo continuaría la historia. Ojalá yo fuera un escritor que pudiera tener todo el relato en la cabeza pero no es así. En cualquier caso, creo que es bueno no tener ese relato interiorizado porque no te encasillas. Me costaba trabajo saber lo que iba a escribir dentro de dos días, incluso había momentos en los que me quedaba en blanco una semana porque no me gustaba cómo iba avanzando.

M.G.- Cuéntame qué era Villalatas.

M.A.- Villalatas surge en 1923. Anteriormente era uno de los treinta y tantos suburbios que había en Sevilla. A finales del siglo XIX, y principios del siglo XX,  la situación sanitaria en la ciudad era demoledora. Ya lo menciona el doctor Hauser en un informe en el que pone en evidencia la infra-vivienda, la falta de alcantarillado y red de abastecimiento,... Sevilla vivía intramuros y los únicos barrios que había por fuera era la Macarena, la Calzada y Triana. Con motivo de la Exposición Iberoamericana de 1929 muchos obreros del campo se desplazan a la ciudad para trabajar en las muchas obras que se están produciendo con motivo de la exposición. Cuando llegan aquí se encuentran que no había viviendas para ellos. Por otra parte, todo el círculo de suburbios que rodea Sevilla y que formaban el gran cinturón de la miseria se desaloja porque Primo de Rivera ordena que hay que hacerlo desaparecer para que los extranjeros que vengan a la exposición no vean todo eso. Así que se sacó a toda la gente de sus chabolas y los llevaron a Villalatas, una zona que comprende desde lo que hoy vemos frente al centro comercial Los Arcos, llegaría por un lado al Polígono La Negrilla y por otro al Parque Amate.

M.G.- ¿Cuánta gente vivía allí?

M.A.- Unos 35000 habitantes. Era el suburbio más grande que había en Europa.

M.G.- Y no tenía calles como las que conocemos hoy. En la novela se habla de transversales.

M.A.- Sí, transversal 1, transversal 2,... La gente que vivía allí las denominaba así. Luego estaban las perpendiculares. Era una gran cuadrícula. De hecho, el barrio de El Cerro también está construido así.

M.G.- ¿Y hasta cuándo duró aquel asentamiento?

M.A.- Se fue eliminando paulatinamente. Se supone que lo más grande desapareció después de la guerra civil pero siguió existiendo un núcleo chabolista hasta que en los años 50 se empieza edificar los tres barrios que se levantan en la zona. Muchos de los vecinos de ese asentamiento se quedaron a vivir allí y ocuparon una de aquellas viviendas.

M.G.- ¿Y Sevilla por qué aparece tan camuflada en la novela?

M.A.- Porque no quería un libro de Sevilla.

M.G.- Pero vas dando pistas.

M.A.- Sí, pero quería huir del tópico de Sevilla, que se mira demasiado el ombligo. Quería una novela universal porque para mí Villalatas era como Macondo o Comala, un lugar que se puede transportar a cualquier sitio. De todos modos, el sevillano sí se va a dar cuenta que la ciudad está ahí pero el que lo lea de fuera, lo mismo le va a dar que la historia ocurra en Sevilla que en otro lado.



M.G.- Hablemos de los personajes, uno de los principales es Gonzalo Salazar Expósito. Un chico que crece en Villalatas y se hace adulto en ese asentamiento. Me gustaría que definieras un poco este personaje.

M.A.- Gonzalo tiene poco carácter, poca fuerza, no tiene armas para luchar contra la vida y las pocas que tiene se las arrancan. Tuvo una infancia y juventud muy desgarradora y nunca supo sobreponerse. Tenía que acabar como acaba, no podía ser de otra manera, porque era su sino. Y no desvelo más nada.

M.G.- Pero es un personaje que te sirve de puente hacia los personajes que tú realmente quieres destacar, que son Che y Davinia, ¿no?

M.A.- Gonzalo es el pivote de las dos. A través de él, Che y Davinia se conocen, a través de él gira la historia de las dos y a través de él, gira el sufrimiento de las dos. Porque además Gonzalo tiene la capacidad de hacer desgraciado a todo aquel que lo rodea.

M.G.- En cuanto a Che, creo que es una mujer que se forja a sí misma a través de todas las penalidades que le toca vivir, y Davinia tiene buen fondo, es lógica y justiciera.

M.A.- Pero Davinia impone justicia porque ella tiene el mundo a su favor. En realidad, yo quería dos mujeres que se complementasen. Son las dos caras de una misma moneda aunque hay diferencias entre ellas porque Che tiene que buscarse a sí misma y buscar los tiempos del porvenir, lo hará duramente lo que le dejará un rasgo de mártir para toda la vida. Por su lado, Davinia no pretende ser mártir de nada pero ella no soporta la injusticia. Mientras Davinia mira los ojos del mundo, Che mira los ojos de su familia, de su hijo concretamente. Davinia no cree en Dios porque no cree en nada que inventen los hombres y Che no cree en Dios pero cree en todos sus santos. Ambas son mujeres fuertes, que pueden aleccionarnos a todos, tienen un carácter de supervivencia en una época de finales del siglo XIX y principios del siglo XX en el que todo era complicado. 

M.G.- Pero hay más mujeres en la novela, como doña Paquita, la dueña del burdel, o la Valenciana,... féminas que también tienen su peso en la novela.

M.A.- Si, y no olvidemos a Cristina Salazar, la madre de Gonzalo, que para mí es una joya de personaje. Es la que soporta todo el realismo mágico que tiene la novela, con su capacidad de interpretar tanto el pasado como el futuro, estando toda la vida viviendo en un prostíbulo.

Y luego está Josefa, el personaje femenino más real de la novela porque Josefa es mi abuela. Ella es una auténtica mujer de Villalatas, con esa fuerza que la caracteriza.

M.G.- Porque Manuel, el narrador de la historia hipotéticamente eres tú y eres el que cuenta la historia de Josefa, de tu abuela, y que te sirve para contar la historia de Villalatas.

M.A.- Se supone que el narrador en primera persona soy yo, aunque no sea yo. Y sí cuento la historia de mi abuela. Además la cuento como lo hacen las personas mayores, con saltos en el tiempo y no de manera lineal. Aparte de que me gusta balancear la novela, también quería reflejar esa manera que tienen las abuelas de contar la cosas, sin orden o sin darle importancia a ciertas cosas. 

M.G.- En relación a esos saltos en el tiempo, el lector tiene que poner de su parte para seguir el hilo de la trama. La novela es un puzle que nosotros tenemos que recomponer en nuestra cabeza. Pero en tu caso, ¿cómo lo has hecho? No se si construyes la historia de forma lineal y luego la rompes...

M.A.- No. La he escrito, como se suele decir en mi pueblo, a salto de mata.

M.G.- Eso implica un esfuerzo tremendo.

M.A.- Sí e implica también tener la novela en la cabeza las veinticuatro horas del día. Tenía que tenerlo todo muy claro, saber que si ponía algo en un página,  luego tenía que retroceder otras tantas hacia atrás, para modificar lo anterior o incluir alguna frase que diera sentido al conjunto. Pero esa es la gran potencia que debe tener un escritor. No he querido escribir un best-seller sino una buena obra literaria y para ello tenía que utilizar los recursos más complicados. Quería algo que fuera potente y fuerte, con un esquema complejo. 

M.G.- Me has contado que siempre te gustó mucho la Historia contemporánea, que has leído mucho, que has buscado fotos y postales, pero teniendo en cuenta que Gonzalo es fotógrafo, también habrás tenido que informarte sobre las técnicas fotográficas de la época.

M.A.- He tenido que buscar mucha información. Las únicas fotografías que he hecho han sido con el móvil porque creo que nunca he tenido una cámara de fotos. No me han llamado nunca la atención ni tampoco me gusta mucho mirar fotos. La novela tiene un importante trabajo de documentación, no solo en este asunto de las fotografías sino también en lo relativo al Barranco del Lobo o en lo referente a la sociedad de la época porque he querido hacer un retrato fiel. Por otra parte, también he tenido que buscar información sobre la ropa, automóviles o diligencias. Me ha ayudado mucho la colección de fotografías que tengo. Me ponía a mirar las fotos y a imaginarme escenarios a través de las fotografías. Creo que la novela es muy visual precisamente por esto mismo.

M.G.- La novela, como hemos comentado, recoge acontecimientos históricos como lo ocurrido en el Barranco del Lobo, las revueltas que hubo en la ciudad, o el vuelo del zepelín pero también hay otros, hipotéticamente históricos, que son fruto de tu imaginación. Sé que no soy la única que ha buscado información sobre una supuesta exposición de fotos o una subasta en Christie's.

M.A.- Si un lector no se cree lo que estoy contando en la novela, en algo estoy fallando. La mejor ficción es aquella que te la crees como auténtica. 

M.G.- ¡Pero si es que yo he intentado averiguar dónde está enterrado Gonzalo! Hasta ese extremo me he creído todo lo que me has contado.

M.A.- (Risas) Cuando se la di a leer a algunos amigos bastante lectores también les pasó igual. Estuvieron buscando la subasta y algunas cosas más.

M.G.- Me lo creo. Yo paraba la lectura y me ponía a indagar en Internet. No había manera de encontrar información sobre algunos hechos y es que eran inventados. Pero hablando de otra cosa, en la novela, al margen del drama, el dolor, el sufrimiento,... también tiene algún punto de humor que rompe y libera tensiones.

M.A.- Para ello eché mano de los gitanos con los que he querido ser muy delicados. Algún día escribiré sobre cómo los gitanos fueron expulsados de la Cava de los Gitanos. Esa es otra historia negra de nuestra ciudad. Ellos están muy presentes en la novela pero mejor no desvelar nada. De todos modos, esos puntos de humor demuestran que esta historia, a pesar del drama, también puede levantar alguna sonrisa.

M.G.- Manuel, juegas mucho con el lenguaje. Me llamó mucho la atención una arenga militar construida de tal manera que, al leerla, le vamos dando el ritmo apropiado.

M.A.- No hay ninguna coma, efectivamente. Así hablaban los militares. Está hecho con todo el propósito. Me resultó muy complicado y tuve que cambiarla muchas veces pero quería que el lector sintiera que verdaderamente le estaba hablando un militar.

M.G.- También hay otra escena que se describe usando la jerga cofrade. Es una novela muy pensada, muy medida, muy meditada.

M.A.- No hay nada al azar. Tengo treinta y cinco borradores, imagínate la de correcciones que he hecho. El primer manuscrito tenía sesenta y cuatro mil palabras y ahora tiene cerca de cien mil. Ese primer borrador tenía solo cuatro capítulos pero, cuando la mandé a la agencia literaria Exit para valorarla, me dijeron que era mejor cortar los capítulos porque el lector necesitaba sus pausas para leer. Así lo hice, y creo que la novela ha ganado en estructura pero también creo que ha perdido fuerza.

M.G.- ¿Podemos pensar que habrá una segunda parte?

M.A.- El subtítulo lo dice 'En los tiempos del porvenir'. Hay algunos personajes muy potentes que pueden ser protagonistas de otras historias.

M.G.- Y en ello estás.

M.A.- En ello estoy pero de eso no te cuento nada mientras estés grabando (Risas)

M.G.- (Risas) Conforme. Y como última pregunta, has mencionado antes el realismo mágico. Entiendo que tú reconoces a tus influencias literarias en esta novela.

M.A.- Toda la influencia. Soy un enamorado de Gabriel García Márquez, del que me he leído todo del derecho y del revés. Me gusta mucho Juan Rulfo, William Faulkner,... todo lo que huela a realismo mágico me encanta. Por otra parte, también me gusta mucho toda la literatura latinoamericana. ¿Cómo es posible que escriban de ese modo?

M.G.- Manuel, pues muchas gracias por compartir este momento conmigo. Sinceramente te felicito porque la novela es maravillosa. Espero que tengas mucho éxito y que muchos lectores se acerquen a conocer a todos estos personajes que has creado.

M.A.- Me alegro que te haya gustado. Muchas gracias a ti.

El retratista de los niños muertos obtuvo una nota de 10 puntos en el informe que Santi Baró, de la Agencia Literaria Exit, emitió tras la lectura. Yo no soy crítica literaria pero sé reconocer cuando una obra es buena y está bien escrita y en ese sentido, no puedo estar más de acuerdo con la puntuación otorgada por Baró. No te la pierdas.




Ficha novela

Editorial: Ediciones Alfar.
Encuadernación: Tapa blanda con solapas.
Nº Páginas: 360
Publicación: Mayo, 2019
Precio: 18,00 €
ISBN: 978-84-7898-820-4
Disponible en e-Book
Ficha completa aquí.







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