Editorial: Alfaguara.
Fecha publicación: mayo, 2019.
Precio: 17,90 €
Género: Narrativa.
Nº Páginas: 192
Encuadernación: Tapa blanda con solapa.
ISBN: 9788420438368
[Disponible en eBook y Audiolibro;
puedes empezar a leer aquí]
Autor
Manuel Jabois nació en Sanxenxo (Pontevedra) en 1978 y empezó su carrera como periodista en Diario de Pontevedra. Tras pasar por El Mundo, desde 2015 escribe reportajes, crónicas y columnas en el diario El País; también tiene un espacio diario en el programa Hoy por Hoy de la Cadena Ser. Como escritor, ha publicado la recopilación de artículos Irse a Madrid (2011), las breves memorias Grupo Salvaje (2012) y Manu (2013) y un largo trabajo sobre el 11-M titulado Nos vemos en esta vida o en la otra (2016)
Sinopsis
"La primera vez que papá murió todos pensamos que estaba fingiendo". Así empieza Malaherba, la nueva novela de Manuel Jabois. Un día Mr. Tamburino, Tambu, un niño de diez años, se encuentra a su padre tirado en la habitación y conoce a Elvis, un nuevo compañero de su clase. Descubrirá por primera vez el amor y la muerte, pero no de la forma que él cre. Y los dos, Tambu y Elvis, vivirán juntos los últimos días de la niñez, esos en los que te pueden prohibir saber, pero no te pueden prohibir intuir.
Dos niños viven una extraña y solitaria historia de amor. Un libro sobre las cosas terribles que se hacen con cariño, escrito con humor y una prosa rápida que avanza llevando a Tambu y su hermana Rebe, a Claudia y su hermano Elvis, a la frontera de un mundo nuevo.
[Información tomada directamente del ejemplar]
Así empieza Malaherba:
La infancia es uno de los grandes temas que se tocan en literatura. Vivencias de niños de todas las épocas han llenado páginas y páginas de novelas conformando un subgénero tan interesante como misterioso. Cuando somos niños, el mundo se presenta ante nosotros como un lugar por explorar del que no intuimos ningún peligro. Solemos levantarnos cada mañana estrenando ilusión y las pocas preocupaciones que nos nublan el entendimiento son simples nimiedades sin mayores consecuencias, aunque a esas edades las vivamos con profundo terror. Sin embargo, el miedo de verdad vendrá más tarde, cuando acontezca ese suceso, esa revelación, ese descubrimiento que nos arrebate la venda de los ojos y destape un mundo que no brilla tanto como habíamos imaginado, con luces y sombras por el que nos toca reptar, intentando salir ilesos de cada batalla diaria. Ese punto de inflexión, de no retorno, certifica que el salto de niño a adulto puede llegar a ser verdaderamente traumático y a cada uno, ese instante de inquietud le llega a una edad distinta y en unas circunstancias diferentes.
Manuel Jabois nos acerca al momento en el que un crío deja de serlo para convertirse en un adulto joven, casi de un día para otro. El periodista gallego nos conducirá por ese sendero de la mano de Tambu, el niño protagonista de Malaherba, primera novela del autor, que narra a la edad de quince años, lo que le ocurrió cinco años atrás. Entre juegos infantiles y entretenimientos pueriles descubrirá una sucesión de emociones que le provocará curiosidad, culpabilidad, desconcierto, estupor,... a las que casi no es capaz de ponerle nombre.
La novela arranca en un momento crucial. Al inicio del curso escolar, -un hecho tan ilusionante o tan descorazonador, según quién lo viva-, Tambu y su hermana mayor Rebe descubren a su padre tirado en el suelo del domicilio familiar.¿Está muerto? Eso parece. La madre está ausente y a los niños solos se les ocurre acudir a los vecinos. Armando, padre de Claudia y Elvis - de edades similares a Tambu y Rebe- se hará cargo de los pequeños mientras acuden los servicios de emergencias. A partir de ahí, Tambu tendrá que ir haciendo frente a diversos hechos, preocupaciones mucho más serias de las acaecidas hasta ahora, indagará en su entorno, observará y sacará sus conclusiones, muchas de ellas erróneas, fruto de la escasa información que tiene a su alcance porque ya se sabe que los niños no pueden meter sus narices en las cosas de mayores. Y en esas deducciones fantasiosas de Tambu reside el toque humorístico de este libro pues el lector adulto, que ya ha recibido más de un dardo envenenado, se sonreirá ante la ingenuidad del protagonista.
En Malaherba se abordan cuestiones como la infancia, la muerte, la enfermedad, el dolor, la traición, la amistad, el desamor... De un modo y otro, asistiremos a un análisis de estos temas a través de los ojos del pequeño, un crío que serpentea por un territorio nuevo en su proceso de madurez y transformación. De todo lo planteado, destacaría el impacto que la enfermedad y la muerte causa en Tambu. ¿Cómo se enfrenta un hijo al ocaso de un padre o una madre? ¿De qué modo se puede asimilar que los que creíamos héroes invencibles también sucumben? Mientras Rebe adora a su padre, a Tambu le parece un capullo que no hace más que gastar bromas pesadas, pero ese capullo no deja de ser quien es.
Por otra parte, pongo también el foco de atención en el tratamiento que se hace de la amistad, a una edad en la que cualquier cosa deja una huella indeleble en nuestro interior. A través de estas páginas, el lector es testigo del nacimiento de la hermandad, del compañerismo, de la camaradería,... que lleva aparejada el sentido de la lealtad.Esa unión que se forja entre Tambu y Elvis me parece maravillosa, aliados frente a un mundo que se torna cada día más hostil, que les hace comprender que deben prepararse, aunar fuerzas, mantener la guardia porque, cualquier día llega el revés definitivo. La amistad entre estos dos niños de edades similares, que se quieren, que se aman, que se descubren sin que ninguno de los dos pretenda un acercamiento sexual, es pura y queda muy lejos de una concepción sucia del amor.Contemplamos sus juegos que provocan emociones desconocidas a las que, como dije antes, ninguno de los dos podrá poner nombre porque son demasiado pequeños para conocer las cosas de los mayores pero demasiado humanos como para no experimentar, por ejemplo, el goce. Y esa relación es la que me ha hecho reflexionar sobre las amistades que se moldean cuando somos pequeños. ¿Os ha ocurrido alguna vez volver a encontraros con aquel mejor amigo del colegio y sentir que los lazos entre vosotros no se han roto a pesar del paso de los años? De pequeños somos más honestos, más fieles, más leales de ahí que las uniones que se fraguan sean más sólidas, más resistentes, tan inquebrantables que ni el paso del tiempo puede con ellas.
Y añado a esta lista de apreciaciones el retrato que Jabois hace del universo infantil. Empatizar con Tambu es tan sencillo como mirarse al espejo porque todos hemos sido Tambu alguna vez. Me ha gustado muchísimo cómo el autor refleja sus preocupaciones, sus ganas de ser mayor para tener acceso a lo que le está vetado, su curiosidad insatisfecha, de ahí que esté alerta a las conversaciones que ocurren a su alrededor y especialmente a las que tienen lugar detrás de las puertas, su actitud de víctima cuando es cogido en falta,... Y en esa burbuja que pronto explotará para obligarlo a salir del cascarón, qué importancia tienen los apodos, los alias, los sobrenombres que nos identifican por un defecto físico, por una actitud, por una cualidad que poseamos. El orejas, la empollona, la coja, el zanahorias,... Todas estas denominaciones que, en ocasiones están colmadas de crueldad -¿los niños pueden llegar a ser crueles?-, nos definen y aunque pase el tiempo -de nuevo-, no olvidaremos el dolor que una simple palabra nos causó de niños. No obstante, el apodo de nuestro protagonista será mucho más romántico y evocador. En el apelativo de Tambu existen reminiscencias musicales que serán el nexo más importante entre padre e hijo. Descubridlo.
Malaherba está escrita con cariño, se nota desde la primera línea, el mismo que despertará Tambu en el lector, al que vemos como un cascarón de nuez en plena tempestad. Inocente, pueril, indefenso,... su candidez despierta la ternura del lector y también una sonrisa dulce, la curvatura ascendente de los labios bajo la que se esconde el deseo de un abrazo protector que se intensifica en ese final, imprevisible y lleno de un puntito de misterio, que nos cogerá con el paso cambiado ¿Desde dónde escribe Tambu su historia? Descubrid esto también.
Con escasas referencias temporales, tan solo una que sitúa al lector en el tiempo aunque tampoco resulta necesario, Malaherba se compone de tan solo ocho capítulos llenos de remembranzas, sobre los que flota un tono nostálgico que a todos nos hace viajar al pasado, cuando éramos pequeños y vivíamos rodeados de adultos que pretendían dejarnos al margen de lo que nos envolvía. Escrita en primera persona, en la voz de Tambu -se convertirá en nuestro nuevo muy mejor amigo- Malaherba se lee con absoluta agilidad, a un ritmo marcado por una prosa sincera, honesta y emotiva.
Ha sido una lectura gratificante, evocadora y nostálgica que me ha ido ganando en ternura poco a poco, hasta que en las últimas páginas termina dejándote noqueado. La historia de Tambu se va colando en el interior del lector sin que podamos hacer nada. Así que, si me preguntas si te la recomiendo, la respuesta será un 'sí' tajante.
Si te interesa saber más sobre la novela, en este enlace puedes acceder a la entrevista realizada al autor.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
"La primera vez que papá murió todos pensamos que estaba fingiendo". Así empieza Malaherba, la nueva novela de Manuel Jabois. Un día Mr. Tamburino, Tambu, un niño de diez años, se encuentra a su padre tirado en la habitación y conoce a Elvis, un nuevo compañero de su clase. Descubrirá por primera vez el amor y la muerte, pero no de la forma que él cre. Y los dos, Tambu y Elvis, vivirán juntos los últimos días de la niñez, esos en los que te pueden prohibir saber, pero no te pueden prohibir intuir.
Dos niños viven una extraña y solitaria historia de amor. Un libro sobre las cosas terribles que se hacen con cariño, escrito con humor y una prosa rápida que avanza llevando a Tambu y su hermana Rebe, a Claudia y su hermano Elvis, a la frontera de un mundo nuevo.
[Información tomada directamente del ejemplar]
Así empieza Malaherba:
[Lectura de las páginas 11,12 y 13 de la novela;
música: 'There's No Probably Time' de Chris Zabriskie;
There's Probably No Time de Chris Zabriskie está sujeta a una licencia de Creative Commons Attribution (https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/)
Fuente: http://chriszabriskie.com/uvp/
Artista: http://chriszabriskie.com/]
La infancia es uno de los grandes temas que se tocan en literatura. Vivencias de niños de todas las épocas han llenado páginas y páginas de novelas conformando un subgénero tan interesante como misterioso. Cuando somos niños, el mundo se presenta ante nosotros como un lugar por explorar del que no intuimos ningún peligro. Solemos levantarnos cada mañana estrenando ilusión y las pocas preocupaciones que nos nublan el entendimiento son simples nimiedades sin mayores consecuencias, aunque a esas edades las vivamos con profundo terror. Sin embargo, el miedo de verdad vendrá más tarde, cuando acontezca ese suceso, esa revelación, ese descubrimiento que nos arrebate la venda de los ojos y destape un mundo que no brilla tanto como habíamos imaginado, con luces y sombras por el que nos toca reptar, intentando salir ilesos de cada batalla diaria. Ese punto de inflexión, de no retorno, certifica que el salto de niño a adulto puede llegar a ser verdaderamente traumático y a cada uno, ese instante de inquietud le llega a una edad distinta y en unas circunstancias diferentes.
Manuel Jabois nos acerca al momento en el que un crío deja de serlo para convertirse en un adulto joven, casi de un día para otro. El periodista gallego nos conducirá por ese sendero de la mano de Tambu, el niño protagonista de Malaherba, primera novela del autor, que narra a la edad de quince años, lo que le ocurrió cinco años atrás. Entre juegos infantiles y entretenimientos pueriles descubrirá una sucesión de emociones que le provocará curiosidad, culpabilidad, desconcierto, estupor,... a las que casi no es capaz de ponerle nombre.
La novela arranca en un momento crucial. Al inicio del curso escolar, -un hecho tan ilusionante o tan descorazonador, según quién lo viva-, Tambu y su hermana mayor Rebe descubren a su padre tirado en el suelo del domicilio familiar.¿Está muerto? Eso parece. La madre está ausente y a los niños solos se les ocurre acudir a los vecinos. Armando, padre de Claudia y Elvis - de edades similares a Tambu y Rebe- se hará cargo de los pequeños mientras acuden los servicios de emergencias. A partir de ahí, Tambu tendrá que ir haciendo frente a diversos hechos, preocupaciones mucho más serias de las acaecidas hasta ahora, indagará en su entorno, observará y sacará sus conclusiones, muchas de ellas erróneas, fruto de la escasa información que tiene a su alcance porque ya se sabe que los niños no pueden meter sus narices en las cosas de mayores. Y en esas deducciones fantasiosas de Tambu reside el toque humorístico de este libro pues el lector adulto, que ya ha recibido más de un dardo envenenado, se sonreirá ante la ingenuidad del protagonista.
En Malaherba se abordan cuestiones como la infancia, la muerte, la enfermedad, el dolor, la traición, la amistad, el desamor... De un modo y otro, asistiremos a un análisis de estos temas a través de los ojos del pequeño, un crío que serpentea por un territorio nuevo en su proceso de madurez y transformación. De todo lo planteado, destacaría el impacto que la enfermedad y la muerte causa en Tambu. ¿Cómo se enfrenta un hijo al ocaso de un padre o una madre? ¿De qué modo se puede asimilar que los que creíamos héroes invencibles también sucumben? Mientras Rebe adora a su padre, a Tambu le parece un capullo que no hace más que gastar bromas pesadas, pero ese capullo no deja de ser quien es.
Por otra parte, pongo también el foco de atención en el tratamiento que se hace de la amistad, a una edad en la que cualquier cosa deja una huella indeleble en nuestro interior. A través de estas páginas, el lector es testigo del nacimiento de la hermandad, del compañerismo, de la camaradería,... que lleva aparejada el sentido de la lealtad.Esa unión que se forja entre Tambu y Elvis me parece maravillosa, aliados frente a un mundo que se torna cada día más hostil, que les hace comprender que deben prepararse, aunar fuerzas, mantener la guardia porque, cualquier día llega el revés definitivo. La amistad entre estos dos niños de edades similares, que se quieren, que se aman, que se descubren sin que ninguno de los dos pretenda un acercamiento sexual, es pura y queda muy lejos de una concepción sucia del amor.Contemplamos sus juegos que provocan emociones desconocidas a las que, como dije antes, ninguno de los dos podrá poner nombre porque son demasiado pequeños para conocer las cosas de los mayores pero demasiado humanos como para no experimentar, por ejemplo, el goce. Y esa relación es la que me ha hecho reflexionar sobre las amistades que se moldean cuando somos pequeños. ¿Os ha ocurrido alguna vez volver a encontraros con aquel mejor amigo del colegio y sentir que los lazos entre vosotros no se han roto a pesar del paso de los años? De pequeños somos más honestos, más fieles, más leales de ahí que las uniones que se fraguan sean más sólidas, más resistentes, tan inquebrantables que ni el paso del tiempo puede con ellas.
Y añado a esta lista de apreciaciones el retrato que Jabois hace del universo infantil. Empatizar con Tambu es tan sencillo como mirarse al espejo porque todos hemos sido Tambu alguna vez. Me ha gustado muchísimo cómo el autor refleja sus preocupaciones, sus ganas de ser mayor para tener acceso a lo que le está vetado, su curiosidad insatisfecha, de ahí que esté alerta a las conversaciones que ocurren a su alrededor y especialmente a las que tienen lugar detrás de las puertas, su actitud de víctima cuando es cogido en falta,... Y en esa burbuja que pronto explotará para obligarlo a salir del cascarón, qué importancia tienen los apodos, los alias, los sobrenombres que nos identifican por un defecto físico, por una actitud, por una cualidad que poseamos. El orejas, la empollona, la coja, el zanahorias,... Todas estas denominaciones que, en ocasiones están colmadas de crueldad -¿los niños pueden llegar a ser crueles?-, nos definen y aunque pase el tiempo -de nuevo-, no olvidaremos el dolor que una simple palabra nos causó de niños. No obstante, el apodo de nuestro protagonista será mucho más romántico y evocador. En el apelativo de Tambu existen reminiscencias musicales que serán el nexo más importante entre padre e hijo. Descubridlo.
Malaherba está escrita con cariño, se nota desde la primera línea, el mismo que despertará Tambu en el lector, al que vemos como un cascarón de nuez en plena tempestad. Inocente, pueril, indefenso,... su candidez despierta la ternura del lector y también una sonrisa dulce, la curvatura ascendente de los labios bajo la que se esconde el deseo de un abrazo protector que se intensifica en ese final, imprevisible y lleno de un puntito de misterio, que nos cogerá con el paso cambiado ¿Desde dónde escribe Tambu su historia? Descubrid esto también.
Con escasas referencias temporales, tan solo una que sitúa al lector en el tiempo aunque tampoco resulta necesario, Malaherba se compone de tan solo ocho capítulos llenos de remembranzas, sobre los que flota un tono nostálgico que a todos nos hace viajar al pasado, cuando éramos pequeños y vivíamos rodeados de adultos que pretendían dejarnos al margen de lo que nos envolvía. Escrita en primera persona, en la voz de Tambu -se convertirá en nuestro nuevo muy mejor amigo- Malaherba se lee con absoluta agilidad, a un ritmo marcado por una prosa sincera, honesta y emotiva.
Ha sido una lectura gratificante, evocadora y nostálgica que me ha ido ganando en ternura poco a poco, hasta que en las últimas páginas termina dejándote noqueado. La historia de Tambu se va colando en el interior del lector sin que podamos hacer nada. Así que, si me preguntas si te la recomiendo, la respuesta será un 'sí' tajante.
Si te interesa saber más sobre la novela, en este enlace puedes acceder a la entrevista realizada al autor.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
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