Editorial: Nórdica Libros
Fecha publicación: --
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Precio: 15,00 €
Género: Narrativa breve
Edición billingüe e ilustrada
Edición billingüe e ilustrada
Nº Páginas: 80
Encuadernación: Rústica
Autor
Nathaniel Hawthorne (Salem, 1804 - Plymouth, 1864). Novelista estadounidense. Nacido en el seno de una familia de vieja estirpe puritana, tanto su vida como su obra se vieron marcadas por la tradición calvinista. Su temprana vocación literaria lo obligó a afrontar numerosos problemas económicos, ya que sus obras no le daban lo suficiente para vivir. Hawthorne es conocido sobre todo por sus relatos breves —que él llamó «cuentos»—, muchas veces de contenido siniestro, al gusto de la época, y por sus cuatro novelas largas. La casa de los siete tejados (1851), La novela de Blithedale (1852) y El fauno de mármol (1860).
Sinopsis
«Recuerdo haber leído en algún viejo periódico o en alguna revista antigua una crónica que, relatada como si fuera real, contaba la historia de un hombre, de nombre Wakefield, que decidió marcharse a vivir lejos de su mujer una temporada larga…»
Así comienza este relato, que Borges señaló como el más grande y perfecto artilugio narrativo de la historia, antecesor directo de los relatos de Melville y Franz Kafka. Wakefield es un hombre sosegado, vanidoso, egoísta, propenso a crear misterios pueriles. Un día dice a su mujer que va a emprender un viaje de negocios y que regresará en dos días…
Ana Juan, Premio Nacional de Ilustración 2010, ha realizado un impresionante
trabajo gráfico que hace aún más atractivo este relato de culto.
[Información tomada directamente del ejemplar]
Fue hace unas semanas, en El pájaro verde, donde supe de la existencia de Wakefield, un cuento de Nathaniel Hawthorne. La reseña de Lorena despertó mi interés sobre este relato corto del escritor norteamericano, un texto breve con apenas personajes, en el que se recoge una historia tan curiosa como intrigante. Lorena nos ofrecía además un link, en el que acceder a la lectura pero, carambolas de la vida,Wakefield vino en mi busca.
Hace unos días, cuando el paso de una fase a otra nos permitió reunirnos con amigos, me encontré con este cuento en casa de un gran lector. (¿Vosotros también sois tan indiscretos que, al entrar en casa ajena, os ponéis a cotillear entre los libros de los demás?). Allí, en una estantería me esperaba Wakefield, en una edición preciosa, publicada por Nórdica Libros, ilustrada y bilingüe. La cogí para echarle un ojo, y mientras los demás comentaban los entresijos del confinamiento y las perversidades del coronavirus, me leí el cuento en un suspiro.
El texto se inicia con una pequeña introducción en la que el autor rememora una noticia leída tiempo atrás. El suceso recogía la historia de Wakefield, un hombre casado que, un buen día, escudándose en un viaje de negocio, sale de su casa y no regresa en veinte años. Lo tenía todo planeado con premeditación y alevosía. Lo más curioso no es que el buen señor abandone el domicilio conyugal por diferencias con su esposa o por el hartazgo que suponen muchos años de matrimonio, sino que ejecuta su plan como un experimento. Para ello, se había alquilado una habitación en una calle adyacente a su domicilio, y se dedicada a vigilar a su esposa, con objeto de comprobar qué consecuencias había producido su desaparición. Y veinte años después, sin motivo aparente, y cuando ya lo daban por muerto, el buen hombre regresó a casa y la vida volvió a la normalidad en aquel hogar.
Esta es la base del suceso, pero como la noticia no profundizaba en las motivaciones que Wakefield tuvo para actuar así, ni se daban más explicaciones, Hawthorne propone al lector un ejercicio de reflexión, y emprender una labor conjunta de indagación y desarrollo de los hechos, a través de la imaginación, con el objeto de encontrar algún tipo de explicación al comportamiento de Wakefield y, lo que es más interesante, hallar algún tipo de moraleja que nos proporcione una valiosa enseñanza.
Para ello, lo primordial es retratar la personalidad de Wakefield, definiéndolo como un hombre a mitad de su existencia vital, cariñoso con su esposa, a pesar de los diez años de vida conyugal, bastante anodino, poco imaginativo, es decir, el típico individuo que puede pasar totalmente desapercibido, un ser insignificante para el universo, salvo en esta ocasión para el narrador y el lector que, como el ojo que todo lo ve, observamos cada uno de sus pasos.
«¡Pobre Wakefield! ¡Pero qué poco consciente eres de tu propia insignificancia en este inmenso mundo! Ningún ojo mortal, excepto el mío, ha estado vigilándote»
Y así lo veremos salir de su casa, sin que la esposa le pregunte por ningún detalle del viaje. Se moverá con disimulo por las calles de Londres y llegará a su casa de alquiler. Y a partir de ahí, dejo que seáis vosotros los que descubráis qué se trae entre manos Wakefield. ¿Qué se propone? ¿Qué consecuencias tiene su desaparición? ¿Qué conclusiones saca de su experiencia?
Hawthorne compone un singular relato a partir de una noticia que lee en una revista o en un periódico, una historia brevísima y sencilla pero que, encierra mucho más de lo que aparenta. Wakefield es uno de esos cuentos que ofrecen tantas interpretaciones como lectores se adentren en la historia. Quizá, la única pega que le encuentro son pequeños detalles que no se tienen en cuenta en el relato, pero que forman parte de mi insidiosa mente lectora. Porque, digo una cosa, ¿cómo es posible que un hombre esté recluido durante veinte años, viviendo a dos pasos de su casa, y sin que nadie lo sepa? ¿De qué vive? Pero quiero entender que, para lo que Hawthorne se propone mostrar, son nimiedades que no hay que tener en cuenta. Eso sí, el desenlace, que deja una puerta abierta para que el lector siga reflexionando, me ha parecido algo precipitado.
Intuyo que, con este relato, Nathaniel Hawthorne pretende reflexionar sobre la relevancia del ser humano, lo vital o no que es su existencia, la huella que dejan nuestro paso por la vida, o cuánto tiempo tardan en olvidarnos. Ahí es nada. Muchas veces es mejor no preguntarse tales cuestiones.
En este cuento, el papel del narrador es bastante dinámico. No será un simple espectador de la travesura de Wakefield, sino que se permite la licencia de darle consejos desde su posición privilegiada, tratándolo con condescendencia, en algún momento dado. Estas intervenciones del narrador me han resultado divertidas y no exentas de razón, pues el propio Hawthorne, en la recreación de los hechos, juzga la actitud y el comportamiento del protagonista.
En cuanto al estilo, anoté en mi libreta: "¡Madre mía, qué forma de narrar!". Y es que, con la literatura, me pasa igual que con el cine, que suelo decir que ya no se hacen películas como las de antes. Nathaniel Hawthorne demuestra en este texto una elegancia sin igual, con una prosa exquisita y brillante, que transforma una historia simple en un relato colosal.
Como digo, la edición de Nórdica está ilustrada por Ana Juan. Sin duda, estos dibujos en tonos grises recrean perfectamente la atmósfera de Londres, en unos días lluviosos en los que Wakefield llegará a conclusiones dolorosas.Por otra parte, el hecho de que sea una edición bilingüe confiere al libro un valor extra.
En definitiva, Wakefield, -me intriga el nombre del personaje pero no he sabido averiguar por qué se llama así-, es un relato breve, que leerás en una hora escasa y, que cuenta una historia singular, con reflexiones sobre la vanidad y el paso del hombre por el mundo.
Por cierto, hay una película titulada Sr. Wakefield, basada en este relato, y una versión de la historia escrita por el norteamericano E.L. Doctorow.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
Puedes adquirirlo aquí: