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JÚLIA PERÓ: 'Este libro es una bañera y todo lo que hay dentro soy yo'

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Los jóvenes vienen pisando fuerte. Alzan la voz para expresar su pensamiento, su alegría y también su dolor, porque este, no tiene nada que ver con la edad. Creemos que la juventud es una continua fiesta, que los jóvenes tienen una vida simple, sin miedos, sin angustias, sin preocupaciones. "Ya verás cuando crezcas y te hagas mayor", solemos escuchar. Sin embargo, hay jóvenes que se hacen mayores de un día para otro, porque la vida no discrimina, y si tiene que dar un zarpazo lo hace sin mirar la fecha de nacimiento. 

Júlia Peró conoce el dolor. Miró de frente a la muerte y tuvo que aceptarla como compañera de viaje. Durante mucho tiempo la sintió a su lado sin poder hablarle, hasta que un día encontró la forma de dialogar con ella. Lo hizo a través de sus textos, de sus palabras escritas que fueron el hilo de sutura de sus heridas. 

Esta joven escritora, nacida en Barcelona en 1995, acaba de publicar un libro lleno de dolor y de bálsamo. En Anatomía de una bañera (Planeta), Júlia Peró se reconstruye, resurgiendo de sus cenizas.

M.G.- Júlia, aunque has participado en alguna antología, este es tu primer libro en solitario. Sé que vienes del arte. Me gustaría que me hablaras un poco de ti y de por qué has escrito este libro.

Júlia P.- Me dedico al diseño gráfico y soy directora de arte. Es con lo que me gano el pan. Pero, por otro lado, hago otras muchas cosas: activismo femenino, escribo, fotografío... Me gusta decir que soy un artista multidisciplinar, porque abarco muchas disciplinas dentro del arte.

En cuanto al libro, te diría que, cuando empecé a escribirlo, no sabía que al final se convertiría en libro. En el pasado me ocurrieron ciertos sucesos, algunos más traumáticos que otros. No podía hablar de ellos, no podía verbalizarlos. El sistema que me ayudó fue escribir sobre ello.

M.G.- En la introducción lo resumes muy bien. Dices que "el cometido era vaciarme de toda esta tristeza".

J.P.- Totalmente. Es así.

M.G.- Me parece muy llamativo el título, Anatomía de una bañera. En esa misma introducción dices que en las bañeras te ha ocurrido lo mejor y lo mejor. ¿Qué simbología tiene una bañera para ti?

J.P.- El suceso más impactante de mi vida pasó dentro de una bañera. Fue lo que me empujó a escribir. En el mismo libro, cuento que no hacía más que escribir sobre ese hecho y, por lo tanto, solo escribía de esa bañera. De alguna manera, de tanto escribir autobiográficamente sobre ese suceso ocurrido dentro de una bañera, yo misma me convertí en una bañera. También hice una mirada hacia atrás y me di cuenta que hay muchas cosas en mi vida que me han marcado, y que han ocurrido dentro de bañeras. Terminé por personificar la bañera, por convertirme en ella, por todo lo que me ha marcado. Por eso se llama Anatomía de una bañera porque, en realidad, es la anatomía de mí misma. Este libro es una bañera y todo lo que hay dentro soy yo.

M.G.-  ¿De qué nos hablas en tus poemas? Los primeros son muy duros.

J.P.- El libro tiene tres partes muy diferenciadas. En la primera hablo principalmente de la muerte y el duelo por un ser querido, pero de una forma diferente. La he vivido de manera muy cercana, converso con ella y la trato como si fuera casi mi compañera. En esa parte escribo tanto sobre ese suceso que me ocurrió que, mientras más escribo, menos daño me hace y, por lo tanto, menos necesidad tengo de escribir sobre ello.

Cuando empiezo a convivir con la muerte y a superar aquel hecho, me abro a otras cosas que recojo en la segunda parte. Me enamoro de otras personas, sufro un desamor, que es casi un segundo duelo.

En la tercera parte, cuando supero el segundo duelo, me doy cuenta que he cambiado. Ya no soy la misma persona de la primera y de la segunda parte. He crecido, ha surgido una nueva Júlia y, por lo tanto, sufro otro tercer duelo por la antigua yo. En esta parte aparece el feminismo, la seguridad, abandono todas las culpas y las debilidades de la primera y la segunda parte, que me habían pesado mucho y no me habían dejado avanzar. 

M.G.- Estas tres partes corresponden a textos de años concretos.




J.P.- No es así exactamente. Esas fechas no reflejan los años en los que escribí esos poemas, sino los años en los que los viví. Por ponerte un ejemplo, un poema de la primera parte puede que lo viviera en 2012, pero no conseguí escribir de ello hasta 2015.

M.G.- Este libro entonces es la materialización de un proceso de cicatrización de heridas.

J.P.- Totalmente, es así. No se puede decir mejor.

M.G.- Los poemas de la muerte me gustan mucho. ¿Pensamos mucho o poco en la muerte?

J.P.- Creo que pensamos mucho pero de una manera que, a mí especialmente, no me ha ayudado. El hecho de que me hayan enseñado a pensar en la muerte como algo malo, algo a lo que temer, te hace estar constantemente preocupada porque llegue. En el libro, intento hablar con ella, hacerme su amiga, para seguir hablando de ella, pero de forma muy distinta.

M.G.- Me gusta cuando hablas de la diferencia entre la muerte inesperada y la muerte que se acerca. Y también esa visión de la muerte como una forma de perder al ser querido pero también de retenerlo. Es una visión muy esperanzadora.

J.P.- Me gustan las palabras que has usado porque eso significa que mi intención se ha entendido. En este libro, hay muchos tipos de conversaciones con la muerte. A veces le estoy agradecida. Otras veces la culpo. Al final, termino por darme cuenta de que, el hecho de hablar con la muerte es una forma de hablar conmigo misma. Me ha ayudado mucho a quitarle valor pero, a la vez, a añadirle un valor distinto.

M.G.- Júlia, ¿y cómo definirías tu poesía?

J.P.- Es sincera. Es un adjetivo muy claro o poco poético pero, a la vez, lo es mucho. Bueno, esta definición sirve exclusivamente para este libro. Actualmente estoy trabajando en otros, y si me preguntaras por ellos, elegiría otro adjetivo. En este libro, he escrito porque lo he necesitado, y he escrito lo que he necesitado.

M.G.- ¿Y qué es lo que más te inspira?

J.P.- Lo que me va pasando a mí y a la gente de mi alrededor.

M.G.- En este libro no solo encontramos poemas sino que también hay prosa. ¿Lo definirías como un poemario?

J.P.- No es un poemario. Es una bañera. Y no lo llamaría poemario porque me da mucho miedo esa palabra, al igual que me da mucho miedo la palabra poeta. No soy poeta, sino escritora. Escribo a través de muchos sistemas y desde muchas perspectivas, y hacia textos completamente diferentes.

M.G.- Haces uno de un lenguaje, hipotéticamente, inclusivo. Utilizas expresiones como "nosotres mismes", "amigues". Es llamativo.

J.P.- Este libro no es político, no es feminista pero, a la vez, es evidente que, quien lo escribe, lo es. Por lo tanto, se nota en la manera de escribir, de igual modo que un autor es machista en su forma de escribir, aunque no esté hablando de machismo. En mi día a día hablo así, me expreso así. Creo que es la forma más respetuosa e inclusiva de hablar. Por lo tanto, si yo hablo de una forma inclusiva en la calle, en el libro también.

M.G.- Háblame de esa actividad feminista. ¿Qué piensas del momento que estamos viviendo?

J.P.- Es un momento muy importante. Por un lado, es muy fácil, por todo lo que hemos conseguido. Por otro, también es muy difícil, por todo lo que aún hay que conseguir. En esta sociedad, hemos avanzado muchísimo pero si rascas un poco, te das cuenta de que todavía falta mucho por hacer. Creo que toda ayuda es necesaria. Hay que conseguir que la gente abra los ojos y no solo los hombres, sino también las mujeres. No concibo una forma no feminista de vivir. 


M.G.- ¿Y qué tres cosas debe ser o tener un lector para conectar con tu poesía?

J.P.- De hecho, ninguna. La única cosa que necesitas para leerme es querer hacerlo. Nada más. Luego vendrán implícitamente otras cuestiones, relacionadas con tu forma de pensar pero, antes de nada, debe estar la intencionalidad.

M.G.- Hay algunos poemas que son simplemente una palabra, una línea. He apuntado unos cuantos como "Haces frío" o "La muerte me sonrío". Y hay uno especialmente bonito que dice: "Ojalá no tengas que hacerme daño para olvidarte". ¿Qué es lo que más daño te hace?

J.P.- Te diría que yo misma, aunque cada vez menos. No hay nadie que más daño me pueda hacer que yo misma. Creo que nos pasa a todos. Yo soy la que más me conoce, la que más se repudia, la que más se culpa y la que más se exige. 

M.G.- Hablábamos antes de que este libro es un camino hacia la cicatrización de heridas. No sé si al terminar de escribirlo te sientes curada totalmente.

J.P.- Bueno, sí. El objetivo principal de este libro, más allá de querer ser leída, era poder explicar cosas que no podía explicar con la palabra en ese momento. A medida que iba escribiendo, iba sanando, hasta tal punto que hubo un momento en el que me estaba preocupando más por la palabra exacta, la ortografía o la gramática que por los sentimientos en sí. Eso dio pie a darme cuenta de que ya estaba curada, de que había aprendido a vivir con lo que pasó.

M.G.- Júlia, ¿a quién lees? ¿Cuáles son tus referentes?

J.P.- Cuando empecé a escribir este libro, no tenía realmente ningún referente porque empecé a escribir antes de que me empezara a gustar leer. Después han venido Alejandra Pizarnik o Marguerite Durás. Hay muchos poemas que me recuerdan a Gloria Fuertes, por su sencillez. También me gusta Cortázar, aunque no me agrada nombrar a escritores masculinos porque siempre veo en ellos alguna tilde de masculinidad tóxica, algún comentario que me duele. Alessandro Baricco también es un referente para mí. Tiene muchas cosas recalcables negativamente, pero otras que son increíbles. 

M.G.- De acuerdo. Pues lo vamos a dejar aquí. Te agradezco que me hayas atendido. Espero que la vida te sonría y que este libro sea solo el principio de un largo camino.

J.P.- Ojalá. Muchas gracias.

Sinopsis: Esto no es un libro. Es una bañera. Y me preguntaréis cómo esta bañera puede tener estas esquinas. Es cierto que podría parecer un libro. Por aquello de las páginas o su olor, las cubiertas, el tamaño, todo este texto o la capacidad y ganas que tienen sus hojas de doblarse. Pero no. No lo es. Es una bañera. Una bañera de mármol, porque desde pequeña así lo he creído. Y cuando empecé a grabar en este mármol mis palabras yo misma también me convertí en una.

Antes de bañera, fui niña. Luego crecí por acumulación de gotas saladas y dejé de serlo. O no, no sé. Nada dura salvo lo que ya no está. Después de eso empecé a escribir. A escribir sobre las cosas que me han llevado a ser una bañera. A escribir sobre cómo coser caricias. Sobre cómo a veces no se destierra a quien se va, sino a quien se queda. Sobre dejar de ser y aprender a perder. Sobre aquellos silencios que nunca me parecerán incómodos. Sobre que nada es de nadie o sobre los tipos de sed que hay. O sobre las agujetas que tengo a veces por echarme de menos, por ejemplo. Y en esta bañera también me he preguntado muchas cosas. Cosas difíciles de responder: ¿por qué nunca he llorado por no llorar lo suficiente?, ¿cuál será mi última palabra?, ¿cuánto dolor cabe en una persona? Esta me la sé: 230 litros. Exactamente todo lo que cabe en una bañera.





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