Las novelas de Mamen Sánchez siempre nos lo hacen pasar bien. Acostumbra a escribir historias divertidas y amenas, llenas de frescura y humor, que te dejan un buen sabor de boca. Se encuadran dentro de lo que se conoce como feelgood, o lo que es lo mismo, esas historias en las que los dramas se resuelven fácilmente, mostrando escenarios apacibles e idílicos, en los que los lectores nos gustaría perdernos. Este tipo de novela no tiene más pretensión que entretenernos durante unas horas. Para eso están concebidas y no hay que pedirles más. Sin embargo, creo que a todos nos gusta de vez en cuando adentrarnos en un relato que simplemente nos permita apearnos de la rutina y de las preocupaciones diarias durante unas horas, y eso es lo que consigue Mamen Sánchez con sus novelas Eso es lo que ha conseguido con su última publicación, Costa Azul.
M.G.- Mamen, he leído prácticamente todos tus libros. Por eso, y teniendo en cuenta que es la primera vez que conversamos, me gustaría preguntar si hay un cambio de registro entre aquellas primeras, como Agua del limonero, y estas últimas. ¿Son impresiones mías o es así?
Mamen S.- Puede ser, pero no fue conscientemente. Cuando uno hace tareas creativas, van pasando etapas y se van produciendo cambios. Lo que sí me he dado cuenta es de que cada vez escribo con un estilo mucho más depurado, en el sentido de que antes utilizaba más adjetivos y más descripciones, y ahora no.
M.G.- Estas últimas novelas sí se engloban clarísimamente en lo que se llama el feelgood, esas novelas que se leen con sumo agrado, te divierten y te dejan una sonrisa en los labios. En estos tiempos, en el que nos rodean tantas malas noticias, ¿es el género que más necesitamos?
M.S.- Sí, creo que sí. Mi editora dice que este año necesitamos doble ración de verano y pienso que tiene razón. Este es un libro que ha salido justo en un momento muy oportuno, después de que hayamos pasado estos meses de cuarentena y de confinamiento, de preocupación y enfermedad. En cualquier otro momento, los lectores podrían haberse interesado por otro tipo de literatura. Pero ahora apetece mucho una novela como esta. Costa Azul es fresca, muy divertida, y te hace sentir bien. Además te traslada a escenarios agradables y bonitos, con romance, amor y diversión.
M.G.- Estoy totalmente de acuerdo. Es una historia muy disparatada. ¿Cómo se te ocurre?
M.S.- Un día de trabajo normal, me encontré con una noticia que empezó a parecer en muchos medios. Resulta que cuando abrieron los documentos privados de Achille Van Acker, el primer ministro belga de los años 50, se reavivó un rumor que surgió en aquella época. Se decía que el rey Balduino había tenido un romance con su madrastra, cuando él tenía 20 años. Aquello fue una historia escandalosa. Empecé a pensar en todo aquello, planteándome si podía haber sido real o no, y me imaginé todo aquel ambiente, un tanto "conspiranoico", lleno de espías, con la Guerra Fría como telón. Poco a poco, comenzaron a surgir todos los personajes de la novela en mi cabeza. Quería que la posible historia de amor real estuviera de fondo pero que no fuera la protagonista de la trama. Y así fue cómo surgió uno de los personajes principales, Pierre Pierlot, un investigador privado al que envían a la Costa Azul para indagar sobre ese posible romance. A partir de ahí, empiezan a aparecer el resto de personajes que van desfilando por la novela. Algunos de ellos iban a tener su papel principal, y otros fueron naciendo y creciendo sobre la marcha.
M.G.- Esta novela parte de un hecho real pero claro, todo lo demás es pura ficción. Porque, investigación no hubo, ¿no?
M.S.- No, no... Hay que tener cuidado porque la gente puede pensar que, dentro de lo que cabe, se está leyendo una novela histórica. Esto es una novela de ficción, basada en una época real, con escenarios reales, muchos de los personajes que aparecen son reales, y muchas de las anécdotas y curiosidades que se cuentan en el libro también lo son. Pero la trama, el argumento en sí, eso es pura ficción. Es una invención.
De todas maneras, esto ya lo había hecho en otras novelas. Por ejemplo, en La flor y nata, los personajes protagonistas somos mi hermana y yo, aunque transformadas en personajes de ficción. Y en La hora de las mujeres sin reloj, se cuenta la historia de la relación de amistad y tormento entre Harper Lee y Truman Capote. Es una técnica que me parece interesante y me facilita la labor de escribir, porque siempre hay un pie en la realidad. Hasta te sorprendería la de casualidades que se producen. Empiezas a escribir una historia y a veces te das cuenta que algunos personajes se conocieron realmente y tuvieron una relación. Hay una mezcla entre realidad y ficción que me parece mágica.
M.G.- Pero para incorporar todas esas anécdotas y curiosidades, habrás tenido que indagar en esos años. Habrá algo de documentación.
M.S.- Claro, claro. He leído libros, artículos, y he visto muchas películas porque las películas también me daban muchas pistas sobre los ambientes, la ropa, el tipo de conversación que se tenía, el humor del momento. Por otra parte, como yo trabajo en la revista Hola, he tenido acceso a todas las publicaciones que hicimos en el verano del 56. Tomé del archivo dos tomos y me los llevé a casa.
M.G.- (Risas) Qué bien.
M.S.- Síiiii (Risas). Y me han ayudado a ver cómo se entendían las cosas en su época, qué personajes estaban de moda, cuáles eran famosos. Hay algunas anécdotas que salen de las noticias que publicamos en aquellos años. Por ejemplo, el hecho de que la reina Isabel Gabriela de Baviera viajara a Varsovia para ir a un concierto de Chopin, fue un escandalazo porque, en aquella época, atravesar el telón de acero era complicado. Fue una noticia que sorprendió mucho. Otra anécdota de aquel verano fue la boda de Grace Kelly y Rainiero. Por entonces, ya corrían rumores de que ella estaba esperando un bebé.
M.G.- Pero Mamen, el ambiente de Niza, de la Costa Azul, todo era glamur y fiestas. Parece como si la gente no tuviera penas. Ese fue el retrato que se hizo de aquel lugar y de aquellos años, ¿no?
M.S.- Es cierto que había una dosis grande de frivolidad pero esta gente, con una vida maravillosa, fiestas y yates, también tenían su drama por dentro. Todas esas personas acababan de pasar una guerra. Tenían ganas de divertirse y pasar página, pero en algunas de estas familias, seguro que hubo grandes desgracias y muchos corazones rotos. Es algo que se ve también en la novela. Por ejemplo, la madre de Pierre ha perdido un hijo en la guerra y eso le produce una gran tristeza. Y al final de la novela, aparece otro personaje, una condesa, que también vive un drama porque le desaparecieron sus hijos. Es una época luminosa pero que viene de la oscuridad.
M.G.- La novela es muy coral. Aparecen y desaparecen bastantes personajes, algunos con más protagonismo que otros. ¿Con cuál te has divertido más?
M.S.- Me he divertido muchísimo con uno que, en realidad, no iba a tener tanto protagonismo. Me refiero a Marguerite, la mujer de Robert De Foy, el jefe de los Servicios de Inteligencia. De hecho, el propio De Foy ni siquiera iba a tener un gran papel. Pero al final, esa mujer se ha ido haciendo fuerte, ha ido demostrando la personalidad que tiene. Es muy graciosa y muy revolucionaria para su época. Ha salido sola.
M.G.- Los escenarios son magníficos. El Hotel Negresco tiene cierto protagonismo, y lo ha tenido en otras novelas y películas. Pero también hay villas que existen realmente. ¿Cómo has hecho para hablar del interior de esas mansiones?
M.S.- Hay algunas que se pueden visitar. Por ejemplo, la villa Ephrussi de Rothschild, donde se supone que se alojan el rey Balduino y su madrastra, se puede visitar e incluso puedes hacer una visita por Internet. La villa Leopolda es también muy conocida. Y luego está la villa Favorita, donde vive otro de los personajes de la novela, Gúdula. Esa villa la conocí en un viaje que hice con mi hija Margarita a la Costa Azul. Por entonces yo ya tenía la novela en mente y me iba fijando en todo lo que podía. Y un día que íbamos en un tren turístico, la vi sobre una colina. Nos bajamos del tren, y nos fuimos a ver la villa. Llamamos a la puerta, nos abrió una señora que estaba limpiando y le dije que quería visitar la villa porque la quería alquilar. ¿Qué te parece?
M.G.- (Risas) Ingenio puro.
M.S.- La mujer llamó al propietario y le dio permiso para que nos hiciera una visita guiada maravillosa. Yo me iba fijando en todo, y haciendo todo tipo de preguntas como si realmente fuera a alquilar la villa. Tan en mi papel estaba que cuando nos fuimos, mi hija me preguntó sorprendida si la íbamos a alquilar de verdad. La pobre estaba toda ilusionada. (Risas)
M.G.- (Risas) El dueño se habrá quedado esperando a que le alquiles la casa.
M.S.- Sí, sí,.. Bueno, imagino que con esto del coronavirus, habrá pensado que he cambiado de idea. (Risas)
M.G.- Verdad, tienes justificación.
Oye Mamen, la novela recuerda mucho a ciertas películas, a Atrapa a un ladrón, por ejemplo.
M.S.- Bueno, es que esa película la he visto como cuatrocientas veces.
M.G.- Es muy buena. Y luego también recuerda a esos otros largometrajes que son comedias de enredo, tan divertidas y llenas de malentendidos. Esta novela respira mucho del cine.
M.S.- Muchísimo. Una de las vías de documentación fue el cine, precisamente. Tengo una amiga a la que le gusta mucho el cine clásico, y me hizo una lista de películas. He visto un montón de la época para empaparme del ambiente.
M.G.- ¿Y nunca te han propuesto llevar alguna de tus novelas al cine? Son muy divertidas.
M.S.- Hubo una propuesta de serie pero no salió adelante. Yo creo que son un poco caras de hacer.
M.G.- Pero creo que, con tanto humor, funcionarían muy bien. Y por cierto, el humor en literatura es un arma que no todo el mundo sabe usar bien. Es difícil hacer reír a través de una novela. ¿Cómo te manejas con este recurso?
M.S.- Soy más de hacer reír que de hacer llorar. Me cuesta mucho llorar. Pero este tampoco es un libro de carcajadas, aunque sí tiene un tono simpático.
M.G.- Tú te lo tienes que pasar genial escribiendo estos libros.
M.S.- No te lo puedes ni imaginar. Me lo paso fenomenal y se me pasan las horas volando. Me resulta muy divertido.
M.G.- Te lo pasas bien tú y nos lo haces pasar bien a nosotros, con esta novela que te la lees en nada, porque es tan entretenida, tan refrescante y divertida, que también a nosotros se nos pasan las horas volando con su lectura.
Mamen, te agradezco que me hayas atendido y que pases un feliz verano.
M.S.- Muchas gracias. Igualmente.
Sinopsis: Julio de 1956. El primer ministro belga Achille van Acker lo tiene todo organizado: ha tomado las medidas necesarias para que los ciudadanos disfruten de 12 semanas de asueto y ya tiene lista su casita del lago donde tiene planeado pasar unas idílicas vacaciones. Sin embargo, una inesperada amenaza se cierne sobre este plan impecable. Nada menos que una que puede hacer tambalearse los cimientos sobre los que descansan los pilares del Estado: la mismísima monarquía.
Según se rumorea en todo el país, desde las peluquerías a los despachos oficiales, el joven rey Balduino, tímido y soltero, mantiene un romance con su madrastra Lilian de Rethy. No hay ninguna certeza, pero sí preocupantes indicios. La situación se vuelve crítica cuando los dos sospechosos realizan un viaje a la Costa Azul. El ministro, para inmenso disgusto de su mujer, tendrá que posponer sus planes y organizar toda una misión de espionaje, enviando a Niza al mejor superagente secreto, el inefable Pierlot.
En principio, nada puede salir mal y, sin embargo, la misión se convierte en un puro disparate cuando, en el bien trazado plan de Pierlot para espiar a la real pareja, se cruza una aristocrática mujer, lamentablemente tan hermosa como intrigante.
Según se rumorea en todo el país, desde las peluquerías a los despachos oficiales, el joven rey Balduino, tímido y soltero, mantiene un romance con su madrastra Lilian de Rethy. No hay ninguna certeza, pero sí preocupantes indicios. La situación se vuelve crítica cuando los dos sospechosos realizan un viaje a la Costa Azul. El ministro, para inmenso disgusto de su mujer, tendrá que posponer sus planes y organizar toda una misión de espionaje, enviando a Niza al mejor superagente secreto, el inefable Pierlot.
En principio, nada puede salir mal y, sin embargo, la misión se convierte en un puro disparate cuando, en el bien trazado plan de Pierlot para espiar a la real pareja, se cruza una aristocrática mujer, lamentablemente tan hermosa como intrigante.