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NOEMÍ SABUGAL: 'El carbón es la base de la historia de nuestro país y merece ser contada'

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¿Alguien en la sala ha tenido un bisabuelo, un abuelo, o un padre minero? Conozco muy poco de ese mundo, al que tan solo me he asomado a través de películas o documentales, desde la comodidad del sofá de casa. Recuerdo aquella ocasión en la que unos mineros chilenos quedaron atrapados en una mina. Fue en 2018, y creo que el mundo siguió de cerca el proceso de rescate. ¿Pero qué sabemos realmente de este trabajo? ¿Qué clase de vida han tenido los mineros? ¿Qué pasa con las minas en la actualidad?

La escritora y periodista Noemí Sabugal publica Hijos del carbón (Alfaguara), «un viaje físico y sentimental por los principales entornos mineros de España para retratar las implicaciones culturales, económicas y sociales del cierre de las minas de carbón». Sabugal es bisnieta, nieta e hija de minero. Partiendo de sus recuerdos familiares, la escritora hace un retrato de un mundo en extinción. 

Hace unos días hablamos con la autora. Dejo aquí el resumen de nuestra conversación. 

[Fuente: Pablo J. Casal]

Marisa G.- Noemí, lo primero que llama la atención es la peculiaridad de este libro. Has escrito novela, ensayo, cuentos y biografías pero, ¿qué es exactamente Hijos del carbón?

Noemí S.- Pues Hijos del carbón es un libro híbrido, como son las propias cuencas mineras, que tienen en su interior personas de muchas provincias distintas, e incluso de países distintos. Diría que es un ensayo pero literario. Dentro de esto, se puede decir que hay una parte de libro de viaje, otra parte de memorias, y otra más de periodismo narrativo.

M.G.- También es un homenaje, un homenaje a tu familia y a todas las familias que han vivido de la minería.

N.S.- Sí, sí, uno homenaje y un ejercicio de memoria, de recordar cómo se ha vivido y cómo se vive aún. Pero, sobre todo, es un intento de transmitir y explicar ese trabajo tan duro, como fue la extracción del carbón. Duro y también muy importante, porque de él dependieron la energía que todos empleábamos.

Hasta el 2018, el carbón fue la tercera fuente de producción de energía. Bien es verdad que la mayoría de ese carbón no procedía de las minas españolas, sino que era un carbón de importación para las térmicas. Pero este trabajo es el que ha creado todo el siglo XX, porque la minería era lo que movía los trenes, los barcos, lo que alimentaba todas las industrias, fueran del tipo que fueran. Ahora tenemos el petróleo, los plásticos nos rodean, usamos la gasolina para el coche y el gasoil para la calefacción, pero antes éramos hijos del carbón. El carbón es la base de la historia de nuestro país y merece ser contada.

M.G.- En este libro hay mucha implicación personal porque tú eres hija y nieta de mineros, pero también hablas de otras personas que se han llevado toda la vida vinculados a la minería. ¿Desde qué enfoque has escrito este libro?

N.S.- La parte personal estaba más que justificada. Además me parecía valioso partir de un interés personal y familiar, que además tenía el valor de lo colectivo. Si contaba alguna cosa de mi familia, como la silicosis de uno de mis abuelos o el accidente que sufrió el otro, no lo cuento como algo excepcional. En todas las familias hay abuelos con silicosis, accidentados y muertes. Lo que ocurrió en mi familia es algo compartido con otras que han vivido y trabajado en las cuencas mineras, o que todavía viven y trabajan en ellas. Así que partía de lo personal, pero siempre en dirección a lo colectivo.

M.G.- Nada más abrir el libro encontramos un mapa geográfico donde figuran señaladas las cuencas mineras de España. ¿Cómo ha sido ese viaje a esas cuencas?




N.S.- He visitado las cuencas principales en las que se extrae carbón. He intentado hablar de todas, aunque hay que tener en cuenta que hubo muchísimas minas y muchísimos pueblos en las cuencas. He procurado mostrar las similitudes y diferencias que podían existir entre unas y otras, aunque hay más de las primeras que de las segundas. Hay una identidad muy marcada en todas ellas. 

M.G.- He leído con mucho interés el capítulo en el que te centras en Sevilla y Córdoba. Concretamente hablas de las minas de Villanueva del Río y Minas (Sevilla), donde se emplearon esclavos para las minas. Esto creo que no era así en ninguna otra cuenca, ¿no?

N.S.- No. Fue algo que descubrí al paso. Cuando fui a Villanueva del Río y Minas no esperaba encontrarme con la historia de los esclavos africanos. En realidad, al contar la historia del carbón, también estoy contando la historia del país. Villanueva del Río y Minas es una de las zonas de España con las minas más antiguas. Allí se empezó con la explotación en el siglo XVII, y los primeros mineros fueron esclavos africanos. En ese pueblo, se recuerda con una placa, un memorial minero como otros tantos que  hay en otras cuencas, los primeros muertos que murieron en la mina. Y fueron precisamente esclavos africanos. Aquella anécdota me permitió tirar del hilo para hablar de ese terrible pasado esclavista de España, que no se recuerda mucho. Sevilla y Cádiz fueron puertos esclavistas y esta circunstancia está muy ligada incluso al flamenco. No sé si has visto el documental Gurumbé. Canciones de tu memoria negra, en el que se habla de cómo el flamenco se enraíza con las danzas africanas. Es un documental que te recomiendo. Así que fue una suerte encontrarme con aquella historia, porque no he encontrado en España ningún otro monumento o recuerdo como el de Villanueva.

M.G.- Sé que has hablado con muchas personas, te has ido entrevistando con mineros y sus familias. ¿Hay algún testimonio que te haya impactado especialmente?

N.S.- No sabría elegir. Han sido muchos los testimonios que me han impactado. Por ejemplo, tuve la suerte de contar con la colaboración de una mujer de León, de la comarca del Bierzo, que había trabajado en las líneas de baldes de las minas de carbón de la zona. Hoy tiene casi noventa años, y ella recuerda que su padre había estado en los barracones de mineros de Fabero, un pueblo de esa comarca. El hombre estuvo preso, trabajando en las minas. Desde el año 37, se abrieron barracones mineros donde convivían mineros presos y presos convertidos en mineros, que trabajaban en las minas para empresas privadas. Era uno más de los trabajos forzados, como otros tanto que hubo, para hacer pantanos o carreteras. Me pareció muy importante el testimonio de esta mujer, que recordaba todos esos años que estuvo alejada de su padre, y cómo iba a visitarlo. Me parece importante porque forma parte de la historia de España, de su periodo de represión y de la dictadura.

Y luego, está Máximo Álvarez que se libró de un accidente gravísimo en León, o el testimonio de Tamara Espeso o de Raquel Alonso, que son dos mineras que perdieron a sus padres en las minas. De hecho, Tamara trabaja en el mismo pozo en el que su padre falleció. Son cosas que, desde fuera, son difíciles de entender.

M.G.- Aprovecho que mencionas a las mujeres mineras para preguntarte por ellas. En el libro hay una foto en la que se ve a algunas jóvenes en esos baldes. ¿Cómo fue la incorporación de la mujer a un trabajo como este?

N.S.- La minas de carbón han necesitado tanta mano de obra que las mujeres siempre estuvieron ligadas a él. En los años 30, 40 o 50, las mujeres se encargaban del cribado del carbón o del traslado. También había lampisteras o vagoneras. Con los años fueron desplazadas del sector laboral porque tenían que casarse y tener hijos. Pero es importantísimo recordar que las mujeres desarrollaron toda una red de asistencia para los trabajadores, que llegaban sin familia y sin ningún lugar donde quedarse. Ellas se encargaron de las pensiones, de las labores de limpieza o de los comedores.

Más tarde, con la democracia, sí regresaron a la mina como mineras contratadas. Sin embargo, no fue un paso franco. En el libro cito el caso de una mujer que denunció a la empresa Hunosa en el año 85, por no ser admitida. El proceso acabó con una sentencia del Constitucional, siete años después, que falla en favor de la mujer. Quiero decir que, la incorporación de la mujer al trabajo extractivo, tuvo que pasar por peleas judiciales. El trabajo extractivo ha sido siempre algo muy masculinizado. No obstante, cuando piensas de forma amplia, las mujeres fueron esenciales para el desarrollo de todos los servicios que se daban en las cuencas mineras.

M.G.- Y hablando de esos servicios,  lo que había alrededor de la mina era todo un microcosmos. Los mineros podían encontrar allí un poco de todo.

N.S.- Sí. Al necesitar mucha mano de obra, a los trabajadores había que darle unas facilidades mínimas. Pero era una cuestión de interés y no de bondad. Por eso las empresas construían casas para los mineros que se desplazaban allí desde cualquier lugar de España. También hicieron escuelas para los hijos y construían hospitales, un servicio indispensable porque se producían accidentes constantemente. Y de ahí, se crearon desde un equipo de fútbol hasta una piscina. Era lo que se llamaba el paternalismo industrial.  La empresa adoptaba el papel de padre-patrón. Si te fijas, padre y patrón tienen el mismo origen etimológico.




M.G.- Noemí, ¿te ha influenciado de alguna manera ser bisnieta, nieta e hija de mineros?

N.S.- Sin duda, sí. A todos nos conforma nuestra historia personal. El trabajo en las cuencas mineras conlleva mucha conciencia de clase. Puede parecer algo antiguo pero no lo es. Los mineros han sido también un ejemplo de lucha por sus derechos. Siempre se han sabido hacer ver, reclamando mejoras en las condiciones de trabajo. De hecho, las han conseguido. Quizá haber vivido en ese ambiente me ha hecho ser muy consciente de las cuestiones laborales, de las condiciones de trabajo, de los derechos de los trabajadores.

M.G.- Y siendo un trabajo tan duro y peligroso, ¿se puede amar el trabajo de la minería? ¿Puede existir una relación amor-odio?

N.S.- Perfectamente. Es algo que explican muy bien los que ha trabajado en la mina. Como te decía antes, ellos conforman una identidad,  que es la que conduce al orgullo de ser minero.  Hay un cierto orgullo creado por una auto-conciencia de ti mismo y del lugar que ocupas. Pero, por otra parte, también es un trabajo que te puede costar la vida, o que le ha costado la vida a un familiar. Sí, es una relación amor-odio que fuera de las cuencas mineras es muy difícil de entender. Es un choque porque es un trabajo que te ha dado de comer, que ha sido la vida y la muerte de muchas familias. Es complicado. 

M.G.- Se han cerrado muchas minas, ¿por qué? ¿Han dejado de ser rentables? ¿Se han agotado los yacimientos?

N.S.- La cuestión económica va por delante de la ecológica. En diciembre de 2018 se acabaron las ayudas para la extracción de carbón en toda Europa. Empiezan a desarrollarse otras formas de producción de energía. Esto es algo que ya se sabía desde hace tiempo. Las empresas decidieron que ya no les era rentable la explotación de la mina. Y las térmicas, más de lo mismo. Las nuevas normativas de emisiones obligaban a hacer una apuesta fuerte para reducir esas emisiones o bien cerrar. 

Ahora están surgiendo nuevos proyectos eólicos y de huertos solares que terminarán donde antes estaban las térmicas, porque estas tenían redes muy potentes de distribución de energía. O espero que sea así, para que se creen oportunidades laborales en esas zonas que han vivido de las minas desde siempre. 

M.G.- Porque el minero que se ha llevado toda su vida trabajando bajo tierra, si le cierran la mina, ¿de qué vive?

N.S.- En los últimos tiempos había poca gente en activo. Aquellos que pudieron se prejubilaron, pero el resto eran jóvenes que dependían de industrias auxiliares. Estos, al igual que los trabajadores de las térmicas, fueron despedidos y están buscando una solución. Pero ya no es solo ellos, los últimos mineros y los últimos trabajadores de las térmicas, sino que si no se crean nuevas oportunidades laborales, sus hijos se tendrán que marchar de las comarcas. 

M.G.- Y para terminar, a los potenciales lectores, ¿qué les dirías para animarlos a leer esta novela?

N.S.- Pues que los que pertenecen a las cuencas mineras se van a sentir reconocidos en lo que cuento y van a ver reflejada su vida. Creo que es un acto de justicia darles voz. Y los que se acerquen desde el desconocimiento, me gustaría que descubrieran hasta qué punto fue un sector importantísimo para el país, con unas características muy duras. 

M.G.- Corroboro lo que dices porque, basta con asomarse a algunos pasajes, para entender que es un trabajo durísimo, que merece la pena conocer. Noemí no te robo más tiempo. Gracias por atenderme.

N.S.- Gracias a ti, Marisa.

Hijos del carbón se presentó virtualmente hace unos días en Madrid. Acompañó a Noemí Sabugal, el también escritor Julio Llamazares. Dejo aquí el vídeo del acto.





Sinopsis: «Nos mancharemos las manos y la cara de carbón y caminaremos por una senda que está a punto de quedar borrada.»

Hijos del carbón es un libro que se va a leer durante años y, por ello, solo se podía haber escrito ahora. En esta obra tan singular, mezcla de autobiografía, memoria, ensayo y reportaje, Noemí Sabugal narra sus recuerdos de infancia ligados a las minas de carbón y se embarca en un viaje por los principales entornos mineros de España: Galicia, Asturias, León, Palencia, Córdoba o Teruel. En cada una de las etapas conversa con trabajadores de los pozos, con políticos, con vecinos o con comerciantes, todos ellos afectados por una transición energética que conlleva el fin de una cultura y de una forma de comprender el mundo.

Las implicaciones económicas y sociales del cierre de las minas tendrán su correlato en las vidas de todos los «hijos del carbón», que ahora buscan un futuro nuevo y una nueva energía con la que poder ponerse de nuevo en pie.



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