¿He dicho ya que soy fan de Enfermera saturada? Seguro que sí. Me gusta el humor, me gusta el género ilustrado y me gusta pasármelo bien, cuando me siento a leer. Son tres componentes que siempre encuentro en los libros protagonizados por Satu, esa enfermera divertida y guasona, que va dando tumbos de hospital en hospital, y compartiendo con los lectores cualquier anécdota divertida que le ocurra. De Enfermera Saturada, o de Héctor Castiñeira (así se llama su creador) he leído todo lo que se ha publicado: La vida es suero, El tiempo entre suturas, Las uvis de la ira, Suero de una noche de verano, El paciente siempre llama dos veces, El silencio de los goteros, El guardián entre el ibuprofeno.Estos libros, que los lees en una sentada, mientras esperas el autobús o estás en la sala de espera del médico, son como caramelitos dulces que te dejan un fantástico sabor de boca. Hasta la fecha, el humor ha sido siempre la característica principal en las historias escritas por este autor, pero un día llegó una pandemia, y Satu tuvo que ponerse seria.
La publicación de Nosotras, enfermeras despertó mi curiosidad desde el primer momento.¿Cómo nos iba a contar Satu, siendo un personaje tan divertido, algo tan serio como una pandemia? ¿De qué modo nos iba a ser partícipes, esta vez, de lo mal que el personal sanitario lo estaban pasando en los hospitales? Hace unos días tuve la oportunidad de hablar con Héctor Castiñeira sobre su última publicación. Se me quedaron muchas preguntas en el tintero, pero ahí van una buen ramillete de ellas.
[Foto de Archivo. 2017] |
Héctor C.- Bueno, yo creo que sí. Qué te voy a decir. Creo que es necesario dejar por escrito todo lo que hemos vivido en los hospitales, todo a lo que nos hemos enfrentado los profesionales. Es importante que toda esa gente, que estaba en sus casas durante la cuarentena, conozca lo que estaba ocurriendo detrás de los muros de los hospitales. Y es especialmente importante que todos aquellos que, a día de hoy, todavía no se toman muy en serio el virus, se conciencien.
M.G.- Pero, el enfoque de esta historia ha tenido que cambiar con respecto a las anteriores. Te habrás tenido que enfrentar a esta desde otro punto de vista. Hablas de cosas muy serias.
H.C.- Totalmente. En este hay que ponerse muy serio. Los libros anteriores son de humor. Hasta ahora, mi experiencia narrativa ha sido con literatura de humor. En realidad, me senté a escribir todo esto sin tener en mente la idea de un libro. Simplemente, necesitaba dejar por escrito todo lo que estaba viendo, y viviendo en el hospital. Era una manera de desahogarme. Luego pensé en volcar todas aquellas anotaciones en un libro pero claro, no podía partir del humor. Era impensable hacer humor con una pandemia, la enfermedad y la muerte. Así que este libro, ha sido también un reto para mí.
M.G.- De todos modos, Héctor, Enfermera saturada es un personaje que se caracteriza por su sentido del humor. Aunque en este libro se aborde una temática muy seria, al personaje se le escapa a veces esa chispa.
H.C.- Sí, hay pequeños toquecitos de humor. Son dosis pequeñitas que también han existido en el hospital, en el día a día de la primera oleada. Era algo muy necesario, que nos ayudaba a sobrellevar todo lo que vivíamos. Pero, desde luego, este libro no se parece en nada a los anteriores. Aquí, el humor es algo anecdótico.
M.G.- Se cuenta en el libro que vivíais como mucha incredulidad, asombro y perplejidad todo lo que nos llegaba desde China. Hay un momento en el que Satu y sus compañeras flipan cuando leen que las enfermeras chinas se rapaban el pelo para que el gorro les encajara mejor.
H.C.- Es que nos sorprendió un montón. Desde España lo veíamos como si fuéramos espectadores de una película. Por entonces, ver a las asiáticas raparse la cabeza era algo que nos parecía muy lejano, a pesar de la gravedad de los sucesos que estaban ocurriendo allí. En febrero, estábamos convencidos de que el virus no nos iba a llegar, que era algo que estaba pasando a miles de kilómetros y que no iba a alterar nuestro día a día. Pero llegó. Vimos que era una realidad y tuvimos que cambiar nuestra forma de trabajar y reorganizar el hospital de arriba a abajo.
M.G.- El ciudadano de a pie ha escuchado muchas teorías en estos meses, incluso algunas de carácter conspiranoico. Vosotros, los profesionales, qué pensáis de este virus. ¿De dónde viene esto, Héctor?
H.C.- Mira, es un virus respiratorio como en su día fue el SARS o el MERS. La aparición de coágulos o la pérdida de gusto y olfato son síntomas raros y poco frecuentes en los virus respiratorios, salvo en la Covid-19. Y la neumonía que el coronavirus provoca es un poco más dura que con otros virus respiratorios.
Nosotros no manejamos ninguna teoría extraña sobre el origen de este virus. Creemos que es un virus respiratorio que ha saltado, por lo que parece, del murciélago como otros muchos coronavirus. La parte buena es que cada vez sabemos más cosas de él, pero en la primera oleada nos cogió a todos muy desorientados.
M.G.- ¿Y os estáis enfrentado a esta segunda oleada, quizá, un poco más relajados?
H.C.- Relajados, no. Sobre todo, por la tendencia de casos. El miedo que tenemos ahora mismo es que los meses de invierno sean tan duros como prevemos que van a ser. Si todo sigue así, lo vamos a empezar a notar en el mes de enero. Confiamos en el quehacer de los políticos y esperemos que los ciudadanos se lo tomen en serio, y apliquen esas cuatro medidas básicas para evitar los contagios.
M.G.- Uf. La esperanza está en que seamos responsables y nos portemos bien, durante las navidades.
H.C.- Ojalá. Hay que apelar a la responsabilidad individual. Entiendo que son fechas muy importantes, pero que no pasa nada si no nos podemos reunir con la familia y los amigos esas noches.
M.G.- Volviendo al libro. Se narran algunas situaciones que Satu vive con algunos pacientes a los que atiende. ¿Esas escenas corresponden a situaciones reales que ha vivido Héctor?
H.C.- Son escenas reales, sí. Lo único que cambia es el nombre de los pacientes. Antonio y Lorena no se llamaban así. La primera paciente que tuve era esa mujer embarazada que vemos en el libro. Tenía un montón de miedo y de dudas, como es lógico. Estaba muy asustada y continuamente nos preguntaba qué le iba a pasar a su hijo. No sabíamos qué decirle. Buscábamos información pero, en todo el mundo, solo encontramos dos casos de mujeres embarazadas con coronavirus. Era todo nuevo y no podíamos darle información.
M.G.- Y viviendo estas cosas en el hospital, ¿cómo hacéis para que luego no os llevéis toda esta carga emocional a casa? ¿Cómo conseguís cerrar los ojos y dormir?
H.C.- Es que no fuimos capaces. De ahí también la idea de escribir el libro. Personalmente, poner por escrito todo esto, me ayudó un poco a sobrellevar toda la dureza que estábamos viviendo. Estamos acostumbrados a trabajar con la vida y la muerte y, en circunstancias normales, ves a muchos pacientes que fallecen, pero lo hacen rodeados de sus seres queridos. Sin embargo, ahora los pacientes fallecen solos, sin la compañía de los suyos. Tú eres la única persona que está a su lado. No eres de la familia, no eres un ser querido, sino un extraño, pero eres la única persona que puede estar ahí, consolándolo. Eso te afecta muchísimo y es muy duro tener que hacer videollamadas de despedida entre el familiar y el paciente. Todo ese peso se te va quedando en la mochila, y llega un momento en que no puedes tirar más. Por eso, hay muchos compañeros de baja y otros tantos están acudiendo a terapia dentro de los mismos hospitales.
M.G.- Es muy difícil digerir eso. Pero, me quiero centrar ahora en la parte crítica del libro. Habéis estado en primera línea de batalla, sin suficientes equipos de protección, e incluso batallando con ciertos compañeros que eran bastante desaprensivos.
H.C.- El robo siempre es criticable, pero si encima lo perpetra un personal sanitario, dejando a sus propios compañeros totalmente vendidos, eso no tiene nombre. Que a alguien no le importe dejar a sus compañeros desprotegidos ante un contagio es algo muy doloroso.
En el libro, la crítica está presente porque nos vimos durante unas semanas muy solos y muy abandonados a nuestra suerte. Vimos como el New York Times nos llamaba sanitarios kamikazes. Y es que nos sentíamos así, con bolsas de basura y utilizando la misma mascarilla durante una semana. Usábamos lo único que teníamos a mano. Nos sentimos como peones sustituibles, que iban a la guerra
M.G.- ¿Y ahora os sentís más valorados? ¿Compensaron los aplausos, teniendo en cuenta que, todavía hoy, hay un sector de la población que hace lo que quiere?
H.C.- Hoy pediría que no volvieran los aplausos y que, a cambio, la población fuera más responsable. En cualquier caso, durante aquellas primeras semanas tan duras, los aplausos nos ayudaron mucho. Ver a la gente saliendo a los balcones de manera espontánea, para darlos las gracias y su apoyo, nos hizo sentir que no estábamos solos. En realidad, no había necesidad de dar las gracias porque este es nuestro trabajo pero, lo estábamos pasando tan mal, que nos reconfortó mucho.
M.G.- En la era de los aplausos, se comentaba que íbamos a convertirnos en mejores personas, que íbamos a cambiar...
H.C.- ¡Uy! (Risas)
M.G.-... pero a estas alturas de la película, eso ya no se lo cree nadie.
H.C.- Con que no salgamos peores, casi que me doy por satisfecho. Es cierto que todos nos esperanzamos, pensando que esto nos iba a enseñar a ser mejores personas pero no...
M.G.- Somos unos egoístas.
H.C.- Sí, pero ya lo comprobamos en abril. En algunas comunidades de vecinos, los aplausos fueron sustituidos por notitas en las que se pedían a los sanitarios que se fueran a vivir a otro lugar. Es decir, con los aplausos nos agradecían pero oye, no regreses a tu casa después del trabajo. Mejor, vete a otro lugar. Entendemos que se tuviera miedo, pero también había mucho prejuicio e ignorancia.
M.G.- Y tú, que eres embajador de la iniciativa Salud sin bulos, ¿qué me dices de todas las fake news y los bulos que salieron durante aquellos meses? Con esto de los bulos, no termino de comprender qué beneficio se obtiene y qué cabeza es la que maquina todas estas informaciones falsas.
H.C.- Bulos hay todo el año, sobre un montón de enfermedades. Por lo que veo, hay como dos vertientes. Por un lado, está el bulo que busca venderte algo o intenta desprestigiar un marca o un producto en concreto. Por otro, tenemos los bulos que buscan hacer daño porque sí. Por supuesto, el coronavirus no iba a ser inmune a los bulos. Al principio, vimos muchos mensajes que se hacían casi virales, en los que se anunciaba una cura milagrosa, que las instituciones sanitarias no querían difundir, no sé bien por qué oscuro propósito. Ojalá hubieras tenido entonces una cura milagrosa, que hubiera impedido que tantas y tantas personas perdieran la vida.
M.G.- ¿Y qué me dices de los negacionistas?
H.C.- Es incomprensible que, con tantos fallecidos, con tantas personas que han tenido que ser ingresadas, a las que la Covid-19 les ha dejado secuelas, aún haya personas que digan que esto es mentira, que el virus no existe, y que hay un plan por parte del personal sanitario. Bueno, si esto es un plan de los sanitarios nos está saliendo muy mal. Muchos se han contagiado en la primera ola, y se siguen contagiando, por no hablar de los que han fallecido. Quiero pensar que todo esto es fruto del miedo, del temor que produce enfrentarse y convivir con un virus nuevo, que nos conduce a una serie de teorías conspiranoicas. Y ahora, con la vacuna, están los que dicen que intentan colocarnos un chip pero, ¿para qué? Si todos llevamos el móvil en el bolsillo y con eso ya estamos más que controlados.
M.G.- (Risas) Es que es alucinante. Bueno Héctor, para ir terminando. A Satu le queda una larga vida, ¿verdad?
H.C.- Pues espero que sí. Me gustaría que Satu fuera recuperando el humor, pero de momento lo tengo que dejar aparcado. Ojalá el año que viene puede sacar otro título, pero no te puedo decir en qué tono y cómo será. Solo espero que no sea necesario escribir una segunda parte del coronavirus y todo esto se termine pronto.
M.G.- Bueno, material sigues teniendo.
H.C.- Sí, es verdad. Yo sigo llevando esa libretita en la que voy anotando todo lo que me voy encontrando.
M.G.- Pues Héctor, muchas gracias por atenderme y muchas gracias por lo que estáis haciendo por todos nosotros.
H.C.- Gracias a ti por el interés. Y ahí seguimos en los hospitales, atendiendo a los pacientes, y cuidándolos lo mejor que sabemos y lo mejor que podemos.