Autor
Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) es licenciado en filología hispánica por la Universidad de Zaragoza y desde 1985 reside en Alemania. Fue miembro del Grupo CLOC de Arte y Desarte. Considerado ya como uno de los narradores más destacados en lengua española, es autor de las novelas Fuegos con limón (1996), Los ojos vacíos (2000, Premio Euskadi), que junto con Bami sin sombra (2005) y La gran Marivián (2013) conforman la «Trilogía de Antíbula», El trompetista del Utopía (2003), Viaje con Clara por Alemania (2010), Años lentos (2012, VII Premio Tusquets Editores de Novela y Premio de los Libreros de Madrid) y Ávidas pretensiones (Premio Biblioteca Breve 2014). Como cuentista, además de Los peces de la amargura (2006, XI Premio Mario Vargas Llosa NH, IV Premio Dulce Chacón y Premio Real Academia Española 2008), ha publicado El vigilante del fiordo (2011). A estos títulos se añaden los ensayos recogidos en Las letras entornadas (2015). En 2016 Fernando Aramburu nos ha entregado con Patria su novela definitiva sobre la vida en Euskadi bajo el terrorismo.
Sinopsis
Es difícil empezar a leer las historias en principio modestas, de una engañosa sencillez de Los peces de la amargura, y no sentirse conmovido, sacudido –a veces, indignado– por la verdad humana de que están hechas, una materia extremadamente dolorosa para tantas y tantas víctimas del crimen basado en la excusa política, pero que sólo un narrador excepcional como Aramburu logra contar de manera verídica y creíble. Un padre se aferra a sus rutinas y aficiones, como cuidar los peces, para sobrellevar el trastorno de una hija hospitalizada e inválida; un matrimonio, fastidiado por el hostigamiento de los fanáticos contra un vecino, esperan y desean que éste se vaya de una vez; un joven recuerda a su compañero de juegos, que luego lo será de atentados; una mujer resiste cuanto puede los asedios y amenazas antes que marcharse... A manera de crónicas o reportajes, de testimonios en primera persona, de cartas o relatos contados a los hijos, Los peces de la amargura recoge fragmentos de vidas en las que sin dramatismo aparente, de manera indirecta o inesperada –es decir eficaz–, asoma la emoción y, con ella, la denuncia y el homenaje.
«Patria» es una de las palabras que más ha resonado en este 2020, solo superada por otra que no pienso mencionar. «Patria» ya fue una palabra que sonó mucho en las conversaciones del año 2016, cuando Fernando Aramburu publicó su novela, considerada como la definitiva. De aquel éxito vinieron estos, la novela gráfica firmada por Toni Fejzula y el propio autor (puedes leer la reseña aquí) y la adaptación televisiva producida por HBO, cuya emisión -un total de ocho capítulos- se produjo entre el 27 de septiembre y el 8 de noviembre. Ha sido una serie muy alabada. Me gustó la estructura, la disposición narrativa de la historia, pero no conecté con las actrices y actores que interpretaban a Bittori y a sus hijos. Tampoco me gustó nada la caracterización de Joxe Mari y su madre, una vez que había que mostrarlos más avejentados por el paso de los años. Por cierto, poco he leído sobre el documental Patria: detrás de la serie, tan interesante de ver como la propia serie, y que nos muestra el backstage del rodaje, con intervención del director, actores y miembros del rodaje.
Pero Fernando Aramburu no aborda la temática terrorista por primera vez con Patria. Ya lo hizo en 2006, cuando publicó Los peces de la amargura(Tusquets Editores). Aquel volumen de relatos, que va por su sexta edición, ya contenía los mimbres necesarios para la construcción de su novela más famosa. A lo largo de diez relatos vamos a encontrar todos los elementos que sucumben ante la onda expansiva del terrorismo y los atentados.
* Los peces de la amargura. Dando título al volumen, este cuento narra la historia de una joven de veintinueve años, víctima colateral de un atentado. A través de un fraseo corto inicial, la historia ahonda sobre la destrucción de la vida, aunque la víctima siga respirando. El manto de la tristeza cubrirá definitivamente a estos personajes, de ahí que cada párrafo termine con la palabra exacta, triste. En el relato, que gana fuerza cuando se narra el atentado y sus consecuencias, conoceremos a Juani, la madre de la víctima, que tanto me ha recordado a Miren, en su trato con Josean (sendos personajes de Patria).
«La hija replicó que nadie contara con ella para formar un hogar feliz». [pág. 21]
* Madres. Con un inicio que recuerda a los cuentos infantiles, este relato narra la historia de la Toñi, una joven madre de tres hijos, cuyo marido -guardia municipal-, fue asesinado por ETA. Si la Toñi sufre por la muerte del esposo, habrá otras madres que también sufrirán por la muerte de sus hijos. ¿Qué dolor pesa más? ¿Cuál es el que merece ser escuchado? En Madres, las amenazas proceden de quienes menos se esperan (como en Patria), de los tuyos, de tu gente, de tus amigos y de tus vecinos, y circularán listas con nombres escritos sobre fondo negro.
«Era, cómo les explicaría yo..., una mezcla de desánimo y compasión al ver que existen personas convencidas de que, para formar el país de sus sueños, por fuerza hay que causar dolor al prójimo». [pág. 48]
* Maritxu. Y más madres, las que se recorren cientos de kilómetros para llegar a otro punto geográfico del país (extranjero), para visitar a sus cachorros en la cárcel (como hacía Miren en Patria). Son madres que hablan entre ellas, que se apoyan, siguiendo el curso de una exquisita narración dialogada. Madres de gudaris, de guerreros que lo han dado todo por Euskal Herria. Orgullo, aunque a veces asalte la duda. Madres que encuentran justificación en los sucesos de Gernika, y que se sienten apoyadas por la iglesia vasca. Mujeres fuertes. Maridos callados. El cordón umbilical sigue intacto.
«Miraba a su hijo y no sabía qué decirle». [pág. 74]
* Lo mejor eran los pájaros. Pero también las hijas están muy presentes en estos textos, hijas que perdieron a su padre por ser guardia civil. ¿Qué le puede contar una madre a su bebé recién nacido sobre la historia de la familia? ¿Qué se le cuenta a la carne de tu carne, cuando ya te arrancaron un pedazo? Demoledor el diálogo de una madre que le habla a un hijo que aún no entiende. ¡Cuánta verdad en sus palabras!
«Me arrebataron el padre, pero el recuerdo que guardo de él lo decido yo. Ese recuerdo no es el de un hombre muerto. Tendrían que matarme para borrar su risa en mi memoria». [pág. 85]
Esto es una simple muestra de lo que contiene Los peces de la amargura. Hay víctimas colaterales, miembros de las Fuerzas de Seguridad asesinados, vecinos que tienen que soportar los ataques de la banda terrorista contra algún inquilino del inmueble, huérfanos que arrastran traumas de la infancia, madres que lloran, hombres señalados con el dedo que no pueden soportar la presión, etarras encarcelados que recuerdan su infancia, cuando jugaban a gudaris utilizando petardos.
El retrato es amplio. El terrorismo en el País Vasco visto desde diferentes ángulos, mostrando un buen ramillete de escenarios posibles. No hay ningún tipo de juicio. Simplemente estamos ante una narración ilustrativa, como el pintor que hace una copia exacta del paisaje que tiene justo enfrente, sin implicarse. Tampoco hay culpables pero víctimas, muchas. Todos los hombres, mujeres y niños que pasan por estas páginas, sean como sean, son víctimas. Incluso el etarra de Golpes en la puerta, víctima de las influencias de su entorno. Como ya pasó en la novela, o al menos a mí me ocurrió, Aramburu muestra el escenario de tal modo que el lector es capaz de entender todas las posturas, sin que por eso lleguemos a justificar la violencia.
Y a diferencia de lo que suelo hacer con los libros de relatos, esta vez me he tomado mi tiempo. No ha sido una lectura que haya acometido del tirón, en un par de días. En esta ocasión, opté por leer el volumen de manera relajada, lo que me ha permitido desconectar entre historias, impedir que los hechos de la previa me influyeran a la hora de adentrarme en la siguiente. En realidad, esta es la mejor manera de leer cuentos y relatos, dándose un respiro entre uno y otro.
Diálogos sin patrón, monólogos interiores, voces indistintas, y el peculiar uso verbal en el diálogo vasco, hay mucho de Patria en estos cuentos. Bueno, más bien al revés. Dedicado a la impureza y un glosario final que nos ayudan a entender ciertos vocablos, esta lectura es la antesala perfecta para luego lanzarse de lleno a la novela. Y si esto último ya lo has hecho, también es el colofón perfecto para esa novela de Aramburu, que marcó un antes y un después en la literatura contemporánea.
Más que recomendable.
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