Hay novelas con las que conectas de inmediato. A veces es suficiente una cubierta atractiva, o un título inquietante, o una sinopsis interesante. Son los primeros reclamos que autores y editoriales ofrecen al lector. Y en otras ocasiones, basta con una temática concreta. ETA, como trasfondo de una novela, siempre me ha atraído. Me pasa con la banda terrorista lo mismo que con los conflictos bélicos, con la guerra civil española o la Segunda Guerra Mundial. Conocer esas historias personales, en las que hombres y mujeres tienen que seguir con su vida, en una situación convulsa, despiertan siempre mi interés. Por eso sabía que Los ausentes, la última novela de Juana Cortés Amunarriz me iba a gustar.
ETA tiñó de luto este país durante muchos años. Fueron décadas negras en las que más de ochocientas personas perdieron la vida. Los que tenemos una edad, contamos en nuestro imaginario con instantáneas que reflejan los muchos y cruentos atentados que perpetró la banda. Coches-bomba, tiros en la nuca, secuestros,... fue su modus operandi. Por otro lado, el Cuerpo Nacional de la Policía, la Guardia Civil y la Ertzaintza trataron de poner freno a tanta violencia. Pero, ¿qué ocurriría si, frente a un atentado, un civil actuara por su cuenta? ¿Si devolviera la violencia con violencia? ¿Si actuara de un modo inesperado? Es lo que vamos a encontrar en Los ausentes. ETA secuestra al marido de Leire, pero ella no se quedará de brazos cruzados.
Hace unos días hablamos con la autora. Ahí va nuestra conversación.
Marisa G.- Juana, mirando tu biografía, veo que estás muy premiada en el género de relato. Si no me equivoco, Los ausentes es tu segunda novela para adultos, ¿no?
Juana C.- En realidad, es la tercera. En 2009, publiqué Memorias de un ahogado, una novela que publiqué con una editorial ya desaparecida. Y luego, en 2015, gané el Premio Tiflos con Las sombras.
M.G.- También escribes para jóvenes y para niños. Y fíjate que, después de leer esta novela tan dura, me cuesta un poco imaginarte escribiendo historias dulces.
J.C.- Eso me lo dice mucha gente. Toco muchos palos y todos son muy distintos. A pesar de los relatos y las novelas, nunca he abandonado el infantil-juvenil. Es un género que me gusta mucho, y con el que también he ganado algún premio. Creo que mis libros infantiles son muy bonitos y, por supuesto, no tienen nada que ver con esta novela.
M.C.- Se debe tener mucha flexibilidad narrativa para adaptarse a un género u otro, imagino.
J.C.- Mucha, mucha. La forma de escribir es totalmente distinta. Con el infantil-juvenil utilizo mucho el humor y me gusta usar emociones como la dulzura y el optimismo. A los niños hay que cuidarlos y facilitarles buenos estímulos. Creo que mi literatura infantil es muy reconfortante.
M.C.- Bueno, centrándonos en Los ausentes, esta novela trata sobre ETA, sobre esos últimos años de la lucha. Es un tema que a mí me apasiona. En los últimos meses, he podido leer varias novelas sobre este conflicto político-terrorista. Cada autor tiene sus propias motivaciones. Me gustaría conocer las tuyas, Juana.
J.C.- Aunque vivo en Madrid, y mi padre era de Sevilla, soy vasca. Nací allí y prácticamente toda mi familia está allí. Residí en el País Vasco durante los años 80 y 90, por lo que me tocó vivir aquellos años tan terribles. Toda aquella violencia la recordamos ahora con novelas y documentales. Siempre he tenido un poso que no acababa de entender, cómo podíamos vivir casi día a día en estado de shock. Todos los días había noticias terroríficas. Todo aquello nos marcó muchísimo.
Sobre este tema ya escribí un relato que publiqué en 2009. Se titulaba La mujer partida. Era un texto que hablaba sobre la violencia, y narraba la historia de una mujer que recibe una llamada, comunicándole el secuestro de su marido por parte de ETA. Ella decide actuar por su cuenta. Aquel relato de diez páginas ha sido la semilla de esta novela, que me ha costado muchísimo escribir.
M.G.- Este tipo de novelas también sirven para que no olvidemos aquellos años que, aunque duros, están ahí. Y sirven para explicar a las generaciones más jóvenes esa etapa de España, porque muchos no saben nada de esos años.
J.C.- Tienes razón. Hay muchos jóvenes que desconocen lo que ETA significó para España. El otro día me contactaba una lectora de veinticinco años, por Instagram, y me decía que ella desconocía por completo todo lo que pasó. Ellos no lo vivieron porque no habían nacido, o bien era muy pequeños, y no recuerdan nada. Además, en los libros de textos, tampoco se habla de estos asuntos con mucha profundidad. Así que me parece bien que toda esa información les llegue, aunque sea a través de la literatura.
M.G.- La novela narra un doble secuestro. Uno de ellos responde a esa ley del Talión, ese ojo por ojo. Es decir, vamos a ver una acción inesperada por parte de un personaje frente a una acción terrorista. Me parece un punto de partida muy original porque, no me consta que una situación, como la que se plantea en el libro, ocurriera realmente. Es decir, que un civil reaccionara violentamente contra una acción de ETA, ¿verdad?
J.C.- Que yo sepa, no. Yo he concebido esta trama como pura ficción, aunque una ficción muy dolorosa. Leire es una víctima que reacciona frente al secuestro de su marido por parte de ETA. La desesperación la hace recurrir a la violencia, y se va transformando. Es un personaje que se quiebra, que se parte y se convierte en otra cosa. Con este texto he querido investigar hasta donde somos capaces de llegar, qué consecuencias estamos dispuestos a asumir, hasta qué punto estamos dispuestos a ahondar en nuestra peor parte, aunque sea con el objetivo de salvar a alguien. Es un tema muy complejo, por eso esta novela tiene muchas vueltas.
M.G.- ¿Y cómo te has adentrado en un personaje como Leire, una mujer que tiene que actuar con frialdad?
J.C.- Me basé un poco en la intuición porque, como hemos hablado antes, no me inspiro en ningún hecho real. Tenía que construir un personaje que se mantuviera todo el tiempo en tensión, sin caerse emocionalmente porque si duda, no va a poder hacer lo que ha pensado. Por otro lado, también tiene que deshumanizar a la persona que secuestra para poder llevar a cabo la acción. La violencia que ella emplea es muy forzada, y le va pasando factura todo el tiempo.
M.G.- Hay otros muchos personajes, que también tienen sus luces y sus sombras. ¿Pero tú dirías que Leire es la piedra angular de esta novela?
J.C.- Sí, sí... Realmente es el personaje que más me interesaba, el que más se transforma y cambia. El resto de los personajes, esos miembros del comando ya vienen con su violencia incorporada. Han cometido delitos de sangre con anterioridad y utilizan la violencia como si tal cosa. Pero ella está todo el rato cambiando, tiene que ir adaptándose a las circunstancias, por difíciles que sean. Para mí ha sido un personaje complicado de construir. Me he encontrado que hay lectores que empatizan en todo momento con ella, y otros que no la soportan, que no pueden seguirla porque lo que hace también es muy doloroso.
M.G.- De entre los etarras, conoceremos a Kuti, el portavoz de la banda. Es un personaje del que vamos a percibir también un lado algo más humano, vamos a contemplar su vulnerabilidad, ¿verdad? A mí me ha parecido algo muy novedoso en la figura de un etarra.
J.C.- Con este tema hay que tener mucho cuidado porque se pueden herir sensibilidades. Kuti es solo un portavoz. Él no está metido en lo que es el comando en sí, ni tiene delitos de sangre. Kuti habla y defiende por una cuestión ideológica, pero es un personaje que sigue con su vida, que tiene su familia, que sale y entra. Todo lo que le ocurre lo convierte en una víctima de la violencia ajena, y terminará siendo consciente de lo que es el dolor de los otros. Su situación es muy complicada.
Es verdad que los he humanizado porque he tenido que trabajar con ellos. He intentando mostrar por qué hacían esas cosas, por qué Kuti es portavoz, por qué toma esa postura y defiende la ideología de ETA. Yo no pretendo excusarlos pero tenía que entender el porqué de Kuti, o por qué el resto del comando hace lo que hace. Necesitaba saber cómo han llegado hasta ahí y las dudas que tienen, por qué unos apuestan por la violencia, u otros quieren dejarlo. Además son personajes que reflejan los distintos momentos que tuvo la banda cuando empezó a plantearse si seguía con la lucha o no, lo que originó, a su vez, muchas guerras internas. Todo eso se va a ver reflejado en estos personajes.
M.G.- A pesar de ser un thriller sobre ETA, aquí no tiene cabida la Ertzaintza. No has querido que la policía intervenga en la trama o no, al menos, con mucho peso.
J.C.- Es que no quería hacer una novela policiaca. Aparecen porque tienen que estar ahí, porque tienen cumplir ciertos papeles. No quería hacer un policiaco, sino que fuera una historia con la familia por un lado, y los etarras, por otro lado. Si metía a la Ertzaintza, entonces necesitaba un policía protagonista que fuera solucionando una serie de problemas. Y la novela no es eso porque, al final, tampoco se soluciona nada, no se desvela un misterio. Simplemente vemos cómo esas acciones que se van acumulando, terminan por explotar. Así que, el papel de la policía es muy secundario. Solo aparecen para cubrir pequeñas parcelas de la novela.
M.G.- Has comentado que entre ellos existía una guerra interna. Vamos a ver esas fricciones que se producen entre los que son más veteranos y la sangre nueva de ETA, que concibe la lucha armada de otra manera.
J.C.- Así es. Intenté crear perfiles diferentes para que representaran diferentes posturas. Algunos miembros apostaban por la violencia porque no concebían una lucha sin violencia, y otros tenían muchas dudas. Querían dejarlo pero no se atrevían porque no era fácil salir de ese mundo. Todo eso está representado en la novela, a través de perfiles distintos que he ido sacando de las lecturas de los periódicos o de los documentales.
M.G.- Roque, es uno de esos perfiles etarras que está en constante dilema moral.
J.C.- Sí, sí. Roque no es un personaje real. Está basado en cosas que yo he escuchado, en las que me he ido inspirando para darles vida, para que hablaran y actuaran de un modo u otro en la novela. Roque es un personaje muy complejo porque tiene muchas dudas. Es un hombre que tiene una edad, y empieza a plantearse qué ha hecho con su vida. Después de tantos años con las manos manchadas de sangre, ahora se pregunta para qué. Roque se siente cansado, y siente cómo sus ideas se les van cayendo a trozos.
M.G.- La acción transcurre prácticamente en dos días, ¿no?
J.C.- Sí, un par de noches. La acción es muy rápida en tiempo, porque creo que no llega ni a cuarenta y ocho horas. Es una novela que tiene muchísimo ritmo.
M.G.- Tratándose de ETA, la violencia no puede faltar. Pero también tocas otros temas. Por ejemplo, hay un personaje que sufre bullying, y otro que se siente tentado por la maternidad.
J.C.- He trabajado el bullying en relatos para niños. Es algo muy dramático que me pone los pelos de punta. El personaje que sufre acoso en la novela se llama Ander, es un niño con un perfil muy sensible, y a la vez muy inteligente. Con este tipo de personajes a veces uno siente que están condenados, que no pueden huir de su destino.
M.G.- Hablando de Ander, te adentras mucho en el mundo del cómic infantil. Lo manejas muy bien.
J.C.- Hay escenas en las que el niño no se encuentra bien, en las que delira y ve imágenes. A Ander le gustan mucho los superhéroes, y él es precisamente todo lo contrario. Su fantasía, su mundo interior, su irrealidad, juegan un papel importante en la novela.
M.G.- Pero ¿has tenido que indagar en el mundo del cómic o ya tenías un conocimiento previo?
J.C.- Sí, indagué. No quería poner el típico superhéroe. Elegí Zarpa de Acero porque me gustaba. Cuando escribes siempre tienes que indagar un poco.
M.G.- En los escenarios no creo que hayas tenido que indagar mucho porque tú, habiendo nacido en Hondarribia, te conocerás bien todos los lugares que aparecen en la novela, ¿no?
J.C.- Sí, claro. Hondarribia ya fue escenario en otra de mis novelas. Ahora me he decantado por Irún, que está pegado, y es una ciudad fronteriza y más grande. Aunque ahora vivo en Madrid, tengo los espacios muy claros. Salen algunos pueblos de lo que es el País Vasco francés, como San Juan de Luz. Pero la acción también se traslada a Navarra, a la foz de Arbayún. Esa parte la conocía menos, pero la elegí porque es un sitio como muy desolado y muy agreste. Además me venían bien los tiempos para desarrollar la acción.
M.G.- Algo que me ha gustado mucho es esa sensación de fatalidad que planea sobre toda la historia. El lector, que sabe mucho más que los personajes, gracias al narrador omnisciente, siente que las decisiones que los personajes están tomando no son las correctas, que se van equivocando y eso genera mucha tensión.
J.C.- Lo has dicho muy bien. La palabra fatalidad es muy acertada. El lector sabe que la cosa no va a terminar bien. Sabe que las improvisaciones no van a traer nada bueno. Todo son giros y giros, piezas que caen y hay que recolocarlas,... Es verdad, que esa sensación de fatalidad está siempre muy presente en la historia.
M.G.- Juana, me gustaría hablar del desenlace. Hace un momento has dicho que no todos los misterios se solucionan al final. He llegado a pensar que nos espera una segunda parte. No sé si se me escapa algo, pero tengo la sensación de que me han quedado algunas cosas en el aire.
J.C.- A ver, es complicado hablar de desenlace si no queremos destripar el final, pero creo que está todo atado. Los pocos personajes que saben realmente qué ha pasado en esta historia no van a actuar. Para ellos, no tiene sentido emprender alguna acción. Ya han visto el dolor que los acontecimientos ha provocado en unos y otros. Así que, todas las personas que podían actuar no lo van a hacer. Por primera vez, han optado por la vida y la familia. Superar lo que les ha ocurrido es muy complicado, tanto para unos como para otros.
M.G.- Por último, el título, Los ausentes, tiene mucho que ver con las víctimas de ETA. Me parece una manera muy tierna de nombrarlos.
J.C.- Es una palabra bonita con un significado poético. El ausente es esa persona que no sabes dónde está y de la que tampoco sabes si está viva o muerta. Era una palabra que encajaba muy bien con la idea de secuestro y también con esa idea de algo que nos falta, que hemos perdido. Creo que es un buen título.
M.G.- Pues Juana, muchas gracias por atenderme y felicidades por tu novela.
J.C.- Muchas gracias a ti por la lectura.
Sinopsis: Temerás a quien ya no tiene nada que perder. Un thriller psicológico en el que la víctima no se rinde
País Vasco, 2007. Tras el fracaso de la última tregua, ETA prepara un nuevo golpe para demostrar su cuestionada fortaleza. Dos encapuchados secuestran a punta de pistola a Bixen Alzola, profesor de universidad y defensor de la vía pacífica como única alternativa para solucionar el conflicto vasco. Cuando su mujer, Leire, recibe la llamada de la organización terrorista reivindicando la acción, siente que su mundo se resquebraja. Sabe que las posibilidades de que su marido salga indemne son mínimas. Durante esa larga noche, Leire toma una decisión: hará todo lo que esté en su mano para salvar la vida de su marido.
¿De qué será capaz? ¿Hasta dónde está dispuesta a llegar? Y ¿qué precio va a pagar por ello? Porque ya nada será igual. No hay vuelta atrás. Nunca la hay cuando se traspasan ciertos límites.
Los ausentes es una novela sobre la violencia, violencia que paulatinamente irá arrastrando a todos los personajes, sin que nadie, ni nada, logre detenerla.