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PEPE COLUBI: ❝Lo único que preocupa a Pipi es pasarlo bien y llegar a final de mes❞

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A Pepe Colubi lo conocemos actualmente porque participa, junto a Javier Coronas y Javier Cansado, en Ilustres ignorantes, un programa de televisión que empezó a emitirse en Canal+ allá por noviembre de 2008 y que en 2016 pasó a emitirse en #0, el canal de Movistar+. Muy vinculado con el mundo de la música, comenzó en esto de la literatura hace unos cuantos años, cuando publicó California 83, lo que fue la presentación de Pipi, su alter ego que ya lleva protagonizadas tres novelas en total. Esta tercera andanza lleva por título Dispersión, y sobre esta nueva novela conversamos hace unos días. 

©@ Jesús Aparicio

Marisa G.- Pepe te conozco de la tele, de lo que te conocemos mucha gente, y leyendo la biografía que aparece en la solapa del libro, veo que has hecho muchas cosas: prensa, televisión, radio, ensayo, novela,...Te falta la poesía, el teatro, y no sé si plantar un árbol y tener un hijo, porque los libros ya lo tienes...

Pepe C.- (Risas) He hecho muchas cosas en mi vida. Si miro para atrás, flipo un poco. Por mí, ya estaría. No tengo grandes ambiciones, por lo menos en lo que a escribir se refiere. He escrito cientos y cientos de artículos, de entrevistas, de reportajes y guiones. Si me dicen hace quince años que iba a tener tres novelas publicadas con una cierta continuidad, hubiera pensado que era mentira. De momento, estoy contento con el camino recorrido que, hasta ahora, ha sido largo y fructífero. 

M.G.- Dispersión es tu nueva novela, protagonizada por Pipi, un personaje al que ya conocimos en California 83 y Chorromoco 91. ¿De verdad que no hay necesidad de leerlas por orden?

P.C.- Hombre, si lees Dispersión y te interesa mucho, puedes hacer flashback. La realidad es que es una trilogía muy cronológica. California sucede en el 83, Chorromoco en el 91 y Dispersión abarca la década de los 90. Se pueden leer en orden, claro que sí, pero no es necesario porque cada una es autoconclusiva, y todas las referencias a las novelas anteriores están incluidas. 

M.G.- ¿Y cómo te da por escribir estas novelas y crear a este personaje? ¿En qué momento de esa vida que tienes, con tanta actividad, surge esta idea?

P.C.- Nunca hubo un plan premeditado. Estuve en California en el año 83 y durante veinte años estuve contando anécdotas a mis amigos, porque me pasaron muchas cosas allí. Pero un buen día, un amigo muy cercano me comentó que, en esas historias que contaba, había una novela y ahí surgió la idea, sugerida por este amigo. Pero después de aquella conversación tardé un par de años en ponerme a escribir. Hasta que me puse, y empecé a escribir una ficción entreverada con sucesos reales que me pasaron allí. Y después de escribirla, aún tardé cinco años más en encontrar editorial. Pero la novela era un fin en sí misma. No tenía pensado una continuación ni nada similar. Sin embargo, cuando California salió en bolsillo, surgió un feedback muy potente. Mucha gente durante mucho tiempo, me escribía prácticamente todos los días. Y aquello me animó mucho a plantearme una segunda novela, Chorromoco 91, en la que metí a Pipi en la universidad. Y si ya tenía dos novelas, ¿por qué no una tercera? Y unos años después me llamó Miryam Galaz de Espasa para proponerme recuperar a Pipi.

M.G.- Entonces Pepe, estas novelas son ficción pero muy salpicadas con cosas que te han ocurrido, ¿no?

P.C.- Sí. Siempre digo que están basadas en hechos reales. Pero es que, incluso esos hechos reales, como ocurrieron hace tanto tiempo, terminas por cambiarlos ligeramente y por ficcionarlos. Lo malo es que, a veces, los ficcionas para mal porque el patetismo es muy atractivo. La manera en la que ordenas cronológicamente los sucesos tiene mucho que ver con tu forma de construir y deconstruir la realidad de lo que te ha pasado.

M.G.- Entiendo. Bueno, pues abro Dispersión, y lo primero que me encuentro son dos citas. Una es de Lucía Berlín y la otra de Douglas Couplan. En una se habla de las cosas terribles que se cuentan con humor y en la otra, de la nostalgia. ¿Es eso lo que encontramos en este libro, cosas terribles que se narran con humor y con mucha nostalgia?

P.C.- Espero que sí. Esas citas están puestas con mucha intención. Esos dos autores y esos dos libros, de los que las citas están sacadas, marcan mi interés. Creo que contar las cosas terribles con humor es la base de la vida. En los momentos más dolorosos surge de alguna manera la comedia. El ejemplo que siempre pongo es el de los tanatorios, lugares en los que, a veces, se escuchan risas, fruto de los nervios y de la emoción. No hay nada más liberador para una familia que hacer chistes sobre el fallecido, o recordar momentos graciosos y divertidos. Es algo muy catártico.

Y luego, sentir nostalgia de lo que está pasando, según está pasando, es una visión positiva de la nostalgia. No es echar de menos, sino rebozarse en un sentimiento de plenitud por vivir lo que estás viviendo.

M.G.- Pepe, me acabas de recordar algo que contaba mi madre, que el día más divertido de su vida fue en un velatorio. Además era un velatorio de estos que se hacían en los domicilios particulares. Cada vez que lo recordaba no podía dejar de reír.

P.C.- (Risas). Es que es algo tremendo. Cuando fallecieron mis padres, recuerdo esos momentos con mis hermanos, mis primos, mi familia, todos hablando de lo que cada uno había vivido con ellos, y es muy liberador. De otro modo, la angustia te come.

M.G.- Hablando de fallecimientos, aunque la novela es de humor y aborda temas como la amistad, el sexo, la relación con los padres, también hay muerte y soledad en este libro.

P.C.- Es que es parte de la vida. Si todo va bien, la muerte de los padres acontece antes que la tuya y aunque lo sabes, no hay un libro de instrucciones que te prepara para ese momento. De hecho, ni siquiera te sientes más preparado cuando ya te has enfrentado al fallecimiento de uno de los progenitores. No estás entrenado. Son circunstancias distintas, y pueden dar pie a reacciones patéticas, pero muy humanas y comprensibles. Y tampoco nos enseñan a dar pésames.

M.G.- Ah, eso es complicadísimo, sí. Bueno, Dispersión abarca la vida de Pipi durante una horquilla de doce años.  ¿Qué ha hecho Pipi en este tiempo?

P.C.- Si California trataba de los años de instituto, y Chorromoco, de los de la universidad, ahora le toca enfrentarse a la vida laboral, tal y como él la entiende. Pipi sale de la universidad con un título bajo el brazo pero, enseguida se da cuenta que tampoco le va a ayudar mucho para ganarse la vida. Pipi tiene una vida muy basada en el carpe diem y con objetivos muy minúsculos. Pero él es feliz así. Lo único que preocupa a Pipi es pasarlo bien y llegar a final de mes. El 30 o el 31 de cada mes se resetea y se busca la vida, a través de trabajos precarios pero con los que puede vivir. Eso sí, siempre en el ámbito que le gusta, para poder salir a tomar algo, a conciertos, y tener una vida lo más disipada posible. Su gran superpoder es que no tiene una previsión de futuro a largo plazo. De ahí el título de Dispersión, porque Pipi y su vida están muy difuminadas. Pipi es un disfrutón pero con una especie de hedonismo low-cost, porque no tiene grandes ambiciones en la vida.

M.G.- ¿Es más feliz que cualquier otro ciudadano con sus horarios, su trabajo, su familia, su responsabilidad? ¿Más feliz que tú y que yo?

P.C.- A su manera, absolutamente sí. Quizá le ha ido peor en la vida que a la mayoría, pero es más feliz porque él disfruta cada momento que vive. 

M.G.- Y desde aquel año 83, cuando tenía diecisiete años, ¿ha madurado? Lo digo porque veo a sus padres ahí, todavía sosteniendo al niño.

P.C.- (Risas) En ese sentido, es un afortunado porque tiene esa ventaja. Pero le salva que tiene cierto remordimiento. Siente que a ratos le ha fallado a sus padres porque, sin que ellos se lo hayan dicho, Pipi sabe que sus padres esperaban otros planes más grandilocuentes para él. Teme que en vez de un hijo, sus padres hayan tenido la Ong Salvar a Pipi, porque en los momentos de apuro económico, ellos están ahí apoyándolo, y la relación con ellos es muy afectuosa y cercana. Sus padres ven que su hijo se va ganando la vida, aunque tenga esos pequeños baches, intentando sobrevivir y salir adelante. Pipi va a tropezones, caminando hacia la madurez, aunque no termine de encontrarla en ningún sitio. 

M.G.- Y como alter ego que es, ¿qué tiene Pipi que tú envidias?

P.C.- Pues tiene esa felicidad a prueba de bombas, esa forma de dejarse llevar por los acontecimientos sin una clara preocupación sobre lo que hay más allá. Dispersión acaba con Pipi a los 40 años, preguntándose por la vida y echando de menos cosas que ha perdido, pero con una irreductible sensación de que lo mejor está por venir.

M.G.- Y vendrá, imagino, porque, con 40 años, aún le queda mucha vida a este personaje.

P.C.- Pues con la calma con la que me lo estoy tomando, no sabría decirte. Ahora mismo, creo que Pipi y yo necesitamos tomarnos un descanso y ver a gente distinta, cada uno por su lado. Más adelante ya veremos. Si ahora mismo tuviera que decir algo, diría que no, pero bueno, con Pipi nunca se sabe.

M.G.- Bueno, ya se verá, entonces. En cualquier caso, dice la nota de prensa que esta novela es un retrato generacional de los años 90. De esa década, junto con la de los 80, se habla por activa y por pasiva, con muchísima nostalgia. ¿Qué tuvieron aquellos años para que fueran tan especiales?

P.C.- Desde esta perspectiva, lo que tenían de especiales es que por entonces éramos más jóvenes. Por otro lado, la expresión "música de mi época" me da mucha rabia. Es como si la música estuviera vallada por compartimentos. Cualquier música que escuches en tu vida es de tu época, ya sea de hace quince años o de setenta y ocho. Es igual. 

La música en esta novela es muy importante, como en las anteriores, porque es muy evocadora. He hecho una lista de Spotify acorde con el libro, porque se mencionan más de ochenta canciones, de esa década. He procurado que siempre suene la canción apropiada en el momento justo. Me parece un lujo para un escritor poder decir en tres palabras el título de una canción y que, inmediatamente el lector entienda todo lo que ese momento conlleva. Por eso, parte de la fuerza nostálgica de los 80 y de los 90 viene por la música.

M.G.-Es cierto que la música está muy presente en la novela. Para empezar, desde los títulos de los capítulos. Cada uno de ellos viene encabezado por el nombre de una canción y su intérprete pero, ¿de qué manera está conectada la canción con lo que se cuenta en ese capítulo en concreto?

P.C.- En Dispersión, como cada capítulo se corresponde a un año distinto, al principio busqué una canción que fuera de ese año en concreto para, de alguna manera, situar al lector en el espacio-tiempo. Sin embargo, luego busqué canciones que tuvieran que ver más con el contenido del capítulo. Además, también he hecho una especie de selección por géneros. Solo los doce títulos de los capítulos forman una playlist muy abierta, que representa todo lo que supone la música. 

M.G.- Pero Pepe, en toda esa música que se menciona, encuentro muy poca española. ¿Esto es por algún motivo?

P.C.- No, no hay ningún motivo premeditado. Lo que pasa es que la música es inabarcable. 

M.G.- Seguimos hablando de música que sé que te apasiona. Hace unos días entrevisté a un tenor que ha publicado también con tu sello, y le pregunté por la música actual. Le pregunté por el reguetón, por Maluma, por Bad Bunny. Su respuesta fue rotunda. Me gustaría saber qué piensas tú.

P.C.-  En principio, no me cierro a ningún tipo de género musical. Por mi manera de relacionarme con la música, soy incapaz de cerrarme a algo. Siempre he escuchado de todo. El primer disco que compré en mi vida fue de Bob Marley, pero de ahí empecé con el rock progresivo, el folk, el punk,... Por supuesto, me interesó muchísimo la nueva ola con todo lo electrónico. Todo esto es muy subjetivo, claro. A mí me gusta la música que me gusta que, aunque suene a perogrullada, es así. Y la música que me mueve puede ser por motivos muy distintos.

Y en cuanto al reguetón pues contiene una de las palabras que más me interesan musicalmente, que es el reggae. Quizá no me interesa los sonidos latinos pero, indudablemente hay un origen que sí me interesa. Me gusta dejarme sorprender por cualquier género. Me ha pasado en algún bar, antes de la pandemia, que sonaba una canción que te gustaba y te ponías a indagar con el Shazam. Me parece toda una búsqueda arqueológica continua.

M.G.- Hablando de bares. El personaje se mueve por diferentes escenarios y visita diversos bares. ¿Serviría este libro como guía para conocer antros de perversión y pecado?

P.C.- Aquí hay una mezcla de muchos antros. Hay bares musicales y otros más normales. De todos modos es que, como tampoco se nombra ni la ciudad donde vive Pipi,.... Se sabe que es más o menos por el norte, pero no hay nada claro. Pero sí serviría como guía nostálgica de lo que era la vida en tiempos previos a la pandemia, especialmente la vida nocturna. 

M.G.- Es verdad porque también mencionas los conciertos y los festivales, que están actualmente parados, y que hoy nos parecen cosas de otro siglo. Todos estos festivales que se mencionan en la novela, ¿los conoces bien?

P.C.- Sí, he ido a muchos festivales. Estuve en Benicassim 97, cuando se cayó el escenario en plena tormenta. El año pasado me dio tiempo a ir al Primavera Sound, también he ido a una edición del Sonar, al Doctor Music,... En los 90 fue cuando surgieron y se consolidaron rápidamente, casi como un evento mainstream y de intercambio social. Esa sensación de comunidad, de ir de un escenario a otro, de seguir el mapa de los horarios, perderte en una barra pidiendo una cerveza,... me gusta mucho. Pero es cierto que a veces se masifican demasiado. En cualquier caso, a todas esas personas que les gusta ir de festivales, también les recomendaría que fueran en invierno a las salas de medio aforo para disfrutar de la música en directo.

M.G.-Por último, Pepe. Te voy a dar las gracias por el detalle de la púa. Siempre he querido tener una y me he llevado una sorpresa al abrir el libro y encontrarla ahí, a modo de marcapágina. Me parece un detalle de lo más original. 

P.C.- (Risas) Cada una de las novelas tiene su púa. Fue una idea que tuve con la primera y lo he mantenido. 

M.G.- ¡No lo sabía! Esta la voy a guardar con mucho cariño porque tenía muchas ganas de tener una. No toco la guitarra ni de lejos, pero me apetecía tener una.

P.C.- (Risas) Pues ahí la tienes.

M.G.- Sí. Pepe te agradezco mucho que me hayas atendido. Y nada, si los lectores lo siguen pidiendo, pues más Pipi, ¿no?

P.C.- Lo iremos viendo. (Risas)

M.G.- Feliz tarde y gracias.

P.C.- A ti.

Sinopsis: Después de presentar su año en Estados Unidos (California 83) y en la universidad (Chorromoco 91), Pepe Colubi retoma las andanzas de su alter ego en el momento en que Pipi obtiene su título académico en 1994. A base de inconstancia, falta de ambición y tendencia a no esforzarse, intentará labrarse un futuro sin doblar el espinazo. Nadie ha logrado menos con tan poco.

Pipi entra en la vida laboral sin muchas expectativas y con todas las ganas de pasárselo bien. Trabajos precarios, relaciones inestables, bares tumultuosos y conciertos desenfrenados mientras la madurez impone sus criterios. ¿Qué podría salir mal?

Una novela que consigue la empatía del lector, incluso en sus lances más patéticos, rastreros y ruines. Un canto desafinado al optimismo injustificado, a la alegría de vivir, al poder sanador de la música.





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