Autora
Claudia Piñeiro nació en el Gran Buenos Aires en 1960. Es escritora, dramaturga, guionista de televisión y colaboradora de distintos medios gráficos. Ha publicado con Alfaguara las novelas Las viudas de los jueves (2005), que recibió el Premio Clarín de Novela 2005; Elena sabe (2007), Premio LiBeraturpreis 2010; Tuya (2008); Las grietas de Jara (2009), Premio Sor Juana Inés de la Cruz 2010; Betibú, (2011); Un comunista en calzoncillos (2013); Una suerte pequeña (2015) y Las maldiciones (2017), además de relatos para niños y obras de teatro. En 2008, Alfaguara publicó un volumen de cuentos reunidos, Quién no. Por su obra literaria, teatral y periodística, ha obtenido diversos premios nacionales e internacionales, como el Premio Pepe Carvalho del Festival Barcelona Negra y el XII Premio Rosalía de Castro del PEN (Club de Poetas, Ensayistas y Narradores de Galicia). Varias de sus novelas han sido llevadas al cine. Es una de las escritoras argentinas más traducidas a otros idiomas, lo que hace que sus libros sean leídos y disfrutados por miles de lectores en todo el mundo.
Sinopsis
Hace treinta años, en un terreno baldío de un barrio tranquilo de Buenos Aires, apareció descuartizado y quemado el cadáver de una adolescente. La investigación se cerró sin culpables y su familia -de clase media educada, formal y católica— silenciosamente se fue resquebrajando. Pero, pasado ese largo tiempo, la verdad oculta saldrá a la luz gracias al persistente amor del padre de la víctima.
Esa verdad mostrará con crudeza lo que se esconde detrás de las apariencias; la crueldad a la que pueden llevar la obediencia y el fanatismo religioso; la complicidad de los temerosos e indiferentes, y también, la soledad y el desvalimiento de quienes se animan a seguir su propio camino, ignorando mandatos heredados.
Como en Las viudas de los jueves, en Elena sabe y en Una suerte pequeña, Claudia Piñeiro ahonda con maestría en los lazos familiares, en los prejuicios sociales y en las ideologías e instituciones que marcan los mundos privados, y nos entrega una novela conmovedora y valiente, certera como una flecha clavada en el corazón de este drama secreto.
[Información tomada directamente del ejemplar]
«La verdad que se nos niega duele hasta el último día». Esta frase que, si no me equivoco, aparece tres veces en Catedrales, última novela de Claudia Piñero, una en la sinopsis y dos en el propio texto, es la frase que mejor define lo que nos vamos a encontrar en la última publicación de la escritora argentina. Porque, ¿quién puede vivir tranquilamente si conocer la verdad? Cuando la duda echa raíces en nuestro interior, va creciendo sin tregua, ocupándolo todo, hasta arrinconarnos.
La trama de Catedrales gira alrededor de siete personajes, todos ellos protagonistas: Lía, Mateo, Marcela, Elmer, Julián, Carmen y Alfredo. Siete personajes que ponen su propia voz al servicio de la historia, a través de seis capítulos y un epílogo. Cada uno de ellos aportará a la trama lo que está en su conocimiento, completando uno las lagunas que va dejando el otro, hasta componer el puzle de la verdad. Pero, ¿de qué trata Catedrales? Una pincelada del argumento la encuentras en la sinopsis. Partimos de un cruel asesinato, el de Ana, -hermana de Lía y Carmen, hija de Alfredo, tía de Mateo, mejor amiga de Marcela-. A todos ellos, aquella cruenta muerte los dejó marcados para siempre. Ana era tan solo una adolescente cuando su cuerpo sin vida apareció arrumbado, «en un terreno baldío de un barrio tranquilo de Buenos Aires», descuartizado y calcinado parcialmente.
Tras la muerte de Ana, Lía rompe lazos con su familia. Dejará Argentina y se trasladará a una ciudad donde la fe y la devoción de unos dan de comer a otros. Con la única persona con la que mantiene algo de trato será con el padre, un hombre que, en ningún momento, ha arrojado la toalla y sigue tratando de averiguar qué le ocurrió a su hija. Pero el pasado nos persigue. Por mucho que queramos dejarlo atrás, el pasado siempre regresa, y treinta años después de la muerte de Ana, los acontecimientos se precipitan. A las puertas de la librería que Lía regenta, aparece su hermana Carmen. Busca la complicidad de su hermana, el apoyo, la ayuda para localizar a alguien en paradero desconocido. Y a partir de ahí, se retoman relaciones, se hacen nuevos contactos, se descubren nuevos sucesos y aparecerán unas cartas.
¿Quién asesinó a Ana? ¿Quién tenía motivos para sesgar de cuajo una vida que comenzaba a florecer?¿Y por qué cometer tremenda tropelía de ese modo, desmembrando su cuerpo, prendiéndole fuego? Aunque se llevó a cabo una investigación, no hubo conclusiones decisivas. El crimen quedó en un limbo, sin esclarecer, hasta que, treinta años después, la verdad sale a la luz.
Claudia Piñeiro teje una trama familiar, donde cada uno de los personajes irá desnudándose, dejándonos ver, poco a poco, qué es lo que esconde realmente en su interior, qué tipo de persona es en verdad. Esta familia está llena de secretos y de personajes son sólidos. Todos están construidos sobre robustos cimientos. Todos son complejos, con un mundo interior lleno de matices. De todos ellos, siento predilección por Carmen, y no porque sea ese típico personaje amable que conquista el corazón del lector. Si me gusta es precisamente por todo lo contario, porque es un personaje con mucha enjundia, lleno de inhóspitos rincones, claroscuros, caras y cruces. Carmen es una mujer con doble faz, la que muestra al exterior y la que saca a pasear en la intimidad familiar. Carmen es la carismática, la seductora, la manipuladora, la que habla de su felicidad, la que le encanta oírse, la que dominaba a sus hermanas de pequeña, la que se imponía por ser la mayor, pero también la que tiene ahora que tragarse su orgullo al pedir ayuda a Lía.
En cambio, Alfredo sí va a conquistar al lector. La muerte de su hija supuso un golpe tan duro para él que, desde entonces, se ha ido apagando. Aun así, en ningún momento olvida el desagravio, la ofensa, el dolor. Lo único que le queda por hacer en la tierra es descubrir la verdad sobre la muerte de Ana, así que pone medios, habla con unos y otros, escucha a todo aquel que tenga algo que contar. Alfredo será el personaje que ponga el cierre. No puede haber un broche más perfecto que ese epílogo con el que Catedrales llega a su fin.
¿Y qué decir de Marcela? Sufre amnesia anterógada tras la muerte de Ana. Desde entonces, no puede recordar los sucesos que han ocurrido a corto plazo. Tiene intactos aquellos que tuvieron lugar cuando su amiga murió, pero no es capaz de recordar lo que ha comido hace un solo instante. De ahí que siempre vaya acompañada de una libreta, donde va anotando todo lo que hace y con quién habla. Las limitaciones de Marcela la configuran como un personaje muy interesante. Para mí, su capítulo es uno de los más emotivos, el más bonito, construido sobre una relación de amistad inquebrantable.
Catedrales habla de muerte y dolor, pero también de hipocresía, de culpa y de remordimiento. El amor adolescente, ese tan inocente y puro que llena de ilusión, estará muy presente en esta historia. Pero, bajo mi punto de vista, la gran cuestión que se aborda en esta historia gira alrededor de la Iglesia, las creencias y la religión. En ningún momento, y bajo ningún concepto, Piñeiro cuestiona la fe de cada uno. Simplemente se limita a exponer, a través de esta novela, de qué forma una educación religiosa, y más concretamente aquella que lleva al individuo al extremo, repercute y conlleva consecuencias. Y es que dicen que los extremos siempre son malos, y es ahí donde la autora pone el ojo. En esta novela encontraremos a personas que creían y dejaron de creer, aunque lo que uno ha mamado desde pequeño seguirá reverberando para siempre. Los habrá también que se aferran a su fe como único modo de supervivencia, o como tabla de salvación, o excusa para no enfrentarse a lo que son, auténticos monstruos. La expresión «designios de Dios» sobrevuela sobre estas páginas y sirve de escudo para aquellos que no quiere ver la verdad. Por último, y muy vinculado con la Iglesia, sus dogmas y sus prohibiciones, nos asomaremos a otro asunto del que mejor no desvelo nada pero que, en el fondo, supone el verdadero motivo que provocó la muerte de Ana.
Catedrales es una novela que me ha gustado mucho. Para empezar, me parece un acierto la manera en la que se va desmadejando el ovillo, cómo las piezas de un puzle desordenado van colocándose en su lugar, a través de los testimonios de cada uno de los personajes. Por otra parte, la trama no está exenta de suspense e intriga. De hecho, llegados al punto álgido de la historia, la angustia se instala en nuestro interior. Lo interesante de la novela no es ya averiguar quién mató a Ana, sino también cómo la joven perdió la vida, o qué dio pie a la muerte de la chica. No estamos ante un crimen propiamente dicho, motivado por una justificación -racional o irracional-, un criminal y una víctima. En esta historia juega un papel determinante otro tipo de condicionantes, que va a supeditar la muerte de la joven.
En cuanto al desenlace, el lector, a medida que va teniendo a su alcance más y más información, podrá ir sacando sus propias conclusiones, señalando a uno como culpable y a otro, como inocente. Yo también hice mis cábalas y, aunque casi al final me aproximé, lo cierto es que no acerté de lleno. Catedrales esconde muchos secretos, mentiras y excusas. Nos espera un final en el que todo cuadra, y que nos dejará atónitos.
Como dije antes, la novela se estructura en seis capítulos y un epílogo. Cada bloque abre con una cita, estrechamente relacionado con la personalidad y el papel que juega el personaje sobre el que se centra el capítulo. Piñeiro recurre a ciertos recursos para recrear la vía a través de la cual tienen lugar algunas conversaciones o las circunstancias propias de los personajes. Por ejemplo, sorprende el empleo de los paréntesis para reproducir las lagunas en la memoria de Marcela.
Piñeiro escribe una historia en la que flota una nube de pesadumbre y nostalgia. Los sucesos transcurren a golpe de testimonio, con la calma y el sosiego que caracterizan esas conversaciones a los pies de un café. Incluso cuando llegamos a un punto más tenso de la historia, el relato transcurre sin excesiva aceleración. Catedrales engulle al lector, lo atrapa sin necesitad de un ritmo frenético.
Poco más me queda por decir. Ahondar más en la trama y en los personajes es destruir todas las sorpresas que os esperan. Tan solo me queda recomendaros esa novela, como las otras tantas de la autora, porque tiene la capacidad de construir grandes historias dentro de la cotidianeidad más mundana.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
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