Ha llovido mucho desde entonces. La última vez que me senté a conversar con César Pérez Gellida, fue en 2015, con la publicación de Khïmera. Era su séptima novela, después de dos trilogías, Versos, canciones y trocitos de carne y Refranes, canciones y rastros de sangre, que lo colocaron donde le correspondía, en lo más alto del ámbito literario. Y aquel primer paso que dio con Memento mori sigue andando un camino de éxito y reconocimientos. Hoy se habla de Gellidismo, un término que engloba a todos esos lectores a los que nos gusta meternos de lleno en las tramas criminales que el vallisoletano construye con tanto esmero.
A finales de 2020, pone en la calle lo que es su undécima novela, La suerte del enano. El autor regresa a Valladolid, a través de la inspectora Sara Robles, que tendrá que enfrentarse al robo de una obra de arte. Viajes a las cloacas de la ciudad, miembros de la mafia rusa y, como siempre, mucha sangre teñirá las páginas de esta nueva novela. Con motivo de la Feria del Libro de Tomares (Sevilla), César Pérez Gellida visita la capital hispalense y, ahora sí, me siento de nuevo a conversar con él. Lo había echado de menos.
César P.G.- Con Khïmera, es verdad. Me acuerdo perfectamente. Nos vimos en una cafetería muy chula. Alguna vez he venido por aquí, pero no por motivos literarios.
M.G.- Bueno, pues déjate ver más. A ver, por empezar, sé que estos reconocimientos ya tienen su tiempo, pero es que me hace gracia pensar que, con toda la sangre que has derramado por Valladolid, te nombran vallisoletano ilustre. Y luego está la Medalla del Honor de la Sociedad Española de Criminología y Ciencias Forenses.
C.P.G.- Sí. Esa medalla fue de 2014. Bueno, es que acostumbro a documentar muy bien las novelas, desde el punto de vista de la criminología, y eso mola a esa gente. Está bien que, dentro de la ficción, seas fiel a todo lo relacionado con la criminología.
Y lo de Valladolid, me gusta que mi ciudad sea el epicentro del Gedillismo. Tengo que agradecer muchas cosas a los vallisoletanos. Sigue siendo la ciudad en la que más éxito tengo, donde más me quieren, y yo procuro devolvérselo a mis paisanos.
M.G.- En La suerte del enano, la jefa de Homicidios, Sara Robles, tiene que enfrentarse a dos casos. Por un lado, a la muerte de una anciana y, por otro, al robo de una obra de arte. ¿Así podríamos resumir la trama de esta novela?
C.P.G.- La trama principal, la que ocupa la mayoría de las páginas, es la del robo. La otra, con la que arranca la novela, no deja de ser un cebo de la cotidianeidad de estos profesionales. La Policía tiene muchos casos de este tipo, de muertes que no se saben si son naturales, accidentales o criminales y, aunque ocurra un robo con varias muertes, al final, no pueden dejar de atender el resto de casos. Así que tienen que enfrentarse a muchos come-tiempos, como puede ser la muerte de la anciana. He tratado de reflejar la realidad, el día a día de una inspectora de un grupo de homicidios de Valladolid, o de cualquier otro lugar de España.
M.G.- ¿Y estamos ante el inicio de otra saga?
C.P.G.- No sabría decirte. Desde luego, no bajo el modelo de trilogía o bilogía, pero a lo mejor el personaje de Sara Robles, más adelante, tiene continuidad. O lo mismo, algo de lo que he dejado aquí pendiente, lo vuelvo a retomar en otra novela.
M.G.- César, esta es la primera novela cuya trama principal está protagonizada por una mujer, una inspectora de homicidios, ¿cierto?
C.P.G.- Sí. Es la primera vez que el papel femenino tiene el foco de atención. Sara Robles es un personaje que salía ya, de forma tangencial, en Sarna con gusto. Por entonces, yo ya intuía que ella podría tener un papel mucho más protagónico, lo que no sabía era en qué momento. Cuando estuve estructurando en mi cabeza esta novela, que no tenía ni título y de la que solo sabía que trataría sobre un robo y en Valladolid, tuve muy claro que tenía que ser Sara Robles la que tuviera ese protagonismo. Lo que pasa es que los papeles femeninos me cuestan mucho más que los masculinos, por motivos muy razonables. Pero el hecho de haberme esforzado tanto para meterme en la cabeza de Sara, me ha generado vínculos muy fuertes con el personaje. Me he sentido muy cómodo escribiendo para ella.
C.P.G.- No, no, eso está ahí y ella es consecuente con lo que le ocurre, pero no es el foco principal. Esta no es una novela erótica, aunque el sexo sí tiene su importancia, porque ella es adicta al sexo. Como todas las adicciones ella tratará de controlarlo, aunque no siempre lo consigue y eso complica mucho las cosas. Todo eso tiene que ver mucho con el título, La suerte del enano. Sara Robles no cree en la suerte pero, llega un momento, en el que se da cuenta de que esos golpes de suerte, de infortunio o de mala suerte, son los que gobiernan y desgobiernan el destino. Al final, ella tiene una evolución como personaje, de ser una negacionista pasa a admitir que hay momentos en la vida en la que te conviertes en una mera marioneta.
M.G.- Los que te empezamos a leer desde el principio, nos reencontramos con Ramiro Sancho en esta novela. Para mí ha sido toda una sorpresa.
C.P.G.- ¿Te ha gustado, eh?
M.G.- Pues sí, la verdad. (Risas)
C.P.G.- Ramiro aparece bastante avanzada la trama, pero a Sara eso le supone un lastre. Es una parte de su vida muy importante que no sabe si le va a afectar positiva o negativamente. En cualquier caso, le afecta. Es ese tipo de relaciones que rozan lo tóxico. Parece que están hechos el uno para el otro, pero no es posible que terminen de estar juntos por motivos profesionales.
M.G.- Y hay otro personaje con el que me he reído mucho. Uno de los criminales es un minero asturiano que, cuando se pone nervioso, habla en bable. ¿Quién te ha ayudado? Porque no creo que tú hables bable, ¿no?
C.P.G.- (Risas) Me ha ayudado un amigo de Mieres. Hay tantos bables como asturianos. En cada una de las zonas de Asturias se habla un bable distinto. Mi amigo me ha ayudado mucho a la hora de traducir todo lo que ese personaje dice cuando está nervioso, que es en muchas ocasiones.
M.G.- Para escribir esta novela habrás tenido que empaparte y aprender mucho sobre robos de obras de arte, cómo se mueven las piezas en el mercado negro, el funcionamiento y los manejos de la mafia rusa. Cuéntame un poco.
C.P.G.- Había dos focos de información importantes. Por un lado, el crimen organizado en la Costa del Sol, sobre todo de la bratvá rusa. Por otro, todo lo que subyace detrás del robo de las obras de arte. Entre las dos líneas hay un punto de conexión. Cuando se roba una obra de arte no siempre es porque alguien con mucho dinero quiera tener un Picasso en su salón. A veces, ese tipo delitos se utilizan para avalar otro tipo de operaciones, normalmente de narcotráfico, o de compra-venta de armas. Con los años, he ido haciéndome de un círculo de contactos. Unos me llevan a otros y me lo ponen muy fácil. No tiene demasiado mérito si acudes a la fuente acertada. Luego eso sí, de toda la información que te facilitan, como autor tienes que decidir qué es lo que vas a volcar en la novela, sin que se convierta en un ensayo.
M.G.- Pero lo que sí tiene mérito es meterse en las cloacas de Valladolid. Bueno, de Valladolid o de cualquier otra ciudad.
C.P.G.- (Risas) No si eso es un mérito, pero sí tuve que hacerlo. Si no hubiera tenido los contactos en la Unidad de Subsuelo y no me hubiera metido en las cloacas, seguramente no hubiera escrito esas secuencias que aparecen en la novela. Hace falta estar ahí, haberlo vivido, haber respirado ese aire viciado, haber visto los bichos, haber avanzado durante mucho tiempo en posición encorvada, sin poder levantar los pies porque se te pegan las botas al fango. Todo eso, si no lo has vivido en primera persona, no lo puedes escribir.
M.G.- Para eso hay que valer. Y en cuanto al robo que se perpetra en la novela, es una pieza real, es El martirio de San Sebastián de Berruguete, que está en el Museo de Escultura de Valladolid. ¿Por qué esa pieza concretamente?
C.P.G.- Me lo sugirió María Bolaños, la directora del museo. Tuve una entrevista con ella antes de lanzarme a escribir. Manejaba varias opciones, después de visitar el museo como unas diez o doce veces. A María, le pedí que me aconsejara sobre una pieza que fuera muy valiosa, con un valor incuantificable en el mercado, y que, por supuesto, fuera transportable. No me valía el Santo Entierro de Juan de Juni. Ni por partes lo podría robar. Y dentro de los requisitos, María me señaló esta pieza, de la que está enamorada y así lo tuve claro.
M.G.- Antes hablábamos de Valladolid, ciudad a la que regresas con esta novela. Con todo lo que te has movido por la ciudad, que no has dejado un rincón sin explorar, te sueltan en cualquier punto con los ojos cerrados y eres capaz de volver a tu casa.
C.P.G.- Valladolid es el rincón del universo que mejor conozco, donde más cómodo me encuentro. Soy muy vallisoletano y me gusta hacer alarde de vallisoletanismo. Es una forma de devolver todo el apoyo que han tenido la gente de mi ciudad conmigo. Por otro lado, me encanta recibir mails o mensajes a través de redes sociales, en los que algunos lectores me dicen que han visitado mi ciudad, movidos por mis novelas. A mí eso me da mucha fuerza y justifica el oficio.
M.G.- Yo no conozco tu ciudad pero, tiene tanto protagonismo que, a medida que te voy leyendo, me apetece cada vez más conocer el Zero Café. Aunque he descubierto bares nuevos con esta novela. Y luego me he reencontrado con aquel «Muérete vieja», esa pintada, que ya aparecía en la primera trilogía, y sobre la que te pregunté en su día.
C.P.G.- ¡Ah! (Risas)
M.G.- Me acuerdo perfectamente de la fotografía que compartiste.
C.P.G.- Sigue estando en el mismo sitio, en Ecuador 9. Ojalá se quede por secula seculorum, pero al ser una pintada, vete a saber. Pero sí, trato de reflejar en la novela la realidad de Valladolid, y esa realidad son sus calles, sus gentes, sus ambientes.
M.G.- En aquellas novelas, era muy característico encontrarse con mucha música. En esta, también hay algo pero mucho menos.
C.P.G.- Sí, algo hay pero no quiero repetir la fórmula de una banda sonora. Es algo que funcionó en su momento y es bueno plantearse otro tipo de retos. Lo que pasa es que tampoco puedo huir de la música cuando es algo tan importante para mí. Y luego, si hay escenarios como el Zero Café, donde suena la música, y allí ponen a Placebo, pues lo cuento.
M.G.- Dices en la Nota de Autor que esta es la novela con la que más has disfrutado del proceso de escritura, ¿por qué?
C.P.G.- Quizá porque, después de una cuantas novelas, tenía muchas ganas de volver literariamente a Valladolid, de recorrer sus calles, mental y físicamente. La verdad es que he disfrutado mucho. Y luego, el proceso de documentación para esta novela no ha sido tan arduo como en Todo lo mejor y Todo lo peor, con las que había que retroceder en el tiempo, ir a los 80, con todas las cosas que han cambiado desde entonces. En este caso, me ha resultado sencillo adaptar las escenas al presente.
M.G.- Han pasado casi diez años de aquel Memento mori. ¿Qué queda de aquel César Pérez Gellida?
C.P.G.- No lo sé. Supongo que queda mucho del entusiasmo inicial, de la confianza con la que abordé cambiar de oficio. Quedan los mimbres que al final soportan al César Pérez Gellida de hoy. Lo que pasa es que ha evolucionado mucho, por obligación. Creo que hay una mejora sustancial en cuanto al estilo de escritura. No es comparable Memento Mori o Dies irae con las tres últimas novelas, en cuanto a la estructura, la forma de escribir y expresarte, la soltura,... Todo eso que se adquiere con la experiencia.
M.G.- Y para terminar, he leído que querías tomarte un respiro.
C.P.G.- Esa era la intención pero no he podido. Me tomé un respiro en cuanto a escribir novela porque me he dedicado muchos meses a escribir guiones. Luego volví a la novela porque tenía que llegar a los plazos para publicar en noviembre, y de nuevo, otra vez a los guiones, y ahora estoy con novela. Tengo un pie en cada terreno, muy distintos el uno del otro, pero es un acierto hacerlo así. Aunque me cuesta mucho pasar de una cosa y otra, a nivel de higiene mental y reto personal me viene muy bien. Estoy escribiendo más que nunca. En vez de separarme del teclado, me pego más.
Sinopsis: ¿Se puede capturar al criminal perfecto?
Valladolid, 2019. Sara Robles es una inspectora singular. Encargada de resolver un macabro crimen, además tiene que lidiar con sus problemas cotidianos, estrechamente relacionados con la adicción al sexo y con un pasado que no termina de curar. Mientras tanto, El Espantapájaros, una misteriosa cabeza pensante, ha orquestado el robo perfecto junto a un exminero, un pocero y un sicario, y está a punto de llevarlo a cabo a través del alcantarillado de la ciudad.
La suerte del enano es una brillante novela con altas dosis de investigación policial, sexo y violencia en la que el lector profundizará en el complejo mundo de los robos de obras de arte y sus extensas ramificaciones que los relacionan con grupos de delincuencia organizada.
Gellidismo extremo en estado puro.