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LORENZO SILVA: ❝Hablar mal de Castilla y de los castellanos se ha convertido casi en un deporte nacional❞

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El 21 de abril de 1521 tuvo lugar la batalla de Villalar. En esta contienda, la gente de Castilla se enfrentó contra las tropas imperiales de Carlos V, que lucharon contra el abuso de poder del emperador. Perdieron. Fueron arrasados y los principales capitanes, -Padilla, Bravo y Maldonado-, decapitados. Fue el inicio del declive de Castilla y, desde entonces, «los castellanos han sido vistos como abusivos dominadores, cuando en realidad su alma quedó perdida en aquel campo de batalla y ha languidecido en tierras empobrecidas, ciudades despobladas y pendones descoloridos».Lorenzo Silva ha querido rescatar este episodio de la Historia en su nueva novela, Castellano, mostrando los hechos sin querer novelar o ficcionar.

Hablamos con Lorenzo Silva.

Marisa G.- Lorenzo, Castellano es un libro que requiere un acercamiento muy distinto de aquellos otros, protagonizados por Bevilacqua o Manuela Mauri. Es para leerlo con más calma y a un ritmo mucho más sosegado.

Lorenzo S.- Sí, creo que sí. Es un libro que tiene muchos personajes y muchísima información. He intentado digerirla de tal modo que, incluso ese lector que no sabe nada de esta historia y no conozca el contexto, cuente con la información justa y necesaria para entenderla. 

Esta es una historia muy compleja, con muchas aristas. Los libros de Historia acostumbran a resumir los acontecimientos históricos en unas cuantas líneas y nombres, pero cuando levantas la tapa te das cuenta de lo que realmente esconde ese suceso, de la cantidad de gente implicada, de las motivaciones tan dispares que tenían unos y otros, o de los perfiles tan distintos. El libro es breve y he intentado sintetizarlo todo, pero quería trasladar al lector la complejidad de este asunto.

M.G.- Novela histórica, con algún tinte de ensayo, pero lo curioso es que también introduces reflexiones y recuerdos personales. Hay una parte autobiográfica.

L.S.- Sí, con la intención de acercar la historia al lector. La lectura histórica siempre es contemporánea e incluso personal. No existe una lectura abstracta e impersonal de la Historia, porque todas las hace una persona y lo hace desde su filtro. Heródoto, el padre de la Historia, era una persona. Hacer historia es un ejercicio de subjetividad y de toma de postura personal, en cuanto a la valoración que se hace de la Historia.

M.G.- La novela se inicia con dos capítulos introductorios en los que narras cómo se gesta esta obra. Este nacimiento tiene que ver con tu familia, un viaje en coche, una melodía y con el concepto de identidad.

L.S.- Tenía la necesidad de contar mi acercamiento a la identidad castellana. Soy castellano por parte de madre, andaluz por parte de padre y me he criado en Madrid, un lugar donde todo se difumina. Mi percepción de la identidad siempre ha sido muy vaga pero, a partir de cierto momento, la he percibido más bien como algo frente a lo que hay que estar prevenido, y no porque yo sea aprensivo o porque tenga prejuicios. Nací en un régimen dictatorial que te vendía una idea de España y de ser español que era preceptiva, inapelable y sin negociación posible. Luego, en democracia, he tenido que convivir con otras identidades que también supieron ser muy antipáticas. Una de esas identidades nacionales mató a ciento y pico de personas en Madrid. Y más tarde, me ha tocado vivir en Cataluña, otra afirmación de la identidad que, en cierto modo, te venía a decir que tenías que ser así, si querías ser catalán y si no, pues sobras. Por eso digo que es para estar prevenido.

He querido reaccionar contra todo eso haciendo una búsqueda de la identidad como algo menos colectiva, menos preceptiva, más personal, más por elección propia. He buscado en qué medida la identidad, tratada como una aventura de indagación, de auto-exploración, de auto-reconocimiento individual, dentro de la libertad de la persona, puede ser una forma de enriquecer tu percepción del mundo. No se trata de distinguirte o contraponerte a los demás. No es cuestión de ser más que los demás, sino de extraer, de lo que conforma tu identidad, aquello que puede ser más universal y desechar lo que no te sirva. Mi identidad la decido yo. No voy a comprar ni mercancía putrefacta ni mercancía averiada. Compraré lo que a mí me sirva. Esta novela es un viaje al reconocimiento de alguien que identifica esas raíces castellanas y trata de buscar en qué medida eso le enriquece en su visión del mundo.




M.G.- ¿Hay también un intento de devolver a Castilla el lugar que le corresponde?

L.S.- Sí. Siempre he sentido a Castilla como muy malquerida, incluso a veces por los propios castellanos. Tienen poco apego a su historia y a su propia condición. Hablar mal de Castilla y de los castellanos se ha convertido casi en un deporte nacional. Siempre se ha mostrado como fuerza reaccionaria, autoritaria y atrabiliaria, pero esta historia da una imagen de Castilla que es todo lo contrario. Habla de un pueblo y de unas gentes que, en el siglo XVI, plantea una revuelta anticipatoria, aunque no de manera exacta, de ciertas ideas emancipadoras que no se terminarán de desarrollar en Europa hasta casi tres siglos después. No hay ninguna ecuación entre Castilla y autoritarismo, entre Castilla y tiranía, o entre Castilla y absolutismo. Más bien es todo lo contrario. En este episodio, lo que vemos es que los castellanos se sitúan en la trinchera contraria, lo arriesgan todo y muchos de ellos lo pierden también todo, su hacienda y hasta su vida. Sus convicciones quedaron demostradas en el campo de batalla. Sin embargo, las convicciones de otros solo han sido siempre de boquilla.

Personalmente siento un desasosiego, por llamarlo de alguna manera, cuando veo que mucha gente reclama convicciones por las que no paga ningún peaje, sino que simplemente se convierten en escalas por las que medran y por las que sacan beneficio personal. A mí esas convicciones me pesan menos que las de alguien que, por tenerlas, en lugar de medrar, se sacrifican y lo pierden todo.

M.G.- Se habla de aquella revuelta comunera como una de las primeras revueltas europeas pero, ¿no es un episodio que está muy difuminado en la Historia? ¿Hay mucha gente que conozca en detalle este suceso?

L.S.- No, porque como eran enemigos de Carlos V y él fue como el gran monarca de la Historia española, el fundador del imperio español. Pero lo que verdaderamente quiso fue defender el imperio de los Augsburgo, que era lo que a él le interesaba. Esta rebelión castellana se empaquetó como una crisis de crecimiento del alma española pero fue un poquito más complicado que eso. Hay muchas luces y sombras en esta historia. Cuando te acercas a ella, te das cuenta de que hay escenas muy oscuras. Hubo mucha represalia por parte del ejército imperial contra la población civil. Llegaron a quemar una ciudad, con la gente dentro. Pero también hay que reconocer que igualmente hay momentos muy oscuros en el bando comunero, con linchamientos y personajes muy violentos. Es decir, hay de todo en ambos lados. Quizá se idealizó en exceso la revolución de las Comunidades. Si fracasó fue porque los revolucionarios cometieron unos cuantos errores. 

M.G.- ¿Pero tuvieron alguna posibilidad de vencer a las tropas imperiales?

L.S.- Bueno, hubo un momento en el que uno de los virreyes de Carlos V, el cardenal Adriano, le comunica que está en un tris de perder el reino. Lo cuento en la novela. El virrey se ha quedado sin dinero y sin ejército. Los comuneros ocupan las ciudades principales, recaudan los impuestos y nombran a los alcaldes. El virrey si tiene que esconder en su casa de Valladolid. Está solo y consigue escapar por la noche, disfrazado de campesino montado en una burra. Convendrás conmigo en que es un momento en el que reino está colgando de un hilo. Así que sí, estuvo a punto de perder Castilla. Si Carlos V hubiera perdido Castilla, su imperio se hubiera desmoronado como un castillo de naipes porque Castilla era el cimiento de todo.

M.G.- La revuelta estuvo liderada por Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado. ¿Cómo eran estos hombres?

L.S.- Bueno, el liderazgo era algo más complejo. Ellos fueron los tres caudillos militares y tampoco lo fueron durante todo el periodo. Hubo un momento en el que el caudillo militar fue Pedro Girón, un miembro de la gran nobleza y comunero, a la vez. Es decir, que hubo liderazgos cambiantes y siempre muy colectivo. Si nos hemos quedado con esos tres capitanes es porque son los que dan la última batalla y, tras perderla, son ajusticiados. Ellos se convirtieron en la cabeza visible del movimiento.

Padilla fue como el gran caudillo popular pero en la dirección política del movimiento jugó un papel más importante Pedro Laso de la Vega, el hermano de Garcilaso de la Vega. Es un personaje que la mayoría de la gente no conoce.




M.G.- Según he leído en tu blog, los restos de Padilla descansan en un monasterio, pero sin identificar. Y al resto, ¿qué les pasó?

L.S.- Sí. A los tres capitanes los decapitaron para ejemplarizar. Luego, en el momento de la derrota, había como veinte procuradores, veinte representantes de las Comunidades en la Junta comunera, a los que hicieron prisioneros. Prácticamente los ejecutaron a todos. Los demás huyeron y se escondieron. Con el tiempo, el rey les fue perdonando la vida. Bueno, les perdonó la vida pero les confiscó los bienes. A los trescientos comuneros más importantes los condenó a la muerte civil. El movimiento fue aplastado. Las ciudades que se rebelaron las frieron a impuestos para pagar las indemnizaciones de guerra de los señores que habían defendido la corona de Carlos V. La represión fue durísima y el mensaje, muy contundente.

M.G.- Y a Padilla no solo le cortan la cabeza sino que le tiran la casa abajo y echan sal en el terreno.

L.S.- Eso es. Primero los enterraron en Villalardo, donde fueron ejecutados. La viuda de Padilla negoció traerlos a Toledo, pero acordaron no hacerlo de manera inmediata  porque, cuando enterraron a Juan Bravo en Segovia hubo tumultos y murieron ciertas personas. Así que esperaron que se enfriara el tema, pero ahí se quedó porque, como nadie apuntó donde se echaban sus huesos, no los pudieron localizar después. Los restos de Juan de Padilla parecen que están enterrados en un monasterio de Valladolid, derruido, y enterrado junto a un montón de monjes. 

M.G.- Has mencionado a la mujer de Padilla, a María Pacheco. Muy interesante su papel en esta historia. La llamaban la Leona de Castilla.

L.S.- Bueno eso fue por una película. María Pacheco fue una mujer muy inteligente, con formación, una intelectual. Fue muy consciente de todo lo que iba pasando. Ella no resiste a lo loco en Toledo. Se dio cuenta de que si se rendía sin más, a Toledo la iban a humillar, como humillaron a Segovia, a Valladolid. Para que te hagas una idea. En Segovia, al juez que tuvo la ciudad sitiada durante meses, que dirigió la represión, al que más odiaban en Segovia, lo nombraron concejal del ayuntamiento. Eso, para humillar más si cabe a los segovianos. María pensó que, la única manera que tenía de negociar unas condiciones honrosas, era no rendirse inmediatamente. Ella consigue que la población resista y se hace con el liderazgo moral. María empieza a tener su ascendencia sobre la población porque es la viuda de Padilla pero al final si se ganó a la gente llana de Toledo en las asambleas fue por sus propios méritos.

M.G.- El punto álgido de esta revuelta tiene lugar el 23 de abril de 1521, con la batalla de Villalar. Hace muy poquito que se han conmemorado los quinientos años. Me dio por buscar qué acto se había llevado a cabo para celebrar estos quinientos años. Encontré una ofrenda floral hecha por las instituciones de la localidad, pero muy poco concurrida y con poca cobertura.

L.S.- Voy a decir una maldad. Imagínate que esto fuera una efeméride a la historia de Cataluña. 

M.G.- Ya. Si yo te entiendo.

L.S.- Pero además, en Cataluña no solo se montaría la de Dios, sino que saldría en todos los telediarios. También en Canal Sur. Pero como es Castilla, pues...

Castilla, después de la derrota de los comuneros, quedó postergada y olvidada hasta hoy. Castilla no ha dejado de languidecer desde 1521. Tú ves Villalar hoy, u otros pueblos de la provincia de Valladolid, de Palencia, de Burgos, de Soria, y están todos muertos o moribundos. La gente se fue a América, al País Vasco, a Andalucía, a Madrid,... Y Castilla fue muriendo. No tiene quien la quiera, ni quien la reivindique, ni quien se acuerde de ella, ni quien se fije en ella. Castilla es un poco la cenicienta de la Historia de España y encima, cargando con todas las culpas, que es lo más gracioso.

M.G.- Por cierto, Lorenzo. Si todo este episodio ocurre en el siglo XVI, ¿por qué hay un capítulo dedicado al Cid, si él nació y murió muchísimo tiempo antes?

L.S.- El Cid es un personaje histórico, pero también es un personaje literario. No olvidemos que uno de los grandes poemas épicos que ha dado la Literatura y que, además, es una obra de propaganda y de construcción mítica de Castilla está dedicado a él. El Cid es el héroe castellano por antonomasia, un héroe que tiene unas virtudes que sirven de modelo y de referente para los comuneros. En Grecia, los héroes homéricos eran un referente para los atenienses y los espartanos. Los niños crecían leyendo la Odisea y la Iliada, con lo que Aquiles y Ulises acabaron influyendo en la realidad. Pues en Castilla, esa mitología castellana está representada por el Cid y antes que él, por Fernán González, otro personaje que también tiene su poema épico y también es del siglo XIII. En ese siglo XIII, Castilla fija sus coordenadas míticas. Por eso, cuando tú ves a Juan de Padilla cargando en Villalar, a caballo y con lanza, inevitablemente resuenan ciertos ecos.

Y tampoco olvidemos a don Quijote, otro héroe literario castellano. Aunque puede ser una parodia, no lo es tanto. Basta con pararse a leer lo que él dice cada vez que habla.

M.G.- Has hecho especial hincapié en manifestar que has querido ser leal  a los hechos, sin novelar, ni ficcionar.

L.S.- No he querido inventar para mi conveniencia. Cuando te pones a fabular, corres el riesgo de adulterar los hechos, poner las cosas más bonitas, o realzar excesivamente a un personaje. Esto se aprecia mucho en el propio poema de Los comuneros de Luis López Álvarez, que me gusta mucho y con el que declaro mi deuda. Lo que pasa es que ahí está todo subrayado poéticamente para que los comuneros parezcan lo más noble posible y que el cardenal Adriano parezca un hombre malísimo, y no era del todo así. Era un estadista de su tiempo, un servidor del emperador, un político, pero también era un hombre que sufrió por la destrucción que se está produciendo a su alrededor. Por eso, he querido renunciar a todos esos excesos. He intentando buscar ese difícil equilibrio para mostrar quiénes eran todos ellos.

Cuando te acercas a una persona, y no importa que sea un revolucionario, o un esbirro del emperador, no deja de ser un ser humano, y a los seres humanos hay que tratarlos con cierta indulgencia, porque todos los somos y porque no siempre estamos a la altura de lo que deberíamos ser o hacer. He querido hacer una narración más  humana y más verdadera, que huya de los excesos épicos y de los excesos románticos que giran alrededor de esta historia.

M.G.- Lorenzo, después de haber escrito este libro, ¿te sientes más castellano? 

L.S.- Sin duda. Y soy más consciente en qué medida mi herencia castellana es valiosa para mí. La reivindico y la reivindicaré hasta el final. Con las mismas, no tengo ningún inconveniente en señalar las zonas oscuras de la castellanidad que no son pequeñas y algunas están contadas en la propia novela.

M.G.- Para finalizar. Si echo la vista atrás y contemplo la cantidad de libros que llevas publicados, tan dispares, tan distintos unos de otros, no puedo evitar pensar que debes ser una persona inquieta y que le gusta poco encasillarse.

L.S.- Soy una persona curiosa pero no dejo de ser siempre el mismo. Si alguien hace el esfuerzo de leerse los setenta y ocho libros, cosa que nadie está obligado a hacer, salvo yo mismo y mi madre, verá que, con mucha disparidad, al final siempre está la misma persona detrás de ellos. En todos ellos, hay inquietudes básicas que se repiten, aun tomando formas muy distintas. Lo más estimulante y enriquecedor de este oficio es buscar las formas tan variopintas que puede tomar una misma preocupación, y las maneras tan distintas que hay de acercarte a cuestiones como las convicciones, el espíritu de sacrificio o la identidad,... Todas ellas, cuestiones fundamentales para el ser humano.

M.G.- Un placer volver a leerte y conversar contigo. Gracias.

L.S.- Gracias a ti.

Sinopsis: 1521. La revuelta de los comuneros contra Carlos V

Un sueño de orgullo y libertad que marcó la identidad española.

La épica revuelta del pueblo de Castilla contra el abuso de poder de Carlos V culminó en la batalla de Villalar, el 23 de abril de 1521. Las tropas imperiales arrollaron a las de las Comunidades de Castilla y decapitaron a sus principales capitanes: Padilla, Bravo y Maldonado. Aquella jornada marcó el declive definitivo de un próspero reino que se extendía a lo largo de tres continentes y cuya disolución dio lugar a un nuevo Imperio que se sirvió de sus gentes y sus recursos. Desde entonces, Castilla y los castellanos han sido vistos como abusivos dominadores, cuando en realidad su alma quedó perdida en aquel campo de batalla y ha languidecido en tierras empobrecidas, ciudades despobladas y pendones descoloridos.

Esta novela es un viaje a aquel fracaso, nacido de un sueño de orgullo y libertad frente a la ambición y la codicia de gobernantes intrusos y, en paralelo, del descubrimiento tardío del autor, a raíz del extrañamiento y el rechazo ajeno, de su filiación castellana y del peso que esta ha tenido en su carácter y en su visión del mundo.


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