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EL OLVIDO QUE SEREMOS (DRAMA - 2020)

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Año: 2020

Nacionalidad: Colombia

Director: Fernando Trueba

Reparto: Javier Cámara, Patricia Tamayo, Juan Pablo Urrego, Nicolás Reyes Cano, Aída Morales, Sebastián Giraldo, Whit Stillman, María Tereza Barreto, Laura Londoño, Elizabeth Minotta, Kami Zea, Luciana Echeverry, Camila Zarate,

Género: Drama

Sinopsis: Narra de manera íntima la historia de un hombre bueno, el médico colombiano Héctor Abad Gómez, carismático líder social y hombre de familia, un destacado médico y activista por los derechos humanos en el Medellín polarizado y violento de los años 70. La trama relata la vida del doctor y padre de familia, preocupado tanto por sus hijos como por los niños de clases menos favorecidas. En su casa se respiraba la vitalidad y la creatividad características de una educación fundamentada en la tolerancia y el amor, pero la violencia ambiental del país condicionaba la vida de todo su entorno.

[Fuente: Filmaffinity]


Cuantísimas ganas tenía de ver esta película desde que supe de su existencia, cuando este año resultó ganadora del Goya a la Mejor Película Iberoamericana. Y es que estoy enamorada de esta historia, de la historia de Héctor Abad Gómez, de la que tuve conocimiento cuando su hijo, Héctor Abad Faciolince publicó la novela que lleva el mismo nombre, en 2006. Leído aquel título que me dejaron en préstamo, no tuve más remedio que comprarlo. ¿No os pasa esto? ¿Que leéis una novela que os han dejado y luego, tras la lectura, sentís que tenéis que tener vuestro propio ejemplar? A mí me ocurre a veces y en esos momentos siento que, entre el libro y yo, se teje un hilo invisible que nos une para siempre.

Pero, vayamos por  partes. ¿Quién fue Héctor Abad Gómez? Nacido en Jericó en 1921, fue un hombre comprometido con sus ideales y firme defensor de los derechos humanos. Casado con Cecilia Faciolince, tuvo seis hijos: Mariluz, Clara Inés, Eva Victoria, Sol Beatriz, Marta Cecilia y Héctor. Ejerció como médico y profesor en Colombia, y abogó por un sistema de salud pública con unas mínimas garantías, luchando por mejorar la calidad del agua a través de la potabilización y fomentando el acceso de la población a las vacunas. Dicen que en sus clases nunca había afirmaciones sino preguntas, porque lo que él trataba de conseguir es que sus alumnos se lo cuestionaran todo y pensaran por sí mismos. Es lo que hacía Héctor Abad Gómez, pensar y destapar la verdad en un país en el que el poder se escribía con letras mayúsculas, donde decir lo que uno piensa, bajo el amparo del libre pensamiento, era una apuesta arriesgada. Y fueron precisamente sus pensamientos, sus conferencias, sus artículos, sus declaraciones,... los que lo condujeron a la muerte. Héctor Abad Gómez fue asesinado el 25 de agosto de 1987. Esta fotografía, en la que se le ve tirado en medio de la calle, cubierto con una sábana empapada de sangre, y rodeado de su mujer y algunos de sus hijos, ocupó y sigue ocupando, cada vez que se recuerda su vida y su muerte, las páginas de los periódicos del mundo.




Centrándonos en la película, el largometraje arranca con Héctor Abad (hijo) residiendo en Torino (Italia). Corre el año 1983 -cinco antes de la muerte de su padre-, y el joven, que por entonces tenía 25 años, pasea por las calles italianas acompañado de la mujer que se convertiría en su pareja. Desde el otro lado del charco le llega la noticia de la jubilación de su padre. En la universidad quieren hacerle un homenaje y Héctor vuela a Colombia para asistir al acto. Son imágenes en blanco y negro, un detalle que tendrá su significado posterior.

De esa inicial escena introductoria, que más tarde se repetirá, damos un salto en el tiempo hacia atrás. La narración nos lleva al año 1971, cuando Héctor Abad (padre) recibe la visita del doctor Richard Saunders, un profesor de San Francisco, en Medellín. Ambos trabajan en un proyecto en común al que han llamado Future for Childrens, y recorren los barrios más desfavorecidos, tomando muestras de agua y examinando a niños enfermos de tifus y otros males. Héctor hijo lo acompañará en algunas de esas visitas y comprenderá que la vida no es tan placentera para muchos, como lo es para él. 

La vida de Héctor Abad (padre) transcurre pareja a su compromiso con los más desfavorecidos. pesar de las miserias, de las desigualdades sociales, de las injusticias que veía cada día, era un hombre feliz. En este sentido, la película retrata la importancia de su ambiente familiar. Vemos a un padre adorado y admirado por sus hijos, un padre que trata de inculcar a sus cachorros los valores más primordiales, enseñándoles a ser buenas personas, a respetar a los demás. La imagen que nos muestra la película es la de un hombre que amaba profundamente a los suyos, y que ayudaba a todo aquel que tuviera alguna carencia. Buen esposo y un padre complaciente, que se mostraba duro e inflexible cuando debía serlo. A pesar de no ser creyente, sus hijos sí recibieron una educación religiosa, asunto en el que él no parecía meterse.

La otra cara de la moneda será su faceta profesional y su activismo político. Como se dice en el discurso que da una alumna durante su homenaje por jubilación, Héctor Abad fue un profesor único que no consentía que su voz fuera acallada. Pero ir así por la vida, en un país como la Colombia de esos años, era ponerse en el punto de mira. Eso es lo que ocurrió. En los programas de radio se hablaba del profesor con inquina. Unos lo tachaban de marxista y otros, de conservador. Pero, en realidad, no era más que un hombre justo, que luchaba por los más necesitados y por eso, por señalar las injusticias sociales y el abandono en el que el gobierno dejaba a buena parte de la población, recibió insultos, decoraron la fachada de su casa con pintadas e incluso lo jubilaron antes de tiempo en la universidad. No consiguieron apagar su voz. De hecho acentuó su presencia en el panorama político cuando decide presentarse a alcalde de Medellín, por el Partido Liberal de Colombia. Incluso entre las filas del partido fue una presencia incómoda.

El resultado fue el que ya conocemos, el asesinato a manos de un par de sicarios. Fin.

Hay muchas cosas que me han gustado de esta película. Por un lado, emociona la relación paterno-filial. Héctor padre es abordado desde la óptica de un hijo pequeño que irá haciéndose mayor a lo largo de todo el metraje. La admiración del pequeño se descubre en su mirada pero, a medida que el hijo va madurando, también lo hará su pensamiento crítico. ¿Está su padre actuando correctamente o es un temerario? Y es en ese entorno familiar donde tienen lugar los momentos más emotivos de la película. Las comidas familiares, las reuniones alrededor de un magnetofón que reproduce la voz del padre ausente, o ese suceso trágico que marca el antes y el después en la familia, que desborda al médico desgarrado de dolor. En ese punto, la vida pierde todo su color, de ahí que la cinta transcurra a partir de este momento en blanco y negro. 



Y si aplaudo el uso del color, también tengo que alabar la labor de vestuario, maquillaje y peluquería. En unas simples gafas, las que usa el médico, se detecta el paso del tiempo, aunque algún que otro crédito sobreimpreso nos vas a situar perfectamente en el plano espacio-temporal.  

Pero, lo que más me ha gustado de la película es la interpretación de Javier Cámara. Desconozco lo que opina la crítica profesional pero, en lo que a mí respecta, me quito el sombrero. Solamente por el trabajo que le habrá supuesto adoptar el acento colombiano que, a mi juicio está bastante logrado, el actor tiene toda mi admiración. Tampoco puedo dejar de lado el trabajo de Patricia Tamayo, en el papel de Cecilia, apoyo fundamental de su marido, o el de los actores que dan vida al Héctor hijo en su edad infantil y en la adulta. Creo que el casting hizo una buena elección con los rostros que encarnarían al hijo.

Sin embargo, me ha faltado panorama político. Es cierto que se hace alusión a las bombas que estallan en las calles y en ocasiones se hace referencia a los diversos asesinatos que se producen pero, bajo mi punto de vista, es una cuestión poco explotada, especialmente cuando se trata de unas circunstancias de peso en la trama.Solamente, siendo el final inminente, veremos revueltas universitarias, la temperatura política subirá unos cuantos grados y será entonces cuando Héctor padre se postule como alcalde. Pero he echado en falta algo de más profundidad en estos temas que, a poco que rasgues, son sumamente jugosos.

Con un ritmo pausado, el largometraje tiene una duración de más de dos horas. ¿Se hace pesada? No, aunque tengo que admitir que hay un par de secuencias que me han sobrado. Unas no aportan gran cosa y otras solo sirven para reforzar la idea de hombre cabal y juicioso que siempre fue Héctor padre, aunque en alguna circunstancia su hijo saliera mal parado. El que la hace, la paga.

En definitiva, El olvido que seremos es una película con dos caras. Por un lado, la colorida felicidad familiar, enturbiada por ese episodio trágico que ocurre dentro del hogar, mucho antes del asesinato de Héctor padre. A partir de ahí, la historia cobra un viso mucho más dramático, acentuado por el empleo de una fotografía en blanco y negro. Así hasta llegar al crimen. Y también es una oda a la familia, al amor, al compromiso, a la tolerancia, al respeto, a la justicia, a la bondad,... A todo eso que hoy está tan devaluado y desdibujado. El olvido que seremos es el retrato de un hombre bueno al que le arrebataron la vida simplemente por señalar lo que otros hacían mal.

De la escena final no os cuento nada para no romper el hechizo, pero sí os comento que, si queréis profundizar en la figura de este médico, tenéis el documental Carta a una sombra, dirigida por la nieta del médico e hija de Héctor Abad Faciolince. También tenéis aquí una entrevista de la BBC al hijo, con motivo del estreno de la película.

La tenéis en Netflix.



Tráiler:





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