Comenzamos con una nueva temporada de entrevistas. Y lo hacemos con un escritor joven, que acaba de publicar su segunda novela.
A Santiago Isla lo conocimos literariamente justo antes de que la pandemia paralizara el mundo. En marzo de 2020 vio la luz Buenas noches, una novela ambientada en Madrid y protagonizada por un pijo madrileño de los que podrían salir en el papel couché. El autor vuelve a su ciudad con su segunda publicación, Los juegos florales, obra en la que el joven escritor aborda la intolerancia a la frustración.
Santiago I.- Es algo irónico. Ser músico y escritor es un trabajo de verdad pero resulta muy difícil vivir de ello. Por el contenido del libro, ironizo con lo que supone tener un trabajo de verdad. En mi caso, tengo un trabajo de oficina, al que dedico la mayor parte del tiempo.
M.G.- Esta es tu segunda novela. En Los juegos florales nos cuentas la historia de Ignacio Benavides, un joven de 27 años que sufre mucho por amor y quiere convertirse en escritor. Cuéntame un poco el germen de la trama. ¿Por qué esta historia?
S.I.- Con este libro quería hablar de la frustración. Concretamente, me apetecía escribir sobre la intolerancia a la frustración, que me parece un tema generacional. Al menos, yo lo veo así. Ocurre en todas las generaciones pero, especialmente en la mía, se pone muy de manifiesto. Ignacio Benavides siente esa intolerancia a la frustración y, por otro lado, lo enfrento con Julio Gasset, un personaje que es justo lo contrario a Ignacio. Julio es el típico tío que enreda, que promete el oro y el moro. La novela muestra el choque entra esas dos personalidades.
M.G.- Ignacio quiere ser escritor. ¿Hay algo en común entre Ignacio Benavides y Santiago Isla?
S.I.- Creo que no. De hecho, durante la escritura, me sentía totalmente en desacuerdo con lo que hacía el personaje pero él es así y había que llevarlo por ese camino. En lo único en lo que nos parecemos es en que ambos tenemos aspiraciones literarias. A partir de ahí, te diría que me parezco bastante poco.
Me parezco un poco más a otro personaje que sale en el libro y que se llama Santiago Isla.
M.G.- Ahora hablaremos de ese Santiago Isla literario. En la novela hay reflexiones literarias muy buenas. He señalado algunas sobre la literatura y la creación artística. Por ejemplo, «La escritura es realmente un proceso de reescritura, y sin el sudor y los codos se queda en pedo lírico, fantasía, edificio endeble que se hunde solo con mirarlo». ¿Esto quiere decir que para escribir uno tiene que sufrir con lágrimas y sudor?
S.I.- No, sufrir no. Personalmente, yo no sufro. De hecho, es al revés. Disfruto mucho escribiendo. Pero lo que sí hay que hacer es esforzarse mucho y dedicarle muchísimo tiempo. Uno puede tener más o menos talento, puede ser más o menos creativo, pero sin el esfuerzo, sin tomarse tiempo para aprender las herramientas no vas a ningún lado. Únicamente, a base de talento únicamente no se consigue nada.
M.G.- Pero por aprender herramientas, ¿te refieres por ejemplo a las técnicas que se aprenden en los talleres de escritura?
S.I.- No tiene por qué. A escribir se aprende escribiendo. Leyendo también pero, fundamentalmente escribiendo. Y para aprender a escribir hay que echarle muchas horas. No hay atajo. Hay que echarle mucho tiempo y así conseguirás llegar a tu cota más alta como escritor que, dependiendo del talento que tengas, será más o menos alta.
M.G.- Otra cita que me ha gustado: «Todos los creadores, sea cual sea su campo, sienten una nostalgia tremenda de su primera obra. ¿Sabes por qué? Porque la están escribiendo cuando nadie mira, para sí mismos. El único criterio que prima es el suyo. Y eso provoca que, muchas veces, la falta de mimbres se supla con la originalidad: una originalidad inconsciente». ¿Tú escribes para ti, con objeto de evitar la tensión que supone saber que otros te leerán o escribes pensando en el lector?
S.I.- No pienso en el lector. Escribo para mí en el sentido que el primer crítico y el que más peso tiene en la obra soy yo mismo. El que se está juzgando todo el tiempo soy yo mismo, también. Cuando me siento a escribir, lo primero que hago es leer lo que he escrito el día anterior. En ese momento, el primer juez soy yo, el que dice si algo es una mierda o, por el contrario, está bien y creo que no hay que tocarlo, o si un personaje debería ser de este u otro modo. Así que, no, no pienso nunca en el lector. Y no lo hago por vanidad sino porque me parece un estorbo tener que pensar si a los lectores les gustará lo que escribo.
M.G.- Ignacio conoce a Julio Gasset, que será como su mecenas. Él lo introduce en un mundo en el que Ignacio no parece encontrar su lugar. Desde el punto de vista del lector, da un poco de pena porque lo vamos a ver muy desubicado.
S.I.- Ignacio es un personaje pelín patético. Por un lado, te da pena. Pero por otro lado, da rabia algunas de las decisiones que toma. El mundo de Julio es como muy frívolo, en el que todo el mundo tiene la vida solucionada y andan jugando a ser artistas. Pero el mundo de Ignacio es más estándar, de clase media, en el que se toma las cosas muy a pecho porque si te caes, no tienes una red debajo. Ignacio no termina de encajar en el mundo de Julio porque no entiende las reglas.
M.G.- En la novela vamos a encontrar un componente metaliterario. Antes hemos mencionado a un tercer personaje que se llama como tú, Santiago Isla. Te haces un guiño a ti mismo, algo que me ha parecido muy divertido.
S.I.- Me hacía gracia crear ese personaje. Cuando uno escribe se pasa muchas horas solo y me apetecía hacerme una broma a mí mismo. Lo hice básicamente por reírme.
M.G.- ¿Y cómo se hace para retratarse a uno mismo? Es que en la novela, vemos a Santiago Isla desde la óptica de Ignacio y no siempre sale bien parado.
S.I.- Ahí está la gracia, que surja un Santiago Isla y que a Ignacio le parezca un capullo, que no le caiga bien y que lo vea como un tío muy divino. Me parecía una forma curiosa de reírme de mí mismo.
M.G.- Antes has mencionado la frustración como tema y Santiago le cuenta a Benavides que está escribiendo una novela sobre las promesas, las decepciones y la frustración. Estos son los temas de esta novela. ¿Son también las líneas que marcan a tu generación?
S.I.- No me atrevo a hacer un juicio tan amplio. En cómputo global, no creo que mi generación esté frustrada o decepcionada. Es verdad que una persona de mi generación se tiene que enfrentar a cosas que no han vivido sus padres, pero eso pasa con todas las generaciones. No es algo exclusivo de la mía.
Y que Santiago Isla diga eso de su novela es, como dices tú, un guiño metaliterario porque él está hablando de la novela que realmente estaba escribiendo yo y que el lector están leyendo en ese momento. Es el juego del libro dentro del libro. Es otra manera de divertirme mientras escribía, a la vez que construyo un punto de complicidad con el lector.
M.G.- La acción transcurre principalmente en Madrid pero la ciudad no ocupa mucho protagonismo.
S.I.- Eso es y está hecho a posta. En mi primera novela, Madrid tenía mucho peso y se hablaba mucho de las calles de Madrid. Pero en esta he querido huir de todo eso. La he ubicado en Madrid porque es lo que más cerca me pilla, pero la ciudad será algo secundario. La trama podría haber transcurrido perfectamente en Sevilla sin cambiar nada. Además es que hay una sobreinformación mediática sobre Madrid que, a mí que vivo allí, ya me cansa.
M.G.- De todos modos, los personajes se mueven por otras ubicaciones. Algunas marcarán mucho a Ignacio porque va de frustración amorosa a frustración amorosa.
S.I.- Sí. La trama de este libro sucede en verano, como de junio a septiembre. Quería contar cómo son los personajes a través de diversos elementos, como por ejemplo, el lugar que eligen para veranear. Ese es un detalle muy ilustrativo que te dice mucho sobre una persona.
M.G.- También hay una referencia muy sutil al coronavirus. En todas las novelas que estoy leyendo en los últimos meses, aparece levemente la pandemia, pero la mayoría de los autores pasáis muy por encima. No apetece ahondar.
S.I.- Si antes te hablaba de la sobreexposición de Madrid, el coronavirus ha ocupado el 100% de la atención mediática durante mucho tiempo. Esta novela la escribí entre julio y diciembre de 2020, y cada vez que encendía la tele o escuchaba la radio todo era coronavirus. Por eso creo que, cuando llegaba mi momento de aislarme y ponerme a escribir, lo último que me apetecía era escribir sobre la situación.
M.G.- Santiago, tengo que preguntarte por el desenlace de la novela. Sin hacer spoilers, cuéntame un poco ese final porque siento que hay algunas ramificaciones que dejas en manos del lector.
S.I.- Totalmente. Es un final abierto. El destino de Ignacio Benavides pone de manifiesto que su mayor enemigo es él mismo. Él se pone la zancadilla todo el rato. Con ese final, un poco absurdo, se cierra el círculo. Terminas de leer la novela y realmente no ha pasado nada. Pero no que no haya habido acción, si no que este hombre ha empezado en un punto y ha acabado exactamente en el mismo punto. Ha dado la vuelta completa para nada.
Por otro lado, hay otros dos personajes -Julio Gasset y Claudia Lanza-, cuyas vidas también quedan abiertas. No sabemos lo que pasa al final porque, en el fondo, están jugando a vivir, a ser artistas. Como tienen mucha red debajo, al caerse, pueden continuar perfectamente con sus vidas. Lo que para Ignacio Benavides es algo tremendo, para ellos no es más que un juego.
M.G.- He dejado atrás una pregunta que me parece importante. Hay que aclarar que, a priori, nos puede parecer que Ignacio Benavides es el protagonista principal pero, en realidad, la narración se va desviando hacia otros personajes, hacia Julio, hacia Claudia,... Es un narrador dinámico.
S.I.- Sí, se centra principalmente en Ignacio pero el narrador se irá moviendo. Nos vamos a meter muchísimo en la cabeza de Ignacio pero, tanto Julio como Claudia, son dos personajes muy misteriosos. Con ellos dos, el lector nunca tiene claro por dónde van. De hecho, creo que ni ellos mismos saben cuáles son sus intenciones de verdad.
M.G.- Estuviste el otro día en la Feria del Libro de Madrid. ¿Qué tal la experiencia?
S.I.- Es mi primera feria del libro porque la novela anterior se publicó justo en marzo del 2020. Ha sido muy emocionante. Me ha encantado. He firmado un montón. Me lo pasé genial.
M.G.- Santiago, lo dejamos aquí. Muchas gracias por venir a Sevilla.
S.I.- Muchas gracias a ti.
Sinopsis: Una tragicomedia rabiosamente actual. Una novela generacional.
En Madrid, la joven generación del desencanto sigue sobreviviendo en sus trabajos precarios sin mayor horizonte que el día siguiente, agarrada a sus aficiones con una obsesión no exenta de la melancolía que impregna los finales de época: la música, las fiestas, las marcas, el coleccionismo de chicos y chicas, la gastronomía y mucho de ese amor ideal que Ginsberg consideraba el peso del mundo. Este es el paisaje en el que vive Ignacio Benavides, quien, para complicarlo aún más, ha elegido como tabla de salvación la literatura, eso de lo que ya sabemos que es muy difícil vivir… A no ser que tengas contactos en las productoras de contenidos: y eso es lo que le acaba de suceder. Con la ilusión de ver sus sueños cumplidos y de redimirse de su propio spleen, Ignacio empieza a frecuentar a los conseguidores del pijerío cultural madrileño que viven de las rentas y a las musas de cartón piedra que los acompañan.
Santiago Isla sigue siendo un flâneur en esta novela «sobre las promesas, las decepciones, la frustración», con ese narrador connotado, irónico y autocrítico que, sin embargo, conserva la esperanza «de un último tren hacia el futuro». El joven autor marca distancia con un estilo tremendamente personal y confirma los dones con los que se calificó su primera novela: frescura, luminosidad, altura, elegancia, inteligencia y entusiasmo.