Año: 2013.
Nacionalidad: Francesa.
Director: Claude Miller.
Reparto: Audrey Tautou, Gilles Lellouche, Anaïs Demoustier, Catherine Arditi, Isabelle Sadoyan,...
Género: Drama.
Sinopsis: Adaptación de la novela homónima de François Mauriac (1927). Principios del siglo XIX. La joven Thérèse contrae un matrimonio de conveniencia con Bernard Desqueyroux, un hombre anodino, aburrido e insensible a los placeres de la carne. Su insatisfacción es tal que, en un arrebato absurdo y desesperado, intenta envenenar a su marido. Una vez desenmascarada, tendrá que enfrentarse a la justicia, pero mucho peor será tener que afrontar el castigo que le impone su familia.
A veces, cuando me paro a examinar las películas en cartelera, hay alguna que, sin conocer la sinopsis, me atrae irremediablemente. Imagino que me ocurre igual que con las cubiertas de los libros. El cartel de este largometraje, en el que vemos a una Audrey Tautou con la primera lágrima entintada cayendo por su mejilla, me intrigó. Se nota en su mirada una tristeza infinita y aunque intento huir de aquellas historias cargadas de demasiado sentimentalismo, por no echar más leña al fuego, no pude evitar dejarme atrapar.
Thérèse D., tal y como dice la sinopsis, está basada en la obra homónima del escritor francés François Mauriac, aunque a la película le han acortado el nombre. Hubo una versión anterior, del año 1962 y dirigida por otro francés, George Franju, bajo el título «Relato íntimo».
La película relata la vida de una joven francesa desde el verano de 1922, cuando tan sólo era una adolescente, hasta el otoño de 1930. Thérèse pasa los veranos en La esperanza, la casa familiar donde reside la anciana tía Clara. Allí comparte juegos y aventuras con su mejor amiga, Anne, quién le augurará que pronto serán familia pues todos intuyen que Thérese terminará casada con su hermano Bernard y así se unirán los terrenos de las dos familias. Una boda pactada por conveniencia.
En abril de 1928 asistimos a los primeros paseos de la pareja. A pesar de las conversaciones llenas de planes futuros, de los abrazos y los besos, el espectador percibe una relación fría y distante, especialmente por la parte de Thérèse en la que se nota una resignación aceptada. Thérèse no es una chica provinciana más. Le gusta leer y en su cabeza bullen tantas ideas que hasta le provocan miedo. Cree que el matrimonio será su salvación. Sin embargo, y tras la boda, algo en su interior comenzará a removerse particularmente después de conocer que su querida amiga y ahora cuñada Anne se ha enamorado locamente del joven Jean Azevedo, miembro de una familia lusa que no goza de gran prestigio por la zona. Anne ve una relación fogosa con el joven portugués a la que le resulta incapaz de resistirse. Las cartas de Anne están llenas de pasión, deseo e incluso de desenfreno, festival al que Thérèse asiste con un semblante serio y sin participar de la felicidad que inunda a su joven cuñada. ¿Eres feliz Thérèse? - le pregunta Anne en sus cartas.
Cada carta que Thérèse recibe mientras pasa su luna de miel en Baden-Baden la inquietan, despiertan un resquemor desconocido por ella hasta ahora y a partir de ahí su vida apocada y sin sentido se muestra en toda su magnitud. ¿Eligió bien casándose con Bernard? ¿Dónde quedaron todas aquellas ideas? ¿Encaja ella en la familia Desqueyroux? Los acontecimientos demuestran que no y Thérèse intenta buscar en el envenenamiento de su marido una salida, una escapatoria de esa jaula de oro en la que se encuentra. Su plan peca de torpe, de mal planteado, y las consecuencias no se harán esperar. La verdad saldrá a la luz y en vez de hacerla libre, la recluirá aún más. Ella es condenada y a su vez se condena a sí misma a un abandono propio y ajeno, a una desintegración de su existencia, a un pasar los días con la pena y la tristeza anclada en el interior de su alma. Asistimos a su conversión de su mínima expresión. El castigo es aceptado.
Si tengo que comentaros lo que me ha parecido la película descataría principalmente el gran trabajo de Audrey Tautou en el papel de Thérèse. Siempre me ha gustado esta actriz, ya sea en su vena más risueña, como lo fue en Amèlie, como en su vertiente más introspectiva como ocurre en este filme. Sus gestos y expresiones hablan por sí mismos. Me gusta esa actitud de seriedad y sobriedad contenida que adquiere.
La fotografía también es digna de mencionar. Los planos del interior de la casa, de los parajes, de los paseos junto al mar ofrecen a la cinta un aire evocador. Y por supuesto la música, esas piezas armónicas, dulces, acompasadas que ribetean la escena.
Ahora bien, tengo que admitir que la película me ha dejado un poso de amargor. Al finalizar me sentí extraña, aturdida, lenta como el mismo ritmo de la película. Sentí la necesidad de inspirar profundamente pues notaba en mi interior una opresión que me molestaba y es que la atmósfera de la película es opresiva en sí.
Lamentablemente no conseguí empatizar con el personaje de Thérèse, quizás porque se muestra con una excesiva frialdad interponiendo un muro transparente entre actriz y espectador. Desconozco si ésta era la intención de Claude Miller, director que por cierto no pudo ver terminado su trabajo al fallecer en abril de 2012, pero aunque sea así, yo he notado que me ha faltado algo, alguna chispa que me emocione. Ni siquiera el final, que supone una auténtica liberación para Thérèse supuso una liberación para mí.
Por otra parte, cuesta trabajo comprender la tapadera que teje su familia política alrededor de todo el drama del envenenamiento. Es cierto que estamos en una época y en un contexto social en el que las apariencias imperan por encima de todo lo demás pero aún así, ¿ocultar un hecho tan grave cuándo hasta el propio padre de Thérèse reconoce la locura que ha cometido su hija? No sé. Es algo que me desconcertó, como también lo hizo el escaso desarrollo de un juicio que tuvo más de pantomina que de acto jurídico.
Thérèse D. no es una película que pueda recomendar a todos los espectadores. Considero que está más indicada para aquellos que gusten de navegar en la psique de personajes atormentados y fustigados por el entorno y el momento en que les toca vivir. No es una cinta para despejar la mente ni para pasar un rato de entretenimiento. Thérèse D. es una película para ahondar en el pensamiento de una mujer a la que los años 20 se les quedan cortos.
Mi puntuación se basa principalmente en la interpretación de Audrey Tautou.
Trailer:
La película relata la vida de una joven francesa desde el verano de 1922, cuando tan sólo era una adolescente, hasta el otoño de 1930. Thérèse pasa los veranos en La esperanza, la casa familiar donde reside la anciana tía Clara. Allí comparte juegos y aventuras con su mejor amiga, Anne, quién le augurará que pronto serán familia pues todos intuyen que Thérese terminará casada con su hermano Bernard y así se unirán los terrenos de las dos familias. Una boda pactada por conveniencia.
En abril de 1928 asistimos a los primeros paseos de la pareja. A pesar de las conversaciones llenas de planes futuros, de los abrazos y los besos, el espectador percibe una relación fría y distante, especialmente por la parte de Thérèse en la que se nota una resignación aceptada. Thérèse no es una chica provinciana más. Le gusta leer y en su cabeza bullen tantas ideas que hasta le provocan miedo. Cree que el matrimonio será su salvación. Sin embargo, y tras la boda, algo en su interior comenzará a removerse particularmente después de conocer que su querida amiga y ahora cuñada Anne se ha enamorado locamente del joven Jean Azevedo, miembro de una familia lusa que no goza de gran prestigio por la zona. Anne ve una relación fogosa con el joven portugués a la que le resulta incapaz de resistirse. Las cartas de Anne están llenas de pasión, deseo e incluso de desenfreno, festival al que Thérèse asiste con un semblante serio y sin participar de la felicidad que inunda a su joven cuñada. ¿Eres feliz Thérèse? - le pregunta Anne en sus cartas.
Cada carta que Thérèse recibe mientras pasa su luna de miel en Baden-Baden la inquietan, despiertan un resquemor desconocido por ella hasta ahora y a partir de ahí su vida apocada y sin sentido se muestra en toda su magnitud. ¿Eligió bien casándose con Bernard? ¿Dónde quedaron todas aquellas ideas? ¿Encaja ella en la familia Desqueyroux? Los acontecimientos demuestran que no y Thérèse intenta buscar en el envenenamiento de su marido una salida, una escapatoria de esa jaula de oro en la que se encuentra. Su plan peca de torpe, de mal planteado, y las consecuencias no se harán esperar. La verdad saldrá a la luz y en vez de hacerla libre, la recluirá aún más. Ella es condenada y a su vez se condena a sí misma a un abandono propio y ajeno, a una desintegración de su existencia, a un pasar los días con la pena y la tristeza anclada en el interior de su alma. Asistimos a su conversión de su mínima expresión. El castigo es aceptado.
Si tengo que comentaros lo que me ha parecido la película descataría principalmente el gran trabajo de Audrey Tautou en el papel de Thérèse. Siempre me ha gustado esta actriz, ya sea en su vena más risueña, como lo fue en Amèlie, como en su vertiente más introspectiva como ocurre en este filme. Sus gestos y expresiones hablan por sí mismos. Me gusta esa actitud de seriedad y sobriedad contenida que adquiere.
La fotografía también es digna de mencionar. Los planos del interior de la casa, de los parajes, de los paseos junto al mar ofrecen a la cinta un aire evocador. Y por supuesto la música, esas piezas armónicas, dulces, acompasadas que ribetean la escena.
Ahora bien, tengo que admitir que la película me ha dejado un poso de amargor. Al finalizar me sentí extraña, aturdida, lenta como el mismo ritmo de la película. Sentí la necesidad de inspirar profundamente pues notaba en mi interior una opresión que me molestaba y es que la atmósfera de la película es opresiva en sí.
Lamentablemente no conseguí empatizar con el personaje de Thérèse, quizás porque se muestra con una excesiva frialdad interponiendo un muro transparente entre actriz y espectador. Desconozco si ésta era la intención de Claude Miller, director que por cierto no pudo ver terminado su trabajo al fallecer en abril de 2012, pero aunque sea así, yo he notado que me ha faltado algo, alguna chispa que me emocione. Ni siquiera el final, que supone una auténtica liberación para Thérèse supuso una liberación para mí.
Por otra parte, cuesta trabajo comprender la tapadera que teje su familia política alrededor de todo el drama del envenenamiento. Es cierto que estamos en una época y en un contexto social en el que las apariencias imperan por encima de todo lo demás pero aún así, ¿ocultar un hecho tan grave cuándo hasta el propio padre de Thérèse reconoce la locura que ha cometido su hija? No sé. Es algo que me desconcertó, como también lo hizo el escaso desarrollo de un juicio que tuvo más de pantomina que de acto jurídico.
Thérèse D. no es una película que pueda recomendar a todos los espectadores. Considero que está más indicada para aquellos que gusten de navegar en la psique de personajes atormentados y fustigados por el entorno y el momento en que les toca vivir. No es una cinta para despejar la mente ni para pasar un rato de entretenimiento. Thérèse D. es una película para ahondar en el pensamiento de una mujer a la que los años 20 se les quedan cortos.
Mi puntuación se basa principalmente en la interpretación de Audrey Tautou.
Trailer: