Autora
Ana Alonso es poeta y novelista. En el terreno poético, ha recibido reconocimientos como el premio Hiperión, el premio Ojo Crítico, un accésit del Adonáis o el premio Manuel Acuña en México, entre otros. Como autora de novela infantil y juvenil, ha obtenido el premio Barco de Vapor, el premio Anaya y dos premios Templis a la mejor saga española. Su obra se ha publicado en diversos idiomas, desde el francés o el alemán hasta el japonés y el coreano.
Sinopsis
Para Adela, encajar en la sociedad provinciana de León, en el ambiente cerrado y asfixiante de un pueblo de montaña o en el Madrid gris de escombro resulta doloroso. No se adapta a vivir en la sospecha, a que la miren de reojo o a mantenerse siempre en guardia frente a los delatores mientras los suyos se consumen en la guerrilla o se colocan la máscara del Régimen y piden «té especial» en las cafeterías de moda. Para ella, que nació obrera en Barcelona y luchó en la defensa de la ciudad por un mundo más justo e igualitario, lo peor es la impostura, y a eso no se acostumbra. El deseo de revolución late en la maestra, en la lectora compulsiva, en la costurera, en la madre imperfecta, en la mujer cuya vida se truncó en el Pirineo un día del año aciago en el que se perdió la guerra.
Adela nunca llegó a comprender lo ocurrido ese día. Hasta que empieza a encontrar respuestas en el lugar más insospechado: las páginas de la novela romántica Una mancha de carmín. Las claves ocultas en la historia parecen contener una invitación para recuperar los colores de aquella revolución soñada. Pero ¿qué margen le queda a una maestra represaliada para luchar por una sociedad mejor?
A través de Adela, de Carmen, de Mercedes, de Federica Montseny o de Gloria Fuertes, Ana Alonso nos lleva al mundo encorsetado de las mujeres de la primera posguerra y a la España en blanco y negro de los años cuarenta, llena de «secretos, máscaras, mentiras que se exhiben y verdades que se ocultan».
[Información tomada directamente de la web de la editorial]
Si no lo dije el día que publiqué la entrevista con Ana Alonso, lo digo ahora. Me encantó Los colores del tiempo. La historia que construye la autora en esta novela nos lleva a aquellos años en los que España estaba dividida en dos bandos, los vencedores y los vencidos. En ese contexto, fácil o complicado según a qué lado de la línea estés, conoceremos la historia de Adela Cruz, una joven madre que, para mantener a su hija Lucía, se emplea como maestra.
Dice Alonso que esta novela surgió a raíz de largas conversaciones con su madre durante el confinamiento. La autora, que reside en Alcázar de San Juan, con objeto de combatir los días de soledad y encierro de su madre, residente en León, se propuso conversar con ella telefónicamente cada día, durante horas. Quiso entretenerla, procurarle una distracción que, tanto a madre como a hija, les sirviera para apartarse durante un tiempo de la angustia que nos azotó durante aquellos meses. ¿Y qué mejor manera para entretener a una madre que pedirle que nos cuente su vida? Cada día Ana Alonso hacía preguntas a su madre, octogenaria y ciega, y aquella mujer volvía a su juventud para perderse entre recuerdos que, posteriormente, han sido la base de esta novela. En definitiva, y como ella mismo nos dijo en la entrevista (que puedes leer aquí), Los colores del tiempo narra la historia de amor de sus padres. Se inspira en ella, pero ¿cuál es el argumento de esta novela?
A grandes rasgos os puedo contar que Los colores del tiempo cuenta la historia de Adela Cruz, una maestra que ocupa plaza en un barrio humilde de León, al inicio de la novela. Estamos en esa España franquista, donde la religión es una segunda piel de todo aquel que se considere un hombre de bien. Efectivamente, Adela da clases en un colegio religioso, de esos de rezos diarios y crucifijo en la pared, pero nuestra joven maestra no es creyente. Si sigue los preceptos de la Iglesia es por pura obligación, porque si no se confiesa la señalarán con el dedo y tendrá problemas. Necesita pasar desapercibida. Necesita tener un trabajo con el que mantener a su hija Lucía, que vive y crece en unos tiempos que para ella son los que son. ¿Qué sabe la pequeña de república y anarquismo?
A Adela le encanta leer porque «las novelas y los milhojas de crema» se pueden saborear incluso en las peores circunstancias. Mari, la quiosquera le guarda novelas que ella lee con fruición, porque le recuerdan a otros tiempos, a aquellos años en los que «recibía los nuevos números de La Novela Ideal antes incluso de que llegarán al quiosco». Y es precisamente la lectura de una novela la que permitirá a Adela perderse entre sus recuerdos, viajar al pasado, acompañada por el lector, para contarnos que su vida era otra muy distinta allá por el año 1931. Adela juraría que la historia que narra «Una mancha de carmín» la ha leído ya cuando era más joven. Pondría la mano en el fuego de que esa novela es un plagio, un calco de la que escribió Carmen Valdés, la joven a la que conoció cuando Adela regentaba un taller de costura, y que fue publicada en una editorial anarquista. Carmen fue la que le abrió los ojos al mundo, la que la adentró en la lucha política, la que le inculcó unos ideales que cambiarían el mundo. Por Carmen, Adela se afilió a la CNT. Por Carmen, Adela huyó de Barcelona con el corazón partido y una criatura creciendo en su interior. La amistad se rompió pero queda el recuerdo de aquella mujer, que nunca dejaba de sorprenderla ¿Qué habrá sido de ella?¿Y quién es la autora de esta otra novela?
Adela siente deseos de saber más. Se empeñará en buscar a Carmen y para ello escribirá al editor de «Una mancha de carmín». El misterio sobre la identidad de la autora de esta novela planeará a lo largo de toda la historia, mientras, a través de los recuerdos, Adela nos irá contando cómo fue su vida tiempo atrás, quién es el padre de Lucía o cómo se desarrolla su presente, cambiando de ubicación geográfica, ocupando plaza en colegios de aquí y allá. Todo esto en un tiempo en el que su pasado militante sería su condena de salir a la luz.
Lo repito. Sí, me ha gustado mucho Los colores del tiempo. Acostumbro a empatizar muchísimo con las historias de padres y abuelos. Aunque ahora se dice que a nosotros nos ha tocado vivir una peculiar guerra con esto del coronavirus, al menos, no nos tenemos que esconder, no somos juzgados, condenados y asesinados por nuestros principios ideológicos. Aquellos padres y abuelos lo tuvieron mucho más complicado. Lo de ellos fue una guerra de verdad. De pueblos enfrentados, de familias destrozadas, de venganza. Muerte, miedo y miseria. Por mucho que se hable de la República, de la Guerra Civil, de los años de posguerra, siento que todavía hay mucho que contar. Es necesario relatar la historia personal de cada uno de aquellos hombres y mujeres, que vivieron en esos años, porque en cada una de esas vidas hay una novela, y eso es lo que ha hecho Ana Alonso al contarnos la historia de sus padres. Me parece un homenaje precioso. Un homenaje justo.
He disfrutado mucho conociendo cómo fue la vida de esta joven maestra, que no tiene a nadie más que a su hija, a la que intenta inculcar sus propios valores. Pero Lucía, que como dije antes no entiende de política, de bandos, de república o dictadura, le fascinan las actividades que se desarrollan en la Sección Femenina. Desde su inocencia no ve aleccionamiento alguno, no ve dobles intenciones, no considera peligroso que esas mujeres enlutadas y rigurosas quieran convertirla en el estereotipo de la mujer y futura esposa perfecta.
Los personajes
Ana Alonso compone un rosario de personajes, con mayor o menor protagonismo, en función del servicio que presten a la historia. Adela Cruzserá la que soporte el peso de la historia. Es una mujer llena de secretos que trata de pasar lo más desapercibida posible en estos años del régimen. En las primeras páginas, se nos dirá de ella que tiene un pasado oscuro, que toma anotaciones en un cuaderno, y que posteriormente destruye por temor a que caigan en manos inapropiadas.
Adela no se fía de nadie.¿Cómo fiarse cuando se siente en la boca del lobo? Pero es que tampoco se fían de ella. La gente es recelosa, no mira con buenos ojos a los que vienen de fuera y encima, «con ese pelo y esa forma de mirar». Y es que Adela es pelirroja. Prácticamente la veían como la hija de Satán.
Adela es altanera pero se tiene que tragar su orgullo si quiere seguir alimentando a su hija. Lleva la desconfianza pegada a la piel, el temor a ser descubierta, pero le cuesta mucho traicionarse, por eso acostumbra a decir lo que piensa y eso, ya sabemos que no siempre trae buenas consecuencias. Aun así, es una mujer de buen corazón, volcada en su labor docente, solo que le ha tocado vivir en unas circunstancias donde es mejor andarse con siete ojos.
Es muy fácil aliarse con Adela. La sentimos mantener un precario equilibrio entre la vulnerabilidad que siente al verse rodeada de gente que la mira por encima del hombro y que no dudaría en echarla a los leones si supieran la verdad, y la fortaleza que tiene que sacar de su interior para seguir en pie, haciéndose cargo de su hija. Pero Adela también tiene debilidades, es una mujer con el corazón palpitante.¿Dónde ha quedado el amor en tiempos de guerra? ¿Se puede amar incluso cuanto tu vida puede estar en peligro?
Junto a ella, y durante la mayor parte de la historia, aparecerá don Marcos. Se trata de un cura de León que vigila de cerca a Adela para que no se meta en líos debido a su pasado, del que el sacerdote conoce todos, o casi todos, los detalles. Confieso que este cura me resultó algo inquietante. Inicialmente, Adela no se fía de él y nos contagiará esa misma desconfianza. ¿Realmente le mueve un interés sincero? ¿Busca ayudar a Adela de forma desinteresada? A medida que avance la historia iremos conociéndolo más y sabremos realmente lo que siente.
Carmen es un personaje sombra. Prácticamente, todo lo que sabremos de ella será a través de los recuerdos de Adela. Sencilla, aunque de familia pudiente, Carmen es una mujer comprometida con sus ideales, una intelectual, escritora de novelas románticas. Poco a poco sabremos más de ella. ¿Sigue viva?
Otros personajes con menor protagonismo serán don Avelino, un médico unido a Adela por un vínculo especial; Antonio Rejas, el editor de «Una mancha de carmín», que le será de gran ayuda, siguiendo el rastro de Carmen; y Manuel, el maquis, que, con un brevísimo protagonismo, será ejemplo de esas vidas ocultas en los bosques.
No quiero dejar de comentaros que también habrá algún cameo interesante de personajes reales.
El contexto socio-político
Ana Alonso cuenta lo justo para entender en qué circunstancias se movían los personajes a lo largo de los años en los que se desarrolla la historia. De los años 30 hace un retrato exiguo de lo que fue el Congreso internacional de la CNT celebrado en Madrid, en 1931, y otro mucho más profundo sobre los comandos de la resistencia.
Del presente de la novela, veremos cómo se las gastaban en la Sección Femenina o en los colegios religiosos, donde las inspectoras analizaban con lupa al personal docente. No solo se inmiscuían en la metodología de enseñanza, evitando que las maestras llenaran la cabeza de los alumnos con ideas contrarias al régimen, sino que también indagaban sobre los orígenes y raíces familiares. Porque ya sabemos que un fruto podrido, pudre a los restantes frutos del cesto.
Literatura
Los colores del tiempo habla de Literatura. No podía ser de otro modo si una novela es el motor de arranque del misterio que se despliega en este libro. ¿Qué tipo de libros se escribían por aquellos años?¿Con qué intención? Aunque en algún momento se comenta que las novelas del régimen creaban falsas esperanzas a las chicas jóvenes, llenándole la cabeza de ideales inalcanzables, Ana Alonso comentó en la entrevista que las novelas rosas anarquistas también estaban llenas de idealización. Sin embargo, veremos a Adela comentar que, gracias a aquellas novelas, que otro persona cataloga de producto de propaganda para mujeres incultas, ella ejerce de profesora.
Los libros siempre fueron objetos peligrosos porque ayudaban a crear criterio, a construir opinión, a tener otra perspectiva distinta. Fueron años en los que se quemaron libros o se prohibía su lectura. Algo de eso veremos en esta novela.
Escenario
La novela se inicia en León. Me hizo especial ilusión que se desarrollara en esa ciudad porque la había visitado justo antes de empezar con la lectura. La ciudad de León tiene cierta presencia en el texto, pues veremos a los personajes pasear por sus calles, pero no tanta como para que se la considere una protagonista más. En cualquier caso, Adela irá cambiando de ubicación a lo largo de la trama. Por motivos que no quiero desvelar, será destinada a otros emplazamientos, -rurales o urbanos-, y deberá adaptarse a las circunstancias propias de cada lugar.
Estructura y estilo
Escrito en tercera persona, Los colores del tiempo se estructura en dos grandes bloques, a lo largo de los cuales se distribuyen un total de treinta y cuatro capítulos de media extensión, en los que la narración y el diálogo mantienen un equilibrio.
La narración es totalmente lineal. Los retrocesos al pasado se hacen desde el presente, en esos momentos en los que Adela recuerda sus años de juventud.
Con un estilo claro y sencillo, de fácil acceso, la lectura fluye en nuestras manos, permitiéndonos adentrarnos en la vida de Adela y el resto de personajes con agrado y soltura.
Dicho todo lo cual, te animo a leer Los colores del tiempo. Es una historia emotiva y entrañable en unos años en que todo era gris. Sin embargo, aquellos hombres y mujeres trataron de imprimir algo de color a sus vidas.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
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