Antonio Muñoz Molina publicó en septiembre de 2021 su última novela, que lleva por título Volver a dónde (Seix Barral). El autor jienense comenzó a hacer promoción en el último trimestre del año, y dentro de ese tour, tenía previsto visitar Sevilla en el pasado mes de octubre. Sin embargo, su viaje a la ciudad hispalense tuvo que ser aplazado y no fue hasta casi finales de año, cuando pudimos contar con la presencia del autor.
Reunido con varios medios de comunicación, Antonio Muñoz Molina compartió con nosotros las sensaciones que experimentó desde que se decretó el estado de alarma porque Volver a dónde no hubiera existido sin la pandemia. Aquellos meses de confinamiento agudizaron su sensibilidad y su capacidad por observar el mundo que le rodeaba. Esta novela surge del deseo de apuntar cada día lo que iba viviendo durante aquellos meses de encierro. El autor nos comentó que acostumbra a llevar una especie de diario y «en esa época, lo hice con una mayor intención». Por eso, cada día, a determinada hora, se sentaba un rato para anotar lo que había vivido esa jornada, lo que se le había ido pasando por la cabeza. A sus anotaciones fue incorporando recortes del periódico, fotografías que fueron engrosando aquellos cuadernos. «Tengo muchos de esos meses», nos dijo.
Pero no fue hasta más tarde, cuando ya se había puesto fin al estado de alarma, cuando se le ocurrió hacer uso de todas aquellas anotaciones para escribir una novela. Nos comentó que la idea surgió tras el comentario de un amigo. Había escrito un artículo para el periódico bajo el título Volver a dónde. En aquel texto se hacía eco del estupor y desconcierto que le provocó el fin del estado de alarma. ¿Qué iba a ocurrir a partir de entonces? Su amigo le comentó que aquel artículo parecía el inicio de una novela, y aquello lo animó a componer un nuevo libro en dos tiempos. Por un lado, lo vivido con posterioridad al confinamiento. Por otro, fragmentos intercalados que había escrito durante el encierrro. Volvió entonces a aquellos cuadernos llenos de anotaciones y descubrió que lo allí escrito le parecía como de otro tiempo, muy lejano, cuando apenas había pasado un breve espacio de tiempo. «Y al hilo de la propia escritura fueron surgiendo nuevas ideas y reflexiones», nuevas sensaciones, evocadoras de su niñez, que iba incorporando a la escritura. Algo tan sencillo como descubrir que la tomatera que tenía en el balcón había dado frutos le hizo recordar a su tío en la huerta de su infancia, y de ahí a las conversaciones con su madre solo hubo un paso. Se fue gestando en su cabeza una especie de álbum familiar que iba dando forma a la novela, alimentándola con las ocurrencias que iban llegando a cada momento.
[Booktrailer. Canal YouTube Planeta de Libros]
Sin embargo, el pasado no es lo único que asoma a este libro. Muñoz Molina nos contó que, al tener una nieta, también sentía la necesidad de proyectarse hacia el futuro. En ocasiones se llegó a preguntar cómo es el mundo que él tenía ante sus ojos para un niño. ¿Cómo veía su nieta el mundo en el que él era ya un hombre de 65 años? Se hacía preguntas. «¿Cómo será el mundo de mi nieta cuando sea mayor? ¿Qué mundo le tocará vivir? Porque, si yo hoy me acuerdo de mi abuelo, ¿habrá alguien que se acuerde de mí en el futuro?», se cuestionó. Preguntas de las llamadas existenciales que todos nos hemos hecho alguna vez, al ir cumpliendo años. Afirmó que el mundo no es solo como nosotros lo vemos sino también como otros lo recuerdan, aquellos que vivieron su infancia en nuestra edad adulta. Por eso dice el autor que el hombre no solo se proyecta hacia el pasado sino que también debe hacerlo hacia el porvenir. «Hay gente que dice que no le importa el futuro porque ya no estará pero, si tienes hijos y nietos, ¿cómo no te va a importar lo que venga después?». Las generaciones no son independientes sino que fraguan vínculos y construyen fraternidades.
Precisamente la palabra fraternidad cobró gran importancia en los tiempos del confinamiento. Fue una palabra que salió a relucir cuando se habló de la gratitud a los sanitarios y a la ciencia. Y es que en esta novela se recogen pasajes en los se muestran esos aplausos de las 8 de la tarde. Muñoz Molina reside cerca de un hospital maternal. La hora de los aplausos supuso para él un momento de emoción, y de ello habla en este libro. Recuerda aquellas tardes en las que la policía se acercaba a las puertas de los centros sanitarios para aplaudir. «Para los sanitarios era muy importante recibir ese aplauso, aunque también hubiera sido importante recibir contratos laborales que no fueran de tres días». Asegura que fue entonces cuando aprendimos el significado de la palabra fraternidad. «Vivimos en un mundo dominado por la ideología que lo permea todo, en el que nos creemos únicos y con derecho a hacer todo lo que nos plazca porque pensamos que todo gira alrededor de nuestros intereses. Pero no somos nada sin la fraternidad», afirmó el autor. Muñoz Molina nos contó que desde su casa veía al personal sanitario abandonar el hospital después de esas jornadas tan duras y terribles, donde se jugaban la vida. «La policía les ponía música y ellos hasta bailaban. Me sentí fraternalmente unido a esas personas y ahora me preocupo también por los vecinos de enfrente, a los que ya conozco», afirmó.
Los vínculos son importantes en este libro. El autor habla de paternidad pero eso implica también hablar de su condición de hijo. «La visión que tenemos de nuestros padres cambia cuando tenemos hijos e incluso, aunque no los tengamos, cambia cuando nos hacemos adultos». Vínculos con otros seres humanos pero también con el mundo que nos rodea, con los espacios, con la naturaleza. Retrata entre las páginas de Volver a dónde esas sensaciones que le invadían cuando se acercaba al parque del Retiro, cerrado como el resto de lugares y establecimientos, y observaba cómo la naturaleza se extendía. Al hilo de aquellas emociones comentó que el cuidado del medio ambiente es una de las reflexiones más urgentes que debemos de hacer. «No es un capricho de cuatro ecologistas. Es una emergencia. Estamos construyendo un mundo insostenible». En aquel Retiro cerrado a cal y canto llegaron a formarse auténticas praderas. El verdor iba ganando terreno, aprovechando la ausencia del hombre que se empeña en domeñarlo todo. «Lo del cambio climático no es algo de pijos. Las víctimas del cambio climático son los pobres, especialmente el tercer mundo; un cambio provocado por los ricos y las clases medias del primer mundo», declaró.
Esa manía del hombre por imponerse a la naturaleza y devastarla, que acarrea también cambios en la climatología. Las referencias al tiempo son frecuentes en Volver a dónde. Según el autor, el confinamiento nos trajo un nuevo invierno después de días primaverales. Al menos, en Madrid, ciudad en la que reside, aquellos meses coincidieron con días muy invernales. «Era como vivir en la Europa Central, con días tan oscuros, sin nadie por la calle. Me sentía como en un país comunista, durante los años 80, con las colas en los establecimientos y el frío».
Pero no se puede hablar de una nueva novela sin aludir al propio proceso de escritura. Si antes nos explicó cómo se fue gestando este libro, volvió a retomar el tema para poner en duda aquello en lo que tanto hincapié se hace en los talleres de escritura creativa, eso de forjar una estructura previa y sólida antes de sentarse a escribir. Para Muñoz Molina es mucho mejor tener un impulso que un armazón. «Las cosas van cobrando forma por sí solas», y como afirma en un pasaje del libro, «yo voy donde me lleva lo que escribo».
Quise saber el porqué de aquel título, que flota en el aire como pregunta velada. Pregunta que vienen acompañadas por otras que él pronunció en voz alta: ¿A dónde queremos volver? ¿Queremos volver al mundo tal y como era antes? ¿A un mundo de recortes extremos en el sector sanitario cuando hemos visto lo necesario que es una buena sanidad y atención primaria? ¿Queremos volver a la brutalidad del consumo y el medio ambiente? «No hay donde volver. Lo que hay es mucha necesidad de crear, en la medida de lo posible, otro mundo que sea mejor. Más humano y más sostenible». Comentó Muñoz Molina que la pandemia nos ha enseñado a comprender lo frágil del sistema en el que nos apoyamos. Pasar por esta experiencia y no aprender es un acto suicida. Porque, con razón, alega que ahora sabemos lo que es realmente importante en nuestro día a día. «Durante la pandemia no teníamos necesidad de brokers inmobiliarios ni de asesores de imagen. Los verdaderamente importantes son esos trabajadores a los que llamamos esenciales». Sin ellos el mundo no gira, no avanza. «Trabajadores que encima son los peores pagados», añadió.
Llegaba el final del encuentro y tocaba despedirse. Cada uno de los presentes nos levantamos, nos despedimos, y volvimos a aquello que tuviéramos que hacer. Pero la pregunta siempre será: Volver a dónde.
Sinopsis: Una lúcida mirada sobre la España actual a través de la memoria íntima de una familia a lo largo del último siglo.
Madrid, junio de 2020. Tras un encierro de tres meses, el narrador asiste desde su balcón al despertar de la ciudad a la llamada nueva normalidad, mientras revive los recuerdos de su infancia en una cultura campesina cuyos últimos supervivientes ahora están muriendo. A la dolorosa constatación de que con él desaparecerá la memoria familiar, se le suma la certeza de que en este nuevo mundo nacido de una crisis global sin precedentes aún prevalecen unas prácticas dañinas que podríamos haber dejado atrás.
Volver a dónde es un libro de una belleza sobrecogedora que reflexiona sobre el paso del tiempo, sobre cómo construimos nuestros recuerdos y cómo éstos, a su vez, nos mantienen en pie en momentos en que la realidad queda en suspenso; un testimonio imprescindible para entender un tiempo extraordinario y la responsabilidad que adquirimos con las nuevas generaciones.
Certero observador de la actualidad, Antonio Muñoz Molina ofrece en estas páginas, a modo de una suerte Diario del año de la peste de Daniel Defoe contemporáneo, un lúcido análisis de la España actual a la vez que refleja la transformación irreversible de nuestro país durante el último siglo.