Nacionalidad: España
Director: Marcel Barrena
Reparto: Eduard Fernández, Dani Rovira, Anna Castillo, Sergi López, Àlex Monner, Melika Foroutan, Patricia López Arnaiz, Vassilis Bisbikis, Giannis Niaros, Drosos Skotis, Yiota Festa, Constantin Symsiris
Género: Drama
Sinopsis: Otoño de 2015. Dos socorristas, Óscar (Eduard Fernández) y Gerard (Dani Rovira), viajan hasta la isla de Lesbos, en Grecia, impactados por la fotografía de un niño ahogado en las aguas del Mediterráneo. Al llegar descubren una realidad sobrecogedora: miles de personas arriesgan sus vidas cada día cruzando el mar en precarias embarcaciones y huyendo de conflictos armados. Sin embargo, nadie ejerce labores de rescate. Junto a Esther (Anna Castillo), Nico (Sergi López) y otros miembros del equipo, lucharán por cumplir un cometido, dando apoyo a personas que lo necesitan. Para todos ellos, este viaje inicial supondrá una odisea que marcará sus vidas.
La reseña de esta película se puede resumir en tres palabras: Tienes que verla. Así, sin más. Aunque no ha tenido un éxito arrollador ni tampoco ha conseguido los premios más importantes (Mejor fotografía, Mejor Dirección de Producción y Mejor Canción Original, en los pasados Goya) Mediterráneo me ha conquistado. Y es que la historia que cuenta esta película me ha sobrecogido de tal manera que no volveré a mirar el mar con los mismos ojos. Palabra.
Mediterráneo cuenta la historia de Óscar Camps y el nacimiento de la Ong Open Arms. ¿Qué sabes de este hombre y de esta organización no gubernamental? Espero que mucho más que yo porque, sinceramente, sabía bien poco. No acostumbro a ver televisión y mucho menos los informativos. Demasiadas penurias tenemos cada día en nuestras vidas como para también sumergirse en un mar de desgracias a la hora de comer. Pero claro, aislarse de este modo conlleva el gran inconveniente de saber poco del mundo en el que vives. De Open Arms sabía lo mínimo que se despacha. En alguna ocasión he visto imágenes de los salvamentos que han llevado a cabo y me han llegado rumores de los problemas en los que se han visto envueltos. Pero no me preguntes detalles. Sin embargo, Mediterráneo me ha abierto los ojos. Al menos me ha permitido saber cómo acabó Óscar Camps en la isla de Lesbos y cómo apostó por la ayuda humanitaria.
¿Qué nos cuenta esta película?
Óscar Camps (Eduard Fernández) trabaja como socorrista en las playas de Barcelona. No es un jovenzuelo que quiere sacarse un dinero extra durante el verano. No. Es un hombre de edad madura, padre de una joven llamada Esther. En realidad, Óscar no tendría que pasarse las horas en la torre de vigilancia, oteando la línea de agua porque es el fundador y socio de la empresa Pro-Activa Serveis Aquàtics, dedicada al rescate marítimo, con una flota importante de socorristas.Pero a él le gusta su trabajo. Desde su atalaya, disfruta contemplando a los bañistas, cuidando para que no ocurra ningún percance. Es un hombre solitario, entregado a su trabajo y a una vida algo ermitaña. Pero todo cambia cuando unas imágenes recorren el mundo entero. Sobre la arena de una playa turca, y acariciado por las olas, yace el cuerpo sin vida de un niño pequeño (¿recordáis aquella noticia?). A todos nos sobrecogió y se abrió un importante debate. Camps no podía dejar de mirar aquellas fotos. Lo que ocurría entre aguas turcas y griegas era un asesinato. Decide que ya es hora de que alguien haga algo por todas esas personas que tratan de llegar a las costas griegas, a Europa, y tratar de evitar que pierdan la vida en el intento. Así que, reunido con su socio Nico (Sergi López) y Gerard (Dani Rovira), les propone ir a la isla de Lesbos para ayudar a toda esa gente que huye de Turquía. Apenas diez kilómetros de agua salada separan las costas turcas de las griegas. Diez kilómetros que, surcados por una lancha en la que se agolpan más del cuádruple de personas que la embarcación puede permitir, resultan un viaje muy arriesgado. Muchos llegan exhaustos a la costa griega. Otros, ni llegan.
A Nico y a Gerard la propuesta les parece una locura.¿Qué pueden hacer ellos contra ese problema de tamaña envergadura? ¿Cómo ayudar si los propios gobiernos, a pesar de tener el poder y los medios, miran hacia otro lado? Pero Camps no está dispuesto a dejar las cosas así. Su conciencia no se lo permite. Hará el petate y se marchará a Grecia. Al final, Gerard decide acompañarlo.
Lo que Camps y su compañero de viaje encuentran en la isla de Lesbos no será muy alentador, pero prefiero que lo descubras por ti mismo si te decides a ver esta película.
¿Qué me ha gustado de Mediterráneo?
Principalmente, la historia. Desconozco si la narración se ajusta de manera exhaustiva y exacta a los hechos. Me gustaría creer que sí porque, en ese caso, volvería a recuperar la fe en el ser humano, en la ayuda desinteresada, en el amor al prójimo, en la bondad. En pleno siglo XXI, incluso con una posición económica muy desahogada, es muy complicado encontrar a alguien que se entregue a los demás. Pero, como las meigas, haberlos, haylos. Lo que me hace recordar ahora otra noticia que arroja algo de luz sobre el hombre. No tiene nada que ver ni con Camps, ni con los inmigrantes pero me ha conmovido igualmente. Ayer leía el siguiente titular: «Hace una compra de 260 euros para dársela a una mujer que pedía en un supermercado de Montequinto».Si el cielo existe, personas como estas tienen un sitio asegurado.
Pero volviendo a la película, las imágenes que acompañan a los créditos iniciales demuestran el nivel de dejadez por parte de los gobiernos. Una llamada de teléfono alerta de un barco de inmigrantes que está a punto de hundirse. Reclaman ayuda a los países costeros pero nadie quiere hacerse cargo. Mientras la patata caliente pasa de mano en mano, el barco se hunde. ¿Pasa algo? ¿Algún gobierno se da golpes de pecho? No. Son solo inmigrantes.
Mediterráneo da una primera bofetada con la mano abierta pero también señala con el dedo a las mafias que se dedican a organizar viajes suicidas, aprovechándose del hilo de esperanza de tantos hombres, mujeres y niños. Familias enteras se despojan de lo poco que tienen con tal de cruzar hacia el otro lado. Los que consiguen llegar, ¿qué será de ellos? Dependerá si se les considera refugiados o inmigrantes ilegales. Hay una gran diferencia que queda debidamente explicada en la película. Os prometo que aluciné. La política exterior debe estar muy mal articulada si la gente tiene que cometer locuras para conseguir algo a lo que aferrarse. Y si se les considera refugiados pasaran a un centro, donde se hacinan en barracas, tiendas de campañas o pequeños refugios hechos con cualquier material. No hay agua corriente, no hay saneamiento. Solo más miseria y pésimas condiciones de vida.
Si os digo la verdad, Mediterráneo me ha gustado tanto que se me ha quedado corta. El drama que viven estos inmigrantes requiere una mayor profundidad, un drama que también viene representado por una subtrama de la que mejor no os cuento nada. También se me ha quedado corta la narración sobre la labor desempeñada por Óscar Camps y su equipo en ese año de 2015, momento en el que se ubica la acción. Me sentía tan dentro de la película que ansiaba saber más. Como también me ha parecido poco la indagación que se hace en la vida personal de los personajes. A ello voy.
Personajes e interpretaciones
Óscar Camps es un hombre obsesionado por la vida y la muerte, por la fina línea que separa un corazón palpitante de unos pulmones inundados de agua salada. Se siente como David luchando contra Goliat. Sus escasos medios son un grano de arena en semejante desierto marítimo. Por eso desespera. Por eso se mesa los cabellos tratando de buscar una solución a un problema que se le escapa. Pero no ceja en su empeño. Si salva a una sola persona de morir ahogada bien habrá valido su estancia en Grecia y ese dinero de su bolsillo que usa para sobornar a quien haga falta, con tal de ayudar a los más desfavorecidos.
Camps también tiene vida personal. Junto a él está su hija. La joven Esther (Anna Castillo) trabaja en Pro-Activa porque es una mujer tan comprometida como su padre. Solo que Óscar trata de apartarla de las labores de rescate porque el mar es traicionero y en un visto y no visto, te engulle. Él sabe de lo que habla porque lo ha visto mil veces. Pero la relación entre padre e hija tiene aristas. Algo ocurrió en el pasado, algo que obliga a Camps a apartar el alcohol de su vida. Lo que pasó no queda nítidamente explicado. Se intuye pero no se ahonda. Y a mí me hubiera gustado saber más. A lo largo de la cinta, iremos viendo cómo esta relación evoluciona, cómo la gesta de Camps en aguas del Mediterráneo permite un acercamiento entre padre e hija.
Eduard Fernández es un señor actor. A pesar de que recurre a ese lenguaje gestual que le caracteriza y que lo aplica en cualquier papel, cómico o dramático, es un actor que siempre me convence. Hace suya la desesperación de su personaje, su empuje, su capacidad de entrega, su condición de ser humano. Su personaje y su interpretación es lo que da fuerza a esta película.
Por otro lado, también está muy desdibujada la parte más íntima de Gerard. Acaba de ser padre y se queja del poco tiempo que la crianza le deja. Llantos, horarios imposibles, noches en vela. Casi que prefiere estar en el trabajo. Pero cuando se marcha con Camps a Lesbos tiene que dejar atrás a ese hijo que aprenderá a dar sus primeros pasos lejos de su padre. Esa nostalgia por el hogar, ese amor por la familia que está a tantos kilómetros se explota poco en este largometraje, y prácticamente es algo tan anecdótico que, si se hubiera suprimido, no hubiera afectado al desarrollo de la historia.
A Gerard le da vida Dani Rovira. No me parece un trabajo inolvidable.
Y habrá otros personajes, como un fotógrafo encargado de inmortalizar la labor de Camps y su gente. Un fotógrafo que, con posterioridad, fue galardonado. Como se nos explicará en los créditos finales.
Otras cuestiones
Con una música preciosa (por favor, no dejad de escuchar la canción Te espera el mar en la voz de la cordobesa Maria José Llergo) y una fotografía aún más bella,Mediterráneo ha hecho replantearme mis jornadas playeras. Una, a la que le gusta tanto el mar, que se mete en el Atlántico y el Mediterráneo, preocupada únicamente por la temperatura del agua, porque una ola no la coja desprevenida, confiesa que jamás ha mirado esas aguas con los ojos de los inmigrantes. Una, que pasea ociosamente por la orilla, jamás ha mirado al horizonte pensando que quizá venga de camino una patera llena de miedo, hambre, desesperación y un hálito de esperanza. Una, que recientemente ha visto una de estas embarcaciones sobre las arenas de Caños de Meca (Cádiz), que se ha asomado y ha comprobado la profundidad del bote, calibrando la cantidad de personas que cabrían en su interior, se ha dado media vuelta y se ha marchado a tomarse una cerveza fresquita en el chiringuito cercano. Pero Mediterráneo ha conseguido que deje de preocuparme por la temperatura del agua, por un golpe de mar, por contemplar las embarcaciones de recreo. Creo que después de ver esta película, con imágenes que sobrecogen, jamás volveré a mirar el mar con los mismos ojos. No, ya no.
«Dejar morir a alguien en el mar es un crimen. Estamos convirtiendo el Mediterráneo en una fosa común».
Tráiler: