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LAS CARTAS DE ESTHER de Cécile Pivot

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Editorial: Contraluz
Fecha publicación: octubre, 2021
Precio: 21,00 €
Género: novela epistolar
Nº Páginas:320
Encuadernación: Tapa dura con sobrecubierta
ISBN: 978-84-18945-02-1
[Disponible en ePub]


Autora

Cécile Pivot es periodista. Comme d'habitude es su primer relato, seguido de Lire!, un ensayo a cuatro manos. Battements de coeur, su primera novela publicada por Calmann-Lévy en 2010, obtuvo el aplauso de la crítica.

Las cartas de Esther ha sido todo un éxito en Francia.

Sinopsis

Una novela sobre el poder de las cartas para transformar vidas «El taller era su bote salvavidas. Iba a salvarlos de la incomprensión, de un duelo no resuelto, de una vida en punto muerto, de un amor en peligro. Cuando me di cuenta, era demasiado tarde, ya estaba inmersa en la intimidad y la historia de cada uno de ellos.» En memoria de su padre, Esther, una librera del norte de Francia, abre un taller de escritura epistolar. Sus cinco alumnos forman un grupo heterogéneo: una anciana aislada, una pareja que se enfrenta a una severa depresión posparto, un hombre de negocios que busca dar sentido a su vida y un adolescente perdido. A través de sus cartas se tejen lazos, se abren los corazones. El ejercicio literario se transforma poco a poco en una lección de vida de la que todos los participantes saldrán transformados. Novela iniciática, impregnada de ternura y humanidad, "Las cartas de Esther" es una oda al poder de las palabras.

[Información tomada directamente de la web de la editorial]

Me gusta el género epistolar. Creo que en eso coincidimos muchos de los pasáis por aquí habitualmente. Las cartas tienen ese encanto especial, con olor a tiempos pasados. Esperadas con ansia y expectación, la llegada de cada una de ellas, desde el lugar que fuera, generaba siempre mucha ilusión. Las cartas siempre han sido el vehículo a través del cual contar esos secretos que no se pueden decir cara a cara, un medio para la confesión, para el desahogo, y un instrumento para poner en orden un interior arrebolado. He leído grandes novelas epistolares y todas me han dejado una sensación cálida y confortable. ¿Cómo olvidar las sensaciones producidas por 84, Charing Cross Road de Helene Hanff? Por eso, no me he resistido a leer Las cartas de Esther de Cécile Pivot, de la que hoy vengo a hablaros. 

Esther Urbain es una librera de cuarenta y dos años que vive en París. Tras la muerte de su padre, y a modo de homenaje, organiza un taller de escritura epistolar. La idea primitiva es atraer a personas interesadas en mejorar la escritura, la expresión escrita. Sin embargo, el intercambio de cartas se convierte en otra cosa bien distinta.


«Aprenda a dar forma a sus pensamientos, a contar una historia y a hablar de sus emociones inscribiéndose en un taller de escritura dedicado al género epistolar. Posibilidad de participar sea cual sea su lugar de residencia. Del 4 de febrero al 13 de mayo de 2019». [pág. 12] 


Al anuncio que Esther coloca en la web de su librería y en algunos periódicos responden una veintena de posibles alumnos. «Los candidatos eran de todas las edades y había más hombres que mujeres». Definitivamente el grupo quedará formado por cinco alumnos: Jean Beaumont, Samuel Dijan, Juliette y Nicolas Esthover, Jeanne Dupuis.

Tras una primera reunión inicial, comienzan a intercambiarse cartas. Cada uno puede contar lo que le apetezca, sin limitaciones de ningún tipo. Esther les aclara a los participantes que «no estoy aquí para juzgar sus sentimientos y sus opiniones, sino para hacerles avanzar en la escritura». Eso sí, la mecánica del taller obliga a los participantes a cartearse con otros dos miembros, y enviar una copia de las misivas a Esther, que irá controlando el avance y el progreso de sus alumnos. De este modo, iremos conociendo a los personajes de esta novela, al mismo tiempo que ellos se van conociendo entre sí. Incluso me atrevería a decir que las cartas sirven para que, el que las redacta, también se conozca un poco más. Y semana a semana, carta a carta, llegará el final del taller. Este libro es la recopilación de todos esos escritos que Jean, Samuel, Juliette, Nicolas y Jeanne se han intercambiadoComo nos explica la propia Esther en las páginas introductorias, ella se encargó de corregir y pulir las cartas, respetando siempre el estilo propio de los autores. Salvo en el caso de Samuel, el nombre de los restantes miembros del taller ha sido convenientemente cambiado por otro ficticio.

Qué me ha gustado de la novela. Qué no me ha gustado.

Como dije antes, la idea de Esther, «documentalista y correctora editorial», además de librera, es enseñar a los alumnos a mejorar la expresión escrita, «ayudándolos, sobre todo, a encontrar la palabra adecuada y a dar ritmo a sus frases». Pero el taller termina convirtiéndose prácticamente en el diván de un psicólogo, a través del cual los alumnos cuentan su vida. El intercambio de cartas se convierte en el salvavidas de todos ellos. Incluso es la tabla de salvación de la propia Esther, a la que se aferra para superar la muerte de su padre.


«Iba a salvarlos de la incomprensión, de un duelo no resuelto, de una vida en punto muerto, de un amor en peligro». [pág. 9]



El lector, a través de las cartas, irá asomándose a la vida de los miembros del taller. No solo sabremos de su presente, sino también de su pasado. ¿Cómo eran antes? ¿En qué se han convertido? Las cartas ahondan en la parte más personal de los personajes y con cada una nos iremos construyendo un mapa de los mismos. ¿Pero cómo son todos ellos? Os dejo una pequeña descripción de cada uno.

* Jeanne es una mujer mayor que añora la juventud y por eso le gusta rodearse de gente joven. Se carteará con Samuel, el más joven del grupo. De joven fue profesora de piano y ahora se ha convertido casi en activista. Vive sola, tras perder a su pareja hace mucho tiempo. Sin embargo, la soledad no le supone ningún problema. Jeanne nos ofrece la perspectiva de la sabiduría, la enseñanza que le ha ido ofreciendo la vida. 

* Samuel es un chico joven que se ha apuntado al taller por hacer algo, para que su madre no le esté siempre recriminando que no hace nada. A pesar de su juventud, parece no tener ilusión por nada. Es el personaje que mejor resume lo que el taller va a suponer para cada uno de ellos, al manifestar que «decir por escrito todo lo que no rula en mi vida a lo mejor me alivia». Samuel vive en una familia rota por el dolor y eso lo ha marcado, convirtiéndolo en un joven gris, con un gran sentimiento de culpabilidad.

* Jean es un hombre de negocios que pasa más tiempo en los aviones que en su hogar. Siempre de viaje, acostumbra a escribir sus cartas en los hoteles en los que pernocta. Jean no tiene muy claro por qué se ha inscrito en el taller pero escribir cartas le hace recordar a su abuela Maine, con la que tenía un vínculo muy especial. También recordará a sus hijos, con los que ha perdido todo contacto. En los últimos años se ha volcado en su trabajo, con el único objetivo de hacer grandes negocios. Parece que ganar dinero ha sido su manera de cubrir lagunas y vacíos.

* Nicolas y Juliette son matrimonio. La pareja acaba de estrenarse como padres pero el nacimiento de su hija no ha traído a la familia la felicidad que se esperaba. Si participan en este taller ha sido por recomendación de la psiquiatra Adeline Montgermon, que trata los problemas de la pareja. Bueno, más bien trata los problemas de Juliette a la que la maternidad la ha trastocado por completo. 

Nicolas es chef de un restaurante. Ama su trabajo pero ama todavía más a Juliette, a la que seguiría al fin del mundo si ella se lo propusiera. A pesar de llevar mucho tiempo con Juliette siente que no la conoce como creía, o que no le ha prestado la atención suficiente.

Lo que más me ha gustado de esta novela es ser testigo de excepción y comprobar cómo estos personajes vienen de problemas que no han sido capaces de resolver hasta el momento en el que empiezan a escribir sobre ellos. A ellos les ocurre en este libro lo mismo que nos puede ocurrir a cualquiera de nosotros. Hasta que no invocamos a nuestros fantasmas, no desaparecen. Hasta que no reconocemos nuestros miedos y limitaciones, no somos capaces de hacerles frente. En cada uno de ellos se concentra una problemática. Samuel se enfrenta a un dilema moral y sufre de apatía por la vida, sintiendo unas enormes ganas de romperlo todo y dar sosiego a la rabia que lo consume. Esther también confiesa sentir mucha rabia, y dolor por la ausencia, por la muerte del padre que no ha sabido encajar bien. Jean necesita cerrar heridas del pasado y dejar de sentir tanta indiferencia por el mundo. En cuanto a Jeanne, también tendrá que mirar al pasado para valorar ciertos acontecimientos. 

Pero, para mí, los personajes más impactantes son Nicolas y Juliette.¿Qué le dirías a tu pareja si te limitaras a comunicarte con ella vía postal? ¿Te resultaría más fácil sincerarte de este modo? Eso es lo que parece que les ocurre a esta pareja porque «uno no se confía de la misma forma oralmente que por escrito». Ante ellos dos hay un profundo abismo que se irá salvando a través de la escritura. Las cartas entre Nicolas y Juliette sirven de puente para acercar distancias y entenderse mejor. Para mí las cartas más brutales son las de Juliette. Creo que me he alineado con su problemática, con ese desbordamiento que ella ha sentido al convertirse en madre. El nacimiento de su hija le ha despertado sentimientos que no esperaba y le ha traído responsabilidades tan abrumadoras. He sido capaz de comprenderla perfectamente. Las reflexiones que ella hace de la maternidad, dichas además por boca de una mujer, o el punto de vista que nos ofrecen otros personajes sobre lo que le ocurre a ella es para mí el puntal más importante de la novela. 

Sin embargo, la maternidad no será el único tema que se toque en estas cartas. Asoman también otras cuestiones importantes como el dolor por la ausencia, la muerte, el duelo, la relación con los padres o los de estos con los hijos. Escrito a escrito, la novela profundiza en asuntos vitales que nos afectan a todos, conduciéndonos a reflexiones bellísimas. Tengo que añadir que hay cartas de Samuel que me removieron también por dentro. Y las de Esther, sobre todo en aquellas en las que habla de sus padres, me parecieron muy tristes pero también hermosas y llenas de amor.

En cuanto a lo que no me ha gustado os diría que, en alguna ocasión, me he sentido un tanto perdida. Veréis, por regla general, en una novela epistolar intervienen dos personajes, pero en Las cartas de Esther tenemos a seis personas que se van intercambiando escritos unos con otros. Llegó un momento en que no sabía quién era quién, ni a quién le había pasado qué. A eso se suma que hay dos nombres, Jean y Jeanne, tan parecidos, que más de una vez confundí uno con otro. 

Como consejo, y si os animáis a leer esta novela, os recomendaría que anotarais en un papel los nombres de los personajes y añadáis algún dato que os permita tenerlo identificados en todo momento. Creo que eso os facilitaría mucho la lectura.  

Por otra parte, también tengo que admitir que algunas cartas me han parecido algo reiterativas. Por ejemplo, en el caso de Juliette y su maternidad, llegué a sentir que ella se enrocaba e incidía una y otra vez en las mismas emociones y sentimientos, que ya nos había explicado anteriormente. En algún momento, este personaje se estanca y no avanza, con lo que sus cartas se vuelven una copia de otras ya escritas.

Por último, empaticé poquísimo con Jean. El mundo en el que vive me parece despiadado y muy inhumano, pero a él le resulta totalmente natural. Es el personaje al que menos he entendido. 

Estructura y estilo

Dos partes bien diferenciadas. Los dos primeros capítulos, narrados por Esther, suponen una especie de introducción en la que se nos cuenta cómo surge la idea del taller. A partir de ahí, las cartas, que se irán distribuyendo a lo largo de diversas secciones, muestran una grafía distinta, que permite distinguirlas del resto de la narración. Para no perdernos, cada carta muestra en su parte superior el nombre del destinatario y del remitente.

Tratándose de género epistolar no puede faltar la primera persona pues, a través de las cartas, son los propios protagonistas los que nos van contando sus cuitas. No obstante, entre carta y carta, asomará un narrador omnisciente que hace las veces de analista, pues desmigaja las emociones y las sensaciones que van invadiendo paulatinamente a todos los personajes. De este modo, la novela ofrece una visión muy global, ajena al punto de vista tan subjetivo que suele arrojar el género epistolar.

Por otra parte, la narración está muy cuidada. Tratándose de cartas escritas por personas de diversa edad y condición, la escritura de cada una de ellas encaja con la naturaleza de su remitente. Es decir, sería absurdo que Samuel se expresara como Jeanne, o que Jean empleara un vocablo que no encaja con su vida cosmopolita. En ese sentido, todo cuadra.


En definitiva, y salvando los aspectos menos favorecedores que os he comentado, Las cartas de Esther suponen una lectura intimista que nos permite comprender el poder de curación que pueden llegar a tener las cartas. Cierro la reseña con un párrafo que me ha hecho recordar aquellos años de juventud en los que, la llegada de una misiva cambiaba el color del día.


«Escribir una carta, echarla al buzón y esperar una respuesta a vuelta de correo da otro valor a los días, un peso mayor, en mi opinión, al mensaje que va en el sobre, que se toma su tiempo y traza su camino». [pág. 37-38]

 

[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]

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