A pesar de la escasez de tiempo y de las horas que me roban los estudios, no quiero dejar de ir sacando a la luz las entrevistas que siguen mudas en mi grabadora. No podía dejar atrás el encuentro y la conversación que mantuve con Lorenzo Silva y Noemí Trujillo a finales de enero. Los autores pasaron por Sevilla para promocionar su última novela, la última aventura de Manuela Mauri, esa inspectora de policía a la que conocimos hace unos años en Si esto es una mujer (puedes leer mi opinión aquí).
Admito que adoro a Manuela. Me parece un personaje de piel, con una vida que perfectamente podría encajar en la de cualquier mujer trabajadora con hijos y pareja. Se añade además que ella tiene que hacer frente al crimen y moverse por unos rincones oscuros. En esta nueva novela, La forja de una rebelde, Manuela tiene que investigar un doble homicidio en unas circunstancias que, lamentablemente, conocemos bien. Mientras algunos jóvenes se enfrentan a sus mayores, Mauri tendrá que encontrar al asesino de unos padres, en un Madrid sitiado por el coronavirus. Os dejo con la entrevista.
Lorenzo S.- La verdad es que sí. Funcionó muy bien, según salió. En estos dos años, el libro ha seguido teniendo mucho movimiento y mucha vida. Ha salido en bolsillo y luego se ha hecho una edición especial, que también ha funcionado muy bien. Y sobre todo, hemos tenido muy buena respuesta de los lectores, respecto del personaje. Nosotros mismos también nos sentimos muy cómodos con ella y la mirada que podemos proyectar a través de Manuela.
Noemí T.- Le queremos agradecer a los lectores la confianza y sobre todo que supieran vencer el prejuicio de las cuatro manos en ese primer libro, que no dejó de ser un experimento. Para nosotros, eso ha sido un gran estímulo a la hora de escribir la segunda juntos. En este tiempo, hemos reflexionado sobre lo que podíamos aportar en este ejercicio de escritura colaborativa. Estamos muy contentos de la continuidad del proyecto porque, al escribir juntos, creemos que podemos llegar a otros lugares, a los que no llegaríamos en la escritura individual.
M.G.- Si con la anterior novela ya os inspirasteis en un caso real, en esta segunda repetís fórmula, y os inspiráis en otro caso real que ocurrió, si no me equivoco, en Villarejo.
L.S.- Sí, pero al igual que en aquella ocasión, lo hemos tomado como punto de partida. Nos gusta que este tipo de novelas tenga un fondo de verdad. Es decir, no trivializar el crimen, ni buscar el espectáculo o el morbo. Nos gustan las historias reales que acaban en un desenlace criminal. Pero luego, somos muy respetuosos con las historias reales. Sobre todo con aquellas que están pendientes de resolver todavía por la justicia. Hemos construido una ficción, partiendo de ese crimen, pero, a partir de ahí, cambiamos muchísimas cosas.
M.G.- De todos modos, Noemí, os hacéis eco de la realidad. No solo utilizáis un caso real como punto de partida sino que, en la narración, también vais haciendo referencias a otros tantos.
N.T.- Efectivamente. La realidad nos sirve siempre como un anclaje. Es verdad que se han producido casos de prostitutas que han sido asesinadas a manos de sus clientes y eso nos sirve para empezar a contar esa historia. Y es verdad que también se han producido dobles homicidios durante el confinamiento y el estado de alarma. No podemos olvidarnos que la ficción es un espejo deformante de la realidad. Nos sirve como inspiración, pero luego vamos incorporando otros elementos.
M.G.- La acción transcurre durante la época más dura de la pandemia, durante el confinamiento. Las calles se quedaron prácticamente vacías pero el crimen no descansó.
L.S.- En el confinamiento más duro bajó mucho la criminalidad pero un amigo policía nos contó que, en el momento en el que se rebajaron las medidas, volvió a subir porque el delincuente necesita confundirse entre la multitud. Y luego hay una serie de conflictos que no dependen tanto de la interacción social, ni buscan el amparo de la multitud. Esos casos siguieron existiendo e incluso llegaron a agravarse. Además, la ciberdelincuencia siguió estando ahí y con todo el mundo encerrado y pasando tantas horas en internet, hizo su agosto durante los primeros dos meses. Es decir, al final, lamentablemente la historia de las malas ideas es muy antigua y siempre hay gente que se aprovecha de las circunstancias más adversas.
N.T.- La pandemia estaba casi virgen en la novela negra, cosa que no había pasado en otros géneros. Todos los temas que abarcaron la situación pandémica llegaron muy rápido a la poesía, por su carácter dinámico, y la facilidad de compartirla en redes. Sin embargo, en la novela negra todavía estaba muy virgen. Nosotros nos planteamos el desafío de intentar contar una investigación durante la pandemia. Ahora podemos hacer muchas reflexiones. Podemos preguntarnos quién se beneficia de la quiebra de las sociedades y el que se beneficia es el crimen organizado. Como comenta Lorenzo, la ciberdelincuencia ha aumentado muchísimo pero también lo ha hecho otro tipo de delitos en Internet.
La pandemia va a empezar a estar muy presente en la novela negra. Nosotros hemos elegido esta historia pero hay más de cien historias que contar. Se han seguido cometiendo homicidios que se han tenido que investigar, pero también ha sucedido otras muchas cosas. Ha aumentado los fraudes, el tráfico de personas, la venta de drogas, porque han aumentado las adicciones. El aislamiento ha tenido muchas consecuencias, así que van a llegar más novelas negras con motivo de la pandemia, segurísimo.
M.G.- Hay muchas reflexiones interesantes en la novela. Centrándonos en la violencia de género, hay un pasaje en el que Mauri habla con una jueza y esta última le comenta que, con la desescalada se iba a producir un repunte de la violencia de género.
L.S.- Y se produjo, y tiene su explicación. Durante el confinamiento, las personas que tienen ese afán de dominación y de apoderarse de la vida de otra persona estaban bien porque tenían a sus parejas a su merced. Pero es en el momento en el que se rompe el confinamiento y esa situación de prisión, donde muchos conflictos estallan.
Obviamente, durante el confinamiento hubo mucha violencia de género pero de otro tipo, no tanto de la que acaba en el resultado de muerte. Esta violencia se produce cuando el maltratador siente que su víctima escapa de su control. Mientras está bajo su control, no tiene ese impulso tan perentorio de llegar al homicidio.
M.G.- Creo que empezasteis a escribir la novela un 14 de marzo de 2020, una fecha muy complicada para ti, Noemí.
N.T.- Bueno, el 14 de marzo es una fecha emocional. No quiere decir que me pusiera a escribir ese día.
El 14 de marzo de 2020 es el día que me anuncian que mi madre ha fallecido, es el día que se anuncia el estado de alarma y es el día que comienza un proceso de duelo muy difícil para mí, como para tantos hijos que han perdido a sus padres durante la pandemia. El proceso de duelo me llevó un tiempo, por las circunstancias tan difíciles que teníamos que vivir. Me costó mucho procesarlo. Empecé a escribir después, pero quise mantener esa fecha por ser la fecha de la muerte de mi madre.
M.G.- Entiendo que escribir una novela, en estas circunstancias, en las que nosotros nos hemos tenido que habituar a nuevas costumbres, también os habrá obligado a ser especialmente cuidadosos a la hora de que los personajes interactúen. Ellos también han tenido que adquirir nuevos hábitos.
L.S.- Sí. Tener la posibilidad de hablar con gente que se dedica a esto y que ha tenido que seguir haciéndolo durante la pandemia te aporta muchos detalles, que son interesantes, no solo para contextulizar la historia sino también para darle un sentido especial. Por ejemplo, parte del equipo de Mauri está contagiado. Los interrogatorios suelen hacerse en salas pequeñas, pues ahora hay que hacerlos en otros sitios, con las ventanas abiertas, con distancia de punta a punta de la mesa, o hacer las entrevistas de los testigos en la calle. Por otro lado, en un interrogatorio es muy importante la expresión facial, pero con la mascarilla todo se complica. Se han añadido nuevas complicaciones. Por ejemplo, nos contaron que un juez, como ser humano que era, no iba tan libremente a todos los lugares. Casa en la que te metías, casa en la que te podías contagiar. Estamos hablando de un momento en el que la enfermedad estaba totalmente descontrolada, muy mortal. Algún policía, en tono humorístico, me comentó que había forenses que estaban certificando la muerte desde un portal, en vez de subir al cuarto piso donde estaba el cadáver. Todo esto, tan enrarecido, nos parecía interesante que estuviera en el texto, para que se vea en qué medida estas circunstancias condicionan la investigación y la relación entre los personajes. Lo condiciona todo.
N.T.- La pandemia ha cambiado radicalmente nuestros hábitos. A día de hoy, todavía no sé cómo debo saludar. Todo esto queríamos que estuviera presente en la novela.
M.G.- Manuela Mauri venía, en la novela anterior, de una situación complicada. Sigue siendo un personaje muy humano. Me gusta porque tiene sus debilidades, sus problemas personales pero, ¿ha cambiado algo psicológicamente desde la última novela? ¿Creéis que ha evolucionado?
N.T.- Sí, sí. He hecho el ejercicio de releer el primer libro. Me he dado cuenta que, en la primera novela, y por las circunstancias que vive, -de baja, cuestionada, asimilando el suicido de una persona muy cercana-, ella tiene una coraza. En los dos años que pasan entre el primer libro y el segundo, a ella le pasan muchas cosas. Cambia de domicilio, asienta su relación con Alberto, los problemas de relación, apuntados ya en la novela previa, se hacen mayores por el efecto pandémico, y por esa convivencia forzosa. Iremos viendo que todo lo que le ha pasado, sumado a la investigación criminal, le permitirá ir rompiendo esa coraza que tenía. Vemos que ella misma plantea que algunas cosas que antes, o no hubiera dicho o no hubiera hecho. Sin embargo, ahora van aflorando. Es decir, iremos viendo a una Manuela más humana.
M.G.- ¿Y se ha vuelto más sensible con las relaciones familiares? Quizá le haya afectado esos hijos que han perdido a sus padres en la pandemia, o que haya familias que vivan separados sin poderse ver... No sé. Me ha dado la sensación de que valora más a la familia.
L.S.- Sí. Ella ha tenido una relación problemática con sus padres, a los que ya había perdido en la primera novela. Quizá toda la situación pandémica le ha hecho reflexionar en sus conflictos anteriores con sus padres, con los que ya no puede arreglar nada. La situación que todos hemos vivido supone un desgaste y una erosión, pero también nos ha permitido tomar distancia, observarnos, ver nuestros propios fallos, y eso te invita a comprender los de los demás. A lo mejor la vida no consiste en culpar tanto a los demás sino en comprendernos, y en comprender que no siempre estamos a la altura.
N.S.- En la escena en la que ella se va a someter a una operación se ve muy bien esa transformación. Se mira, se contempla y se hace muchas preguntas.
M.G.- Habláis mucho de las relaciones padres-hijos. En un momento dado, hay un personaje que se pregunta cómo es posible que haya hijos que tengan relaciones tan complicadas con los padres, hasta llegar a extremos violentos. ¿Es un tema que os preocupa especialmente?
L.S.- Sí. Desde antes de la pandemia, España tiene claramente un problema de brecha generacional. Generaciones jóvenes se quejan de que no tienen el lugar que tuvieron sus mayores o que, fundada o infundadamente, no tienen el lugar que deberían tener. Ese es el discurso de muchos jóvenes. Y esto genera una tensión que va en las dos direcciones. Por un lado, los jóvenes culpan a sus mayores y por otro lado, los mayores se han dirigido a los jóvenes para culparlos de ciertas conductas y de ciertos comportamientos.
En la novela hay varios personajes que tienen estas relaciones problemáticas, centradas, además, en la figura de la madre. Hay un caldo de cultivo que viene desde antes de la pandemia, pero la pandemia probablemente ha contribuido a que se agrave o, por lo menos, a que se desequilibre todo mucho más. Nos parece que esta es una cuestión interesante, en términos individuales y en términos comunitarios. Si no acertamos a coser esa grieta que se está abriendo, generamos un espacio de conflicto y disfunción muy grave en la sociedad.
N.T.- El conflicto generacional está muy presente en la literatura desde siempre. Sin embargo, de alguna manera, terminó por explotar en el siglo XX, con el expresionismo alemán, con la literatura de Kafka, al que hacemos un guiño en el capítulo doce. Esto ha sido un tema recurrente en la literatura, desde el mito de Prometeo. Si a este choque que se produce en el expresionismo alemán, al principio del siglo XX, le añadimos el contexto de la pandemia, esos conflictos dan pie a otras situaciones nuevas que también tenemos que aprender a gestionar.
M.G.- Literatura hay mucha en esta novela. Os tengo que preguntar por el título. La anterior, Si esto es una mujer. Ahora, La forja de una rebelde. ¿Será la seña de identidad de esta saga?
L.S.- Esa es la idea. Queremos que las novelas de Manuela no solo dialoguen con la realidad, sino también con la literatura. Manuela es una policía que lee. Esto, a lo mejor, hace treinta años podía sorprender más pero ahora ya no. Hay una jugosa nómina de policías escritores, como Víctor del Árbol, Rafa Melero, Pere Cervantes,.. Y podría añadir quince nombres más. Si hay policías que escriben es porque hay policías que leen. Eso no debe resultar ya tan extraño. Y si nosotros hemos llegado a la novela negra, es también a través de la literatura. Entendemos que la novela negra es una expresión literaria, que tiene que reivindicar su dimensión de literatura y su vocación de trascender lo que es la anécdota criminal o la anécdota policial, para conectar con todas esas condiciones de la naturaleza humana que explora la literatura. Y ahí, poder hacer este tipo de homenajes, como a Primo Levi en el libro anterior, o a Arturo Barea con esta. Además es un autor muy sugerente, que tiene muchos ecos en la novela. Esta es la historia de muchos personajes que sienten un impulso de rebeldía, que les lleva a chocar con el mundo en el que viven. En cierto modo, les lleva a hacerse daño a sí mismos. Algo de esto hay en la novela de Barea, la historia de alguien que, desde muy pequeño, siente un impulso de rebeldía y tiene que buscar la manera de encauzarlo para evitar hacerse más daño.
N.T.- Queremos que la intertextualidad sea una constante de la serie. El momento que más me gusta es cuando tenemos que elegir a qué escritor o escritora del siglo XX vamos a hacer un homenaje. Ese homenaje es muy importante, y no solo en la paráfrasis del título, no solo en la cita inicial, sino también porque introducimos muchos ecos de esta novela que tomamos como referencia y de la que proponemos una relectura.
Cuando estuvimos promocionando el primer libro, no había nada que me hiciera más feliz que algunos lectores nos dijeran que, después de leer nuestra novela, habían vuelto a leer a Levi. O que lo habían leído por primera vez. Me gustaría que esta novela también sirviera para hacer relecturas del testimonio de Barea, el testimonio sobre una generación entera que tuvo que partir al exilio tras la guerra civil.
Insisto en que, uno de los momentos que más me gustan es la elección de ese homenaje. Había muchos motivos para elegir a Barea. Es representante de toda esa generación que tuvo que partir al exilio, que lo perdió todo. En un momento como la pandemia, en el que se ha perdido tanto, nos pareció que era adecuado recordar a Barea. Además es un escritor muy poco reivindicado, pero cuyo testimonio es muy importante.
M.G.- Hay muchas más referencias literarias. Por ejemplo, la novela Diez negritos de Agatha Christie juega un papel muy importante. También se mencionan a otros tantos autores, algunos de nombre impronunciable, que también escriben de manera conjunta. En un pasaje se explica en la novela cómo dos autores concretos escriben sus novelas a cuatro manos. Me gustaría saber si vosotros habéis cambiado en algo vuestra mecánica o habéis mantenido el mismo procedimiento.
L.S.- Partimos de la misma premisa pero cada vez encontramos más alicientes y encontramos más posibilidades a la escritura compartida. Lo consensuamos todo porque de otro modo sería un lío. Y luego vamos trabajando partes del texto que nos vamos intercambiando o reescribiendo. Así la huella de los dos está repartida por todo el texto. Pero creo que quizás hemos aprendido a dejar también que el uno y el otro hagan sus apuestas, para sorprendernos. Si a uno le sorprende la propuesta del otro, también puede sorprender e interesar al lector.
N.T.- En la novela hay muchos guiños literarios pero también los hay a la escritura como colaboración. Es verdad que, entre la primera y la segunda, el método no ha cambiado pero yo sí he reflexionado mucho sobre el tema.
Los escritores suecos que mencionamos en la novela, Sjöwall y Wahlöö, son un referente importantísimo porque fueron una pareja vital y literaria durante diez años, en los cuales compartieron su creación y el proceso literario. Y también hay referencias a los franceses Boileau y Narcejac, que juntos rompieron muchas convenciones de género.
En nuestro caso, el método es el mismo pero quizá tengo más conciencia de lo que estoy haciendo, de cómo lo estoy haciendo y de por qué quiero hacerlo. Hay mucho prejuicio contra las cuatro manos, pero para mí ha sido absolutamente enriquecedor, porque cuando escribo con Lorenzo, llego a lugares a los que yo no llegaría sola. Y creo que el Lorenzo que vemos en la serie de Mauri también es un Lorenzo diferente al de la serie de Bevilacqua. Él podría contarte qué le supone escribir una novela u otra.
L.S.- Bueno, cambian muchas cosas deliberadamente. Para hacer lo que ya estaba haciendo no tendría mucho sentido este viaje. El personaje de Mauri lo creé originariamente yo, en un relato que escribí hace cinco años. Cuando surgió la idea de hacer una novela sobre Manuel Mauri, le pedí a Noemí colaborar porque no quería hacer un clon femenino de Bevilacqua. Quería que fuera una mujer que tuviera mucha verdad. Es decir, que no fuera una investigadora policial que compite con los detectives masculinos. El tiempo me ha demostrado que fue una apuesta correcta porque lo que Noemí va poniendo encima de la mesa me acerca al deseo de lo que yo quería que fuera Manuela, una mujer que yo me pueda creer. Por ejemplo, una idea brillante que ella tuvo para esta novela y que hemos trabajado los dos es que, en medio de una investigación, y en medio de una pandemia, Manuela tenga un problema ginecólogo. Este plomo que ella lleva en las alas durante toda la investigación, no solo le da mucha verdad, sino también mucho más interés.
M.G.- Como última pregunta. No puedo dejar atrás a Tucídides, ese historiador que tú, Lorenzo, acostumbras a mencionar en tus novelas.
L.S.- Lo reivindico cada vez más.
M.G.- Pues, en un momento de la novela te haces eco de sus palabras. Y dices: «...en cuanto se perdiera el miedo todo el mundo regresaría, con más brío, a los vicios de antes, sin mejora moral perceptible». Una frase que viene muy al hilo de lo que estamos viviendo porque pensábamos que de esto íbamos a salir siendo mejores personas.
L.S.- No. Cada uno verá lo que hace con su experiencia. Para algunas personas, esta experiencia les ayudará a mejorar y otras empeorarán. El sufrimiento, la angustia y el caos no producen una mejora del conjunto de la condición humana. Los procesos de mejora nos individuales, y requieren esfuerzo y actitud.
M.G.- No os robo más tiempo porque os están esperando. Me alegra volver a veros, y volver a leeros. Espero también volver a ver a Manuela en la tercera entrega.
L.S.- Creo que sí, salvo que pase algo inesperado.
M.G.- Gracias.
N.T.- Gracias a ti.
Sinopsis: Desde el inicio de la alerta sanitaria, Manuela Mauri no ha tenido un respiro y por primera vez en su vida se siente desbordada por los acontecimientos. En medio del caos, un doble crimen ocurrido en Alcalá de Henares le quitará el sueño: Carlota, una joven de diecinueve años, avisa a la policía al encontrar a su padre y a su madrastra muertos a tiros en su casa. Una fiesta ilegal y el testimonio de diez jóvenes en guerra con la sociedad serán claves en la resolución del caso.
Una novela policial que va mucho más allá de la investigación de un homicidio. En un Madrid sitiado por un virus, las diferencias generacionales de nuestra sociedad explotarán en este caso para recordarnos, a cada uno de nosotros, el peso de nuestra conciencia.
Una reflexión literaria sobre las experiencias y los deseos que forjan nuestro carácter y que combina los argumentos y recursos del género policial clásico con la mirada sobre asuntos candentes a los que no podemos dar la espalda.