Nunca me resisto a las novelas de Laura Restrepo. Adentrarse en sus libros es meterse de lleno en otro tipo de literatura, esa que pone el dedo en la llaga, que saca a relucir lo que otros no son capaces de contar, que te sumergen en un mar de pensamientos y reflexiones. Su última novela, Canción de antiguos amantes (Editorial Alfaguara), permite al lector acompañar a Bos Mutas, su protagonista. Un escritor, fascinado con la figura de la reina de Saba, viaja a las tierras que hoy ocupan países como Yemen, Etiopía o Somalia, y que en su día conformaban aquel reino. Son lugares que Laura Restrepo visitó de la mano de Médicos Sin Frontera, en unos viajes que pretendían poner bajo el foco de atención la precaria situación de los campos de refugiados o las caravanas de mujeres migrantes, arrastrando a sus hijos, para llegar a esos edenes con los que ella siempre soñaron. Cuenta Restrepo en esta novela que estas mujeres gritan al viento que son las descendientes de aquella reina que quiso poner a prueba al mismísimo Salomón. Una historia de amor legendaria y pasada que correrá en paralelo a otra presente, mientras el narrador va acercando al lector a una terrible realidad llena de esperanza.
Marisa G.- Laura, este libro es fruto de esos viajes que hiciste con Médicos Sin Frontera. ¿Cuándo tuvieron lugar? ¿Cuál era tu misión?
Laura R.- La novela es una novela de ficción. Básicamente son dos historias de amor que corren paralelas. Pero tienes razón, porque la base son una serie de viajes que hice con Médicos Sin Frontera. El libro está basado en dos de esos viajes en particular, uno a Yemen y otro a Etiopía.
La novela me tomó hacerla, por lo menos, siete años. Hice muchas lecturas, rastreando la pista de la Reina de Saba, y leyendo a todos los que habían estado obsesionado con ella.
Médicos Sin Frontera llevaba a escritores a esos lugares donde hay un conflicto enquistado y donde la prensa ya no pone atención, porque lleva tanto tiempo que ya no es noticia. Nos acompañaba un fotógrafo para dar visibilidad al problema. Y luego los reportajes se publicaban en El País.
M.G.- Es llamativo que se recurra a escritores para dar visibilidad a algo que la sociedad termina por normalizar. Creo que es lo mismo que está ocurriendo con la guerra de Ucrania. Al principio estábamos horrorizados pero ahora, vemos las noticias, y no nos impacta tanto.
L.R.- Claro. Son tragedias tan largas que se terminan por normalizar. Vengo de un país con una guerra que no cubre nadie. Lo de los escritores ayuda. Es un proyecto muy bonito en el que llevaron a Vargas Llosa al Congo, Sergio Ramírez fue a Haití, Martín Caparrós estuvo en Palestina, a Juan José Millás también lo llevaron a algún sitio. Fuera del proyecto, fui con ellos a la India. También estuve en México, en Colombia, y en la Isla de Lesbos, en el campamento de refugiados sirios.
M.G.- En algún momento, he escuchado decir a algún cooperante que, cuando viven estas experiencias, sus vidas cambian radicalmente. ¿Te ocurrió igual, Laura? ¿Qué sentiste cuando viste esos campos de refugiados?
L.R.- Es que yo vengo de un país donde eso es la cotidianidad.
M.G.- También es verdad.
L.R.- Nada de eso es nuevo para mí. He vivido toda la vida reportando eso, muy metida en política. Fui comisionada de paz y tenía que andar viendo los bombardeos, las masacres. Como colombiana sigo sintiendo el mismo terror. Nadie se acostumbra a una cosa tan feroz, pero ya no me espanta tanto.
M.G.- Laura, y aunque te inspiras en esos viajes, comentas que es una novela de ficción. Pero, ¿cómo articulas realidad y ficción?
L.R.- Marisa, aparte de ser tierras con esta tragedia humanitaria, aquello es el territorio de las mil y una noches. Allí bullen las leyendas. Las mismas mujeres migrantes te lo dicen. Es un lugar donde la realidad se entrelaza con el mito. Pensé que aquel era un terreno fértil para la literatura. Si anclaba la historia acá podía disparar tanto hacia una línea realista, donde se hable de la actividad de los médicos, como también podía agarrar la línea mítica, y desarrollar así el mito de la reina de Saba como me pareciera. Los mitos están para que los retomemos y evitar así que se petrifiquen y mueran.
Esta novela cuenta con dos historias de amor que marcan su estructura.
M.G.- ¿Tú crees que la denuncia de las injusticias y de los dramas humanos, funciona mejor a través de la literatura que del periodismo?
L.R.- Son dos vías de hacerlo. Con la literatura hay una cuestión de extensión. Se puede reflejar de mejor forma un mundo complejo. En el periodismo se corre el riesgo de presentar el problema de forma demasiado escueta, sin mostrar las historias humanas que hay detrás.
M.G.- Como has dicho, esta novela te llevado varios años. Incluso empezó a gestarse antes que Los Divinos. ¿Cierto?
L.R.- Sí. Mientras la estuve escribiendo, publiqué Pecado y Los Divinos. Investigué el rastro dejado por la reina de Saba, a través de la gente que escribió sobre ella, y tenía tanto que meter en esta novela. A veces, llegaba un momento en el que sentía que me desbordaba. Entonces, prefería embarcarme en otro libro. Pero al tiempo, esta historia me jalaba otra vez. Además, cuando te propones escribir un reportaje tienes un compromiso con la gente. Sentía que esta historia la tenía que contar porque se lo debía a todas esas personas que me la contaron.
M.G.- ¿Por qué el mito de la reina de Saba ha despertado tanto interés en intelectuales, pensadores, escritores,...?
L.R.- Para empezar, porque figura en la Biblia en un par de párrafos. Pero figura por una razón, por la cual no figura ninguna otra mujer, por no ser puta o virgen. Ella figura en la Biblia por ser una mujer sabia y muy poderosa. De hecho, en tiempos bíblicos, Israel era apenas una tribu de pastores guerreros. El reino poderoso era el de Saba, porque tenían la mercancía más valiosa y más costosa, el incienso.
M.G.- ¿Y qué se sabe de esa reina? Creo que tú fabulas mucho sobre ella, ¿no?
L.R.- Sí, yo me la inventé como me pareció. En la novela se llama Pata de Cabra. Lo primero que hice fue quitarle el reino. Está desheredada, no tiene trono, ni corona, es coja. Creo que para eso están los mitos para que los hagamos de cualquier manera. Claro que, por ejemplo, mi Pata de Cabra está a medio camino entre un humano y un animal, entre la vida y la muerte. Fueron cosas que fui recogiendo de la leyenda, que decía que tenía algo raro en las piernas, como muy peludas. También se habla que tenía algo en los genitales, posiblemente haciendo alusión a una tradición muy vieja, como es la mutilación genital femenina.
M.G.- ¿Y por qué decides llamar Bos Mutas al personaje - narrador? Significa buey mudo, en latín.
L.R.- El narrador es un muchacho un poco perdido en el mundo. Es huérfano y ha salido de un monasterio donde ha pasado sus primeros años, y donde se vuelve un gran estudioso de Tomás de Aquino. Él vive obsesionado con la reina de Saba, como enamorado de ella, una figura que engloba a todas las mujeres inalcanzables de su vida, empezando por su madre que se muere cuando él es muy joven. Se pasa el día escuchando a Patty Smith, a la que rezaba cuando estaba en el monasterio, porque nunca fue muy religioso, como tampoco lo era su madre. La música de Patty Smith le parece más evocadora que los propios salmos.
Un día, en la biblioteca del monasterio, Bos Mutas tiene una revelación. Estudiando todo lo que escribió Santo Tomás de Aquino, encuentra que él dijo que ya no escribiría más, que todo lo que había escrito era paja. La leyenda cuenta que tomó esa decisión porque se le apareció la reina de Saba. En la tradición alquímica, ella está asociada con la iluminación, con la revelación, con el conocimiento. A Tomás de Aquino, como era tan grandote y callado, le llamaban buey mudo. Y el narrador de la novela, toma el nombre de su maestro.
Me llama mucho la atención que, metafóricamente, fuera mudo el que precisamente está narrando la historia.
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M.G.- He estado leyendo esos artículos que comentas, que se publicaron en El País. También he leído algunos artículos publicados en la web de Médicos Sin Fronteras. En uno de ellos se habla de las descendientes de la reina de Saba: «mujeres que huyen de la guerra, del hambre y el odio, en lugares donde la situación es desoladora y la atención médica casi inexistente». Este es un libro que se habla mucho de mujeres, de mujeres migrantes. ¿Y los hombres?
L.R.- Aparte del narrador, en la novela también figuran hombres como un médico catalán, de nombre Pau. Por otro lado, hay un personaje masculino que me encanta. Se llama Mirza Hussein y es mi propio abuelo. Una de las cosas más extrañas que me pasaron durante la escritura de esta novela fue que encontré unos textos inéditos de mi abuelo. Él fue escritor y dejó publicado varios libros. Tengo la mitad de su biblioteca en Barcelona. Pues, en una caja que no había abierto nunca, encontré un manuscrito inédito e incompleto, que llevaba por título En el nombre de Alá y cuya historia transcurre en Yemen. Fue una cosa extrañísima. ¿Por qué el abuelo escribiendo sobre Yemen? El personaje de ese texto inédito es Mirza Hussein, lo metí en esta novela, y dice algunas de las cosas que el abuelo Enrique deja escrito en su texto.
M.G.- Tomas muchas cosas de tu realidad, que vuelcas en esta novela.
L.R.- Claro. Todo lo que tiene que ver con Médicos Sin Frontera es verdad. Por ejemplo, narro el parto de una muchachita que fue violada. Aunque aparece como contado por Bos Mutas, en realidad ese parto me tocó a mí en Etiopía. Fue muy duro para mí porque el parto fue brutal. Cuando nació la criatura sentí tanto alivio que se me aflojaron las piernas. Me fui para el piso porque no podía más. Me sacaron fuera y al abrir los ojos, como era zona cafetera, vi los cafetos de color verde oscuro y las palmas que ponen para darles sombra de color verde claro. Aquello era idéntico a Colombia. El sol pegaba muy lindo sobre la plantación. Son cosas que viví y que están transcritas en la novela como parte de la ficción.
Además, otro de los personajes, Zahra Bayda, una partera somalí, también está basado en la que fue nuestra guía y en lo que ella nos contaba.
M.G.- Zahra Bayda será el amor de Bos Mutas. Como bien has dicho en la novela hay amor. Un amor que ya vemos a través de este título tan poético. ¿Por qué Canción de antiguos amantes?
L.R.- Para mí era importante que fuera una canción. En la descripción de la realidad durísima del destierro y del desplazamiento también está el arrullo de la música. Hay un cierto canto de esperanza de esas mujeres migrantes que no van a parar. Quizá ellas no lleguen a destino pero saben que sus hijos sí llegarán algún día, a donde la vida sea posible.
Por otra parte, el eco que yo oigo, pese a esta situación de fin del mundo, no es el apocalipsis sino el Cantar de los Cantares, el más bello texto sobre al amor cósmico que se haya escrito nunca. Por eso la novela tiene como unos estribillos que suenan muy musicales. De ahí viene lo de canción.
Y con antiguos amantes quería hacer énfasis sobre la estructura de la novela, en esas dos historias de amor. También porque, cuando tienes experiencia con tus mayores que pierden la memoria, te das cuenta que lo último que olvidan son las canciones. Quizá si la raza humana está transitando el último trecho, dada la crisis ecológica, la inminencia de las hambrunas, las plagas,... es posible que lo último que quede resonando en nuestras consciencias y en nuestra memoria sean las canciones.
M.G.- Y antes cuando decíamos que estas mujeres se sienten descendientes de la reina de Saba, ¿de qué manera incide el mito sobre ellas?
L.R.- La importancia de tener un mito como sustento, como fuste de una historia, tiene que ver con que puedes leer el texto y pensar que es una historia exótica de una tierra lejana. Como colombiana lo sé. Escribes y cuando el libro viene por estos países más desarrollados, podemos pensar que son cosas que no nos van a tocar. Pero el mito es universal. Vincular estas mujeres con un mito, que conocemos desde niños, les da vigencia, no como parte de una tribu, sino como parte de la humanidad.
M.G.- Laura, el texto está plagado de citas. En las páginas finales vemos todos esos libros que has consultado: TS Eliot, Pessoa, Pizarnik, Rimbaud... Te has apoyado en muchas referencias como para dar viveza al relato.
L.R.- Suelo hacerlo. Todos mis libros tienen muchas referencias. Este es un libro que violenta mucho el género novela porque tiene partes que son ensayo, poesía. He tratado de amalgamarlo todo para que el lector no sienta brincos, que todo fluyera como una historia. Para meter esta historia en una novela había que flexibilizar el género.
Aunque es más propio del ensayo, también me gustó la idea de compartir con el lector lo que está leyendo el autor. Imagino que todo autor que está escribiendo una novela está todo el tiempo consultando. Es como la cocina privada del autor que no se revela. Pero a mí me gustaba que el lector supiera lo que yo estaba leyendo cuando escribí esto. Y que si quiere dirigirse a esa fuente la pueda buscar.
M.G.- Eres una mujer que siempre ha estado muy comprometida con la actualidad, muy vinculada a la política. Creo que la literatura tiene como misión principal entretener al lector, pero tus novelas siempre van más allá. Son un vehículo para hacer reflexionar al lector sobre aquellos temas que nos rodean y sobre los que no nos paramos a mirar con detenimiento.
L.R.- ¿Pero no es ese el objetivo de todo autor?
M.G.- No siempre, Laura.
L.R.- Creo que la literatura es un llamado de atención sobre algún rincón de la humanidad que no ha recibido suficiente iluminación. A mí me interesa mucho lo colectivo. La novela tiene que tener protagonistas claramente identificables para el lector y con los que el lector se puede identificar, pero las historias colectivas me han llamado siempre mucho la atención. Voy a los lugares, miro, investigo. Siento una profundísima admiración por el ser humano. Particularmente por las mujeres, por su fuerza, por su dignidad, pese a las circunstancias tan duras.
M.G.- Y después de tantos años de escritura, de tantas novelas publicadas, ¿todavía sigues aprendiendo el oficio o ya te sabes la lección?
L.R.- No, no me la sé, por eso me cuesta tanto trabajo. Creo que cada tema tiene su forma de escribir. Hay que buscarla. No te puedes repetir porque estás violentando el propio tema. Suelo cambiar mucho y eso para los editores es complicado (ríe). Siempre pienso que, si me aburro escribiendo, el lector también se aburrirá. Hay que renovarse, encontrar una forma nueva de contar, forzar un poco las fórmulas, buscar nuevos caminos. Entiendo que no siempre es fácil pero, al igual que dicen que cada niño viene con su pan bajo el brazo, cada tema impone una forma de narrar.
M.G.- Laura, un placer estar contigo.
L.R.- Gracias a ti.
Sinopsis: «Todo mito que nace renace. Todo mito que encarna reencarna».
Obsesionado con la reina de Saba, Bos Mutas, un joven escritor contemporáneo, sale a buscarla por el mundo, igual que hicieron a lo largo de los siglos personajes históricos como Salomón, Tomás de Aquino y Gérard de Nerval. Y aunque la reina de Saba resulta inasible, Bos Mutas encuentra en su lugar a la muy terrenal Zahra Bayda, una partera somalí. De esa manera, el tiempo real del presente corre paralelo al tiempo inmemorial del mito.
Obra de ficción basada en los viajes que la autora hizo con Médicos Sin Fronteras por Yemen, Etiopía y la frontera somalí -la geografía mágica y feroz del que alguna vez fuera el reino de Saba-, esta novela es un hermoso caleidoscopio, una puerta de entrada a mundos apasionantes, una audaz amalgama de géneros, épocas, ritmos profanos y bíblicos, crueldad y solidaridad, amor y guerra, dolor y curación.
Laura Restrepo acompaña, con este emocionante relato, el eterno caminar de las mujeres migrantes, que pese a cojeras y tropiezos siempre se levantan, siguen adelante, aprenden a mirar cada vez más lejos y traspasan las fronteras del tiempo y el espacio. Canción de antiguos amantes esboza una propuesta seductora: ¿y si el gran himno del final de los tiempos no es el Apocalipsis? ¿Y si fuera más bien el Cantar de los Cantares?