Editorial: Sargantana
Fecha publicación: abril, 2022
Precio: 18,90 €
Género: narrativa
Nº Páginas: 438
Encuadernación: Tapa blanda con sobrecubierta
ISBN: 978-84-18552-67-0
Autora
María Jesús Puchalt reside con su familia en su Valencia natal, de donde no le gustaría alejarse porque, como ella dice, puede ver el mar. Es licenciada en Derecho y su vida profesional ha estado vinculada los últimos veinte años a la Administración pública, especialmente a la gestión cultural.
Al frente de l'Institució Alfons el Magnànim creó el Premio de Novela Negra de la Diputación de Valencia y ha presidido diversos jurados tanto de narrativa como de poesía. Ha escrito artículos para la prensa local y es autora de varios cuentos infantiles.
En la actualidad se encuentra totalmente volcada en la literatura, es miembro del jurado del Premio de Narrativa del Ateneo Mercantil de Valencia, colabora como lectora de manuscritos en una agencia literaria, imparte talleres de escritura y participa en varios clubs de lectura mientras cumple uno de sus sueños: finalizar el grado en Lengua y Literatura Española.
Mar de azahar fue su primera novela publicada (Editorial Versátil).
También es coautora de la obra 15 miradas a la libertad (Arcopress Ediciones, Almuzara)
Sinopsis
Los Estevill son una familia llena de sombras, contrastes y paralelismos; personajes complejos que se afanan en esconder su verdadera identidad.
A su llegada a Valencia, Blanca se reencontrará con su abuelo materno, Fernando Estevill, coronel médico del Ejército de Tierra. En él se refugiará para mitigar el dolor por la reciente muerte de su madre, Soledad. En torno a su recuerdo, ambos tejerán un vínculo muy especial. En plena adolescencia, Blanca conocerá a su abuela Pepa, una mujer acibarada y distante que se mueve entre rosarios y remordimientos, pero… ¿quién es Pepa en realidad? ¿Cuál es la causa de su amargura?
De la mano de Blanca, el lector descubrirá un entramado de verdades y mentiras que solo podrá superarse en ese latente universo en el que ella y su abuela convergen. Una historia de pérdidas, abuso y mucha culpa, pero también un grito de esperanza en un mundo de amapolas, bisontes, chicharras y mariposas azules que a veces, solo a veces, te muestran el camino hacia la victoria.
[Información tomada directamente del ejemplar]
A María Jesús Puchalt la conocí cuando publicó Mar de azahar. Fue en el año 2016 y, por entonces, tuve la oportunidad de hablar con ella (puedes leer la entrevista aquí). Han pasado más de cinco años para ver otra novela firmada por la que fue la artífice del Premio de Novela Negra de la Diputación de Valencia. Bajo el curioso título de No hay bisontes en los valles de amapolas, Puchalt narra la historia de la joven Blanca, una novela con aromas de otros tiempos, publicada por la editorial Sargantana.
La novela se inicia en el año 1986, arrancando la acción en la ciudad de Teruel. Blanca Martínez es una joven huérfana. Su madre Soledad, con la que tenía un vínculo muy especial, ha fallecido y la familia al completo, es decir, Blanca junto a su padre Manuel y a su abuela Carmen, deciden mudarse a Valencia. Allí le espera otra parte de la familia, los abuelos maternos -Fernando y Pepa-, con los que ha mantenido una relación desigual. Pero también tendrá la oportunidad de conocer el mar, del que tanto le había hablado su madre.
«Los tres huían de un pasado que les atormentaba para dirigirse a un destino que les hacía tambalearse de puro vértigo, pero al que no tenían más remedio que aferrarse con todas sus fuerzas». [pág. 18]
Para la joven, mudarse es un auténtico drama. Atrás deja su casa de la calle Barón, en cuyo balcón su madre pasaba horas contemplando el infinito. Demasiados recuerdos que empaquetar para trasladar a otro lugar. Deja también las tiendas del barrio, su colegio, sus amigas y, con todo el dolor de su corazón, también deja a Alberto, el joven del que está enamorada. ¿Cómo es posible que le hagan algo así, cuando estaba empezando a conocer el amor? Pero la familia busca un nuevo inicio en Valencia, una nueva vida, que les sirva para tratar de desprenderse del dolor y la ausencia que ha dejado la muerte de Soledad. Otra cosa es que lo consigan.
La llegada a Valencia no resulta fácil. Aunque la casa en la que se alojan es muy bonita y ella se siente cómoda en su interior, no deja de ser un lugar extraño y nuevo para Blanca. Pero inmediatamente la joven entabla amistad con Amparo, la hija de una vecina del inmueble. Ella se convertirá en un apoyo fundamental e incondicional para el resto de su vida. Por otra parte, visitar a sus abuelos maternos es algo que inicialmente no agrada mucho a la joven. Bueno, no es agradable por la abuela Pepa. La relación entre su padre y esta abuela nunca fue buena. De hecho, Blanca no ha visto nunca a su abuela. Pepa jamás aceptó el matrimonio de su hija Soledad con Manuel. No fue a la boda, ni tampoco fue al sepelio. Pepa es una mujer severa, recta, seria y tan distante que cuesta trabajo conectar con ella.
«Aquella mujer no solo era distante, sino que su corazón parecía tan duro como las rocas que había en la explanada de Teruel donde saltaba a la comba». [pág. 31]
En cambio, Fernando tiene un carácter totalmente distinto. Blanca siempre tuvo una relación muy estrecha con su abuelo materno, quien se desplazaba desde Valencia a Teruel con frecuencia para visitar a su nieta. Ahora que están juntos, esa conexión se intensifica. A Blanca le encanta estar con su abuelo, que acostumbra a contarle historias interesantes. Entre él, su hija Soledad y su nieta Blanca se forjará un vínculo en forma de poema, unos versos de John McCrae que tituló En los campos de Flandes.
No hay bisontes en los valles de amapola narra los años de adolescencia y madurez de Blanca en Valencia, o en algún otro lugar al que el destino la lleve. Y mientras la vemos alcanzar la edad adulta, también veremos cómo se desarrolla la vida del resto de los personajes, de los miembros de esta familia, cada uno con su pasado, con sus penurias y sus secretos. Porque sí, en esta novela más de un personaje estará lleno de luces y sombras y, página a página, iremos conociendo todo lo que esconden. Y así hasta llegar a un desenlace de esos que dejan un dulce sabor de boca.
¿Qué me ha parecido esta novela?
Para no faltar a la verdad, tuve algún tropiezo inicial, pero en ese escollo imploro el mea culpa porque me precipité y malentendí el inicio de un capítulo, antes de llegar al final del mismo. Yo y mi impaciencia. No doy más detalles para no entrar en spoilers.
En líneas generales, la novela me ha gustado bastante. Antes comentaba que este libro tiene aromas de otros tiempos, al menos para mí. ¿Por qué? Pues porque, aunque su acción arranca en 1986, salvo algún flashback, no he podido evitar enclavar mentalmente el relato en otra época más lejana. No sé si el aura con la que la autora envuelve toda la historia me ha provocado esta sensación y, al contrario de lo que pueda parecer, tener esa percepción me ha resultado muy placentero.
Como digo, la novela cuenta la historia de Blanca y su familia. Adentrarme en su adolescencia y madurez, asomarme a su corazón, sentir cómo sus relaciones con otros miembros de la familia van avanzando, observarla en los instantes de felicidad y en esos otros en los que tiene que hacer frente a disgustos y preocupaciones,... todo esto lo he disfrutado mucho. Hasta el punto de desear llegar a casa para sentarme a leer y ver cómo se iba desarrollando todo. En los momentos más álgidos, que los hay, necesitaba saber qué es lo que le iba a ocurrir a Blanca, cómo iba a salir airosa de algún atolladero, o cómo iba a enfrentarse a una situación complicada, que las habrá.
Pero Blanca no es el único personaje que me ha enganchado a esta historia. El elenco de secundarios, -que no lo son tanto porque también habrá espacio para que los conozcamos mejor-, terminará por captar la atención del lector. No son personajes planos, algo de lo que os hablaré más tarde, sino que sus vivencias aportarán enjundia, suspense y misterio a la globalidad de la historia.
Así pues, No hay bisontes en los valles de amapola ha sido una lectura muy agradable. No obstante, también tengo que puntualizar alguna cuestión que me ha resultado menos gratificante. Y es que, en ciertos capítulos hay una profusión de datos que no me han terminado de convencer. Os explico. El poema de John McCrae tiene importancia en el argumento de la novela. En un capítulo concreto se cuenta la historia de esos versos. ¿Por qué el autor lo escribió? ¿Cuándo lo escribió? ¿Qué significado tiene? Toda la información que se da sobre el poema resulta muy interesante pero creo, y esto es una opinión muy personal, que la autora aporta muchos datos. Lo mismo ocurre con otro pasaje en el que se habla de un cuadro que un personaje le regala a otro. En esas páginas se explica el motivo del regalo, la historia de la pintura y se adentra un poco en el uso del color y de la luz que el pintor empleó. Y de igual manera sucede cuando se cuenta el accidente que sufrió un submarino, hecho importantísimo en la historia. Entiendo que estos pasajes pretenden redondear la historia y darle solidez pero, y aun siendo datos interesantes, esa relación de datos me sacaba unos instantes de la historia principal, porque me parecía que Puchalt se extendía un pelín. En esos escenas, quizá hubiera sido mejor no entrar en tanto detalle, compactar algo más la información, u ofrecerla de un modo menos académico. Pero, como digo, esto es solo una valoración muy personal y, además, es algo que ocurre muy puntualmente, sin afectar al grueso de la historia.
Ahora bien, igual que os digo una cosa, os digo otra. En otra escena, y al hilo de la acción y el diálogo que tiene lugar, se narra la historia de amor entre Chopin y George Sand, y cómo la pareja acabó en Mallorca. Desconocía esta conexión entre el compositor polaco y la escritora, y esos párrafos me han resultado deliciosos.
Personajes
Son varios los personajes que vamos a poder conocer en esta novela porque No hay bisontes en los valles de amapolas es una novela coral, y de todos ellos, la autora compone un dibujo muy completo. Para empezar, habría que destacar que Blanca es la protagonista principal, una joven adolescente a la que se le coge cariño. Está en esa edad en la que todo se vive con una intensidad especial. Lo que la entristece parece el fin del mundo, lo que le entusiasma la eleva a las nubes. En ese sentido, Blanca me ha recordado a mí misma cuando tenía su edad, cuando las amigas eran lo más importante, cuando mudarse a otro lugar era un auténtico drama, cuando las mariposas revoloteaban en mi interior ante el primer amor. A Blanca la iremos viendo crecer, madurar, convertirse en una mujer adulta que tiene que enfrentarse a otra problemática bien distinta, a problemas realmente serios, y no a las chiquilladas de cuando era adolescente. Ella aprende a base de golpes que le da la vida, de traiciones y disgustos. La verdad es que no lo tendrá fácil y habrá de tomar decisiones importantes, pero en eso consiste vivir, en andar un camino de aprendizaje y, a la postre, le servirá para llegar a ser una mujer fuerte que, en un momento dado, toma las riendas de su vida y le planta cara a quien se la tiene que plantar.
Otros tantos personajes ostentan gran importancia. Particularmente me han gustado mucho Fernando y Pepa, los abuelos maternos de Blanca. Fernando es un hombre que amaba a su hija profundamente y que ahora ama tanto a su nieta que haría cualquier cosa por ella. Precisamente, por ese amor que siente por Blanca, tratará de protegerla contra cualquier persona que le pueda hacer daño. La experiencia que da los años le permite ver cosas que Blanca, en su juventud, no es capaz de ver. Eso provocará que, en algún momento, abuelo y nieta disientan en sus opiniones, algo habitual y común cuando madurez e inexperiencia se enfrentan. Las relaciones entre Blanca y sus abuelos maternos están muy bien tejidas y resultan muy naturales, por lo que el lector tendrá la sensación de estar ante personajes muy reales.
A Fernando se le coge mucho cariño también. Es un hombre de buen corazón que igualmente ha sufrido lo suyo. Su mundo interior es mucho más amplio de lo que podemos pensar. En su corazón se acumulan sentimientos encontrados. Su hija ha muerto pero su nieta le ha devuelto las ganas de vivir. ¿Es eso algo malo? Ahí queda su dilema moral, un sentimiento que le produce una enorme carga de culpabilidad, que deberá aprender a gestionar. No será el único personaje que se sienta culpable. El corazón de Fernando tiene muchos recovecos.Él está muy vinculado al pasado de otro personaje, del que mejor no desvelo nada, y a su esposa la conoció en otras circunstancias que no voy a desvelar tampoco. A pesar de que la abuela Pepa es una mujer que puede causar rechazo en algún momento, él la ama profundamente. Y es que Pepa tiene un pasado que nos irá sorprendiendo, a medida que vayamos conociendo detalles.
Precisamente, debo admitir que quien más me ha sorprendido es Pepa. Desde las primeras páginas, y teniendo en cuenta la severidad con la que se comporta, nos haremos una imagen de este personaje que irá transformándose a medida que avancemos en la lectura. Pepa es una mujer con pasado, que ha sufrido ciertos reveses de la vida que han ido marcando su carácter, por eso la vemos siempre como a la defensiva, sin mostrar un ápice de compasión ni de ternura. Se ha construido una coraza. Sin embargo, una vez que la conozcamos en profundidad, sabremos entender sus motivaciones, su comportamiento y terminaremos viéndola desde otro prisma. Ese cambio de percepción que vamos a experimentar como lectores, también salpicará a otros personajes de la historia.
En cuanto al resto de personajes, y por dar algunas pinceladas, os podría decir que Manuel, el padre de Blanca, es un hombre anclado al pasado, sin poder pasar página tras la muerte de su esposa Sole. La abuela Carmen será un personaje cálido, siempre al lado de su hijo, y sufriendo porque ve cómo Manuel no quiere levantar cabeza.
Y vendrán más personajes: Sagrario, la vecina; Amparo, la hija de esta; Inmaculada, la amiga de Blanca; Alberto, el novio de la joven; y otros muchos más. Algunos nos producirán un gran repudio. Pero, de los más secundarios, quisiera destacar a Engracia, la doncella de Pepa. Es una mujer zalamera, desenvuelta y algo descarada, amparada en los años que lleva al servicio de la misma familia. Engracia dice lo que piensa y no tiene pelos en la lengua. Me he reído mucho con su forma de hablar y con esa manera tan vivaracha de enfrentarse a su señora, a la que respeta y quiere profundamente porque, sin desvelar mucho, esta buena mujer tiene que estar muy agradecida a la abuela Pepa. Engracia tiene un lado divertido, y otro tierno y mullido. Será una figura importante para Blanca, casi como una segunda madre.
Estructura y estilo
La novela se estructura en tres bloques, a lo largo de los cuales se distribuyen un total de cuarenta y nueve capítulos titulados, de media longitud.
La narración cuenta con algunos flashbacks. Retrocederemos en el tiempo, a 1941, para conocer cómo fue la vida de Pepa y qué acontecimientos contribuyeron a construir su carácter. Pero el grueso de la historia se desarrollará a partir de 1986. Reitero aquí esa sensación que he tenido, de estar leyendo algo que tiene lugar en otras décadas más remotas. No sé explicar muy bien por qué he tenido esa sensación pero, sinceramente, ha sido algo que me ha agradado. Quizá sea porque, en algunos momentos, la narración se envuelve de un toque poético y melancólico. Los personajes de esta novela arrastran sus pesares y enfrentan el día a día sin olvidar lo que vivieron en el pasado. Por otra parte, hay escenas protagonizadas por el abuelo Fernando y Blanca que están revestidas de mucha elegancia.
Con algún cambio de voz narrativa, el diálogo se repliega en favor de la narración que, ya sea a través de un narrador omnisciente o a través de la voz de la propia Blanca, va desgranando la sucesión de hechos.
En definitiva, y salvo alguna cuestión ya mencionada, No hay bisontes en los valles de amapolas ha resultado una lectura agradable, donde se potencia las relaciones familiares y se muestran las dos caras de una misma moneda, el amor. María Jesús Puchalt compone un bonito puzle familiar, en el que los personajes soportan la carga de su pasado, se enfrentan a un presente que, en ocasiones se vuelve árido, y encaran un futuro esperanzador.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
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