¿No os llaman la atención esos crímenes sin resolver que, aquí y allá, han ido salpicando la historia de la humanidad?¿No os resulta inquietante saber que conocidísimos asesinos, famosos por el modus operandi o por la crueldad de sus crímenes, han escapado de las manos de la policía? Por ejemplo, a mí me sigue fascinando la historia de Jack, el destripador, sobre el que ha corrido ríos de tinta. Su figura ha cautivado a novelistas, a artistas gráficos, a directores de cine,... Mucho se ha dicho y se ha escrito sobre el asesino de Whitechapel, pero no es el único. Si haces una búsqueda en Internet, descubres que Jack no fue el único criminal que supo burlar a la policía. En el mismo saco podemos encontrar a John Biblia, un individuo que en los años 60, más concretamente en 1969, asesinó a tres mujeres en Glasgow. A las tres mujeres las conoció en el mismo lugar, las tres compartían cualidades -todas tenían la menstruación-, las tres perdieron la vida del mismo modo. Sin embargo, la policía jamás consiguió capturarlo. De un día para otro, parece que dejó de perpetrar crímenes. Al menos, del mismo modo que había empleado con Patricia Docker, Jamima McDonald y Helen Puttock. Se piensa que abandonó Glasgow. ¿Seguiría asesinando en otro país, en otra ciudad? ¿Es posible que todavía esté vivo? Quien sabe.
John Biblia es un enorme misterio en el que se basa Dolores Redondo para escribir su nueva novela. Esperando al diluvio nos regala una nueva trama de suspense, en la que el lector se encontrará cara a cara con el asesino de Glasgow, un personaje real que se moverá, esta vez, por la ciudad de Bilbao, en un momento especialmente complicado. La acción se sitúa en 1983, más concretamente en agosto de ese año, fecha en la que la ciudad sufrió terribles inundaciones que lo arrasaron todo, en la que fallecieron más de cincuenta personas. Así que, si a un asesino real le unimos un escenario dantesco, más un investigador escocés en un momento delicado de salud, el resultado será una lectura adictiva, como viene siendo habitual con las novelas de Dolores Redondo, que ya ha enganchando a los miles de lectores de la autora donostierra.
Dolores Redondo estuvo en Sevilla hace unas semanas. Con la Giralda de testigo, conversamos de crímenes, de asesinos, de Bilbao y de novelas que tardan en escribirse treinta y nueve años. Os dejo con la entrevista.
Dolores R.- Evidentemente, si no te sostiene un sueño cuando arrancas en aquello en lo que te vayas a dedicar, vas mal. No creo que nadie abra una tienda o ponga un restaurante, o empiece a pergeñar lo que será un puente sin soñar con cumplir su objetivo. Tiene que haber un sueño detrás. Ahora, también era difícil prever que se pudiera llegar hasta aquí, que pudieran pasar las cosas que me han ido pasando. Pero la literatura tiene esa magia. Tú propones y el lector dispone.
M.G.- Es así. El lector es soberano.
Alrededor de tu trabajo hay muchas novedades. No solo están las novelas que vas publicando, algunas han pasado incluso a formato gráfico, algo que desconocía por completo.
D.R.- Sí, sí, casi todas. Se ha publicado el cómic de El guardián, El legado, Ofrenda a la tormenta y Todo esto te daré.
M.G.- No lo sabía. Lo he descubierto al mirar la web de la editorial. Me he llevado una grata sorpresa porque me encanta el género.
D.R.- A mí también. Yo, que no sé dibujar nada, flipo con las adaptaciones. Me parece muy bien. Si están en cine, ¿por qué no en gráfico?
M.G.- Claro. Y al cine viene otra adaptación en camino si no me equivoco, y además tenemos la reedición de tu primera novela, Los privilegios del ángel.
Dices que esta novela te ha costado escribirla treinta y nueve años. ¿Cómo es eso?
D.R.- Es un juego, por supuesto. Mira, muchas veces me preguntan de dónde surge la idea de una novela pero no siempre lo tengo claro porque, a veces, es una mezcla de cosas. Sin embargo, con esta novela, sé que la idea del escenario viene de aquel día de agosto que iba en tren y al llegar a Bilbao me encontré el fin del mundo. Tenía catorce años, iba sola, a cargo de otras personas que iban también en el tren. No había teléfono móvil para llamar a mi casa y saber cómo estaba mi familia. El tren se detuvo, y estuvo horas y horas parado. Solo nos llegaban rumores de la gente que trabajaba en las vías, de los obreros que estaban moviendo la tierra, que solo decían que Bilbao estaba destruido, que habían muerto muchísimas personas, que era la ruina total, que había llovido en todas partes, en toda Euskadi, en Burgos, en Cantabria. Allí parados no hacía más que preguntarme por mi casa. Yo conocía Bilbao, aquello era como la Naval de Cádiz, y si me decían que el agua se lo había llevado todo, ¿qué no podía haberle ocurrido a una casita pequeña? Fue terrible. Aquello me impactó tanto que siempre supe que lo escribiría un día. Pero claro, se tienen que ir juntando elementos.
John Biblia, el asesino
La elección de Bilbao como escenario también tiene que ver con el hallazgo de John Biblia, un asesino real que cometió sus crímenes en Glasgow, en 1969, y desapareció. Mató a tres mujeres. A las tres las había conocido en la misma discoteca. Las violó, las estranguló. Las tres tenían la menstruación en el momento de su muerte. Cuando la policía se dio cuenta de que tenían a un gran depredador, desapareció.
Lo que establezco en esta novela es que pudo haber venido a Bilbao porque siempre ha habido una grandísima conexión naviera entre las dos ciudades. Bilbao se parecía mucho a Glasgow en aquel momento, incluso en el modo en el que la ría entra en la ciudad, como ocurre con el río Clyde en Glasgow. La zona industrial que se movía alrededor del río era muy similar. Bilbao contaba además con una vida nocturna extraordinaria, como Glasgow, y ese era el territorio de caza de John. Me parecía que Bilbao era un escenario perfecto. Además, se da la casualidad de que en ese momento, Bilbao tenía un montón de elementos que la hacen muy interesante. Se estaba viviendo la guerra de las banderas, estaba la kale borroca, existía mucha tensión política, y se hablaba de que iba a haber un encuentro del gobierno español con ETA. Leyendo los periódicos de la época, no te explicas cómo no explotara todo por todas partes. Era un hervidero social y económico. Y también empezaron a llegar los primeros efectos, que luego serían terribles, de la reconversión naval, y que afectó a todos los grandes puertos.
M.G.- A John Biblia llegas a través de un libro. Para mí, una de las mejores maneras de llegar a los sitios.
D.R.- Sí, a través de un libro. Leo a muchísimos autores ingleses y escoceses, porque me gusta mucho cómo escriben. Muchas veces basan sus novelas en hechos reales. De John Biblia supe a través de una novela de Ian Ranking, en la que encontramos un imitador de John Biblia. Cuando llegué al final del libro, yo que siempre me leo los agradecimientos y las explicaciones, él contaba cómo en ese momento se iba a desenterrar el cadáver de un agresor sexual que se creía que era John Biblia. Finalmente, parece que no era él. Sin embargo, aquello me puso tras su pista y me propuse saber más sobre aquel hombre.
John Biblia pasó a la historia como pasó Jack, el destripador, como un asesino convertido en leyenda, precisamente porque nunca lo capturaron. La diferencia es que John Biblia podría estar vivo todavía. Era un hombre muy joven cuando cometió esos delitos y mucha gente le vio. De hecho, la hermana de la tercera víctima estuvo con él durante buena parte de la noche, y lo acompañó durante un tramo del regreso en taxi. Ella dio una descripción para hacer un retrato robot, participó durante años en cientos de ruedas de reconocimiento. Se llevó a cabo un gran trabajo policial porque se llegó a descartar a cinco mil sospechosos.
Hace unos meses se estrenó en la BBC unos podcasts de una periodista, que lleva un montón de años investigando el caso John Biblia, y un documental. Creó mucha paranoia social. Había tantos pasquines por todos lados con su cara que la gente creía verlo en cualquier sitio. Hubo un momento en que la policía tuvo que extender unos carnets que justificaban que el portador ya había sido descartado como sospechoso, para evitar linchamientos. Hubo gente que estuvo a punto de acabar mal parada.
M.G.- Creo que fue por el testimonio de un testigo, por lo que se le puso el apodo de John Biblia.
D.R.- Sí. Él siempre se presentaba como John. Muchos oyeron decir que se llamaba así. Pero lo de Biblia viene porque algunos dijeron que hacía mención a los salmos, y a pasajes de la Biblia. De ahí, el apodo.
M.G.- Si uno teclea John Biblia en Google aparece muchísima documentación, muchos artículos sobre aquel asesino. Imagino que toda esa información te habrá ayudado a perfilar al personaje. Sin embargo, tú dices que la labor de documentación para esta novela ha sido mucho más ardua que para las restantes.
D.R.- Sí, por muchas razones. Es una novela histórica, un género al que le tengo mucho respeto. Soy muy amiga de Santiago Posteguillo y lo que hacen los historiadores como él me parece excepcional. Escribir histórica obliga a un cuidado que ahora he visto en primera persona. El momento político y social que se recoge en la novela me ha obligado a entrevistar a la parte policial, a la Ertzaintza que aquel momento sacaba su primer reemplazo policial a la calle; a la policía armada de aquel tiempo, para saber cómo era la tensión que vivían en la calle; a políticos de la época; a los que participaron en los rescates de la riada. Me he tenido que empapar de los periódicos para conocer la atmósfera política, social y económica del momento. Todo no tiene por qué aparecer en la novela pero el escritor lo tiene que conocer.
Pero además creo que el lector va a disfrutar mucho al ver cómo ha cambiado el tratamiento policial desde 1969 hasta ahora; cómo eran esas primeras teorías que establecían los policías de la época para justificar las agresiones de John Biblia; cómo el asesino podía detectar a las mujeres que tenían la menstruación, qué pulsión lo movía a matar de una manera tan violenta. Las primeras teorías parecen de andar por casa. Parecía que no tenían ningún conocimiento del mundo criminal, ni del mundo de la mujer,... Claro, hay que tener en cuenta que no había ni una sola agente femenina en la policía.
Por otra parte, el asesino me ha obligado a replantearme algo que la policía de la época no hizo. Es decir, mirar desde el punto de vista de las víctimas. ¿Por qué las eligió a ellas? Había que haber partido de ahí pero claro, la victimología era algo que entonces no conocían. Para ello pedí ayuda a un psicólogo y psiquiatra experto en abusos, al que le pregunté por qué el agresor podría elegir a mujeres con la menstruación. Lo que me sugirió me obligó a tener que cambiar el planteamiento de cómo iba a tratar al agresor en la novela. La posibilidad de que su pulsión pudiera provenir de que él también hubiera sido una víctima me pareció aterradora. No es la primera vez que me ocurre esto. Amaia Salazar también era una víctima, pero en su caso era al revés. Por ser víctima se convierte en paladín defensor de todas las víctimas y no en asesina.
Noah, el personaje
La parte bonita de la novela es Noah, el investigador escocés, que no se llama así por casualidad. Es como el Noé del diluvio, que llega a Bilbao en un barco. Su obsesión no es construir un arca sino capturar a este tipo. Y lo hace en el momento más difícil de su vida porque se está muriendo. Tiene los días contados y ha decidido que va a dar sentido a su vida y a su muerte, culminando la investigación, cazando a este tipo o muriendo en el intento. Pero se le irán complicando mucho las cosas porque el tipo de enfermedad que tiene le va a sumir en un estado físico de lo más miserable. De pronto entenderá que el tiempo se acaba.
Creo que la belleza de la novela, a nivel literario, tiene que ver con el camino personal de alguien que ve que la vida se le termina, dejando muchas cosas en el camino. Tendrá que sobreponerse al dolor, en unas circunstancias miserables, porque su enfermedad lo deja postradísimo, para seguir persiguiendo a un asesino del que no tiene nada seguro. Amo a este personaje. Me ha encantado acompañarle y me tiene fascinada.
M.G.- Has comentando la documentación que has manejado pero, a raíz de la enfermedad de Noah, también has tenido que hablar con gente que te han orientado.
D.R.- Mi documentador es uno de los mejores del mundo, de lo mejorcito de España y de Andalucía. Es el doctor Manuel Anguita, presidente de la Asociación Española de Cardiología, y que ejerce en el Reina Sofía de Córdoba. Es colaborador por segunda vez, y ya se ha convertido en un amigo entrañable y muy querido. Él me ha hecho amar la cardiología. Se ha convertido en mi segunda gran pasión. La evolución que nuestra sociedad ha vivido desde aquellos años ha sido tremenda en muchas cosas. Una de ellas ha sido en el tratamiento de algunas enfermedades pero también en el tratamiento a las personas. Hemos hecho válidas a personas que antes quedaban relegadas como si no valieran para nada.
En la novela hay un personaje que tiene parálisis cerebral y que he querido retratar porque en mi infancia, traté con dos niños que tenían parálisis cerebral. Tuve la suerte de conocerles, y ver cómo se sobreponían a todas las dificultades y aprendían en un tiempo en el que ni siquiera se les escolarizaba. Para ellos, no había nada en este mundo. Pero eran personas que tenían mucho que dar, que dieron y que siguen dando mucho a todos los que los han conocido. Así que, ahí hay un homenaje a estas personas.
Homenaje a la radio
Y luego también hay un gran homenaje a la radio porque tuvo un papel importantísimo en la catástrofe. Hay un momento en la novela en el que, cuando no queda nada, queda la radio. La música de los 80 tiene un papel importantísimo, así como la vida nocturna de Bilbao. Había bares de todas las clases. Se podía escuchar heavy, punky, música disco, rock alternativo,... De todo. La gente se movía de un local a otro y surgían grupos por todas partes. Muchos lectores se van a sentir cercanos. La radio me sirve para tejer una red de comunicación entre los personajes, que se dedican canciones. Yo misma hacía esto. Recuerdo tener catorce años y llamar a la radio para dedicar alguna canción. Siempre le digo a mis hijos que aquellas emisoras locales, a las que llamabas para dedicar canciones, eran como las redes sociales de ahora. Con esos programas te enterabas de quién era el cumpleaños, dónde trabajaban los que llamaban, a quién le había nacido un hijo, quién se iba a casar,... Lo sabías todo por la radio. De vez en cuando, alguien te dedicaba una canción y volabas.
M.G.- Eso era una maravilla.
Y Dolores, ¿cómo enfocas la narración de esta novela? Son capítulos cortos, imagino que tienen mucho ritmo, y te centras en escenas o personajes concretos. No solo vamos a ver al asesino y al investigador, sino que también hay otros personajes que protagonizan enteramente algún capítulo.
D.R.- Tenía que retratar toda esa sociedad desde la discriminación que sufría Rafa por su parálisis cerebral hasta esos primeros días de la policía autonómica en una situación política y social muy agitada.
En la historia aparece un policía recién salido de la academia, lleno de idealismo y súper orgulloso, que piensa que va a cambiar el mundo y que lo va a hacer todo bien. Y luego también hay una mujer tras la barra de un bar de Bilbao, que encarna un espíritu que yo conocí y que me he encontrado muchas veces. Son esas personas que te encuentras con toda la simpatía del mundo, detrás de la barra de un bar, que te hacen sonreír, que te hacen sentir que formas parte de un lugar al que acabas de llegar. Vas a ese bar, no por el café, sino que vas por la persona que está detrás de la barra. Son personas que te ayudan a sentirte integrado, que según te ven entrar por la puerta, saben ponerte el café como tú lo quieres. Es algo que vale muchísimo. Me encanta ese tipo de personas, así que, ahí está.
M.G.- La climatología está muy presente en tus novelas. Es la primera vez que te escucho decir que te defines como una autora de tormentas, una definición que me ha encantado y que es muy acertada. Esa climatología, en tus historias, es casi un personaje más.
D.R.- Lo es. Además, en esta novela, no me la he tenido que inventar. Sé que en Elizondo no llueve tanto como cuento en la saga pero en Bilbao sí que llovió. Esa parte está tomada de la prensa. En los días previos a la gran gota fría, llovió muchísimo y eso contribuyó a que la tierra estuviera tan anegada que, cuando cayó la gota fría, las colinas que rodeaban Bilbao se vinieron abajo. Hubo un corrimiento de tierras enorme que sepultó parte del centro de la ciudad.
El tipo de tormentas que me gusta, como verás en la novela, no está solo por fuera. No es que solamente llueva mucho, y que se produzca un cataclismo. Es que también está por dentro de los personajes. Ellos están en su noche más oscura, tienen frío, están mojados, están solos, y tienen miedo. Pero también tienen amor. Hay un momento en el que un personaje dice que solo hay dos cosas en la vida: el amor y el miedo. Y las dos las aprendemos en casa.
M.G.- Ya para terminar, con esta novela se dice que se inicia un nuevo ciclo narrativo. ¿Eso quiere decir que se inicia una saga?
D.R.- Significa justamente lo contrario. Ya he escrito una trilogía, que se convirtió en la saga de Amaia Salazar, y ahora estoy buscando una manera distinta de contar historias al lector. Lo que sí te puedo decir es que es el inicio de algo, es la punta de un iceberg, pero no es una trilogía ni una saga al uso. Es mi trabajo como novelista, intentar contar la historia del mejor modo, intentar contarla de una manera diferente, y llegar al lector de una manera distinta. Espero conseguirlo. Es como una fiesta sorpresa a la que os tengo que llevar con los ojos cerrados. Espero que os guste mucho cuando la veáis.
M.G.- Me dejas con mucha curiosidad.
D.R.- En las siguientes novelas empezaréis a percibir hacia dónde voy, pero lo que quiero es que, al llegar al final, el viaje os haya gustado.
M.G.- A mí, particularmente, me encanta que me hagas viajar al norte porque soy del sur y soy una enamorada de toda la cornisa cantábrica.
D.R.- Que sepas que cuando voy a Alemania siempre me dicen que les encantan mis novelas en el sur.
M.G.- Claro, en el sur de Europa (Risas)
D.R.- Soy el norte aquí. Pero en Europa soy el sur.
M.G.- Es otra forma de verlo. Lo dejamos aquí, Dolores. Te agradezco muchísimo que me hayas atendido. Muchas gracias por venir a Sevilla y por esta novela.
D.R.- Gracias a ti y a Sevilla, por este sol.
Sinopsis: Un salvaje asesino en serie. Una búsqueda hasta el último latido. Una ciudad amenazada por un diluvio.
Entre los años 1968 y 1969, el asesino al que la prensa bautizaría como John Biblia mató a tres mujeres en Glasgow. Nunca fue identificado y el caso todavía sigue abierto hoy en día. En esta novela, a principios de los años ochenta, el investigador de policía escocés Noah Scott Sherrington logra llegar hasta John Biblia, pero un fallo en su corazón en el último momento le impide arrestarlo. A pesar de su frágil estado de salud, y contra los consejos médicos y la negativa de sus superiores para que continúe con la persecución del asesino en serie, Noah sigue una corazonada que lo llevará hasta el Bilbao de 1983. Justo unos días antes de que un verdadero diluvio arrase la ciudad.
Dolores Redondo se autodefine como «una escritora de tormentas» y con esta nueva novela, basada en hechos reales, nos conduce hasta el epicentro de una de las mayores tormentas del siglo pasado a la vez que retrata una época en plena ebullición política y social. Es un homenaje a la cultura del trabajo lleno de nostalgia por un tiempo en el que la radio era una de las pocas ventanas abiertas al mundo y, sobre todo, a la música. Y es también un canto a la camaradería de las cuadrillas y a las historias de amor que nacen de un pálpito.
Una obra deslumbrante con unos personajes que nos llevan de la crueldad más espantosa a la esperanza en el ser humano.