A Blanca Cabañas la conocí a través de un comunicado editorial. Por medio de un correo electrónico supe de la publicación de su primera novela, Perro que no ladra, editado por Suma de Letras. Me gustó la sinopsis, con una trama que se ubicaba en Chiclana (Cádiz). Posteriormente, también conocí que la autora visitaba Sevilla para promocionar la novela y, aunque no pude acudir a ningún encuentro, aquella novela estaba destinada a seguir cruzándose en mi camino. Semanas después, la propia Blanca contactaba conmigo para hablarme de Perro que no ladra, novela ya leía y de la que os hablaré bien pronto. Y aquí nos tenéis, a Blanca y a mí, en esta conversación que hemos mantenido vía correo electrónico. Espero que os guste.
[Foto cedida por la autora] |
Blanca C.- Los relatos breves me han servido para reconectar con la escritura. Los últimos años los he pasado estudiando para conseguir mi plaza de funcionaria como maestra de educación especial. No disponía de mucho tiempo para escribir, así que me conformaba con escribir relatos breves que presentaba a certámenes literarios, con la fortuna de que me fueron premiando. Siempre digo que esos premios supusieron la inyección de autoestima que necesitaba para escribir una novela.
En el plano de la escritura son completamente distintos. En el relato breve no hay tiempo para rodeos, la historia va como una flecha y siempre hay algo que se nombra al principio que luego enlaza con el final. La novela da más juego. Permite profundizar en los personajes, construirlos, detenerse en la ambientación, crear subtramas y, en definitiva, contar una historia mucho más rica.
M.G.- Perro que no ladra se publicó primeramente en Amazon. De ahí pasó a una editorial. Parece que la autopublicación se está convirtiendo en el paso previo antes de ser acogido por una editorial.
B.C.- No es siempre así, pero es una opción muy válida. Y tiene sus ventajas. En la autopublicación, el escritor es el artesano de todo el proceso, tiene todos los derechos de su obra y las regalías son más golosas. Es más, no tiene por qué ser el paso previo; puede alternarse con la editorial tradicional o puede que el escritor, una vez probada esta opción, decida volver a Amazon. En gran medida, creo que depende de lo que cada escritor quiera conseguir con sus historias. Probablemente si quieres vivir de tus libros, autopublicar sea muy buena opción. En mi caso, la autopublicación fue la primera opción. No me había planteado la posibilidad de publicar de la mano de una editorial y me daba miedo que mi proyecto cayera en manos poco profesionales. Así que, opté por Amazon. Un mes después de haberla autopublicado, mi visión cambió.
La acogida había sido tan abrumadora por parte de los lectores que, de nuevo, y animada por el feedback tan positivo que recibí, la envíe a algunas editoriales y Suma de Letras se mostró interesada.
M.G.- Ahora que he mencionado el título, al margen de lo que se explica en la novela, ¿tiene algún significado metafórico?
B.C.- El significado del título se explica casi al final del libro, rozando los agradecimientos. Hace alusión a una práctica legal en algunos estados de Estados Unidos y, con ella, se demuestra que los seres humanos estamos lejos de alcanzar esa nobleza que caracteriza a los animales.
M.G.- Imagina que tienes un grupo de futuros lectores ante ti. ¿Qué le dirías sobre esta novela para animarlos a su lectura? ¿Qué elementos van a encontrar entre estas páginas que les resulte de interés?
B.C.- Les diría que Perro que no ladra habla de las relaciones pasadas y de cómo estas tejen nuestro presente y perfilan nuestra personalidad, de cómo un solo hecho puede arrasar con la vida de unos pocos. Les diría que muchos lo consideran un thriller psicológico porque los verdaderos enigmas se encierran en la mente de los personajes. Les diría que habla de creencias supersticiosas llevadas al extremo, de tradición, del amor como algo nocivo, de miedos irracionales que confieren a lugares sensación de abismo. Así lo siente Lara, la protagonista, que regresa a su Chiclana natal tras catorce años sin tener apenas noticias de su familia. Allí se da de bruces con los motivos que precipitaron su marcha, entre ellos, la desaparición de una de sus mejores amigas.
M.G.- ¿Cómo se te ocurre esta historia? ¿Cuál es su origen?
B.C.- El origen tiene lugar en el 2020 cuando estudiaba un máster de Atención Temprana y Necesidades Educativas Especiales. Así fue que me adentré en el campo de la neuroeducación, una neurociencia pionera en el estudio del cerebro a tiempo real a través de técnicas de neuroimagen. Gracias a ellas, podemos hoy en día conocer diversos síndromes que siempre han estado ahí, pero para los que no teníamos explicación plausible. Uno de estos, es el síndrome de Capgras, que tiene su peso en la novela. Consiste en una lesión en el hipotálamo que hace al paciente no reconocer, al menos emocionalmente, a un ser querido. El paciente lo identificaría físicamente, pero estaría convencido de que no es quien dice ser, que ha sido usurpado por un invasor, un doble idéntico. Cuando leí sobre esto, me llamó muchísimo la atención y quise saber más. Me documenté sobre él y lo tuve claro; quería plasmarlo en mi novela.
M.G.- Lara, la protagonista de esta historia tiene que regresar a Chiclana, su pueblo de nacimiento porque la madre ha sufrido un accidente. Lleva muchos años sin ver a su familia, a su madre, a su hermana. Prácticamente ella huyó de Chiclana hace catorce años. ¿Cómo le va a afectar emocionalmente ese regreso?
B.C.- Lara, como bien se cuenta entre las páginas, vuelve a la cicatriz, al centro de la tormenta, al origen de sus pesadillas. Así lo percibe ella y así lo vivirá el lector, porque el aura que se desprende es opresivo, angustioso e incómodo. Sin embargo, han pasado catorce años y la protagonista ya no es la misma que se fue. Vuelve más adulta, más segura y con la responsabilidad atribuida de buscar la verdad, de enfrentarse a los fantasmas del pasado. A fin de cuentas, es la única manera de cerrar una herida.
M.G.- Volver implica enfrentarse de nuevo a su familia, a su pasado, a sus amigas de adolescencia. La relación de Lara con su madre y su hermana Olga es muy complicada. Sin embargo, con sus amigas, todo fluye. Esto es algo habitual. Parece que nos cuesta más relacionarnos con los de nuestra sangre más que con aquellos con los que no nos une ningún vínculo consanguíneo.
B.C.- Quizá es porque se espera algo de ellos que no siempre llega. O no como nos gustaría. Herminia, la madre, es una mujer hosca, autoritaria y muy controladora con sus hijas. En la balanza, las hermanas caen en lados opuestos. Mientras que Lara representa la rebeldía por salirse del patrón, Olga es más sumisa, insegura y desea la atención de su madre a toda costa. Las miradas son frías, los silencios incómodos. Sin embargo, Lara encuentra en sus amigas la amistad que no mata los años, el hogar que no tiene en casa.
M.G.- Las familias y los secretos. Este es otro punto importante en la novela porque hay varios personajes que no son lo que parecen.
B.C.- Estamos acostumbrados a ver familias ideales en las pantallas y asesinos en las calles, pero ¿qué pasaría si el antagonista, el monstruo, estuviera en casa y conviviera con nosotros? Es la premisa de la que se nutre la historia.
M.G.- Herminia, la madre de Lara, es un personaje muy potente. Ella rompe con todos los esquemas de lo que debería ser una madre. Y sufre algo muy curioso que se llama el síndrome de Capgras.
B.C.- Para volcar todo ese conocimiento que estaba absorbiendo de la neuroeducación necesitaba dos personajes: uno que lo sufriera y otro que lo contara. Al poco de Lara volver a casa, se descubre que Herminia padece síndrome de Capgras. El desconcierto es tremendo. Entonces, hace su aparición estelar Ángel, el psiquiatra de Lara. Rimbombante y sabelotodo, es la voz del saber.
M.G.- Lara es una joven sin futuro, que va dando tumbos, muy inestable. Está en tratamiento psiquiátrico. ¿Cómo ha sido construir este personaje?
B.C.- Tuve claro que la protagonista, para esta primera novela, debía ser mujer y acercarse a mi edad. Quería arrojar verdad a aquello que contaba y me era más fácil ponerme en el lugar de alguien en quien pudiese dejarme ver. Todos tenemos nuestras inseguridades, nuestras sombras y todos, en algún momento, somos nuestros propios enemigos. Esto le ocurre a Lara al asomarse continuamente al abismo que solo ella ve, a los miedos que le impiden ser quien en realidad es.
M.G.- De todos modos, esta novela no solo trata sobre el regreso de una hija a su familia sino que además Lara pone en marcha una investigación con la que trata de averiguar qué pasó realmente con su amiga Isabel, desaparecida hace catorce años. ¿Qué nos puedes decir sobre esta investigación?
B.C.- Una tragedia de esta magnitud destroza vidas. Tenemos una familia rota, un grupo de amigas incompleto y un pinar que una vez fue zona de juegos y que ahora solo reabre viejas heridas. Cuando Lara vuelve a donde vivió su infancia y a donde tuvo lugar todo ese daño, inconscientemente, siente la necesidad inexorable de buscar la verdad, de buscar a su amiga desaparecida hace catorce años.
M.G.- Sobre la desaparición de Isabel, ¿te has basado en algún hecho real?
B.C.- Desgraciadamente, todas hemos crecido con alguno de estos casos resonando en los informativos de la sobremesa. Me he basado en el dolor de todas esas familias, de todas esas madres, en ese castigo de por vida que portan sobre sus hombros.
M.G.- Son varios los personajes que aparecen en esta historia. La propia familia de Lara, sus amigas, unos vecinos, y hay un personaje un tanto misterioso, Susana_28. ¿Qué nos puedes contar?
B.C.- A lo largo del viaje que Lara vive, va a tener la necesidad de compartirlo con alguien que no la juzgue, que simplemente la escuche y la vea tal cual es. Susana_28 es esa persona. No tiene identidad y, quizá por ese mismo motivo, Lara se siente segura compartiendo sus miedos con ella.
M.G.- La historia se construye sobre dos hilos narrativos porque desde el presente, iremos volviendo al pasado para conocer cómo se produjo la desaparición de Isabel. ¿Te ha costado trabajo manejar los dos tiempos?
B.C.- No, la historia me lo iba pidiendo. Uno de los puntos fuertes de la novela es la construcción de los personajes. Esto es gracias a esa segunda línea temporal que permite al lector conocer a través de vivencias significativas del pasado a los distintos personajes. A veces, escribía estos flashbacks en orden y, otras tantas, los dejaba escritos y, luego, los iba ensartando donde creyera conveniente. No sigo escaletas y, aunque sé a dónde me dirijo, me dejo fluir. Esto me permite tener mucha libertad a la hora de escribir, aunque también me veo obligada a reescribir muchas partes.
M.G.- Hay mucha información sobre neurociencia y neuroeducación, materias que manejas por tu formación académica. También nos hablas de las personas con síndrome de Down y, tengo que admitir que ahí me has ganado. Mi hermana pequeña es síndrome de Down y me ha encantado encontrarme con un personaje como ella.
B.C.- Me hace mucha ilusión que me digas esto. He encontrado diversidad funcional en novelas, pero representadas de una manera poco real, usando términos peyorativos o desfasados y sin conocimiento. Si de algo sé, es de esto, por eso he querido contarlo. Es la línea que quiero seguir en mis novelas y es lo que creo que arroja originalidad. Quiero, no solo entretener con un buen thriller, sino partir de una fuente de conocimiento, contar algo interesante que lo haga diferente. En este caso, Perro que no ladra bebe de la neuroeducación, de mi vinculación con la docencia.
M.G.- No podemos dejar atrás a Chiclana, el lugar donde transcurre la trama. ¿Qué protagonismo tendrá este municipio? ¿Cómo se han tomado esta novela los vecinos?
B.C.- Vivo en Chiclana y he vivido en Chiclana casi toda mi vida. Es un municipio muy turístico, alegre y lleno de luz, cuyo principal atractivo es la Playa de la Barrosa que, sin embargo, tiene un papel secundario y casi inexistente en mi novela. Esto es porque me interesaba mostrar la cara b, aquella que nadie se para a ver. Quería envolver a Chiclana de una atmosfera misteriosa, lúgubre y darle protagonista a escenarios poco conocidos y olvidados, como el pinar del Hierro y la Espartosa. Los chiclaneros están encantados. Soy consciente de que aquella primera versión autopublicada de Perro que no ladra fue casi enteramente adquirida por chiclaneros. Me dan la enhorabuena, me piden más. Para mí es un orgullo que Chiclana se conozca no solo por su turismo, sino también por sus libros y autores.
M.G.- Dentro de la novela, algunos vecinos chiclaneros practican la magia blanca. ¿Estas cosas se siguen haciendo hoy día?
B.C.- Las creencias supersticiosas están extendidas por todo el país y todos, en mayor o menor medida, hemos acercado posturas con ellas: al llevar un amuleto a un examen, al leer el horóscopo o al tocar madera. Toda la documentación con respecto a este tema la he recibido escuchando a personas que siguen rituales para atraer la buena suerte, la salud y proteger sus hogares. Por temor, por si acaso, lo hacen. Me fascina este mundo y me parecía un ingrediente sumamente atractivo. Tenía que incluirlo.
M.G.- ¿Algún proyecto literario nuevo a la vista?
B.C.- Tengo el borrador de la segunda novela en el cajón. Está escrita, pero no terminada. La he dejado reposar más de lo que me gustaría porque he estado muy centrada en la promoción de Perro que no ladra. Me queda sentarme frente a ella, releerla, mejorarla. Estoy muy ilusionada con este nuevo proyecto. Me he documentado muchísimo. Su germen es una nueva fuente de conocimiento de la que no se ha hablado en el género del thriller.
M.G.- Gracias y suerte, Blanca.
B.C.- Gracias.
Sinopsis: Lara Ortiz vive en Sevilla desde hace catorce años sin tener noticias de su familia. La llamada repentina de su hermana trastoca su mundo y la obliga a volver al lugar del que ha huido toda su vida: Chiclana de la Frontera. Su regreso hará que retome el contacto con aquellos que marcaron su infancia y desentierre los recuerdos sobre el suceso que precipitó su marcha: la desaparición de una niña en extrañas circunstancias.
Alertada por los sospechosos comportamientos de quienes la rodean, investigará por su cuenta el caso. Lo que no imagina es que la verdad es siempre más afilada y esconde razones más oscuras que la dejarán sin habla.