En Sevilla hay grandísimos escritores, autores y autoras que empiezan, o están ya consagrados, con buena prosa y una imaginación portentosa. Pero no me ha dado lugar a leerlos a todos. Es el caso de Juan Ramón Biedma, autor al que me he acercado por primera vez semanas atrás y que me ha dejado patidifusa. Y mira que me lo habían recomendado por activa y por pasiva. Y mira que buena parte de su obra anda por casa, esperando a que me decidiera. Pero no ha sido hasta ahora. Eso sí, mi estreno con la pluma del autor no ha podido ser más brillante porque lo que Biedma narra en Crisanta (Alianza Editorial) me ha parecido espectacular. Estamos ante una novela que lleva por subtítulo Una novela de fantasmas durante la Guerra Civil, pero ni es una novela al uso sobre la guerra civil ni tampoco es una historia propiamente de fantasmas. Es todo eso y mucho más. En esta historia, el lector paseará por la Sevilla del año 1936. El telón de fondo será la guerra civil pero, por las calles de esta ciudad, se pasearán singulares personajes como Crisanta, que da título a la obra, a la que le encargan localizar un tríptico robado, que supondrá la llave para abandonar la ciudad. O Diosdada, una viuda de guerra que trata de contactar con su marido difundo. Ella y otros personajes forman parte de una sociedad que investiga la vida del más allá y realiza indagaciones en casas con un pasado truculento. Pero también tendremos personajes reales, y el retrato de la crueldad, la miseria y el miedo que pulularon por Sevilla en tiempos de guerra.
A veces, Juan Ramón y yo hemos coincido en algún acto literario, pero para conversar sobre Crisanta elegimos el teléfono. No dejes pasar esta conversación y mucho menos esta novela porque me apuesto lo que quieras a que te va a gustar tantísimo como a mí. Ahí va nuestra charla.
[Fuente: Facebook autor] |
Marisa G.- Hola, Juan Ramón. ¿Cómo estás?
Juan Ramón B.- Muy bien. Aquí en el despacho, esperándote, completamente preparado.
M.G.- Muy bien. Pues vamos a hablar de Crisanta. Y tengo un montón de preguntas. Lo primero que quiero es felicitarte porque la novela me ha encantado.
J.R.B.- Muchas gracias
M.G.- Es la primera vez que te leo. Descubrirte ha sido para mí toda una alegría, porque me ha gustado muchísimo.
J.R.B.- Qué bien, qué bien.
J.R.B.- Efectivamente, Sevilla estuvo ahí al principio de todo. La idea era adentrarnos en ese contexto de la Sevilla en retaguardia. La información que me había llegado era muy interesante, pero tenía la intuición de que había muchísimo más ahí enterrado. Me apetecía investigar sobre ello y compartir lo que encontrara con los lectores, en general. No solo con los de Sevilla, porque la verdad es que es un terreno y un sector histórico tan fascinante que, cuando he ido a presentar la novela por toda España, he descubierto que le interesa a todo el mundo. Estamos en un momento en el que la sublevación militar ya ha triunfado. Sevilla es el cuartel de España, es el hospital, es el centro de abastecimiento. En esos momentos se está produciendo una represalia absolutamente brutal. Hay asesinatos y el poder judicial ha puesto en marcha su maquinaria con juicios sumarísimos para asesinar a toda la posible oposición que quedara en la ciudad. El poder policial que representa Manuel Díaz Mayordomo, del que hablaremos después seguramente, está también llevando a cabo su propio programa de exterminio. Y sin embargo, de día, encontramos una ciudad perfectamente apacible, donde la gente convive con toda normalidad. Siguen los cines abiertos, los teatros,... Se puede apreciar una cierta capacidad del sevillano de siempre de evadirse del problema y llevar una vida completamente dentro de una naturalidad absoluta.
Este contraste, y este descubrimiento de rincones ocultos por el tiempo y por la historia, y que entonces eran lugares de apresamiento, de tortura, de interrogatorio, de represión absoluta, es el que me ha llevado a una labor de investigación completamente fascinante, para encontrar una Sevilla que para mí también permanecía oculta hasta ahora.
M.G.- Sobre esa Sevilla hablaremos más tarde, pero fíjate que esta novela, por ese contexto de la guerra civil, tiene un toque histórico, pero también hay como fantasía, hay aventura, alguna chispa de humor. Es decir, ¿cómo definimos la novela?
J.R.B.- Una vez que tenemos el contexto perfectamente fijado, tenemos un marco, pero todavía nos falta la imagen del cuadro. Estamos hablando de un manual de historiografía. Estamos hablando de una novela, con lo cual necesitamos vidas, necesitamos historias, necesitamos traumas que formen esta novela. Aparte de ser un periodo histórico muy, muy, muy interesante, también es el lugar propicio para mostrar una serie de historias extremas que son muy acordes con lo que suelen poblar mis obras. Quedaba por fabricar el hecho novelesco. Y efectivamente, hemos montado una historia de varias vidas cruzadas. Por una parte, está Crisanta. También tenemos una casa embrujada en medio de la ciudad. ¿Por qué una casa embrujada? Y me preguntas por la fantasía. Pues mira, estamos en una ciudad que está crepitando por tanta muerte, donde la gente vive en el desconcierto y la inseguridad absoluta, donde sabes que tu vida vale lo que vale, tan solo una denuncia anónima. En una ciudad en que la muerte está tan presente, me pareció la alegoría adecuada para montar una casa donde de pronto ocurrían hechos también completamente inexplicables. Era la manera de representar, digamos gráficamente, lo que estaba ocurriendo en el subconsciente colectivo.
M.G.- Esa casa es bastante interesante. El lector se va adentrando en sus estancias. No sé si tú te has inspirado en alguna casa para construirla o es solo fruto de tu imaginación.
J.R.B.- Hay una casa. Mira, el verano que estaba escribiendo la novela fui a la representación de una obra teatral en el antiguo Palacio de los Marqueses de la Algaba. Está exactamente donde sitúo la casa del Malmuerto de mi novela. Vi que era una casa como tantas hay en Sevilla, que pasa desapercibida, pero entras y te encuentras un palacio gigantesco y enorme. Y, en este caso, bastante deteriorada. Pero tiene un patio en el que se había colocado el escenario para la obra de teatro. Era exactamente lo que yo había pensado para esta casa del Malmuerto. Era lo bastante siniestra y sugerente como para que me diera el marco perfecto del que tomar apuntes del natural.
M.G.- Conozco el edificio precisamente por las obras de teatro que se hacen ahí en verano. Es muy curiosa esa casa pero tiene un patio muy bonito, con esa fuente en medio.
J.R.B.- Sí, sí, es perfecta. ¿Y a qué ves ahí la casa del Malmuerto?
M.G.- La cosa es que ahora que lo has comentado, me han cuadrado las piezas.
J.R.B.- Lo bueno de hablar de la novela con sevillanos es que hay una serie de claves compartidas entre autor y lectores que no encuentras en ningún otro sitio.
M.G.- Es cierto. Bueno, el subtítulo de la novela es Una novela de fantasmas durante la Guerra Civil. La guerra civil es un trasfondo, porque tú hablas de ella, pero hablas de otras muchas cosas más que ahora te preguntaré. ¿Lo sobrenatural, Juan Ramón, es algo habitual en tus novelas? Como yo no te he leído nunca, no sé si esta es la primera vez que abordas algo así, sobrenatural.
J.R.B.- Es algo habitual en su concepto más extendido. Siempre muy cercano a lo religioso, que ya de por sí considero un acto paranormal, también en el sentido amplio de la palabra. El hecho de que podamos acercarnos a una iglesia en la que tienen lugares fenómenos como la transustanciación, me parece una especie de frontera donde conectamos con lo ultraterreno de manera directa. Y tanto la religión como lo sobrenatural o lo fantástico, en un sentido amplio, está muy presente en mi novela. Y yo diría que además la línea que separa un realismo muy extremo, que también hay en mis novelas, de lo fantástico se diluye, porque al fin y al cabo no son más que resquicios por los que acercarnos al comportamiento de la gente. Creo que desde siempre me he alimentado de literatura de este tipo, además de cualquier otro género. Por eso, dentro de las herramientas con las que contamos los escritores, me resulta muy natural tomar elementos en los que los límites de lo creíble son forzados hasta el máximo, porque todo esto nos ayuda a conocer cómo se comporta la gente en momentos extremos.
M.G.- La trama se articula en diferentes líneas. Por un lado, vamos a tener a Crisanta, que es la que da título a la novela. Este personaje es una tratante de arte clandestina, a la que le encargan localizar un tríptico que se ha robado en una iglesia expoliada en Lepe (Huelva). Pero hay mucho más. Esto es solamente la punta del iceberg. Después hay diferentes líneas que se irán uniendo.
J.R.B.- Sí, efectivamente. La idea era tomar puntos de referencia muy distintos que nos den una idea global y nos permitan, sobre todo, movernos por esta ciudad.
La novela negra, el policíaco en general, tiene la enorme ventaja de que te permite desplazarte por los distintos estamentos de la ciudad y te permite conocerla muy a fondo. Por lo tanto, hay una investigación, hay una búsqueda, como en todas mis novelas. Al fin y al cabo, la búsqueda del tríptico, tras el que va detrás Crisanta, y que supone la llave a la libertad, para mí es simplemente una excusa literaria para mostrar que los personajes van en busca de lo inalcanzable y que, muchas veces, los esfuerzos del ser humano por encontrar sus metas quedan frustrados por cuestiones que están muy lejos de su propia voluntad.
Como efectivamente has dicho, tenemos a Crisanta, esta contrabandista de arte, pero también tenemos a un sacerdote que fue capellán de la legión y ahora es un oscuro sacerdote en el hospital de la Santa Caridad. Tenemos a un grupo de investigadores de lo sobrenatural que nos da un aporte pseudocientífico y muy europeísta, en medio de una España muy atrasada en esa época y que está en puertas de estancarse todavía más. Y tenemos al gobernador depuesto de la ciudad. Desde ahí, la novela se transforma en una especie de novela de espías que hace que todos los elementos terminen implicados y relacionados entre sí.
M.G.- Hemos dicho que Crisanta es una tratante de arte clandestina. A ella le hacen el encargo de localizar ese tríptico que hemos comentado. Pero es una mujer muy peculiar. No será la única, porque esta es una novela muy coral. Pero Crisanta es que, además, utiliza un curioso instrumento de adivinación. ¿Cómo se te ocurre ponerle esa peculiaridad al personaje?
J.R.B.- Me sirve fundamentalmente con una doble funcionalidad. Efectivamente, Crisanta tiene un péndulo. Ella tiene el don de conocer o de anticiparse al futuro a través de las consultas que hace a este péndulo. Y sin embargo, ella se pasa toda la novela desoyendo las recomendaciones de su propio péndulo. Es una mujer que se enfrenta a esta predestinación y que, a pesar de que todo le indica que debe ser prudente, que debe de abandonar esta empresa en la que se ha involucrado, ella desoye todos estos consejos y se lanza en poder de su decisión. Sabe que ahí estriba la única posibilidad de librarse del futuro opresivo que le espera en los últimos años.
Y por otra parte, me sirve en mi afán de buscar el contrario del tópico y de lo predecible. Podríamos suponer que, en principio, disponer de este péndulo te hace tener un poder especial y obtener ventajas en la vida. Pero a Crisanta, este poder especial, lo único que le ocasiona es convertirla todavía más en una marginada, al ser una persona muy distinta al resto de su entorno. Con lo cual me ayudaba mucho a completar su personalidad.
M.G.- Hay otra mujer súper interesante que además aporta muchísimo misterio y de la que realmente nunca terminamos de saber qué es lo que quiere, qué es lo que busca, qué es lo que esconde. Se llama Diosdada.
J.R.B.- Si Crisanta mantiene una independencia férrea y absoluta, Diosdada es un ejemplo de abnegación, en el sentido de que está con un paso en investigaciones sobrenaturales, pero con un fin muy concreto, muy material, y muy cercano. Ella quiere contactar con su marido muerto. Es una viuda de guerra y, a cualquier precio, quiere recobrar a su marido. Por una parte, es una mujer claramente trastornada y, por otra, es una persona que está integrada en este círculo de estudiosos de lo sobrenatural y termina desertando de todo con el fin expreso de conseguir un contacto con su marido, fallecido en una acción de guerra. De alguna manera, ella representa a toda la gente que tuvo pérdidas durante este tiempo. Por cada víctima hay un montón de familias absolutamente destrozadas. Todos conocemos casos de gente que quedó muy obsesionada e incluso, en nuestros días, sigue habiendo gente con heridas abiertas por lo que llevó a cabo aquel golpe militar. Ella es un ejemplo también extremo, claro, de lo que ocasionó esta contienda.
M.G.- De entre los personajes, también habría que hablar de los masculinos. Hay un par de ellos que viven algún tipo de relación amorosa. Es decir, son personajes con un corazón que palpita. Por ejemplo, hablamos de Juan Serrano, el cura que has mencionado antes. Este personaje arrastra un pasado. Y luego está Díaz Mayordomo, un personaje como con dos caras. Por un lado, es muy oscuro pero, por otro, el lector va a descubrir que tiene sangre en las venas y su corazón late.
J.R.B.- Sí, son dos personajes muy distintos, efectivamente. Por una parte, este capellán que ya hemos mencionado antes, Juan Serrano, es un personaje romántico puro, no en el sentido de novela rosa, sino del romanticismo del siglo XIX. Es un fatalista. Un tipo que tuvo un episodio amoroso y que, a raíz del cual, rompió cualquier lazo, no solo terrenal sino también con Dios. Él sabe que su vida dejó de tener sentido a partir de aquel momento. Y desde entonces, él sigue caminando con una especie de inercia. No termina de acostumbrarse a la vida de sacerdote convencional, después de haber sido capellán de la legión y haber compartido la vida cuartelaria durante muchos años con los compañeros. Es un hombre lleno de contrastes que efectivamente está completamente marcado, pero marcado en el sentido existencialista, en el sentido de que sabe que no hay ningún tipo de esperanza para él.
Y, por otra parte, también tenemos el episodio sentimental del gran villano de la novela. Manuel Díaz Mayordomo es un auténtico carnicero. Este personaje está tomado prácticamente al natural del delegado gubernamental para Sevilla, para Andalucía y para Extremadura, el que fue mano derecha de Gonzalo Queipo de Llano, y que fue el gran carnicero de Sevilla. Fue un hombre que, durante los pocos meses que estuvo al frente de esta policía política, llevó a cabo alrededor de seis mil asesinatos directos, al margen de los que se llevó a cabo por el poder judicial y por las sacas directas.
Fue un borracho que no estudiaba los casos; que exigía que se le presentaran en una sola hoja de papel para no perder tiempo en su lectura; que abusaba de las mujeres de las víctimas, prometiéndoles algún tipo de indulgencia con los condenados. Fue un tipo de la peor calaña y, sin embargo, en la novela lo vamos a ver encaprichado por una mujer.
Cuando hablo de este personaje, y cuando hablo con lectores que ya han leído la novela, siempre comento, y la gente suele estar de acuerdo conmigo, que su faceta sentimental no ennoblece al personaje. El personaje sigue siendo igual de despreciable. Sus infamias permanecen inalterables pero también nos indican que alguien, por infame que sea, tiene la misma capacidad amorosa que el más bendito de los mortales. Este contraste, una vez más, es también muy de mi gusto a la hora de fabricar una novela.
M.G.- Y entre tanto personaje de ficción, o personaje inspirado en alguno real, también introduces personales reales, con su nombre y apellido, como es José María Varela Rendueles, que va a tener en la novela un cierto protagonismo.
J.R.B.- Sí, efectivamente. Al principio, pensaba que iba a ser un poco, digamos, el leitmotiv de la novela, pero desde la sombra. Pero cayó en mis manos su autobiografía, muy bien redactada, por cierto, en la que se relataba con todo lujo de detalles su periplo en estos meses de su vida. Estamos hablando de los meses inmediatamente posteriores al triunfo de los rebeldes militares aquí, en Sevilla. El alcalde de la ciudad, Horacio Hermoso, había sido fusilado en septiembre y esta novela empieza en octubre, con lo cual todo parecía indicar que el gobernador, que era el representante de la República en Sevilla, iba a ser el siguiente en la lista de ajusticiados.
Él pasará por una serie de periplos, y de lugares de reclusión, como la cárcel de Ranilla, o el cine Jáuregui, transformado también en centro de reclusión. Describe todo eso de forma tan vívida que empieza a cobrar vida dentro de la novela y lo introduzco como un personaje más. Todo lo que se cuenta en la novela sobre él es cierto. Además con el plus de que, en realidad, hubo también una especie de complot, tal y como cuento en la novela, gracias a la Compañía de Jesús, que contribuyó de forma muy directa a su salvación, y no terminó pasando por las armas. Esto fue así y lo cuenta él mismo. De alguna manera, aunque transformado, por supuesto, para que encaje en la trama que yo expongo, no es ni más ni menos que lo que cuento en Crisanta.
M.G.- No podemos dejar de hablar de esa Sevilla en la que vamos a encontrar iglesias donde se escuchan voces, hospitales donde hay ruidos extraños. Ya hemos hablado de la casa del Malmuerto pero también hay que comentar esa sociedad mediúmnica de Sevilla, en la que forman parte otros personajes de la novela como Chacón Carter, Rublos, o los hermanos Galocha. Este tipo de sociedades demostraba que había mucho interés por el espiritismo.
J.R.B.- Eso es. Ese es otro de los descubrimientos que, de vez en cuando, hacemos los escritores, cuando estamos preparando una novela histórica. Encontramos cosas como el que encuentra un tesoro de valor incalculable. Efectivamente, yo tenía conocimiento de este tipo de sociedades y por eso tenía decidido introducir una en esta historia. Sabía del interés que había, a principios del siglo XX, por estas cuestiones. Y porque al introducir el modelo de sociedad típica británica, porque es donde alcanzaron mayor renombre las sociedades de este tipo, me permitía contrastar con la Sevilla de la época, con el carácter de los estudiosos, con un gran rigor científico, muy próximo al resto de Europa.
Bueno, esta era la idea inicial pero no me imaginaba que en Sevilla existió una enorme tradición por lo sobrenatural, que ya surgió a partir de 1860. Fue en 1860, cuando se crea la primera sociedad, impulsada por Fernando Primo de Rivera, tío del dictador Miguel Primo de Rivera, y tío abuelo de José Antonio Primo de Rivera. Y junto con otros militares de alta graduación y personajes predominantes de la Sevilla de la época se reunían e impulsaron una serie de sociedades y de estudios, en este sentido. Eran gente que se reunían, por ejemplo, en el Círculo de Labradores, para celebrar reuniones, y hacer experimentos de un mundo que, ahora nos parece muy lejano, pero que tenía un gran vigor en nuestra ciudad.
M.G.- Y, aprovechando esa parte de la trama, nos vas dando claves de cómo trabajaban estas sociedades, nos hablas del espiritismo, nos explicas qué era un turbador, también nos cuentas la historia de las hermanas Fox. Toda esa parte es muy interesante.
J.R.B.- Sí, es un tema fascinante. Intento, además, que esté perfectamente imbricado en la trama de la novela. A la hora de contar Sevilla, de hablar de Sevilla, introduzco un cierto tono medieval porque creo que Sevilla es una ciudad milenaria y que hay valores, y sobre todo hay atmósferas, que permanecen aquí a lo largo del tiempo. Pensemos en nuestra Semana Santa, aunque no seamos creyentes. Hay momentos, con esas procesiones nocturnas, que están muy próximas a un terreno que no es del todo realista, sino que linda con lo ultraterreno. Esa Sevilla se manifiesta muy bien a través de lo fantasmagórico.
M.G.- Y hablando de Sevilla, a mí me encanta leer sobre mi ciudad, sobre la ciudad en la que siempre he vivido. Especialmente, conocerla en otra época. Leyendo tu novela reconocemos sitios, como el Hotel Cristina; tengo referencias sobre el cine Jáuregui; conocemos las iglesias que se mencionan, como San Marcos o San Luis,... Pero siempre, en cada novela, encuentro rincones nuevos. Por ejemplo, la calle Andueza, que no me suena de nada, y una zona que fue conocida como el Moscú sevillano.
J.R.B.- Tanto el barrio de la Macarena como Triana fueron lugares de resistencia. De hecho, y lo cuento en la novela, Triana fue el único lugar en el que tuvo lugar una resistencia. Al principio, la invasión militar se rechazó y, al día siguiente, se produjo un nuevo ataque con toda la fuerza del ejército. Hubo una gran represión, con cadáveres en las aceras que se dejaron en el suelo como siniestro ejemplo a los demás.
Además, era una época en la que el partido comunista tenía una clara conexión y apoyo desde la Unión Soviética y, por eso, la expresión «el moscú sevillano» era algo completamente natural.
M.G.- Para terminar, Juan Ramón, me encantan los nombres de los personajes. Me parece muy original Crisanta, Diosdada, Rublos,... ¿Te dieron muchos quebraderos de cabeza estos nombres?
J.R.B.- Hubo que elegirlos con cuidado. Cuando me preguntan por los nombres en mis novelas, siempre digo que voy atesorando nombres porque me parecen muy importantes a la hora de marcar el tono de la historia. Los elijo con mucho cuidado. En esta época, había que elegir nombres que estuvieran al uso y que, sin embargo, no tuvieran resonancias ordinarias, sino que fueran algo más especial, para que se quedaran en la memoria del lector.
Como le digo a mis alumnos, y como ocurre siempre en literatura, cualquier hallazgo es fruto de mucho trabajo, mucho de descartar la primera idea que se te viene y de profundizar hasta encontrar algo que merece mucho la pena.
M.G.- Pues la novela te ha quedado divina. Me ha encantado la historia. Te felicito de nuevo.
J.R.B.- Muchísimas gracias, Marisa. Tu opinión es muy importante para mí.
M.G.- Bueno, es una opinión más pero sí muy sincera. A partir de ahora, prometo no perderme ninguna de tus novelas. Te agradezco muchísimo que me hayas atendido.
J.R.B.- Feliz de hablar contigo.
M.G.- Te mando un saludo.
J.R.B.- Igualmente, espero que nos veamos pronto. Un saludo.
M.G.- Gracias, adiós.
Sinopsis: Sevilla, octubre de 1936. Crisanta recibe un encargo peligroso. Ha desaparecido, en medio de los pillajes, un tríptico del siglo XVI de Jan Van Eyck. Si lo localiza y lo entrega, la ayudarán a salir del país. Sabe que no hay sitio para ella en la España sepultada por el oscurantismo, y acepta, a pesar de que sus instrumentos de adivinación le hayan desaconsejado participar en aquella empresa. Dicen que el tríptico atrajo el desastre sobre sus profanadores, pero ella no se deja amedrentar por las maldiciones. Juan Ramón Biedma, autor reconocido con los principales galardones de novela negra, fue ganador del XXI Premio Unicaja de Novela Fernando Quiñones con "El sonido de tu cabello". "Crisanta", su última novela, es un thriller impecable al tiempo que un cuento de fantasmas durante la Guerra Civil, que nace del encuentro entre las historias marginales del cine de los años treinta, el enigmático aire de las sociedades esotéricas británicas del XIX y la reconstrucción de la retaguardia sevillana.