La penúltima vez que hablé con Luis Zueco fue vía telefónica, en plena pandemia. Por suerte, con El tablero de la reina, su última novela, hemos podido hacerlo de manera presencial. Fue hace unas semanas cuando el autor de Borja (Zaragoza) visitó Sevilla para promocionar una novela que aúna historia, narrando el ascenso de la reina Isabel, la Católica, y el juego del ajedrez, del que nos cuenta un sinfín de curiosidades.
Ahí va nuestra charla.
Marisa G.- Bienvenido a Sevilla, Luis.
Luis Z.- Muchas gracias, Marisa.
M.G.- Antes de empezar a hablar del libro, me he enterado que has confirmado tu asistencia al Certamen Internacional de Novela Histórica de Úbeda, que se celebra en octubre.
L.Z.- Sí, correcto.
M.G.- Pues quizás no volvamos a ver otra vez, porque yo me estreno este año con ellos, allí.
L.Z.- Genial, está muy bien.
M.G.- Tengo mucha ilusión, porque no he estado nunca y sé que
organizan actividades brutales.
L.Z.- Sí. Estuve allí con mi segunda novela y no sé si esta es la cuarta o la quinta vez que voy. Además, estoy de
jurado también en el premio. Todavía no me han mandado las novelas pero seguro que lo hacen pronto. Me las tengo que leer para poder fallar luego. Pues qué bien, que nos vayamos a ver en Úbeda.
M.G.- Sí, en principio, voy. Estaré el fin de semana, así que
lo mismo coincidimos otra vez allí. Me hace mucha ilusión.
Bueno Luis, hablemos de esta nueva novela, El tablero de la reina. Me gustaría preguntarte si como autor, y aunque tus novelas también tienen parte de intriga y suspense, no concibes la literatura más allá de la novela histórica. O por preguntar de otro modo, ¿lees, por ejemplo, novela policíaca o te centras únicamente en el género histórico?
L.Z.- Leo de todo. Por ejemplo, leo mucha poesía y ensayo. Si leo muchas novelas históricas es porque tengo muchas presentaciones, porque tengo muchos amigos que escriben novela histórica. Estoy rodeado de novela histórica pero sí leo novela negra. La verdad es que leo un poco de todo.
M.G.- Cuentas en el dossier de prensa que en El tablero de la reina narras el ascenso de Isabel la Católica porque, sobre lo que fue su reinado en sí, se ha escrito mucho. Pero sé que la novela cuenta con dos tramas que terminan por converger. ¿Qué va a encontrar realmente el lector en estas páginas?
L.Z.- La novela tiene muchos temas. Me gusta
que sea como una especie de puzle en el que voy añadiendo diferentes temas que me apasionan y que luego el ajedrez unirá. El ajedrez es como el hilo que los va
cosiendo y que va haciendo de hilo conductor de toda novela. A través del ajedrez, como hilo conductor, vas a ver el ascenso al poder de Isabel la Católica. Vas a ver también cómo estamos en una época de cambio en
el siglo XV y estamos pasando de la Edad Media a la Edad Moderna. Es un
cambio muy brusco y muy complejo, muy extenso y muy bonito. También es una
época donde los libros son muy importantes, pero son muy escasos, porque la imprenta
todavía no ha explotado, y faltan libros. Habrá un personaje que estará muy centrado en el mundo de los libros. Y luego, también tenemos el mundo de la Historia, de las crónicas. Se está moviendo todo porque se están sentando las bases de lo que luego será el esplendor del siglo XVI en España.
M.G.- ¿Qué diferencia a Isabel la Católica del resto de las reinas europeas?
L.Z.- Bueno, es que es la primera reina. De eso no nos damos mucha cuenta en España. En Aragón, las mujeres no podían reinar. Eran reinas consortes y, aunque está mal decirlo, eran hasta sustituibles. En cuanto un rey quedaba viudo, corriendo contraía otra vez matrimonio. Y si una reina no le daba hijos, pues la
cambiaba por otra. Suena fatal, pero es así. Y está bien recordarlo para saber
cómo eran las cosas. Y en Castilla, aunque podían reinar, la verdad es que no reinaban. El caso de Isabel es el que abre el camino. Es la primera gran reina europea, la primera que no es consorte, que no es regenta, sino que es ella la reina. Fernando no es rey hasta que ella no muere. Esto es totalmente revolucionario para la época. Tanto es así que, en España, después de Isabel y de haber pasado 500 años, no ha habido ninguna mujer que haya tenido tanto
poder como tuvo Isabel, que también es triste. Hasta que no haya una presidenta
del gobierno, quien sea, no va a haber una mujer que haya tenido tanto poder
como tuvo Isabel en esa época.
Isabel es un personaje muy revolucionario. Como conocemos bastante bien el reinado de los Reyes Católicos, lo bonito era narrar su juventud y cómo se corona como reina. La novela explica ese proceso desde que es una cría, una niña, hasta que se corona reina.
M.G.- Y no lo tuvo fácil porque no estuvo en primera línea sucesoria.
L.Z.- No, no. Era la tercera en la línea sucesoria. Estaba el rey, estaba su
hermano, estaba su sobrina y luego estaba ella. Estaba muy lejos de la corona, muy
lejos, muy lejos. Y por el medio, toda la alta nobleza. Es muy complicado entender que ella consiguiera ser reina. Y entonces, claro, la novela también quiere hacer ese guiño y
explicarlo.
M.G.- ¿Y de qué manera introduces el juego del ajedrez en la trama?
L.Z.- Eso es lo que creo que más ha sorprendido y está
sorprendiendo.
A mí me gusta el ajedrez, pero no tanto el juego en sí como su historia, su simbología y su cultura. Es como, por ejemplo, el mundo de los toros. Una cosa es el toreo y
otra cosa es la cultura que hay en torno a los toros. Son cosas distintas,
complementarias pero distintas. El ajedrez es un juego que tiene 1500 años, que no ha pasado de moda sino que se ha reinventado y se ha transformado. Al principio había elefantes y carros de combate pero ahora hay torres y caballos. Antes tampoco existía la figura femenina de la reina.
Luego, el que esté tan de moda ahora, en un mundo supertecnológico, hipertecnológico, tan audiovisual, es algo digno de estudio.
M.G.- Ha envejecido bien.
L.Z.- Sí, se ha adaptado a los tiempos. Eso demuestra que hay que saber adaptarse a los tiempos. El tiempo avanza. Si tú no avanzas con el tiempo, desapareces. Pero si sabes avanzar, cambiar y adaptarte, puedes durar 1500 años.
M.G.- Y a pesar de eso, no lo van a reconocer como un juego olímpico para
París.
L.Z.- Pero ese es un tema que tiene que ver con otra cuestión. El otro día un periodista de ajedrez me explicó que eso tiene mucho que ver con el mundo audiovisual,
porque claro, el ajedrez no es televisivo. Para los juegos olímpicos, si una partida de ajedrez dura, por ejemplo, dos días, ¿cómo retransmites eso por televisión? Este periodista me decía que las razones son, al final, de tipo mercantil, que el ajedrez es un deporte difícil de vender. Aunque también está el ajedrez rápido, que es una adaptación a los tiempos. Y ese es muy televisivo y lo vemos en YouTube, Twitch, TikTok.
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M.G.- Sí, porque he visto retransmisiones.
L.Z.- Sí, pero es el ajedrez rápido. Ahí está el futuro.
M.G.- ¿Pero en qué se diferencia uno y otro?
L.Z.- En el tiempo. En el ajedrez rápido, las partidas duran quince minutos. Y luego tienes el hiperrápido, que es un minuto.
M.G.- ¿Pero se puede jugar una partida de ajedrez en tan poco tiempo?
L.Z.- Se puede jugar. Eso es lo bonito del ajedrez, esa adaptación a los tiempos. Tú le dices a Isabel de Castilla que va a jugar una partida en un minuto y se ríe. Pero sí, ahora se juegan partidas de ajedrez en un minuto y es espectacular verlas.
M.G.- ¿Y tú tenías claro que un día ibas a escribir una novela en la que el ajedrez fuera un elemento importante?
L.Z.- Hombre, yo tengo temas que voy guardando pero luego tengo que investigar si hay novela en ellos. Tengo temas con los que me he llevado una decepción porque no me salen o igual me sale dentro de unos años. Con el ajedrez no lo tenía claro por la época. No sabía en qué época podía ambientarlo. Empecé a investigar, lo estuve hablando con mi editora, y le expliqué un poco la idea. Cuando descubrí que el ajedrez que jugamos hoy en
día es español y que las reglas son españolas, ahí se abrió un abanico que no
esperaba. Al saber que la figura de la reina tenía antes unos movimientos muy limitados pero de repente se convierte en la figura más poderosa del tablero, me pregunté cómo podía ser eso. Si estamos en la Edad Media, el ajedrez es un reflejo de la sociedad de la época, y las mujeres no eran poderosas, ¿cómo es posible que en el juego sí lo sean? Algo
había pasado ahí, algo tiene que ver. Hay un personaje femenino en esa época que
transfiere los límites de la política y llega a la parte social y más lúdica,
que es el ajedrez. Tenía que investigarlo. Y fue entonces cuando la novela cogió forma. Al final, todas las piezas de la novela cuadran. Parece sencillo pero no lo es. Todo esto es después de mucho trabajo, de buscar e investigar.
M.G.- Entiendo que sabes jugar al ajedrez.
L.Z.- Sí, sí.
M.G.- ¿Quién te enseñó?
L.Z.- Me enseñó mi tío. Yo jugaba mucho de pequeño. Hubo una temporada en que me dio muy fuerte por el ajedrez. Le
pasa mucho a los niños.
M.G.- ¿Sí? ¿A esas edades tempranas?
L.Z.- Sí, sí.
M.G.- Es un juego complicado. Yo no sé jugar.
L.Z.- Pero es un lenguaje y los niños aprenden rápido los lenguajes, los idiomas. Si lo aprendes de niño, progresas muy rápido. A veces, ves a un niño que sabe tocar un instrumento y te sorprendes porque piensas que a tu edad serías incapaz de hacerlo.
M.G.- De todas maneras, para leer la novela al completo, y para disfrutarla, no hace falta saber ajedrez. ¿O la gente que sí sepa ajedrez la entiende de otra manera?
L.Z.- Pues no lo sé exactamente porque las normas del ajedrez de la novela no son las de ahora. Aunque sepas jugar al ajedrez, no has ganado nada. La novela está pensada para que la pueda disfrutar cualquiera, tanto el que sabe jugar al ajedrez como el que no, el que sabe de Historia como el que no, y para cualquier rango de edad. Hombre, al que sabe jugar al ajedrez, algunas cosas le parecerán más curiosas, pero realmente la novela está pensada para quien no sabe jugar al ajedrez. De otro modo sería muy limitado. Además, la novela está pensada para traducirse, así que también está pensada de una manera internacional.
M.G.- Un trabajo arduo.
L.Z.- Mucho. Es que no es tan fácil. Lo fácil hubiera sido enfocarla para jugadores de ajedrez, hombres de cuarenta a ochenta años,... Eso es lo fácil pero cuando quieres que la novela sea leída por cualquiera, eso es... Influye que tengas que añadir muchos elementos que atraigan a diferentes tipos de público y que luego los sepas llevar a donde quieres. Para engancharlos necesitas darles cosas distintas.
M.G.- ¿Y por qué decía Alfonso X que el ajedrez era una herramienta fundamental para la convivencia de todos sus vasallos?
L.Z.- Es curioso. El rey Alfonso X me gusta mucho. Mira, él escribe un libro sobre los juegos, que lo escribió aquí en Sevilla, en los Alcázares. Crea una especie de torneo y llama a jugadores de diferentes lugares para poder crear un tratado sobre el ajedrez. Cuando estudié ese tratado, del que solo se conserva una copia en la biblioteca del Escorial, me di cuenta que a la figura de la reina no se la llamaba reina todavía, sino que se la llamaba alferza. Era el término anterior. Sin embargo, en aquella época sí se usaba también el término reina. Al principio, me desilusionó porque para la trama, yo contaba con que la figura de la reina se llamara así en el siglo XIII y realmente era así pero, ¿por qué Alfonso X no incluye el término en su libro? Pues muy sencillo. Alfonso X era el heredero de las conquistas de su padre, de Sevilla y Córdoba, precisamente, dos poblaciones muy grandes y muy ricas, pero con mucha población judía y musulmana, a las que tiene que integrar en sus territorios cristianos. Para ello necesitaba elementos de unión y no había tantos. Los matrimonios mezclados estaban prohibidos y las religiones eran distintas. Y, de repente, surge el ajedrez. Un musulmán y un cristiano pueden jugar una partida de ajedrez sin ningún problema. Pero claro, los musulmanes estaban acostumbrados a jugar con la alferza porque no saben lo que es una reina, no hay reinas en su cultura. Entonces, Alfonso X el Sabio mantiene el término alferza precisamente para que sus súbditos musulmanes sigan teniendo al ajedrez como un juego social importante, y así les sirve como medio integrador. A mí me parece un logro muy bonito y una idea muy interesante. Fue un rey muy inteligente que supo mirar más allá. A veces no nos damos cuenta de lo complicado que es reinar o gobernar, porque no puedes gobernar solo para los tuyos. Ese es el error que cometen ciertos gobernantes hoy día, gobernar solo para los que los votan. Hay que gobernar para todos y él busca elementos para atraer a otras religiones a su reino.
M.G.- La verdad es que todo lo que cuentas sobre el ajedrez es muy interesante. Has comentado que las reglas ahora son distintas, que la figura de la reina no existía, pero incluso hablas de tratados que andan por ahí perdidos, tras los cuales hay cazatesoros.
L.Z.- Sí. El primer manuscrito con las reglas modernas de ajedrez estaba en Valencia pero se pierde en la guerra civil. En cualquier caso, se llegó a fotografiar y se conserva fotografiado. El segundo se pierde en la guerra de la Independencia. Los franceses lo espolian. Se cree que lo sacaron del país y lo vendieron en Estados Unidos, a la biblioteca americana de algún magnate del siglo XIX, o principios del siglo XX, y que debe estar por ahí como olvidado. Así que se creó un premio para localizarlo. No sé si todavía sigue en vigor. Si alguien lo encuentra sería el tratado más antiguo con las reglas modernas del ajedrez.
M.G.- Y también hablas de las piezas más antiguas que, al parecer, están en el Bierzo. Esto me llamó mucho la atención y estuve indagando por Internet. Encontré una noticia que hablaba de otras piezas que se habían encontrado en Jordania. Parece que hay piezas de ajedrez repartidas por el mundo.
L.Z.- Sí porque hay muchos tableros de ajedrez en catedrales. Eran regalos de prestigio. Entre las reliquias religiosas nos podemos encontrar ajedreces, sobre todo islámicos. Las figuras las hacían con piedras semipreciosas o gemas del desierto y tienen un gran valor. Estos son del siglo VIII o IX y pueden aparecer en catedrales cristianas. Son muy interesantes y hay muy poquitos por el mundo. Además no se conservan íntegros. Es muy fuerte que las piezas más antiguas de Europa estén en León, en España.
M.G.- ¿Y estas de qué están hechas?
L.Z.- De cristal. Es cristal tallado. Se sabe que se tallaba en Siria, Jordania o Egipto. Ahora no recuerdo. Tú ves las piezas y no parecen figuras de ajedrez. Como vienen del Islam eran muy esquemáticas. No representan figuras humanas ni animales. Ellos los llaman bolos. Son figuras muy sencillas que se parecen a los peones.
M.G.- Y hemos hablado de Isabel la Católica pero en esta novela hay muchos más personajes. Muchos de ellos son históricos. De hecho, aparece Jorge Manrique. ¿Cómo metes a Jorge Manrique en esta trama?
L.Z.- Me gustan mucho los personajes que nos suenan pero de los que nadie sabe mucho. Tú dices Jorge Manrique, ¿y qué me dices de él?
M.G.- Pues las coplas.
L.Z.- Sí, las coplas pero, ¿en qué siglo vivió? Ni idea. ¿Qué hizo? Nada. ¿Quién es su padre? No sé. Son personajes que me encantan porque te pones a indagar sobre ellos y si te suenan es porque son importantes. Lo que pasa es que por lo que sea se han quedado olvidados.
Jorge Manrique muere muy joven y yo no lo sabía. Es un hombre de armas, de la orden de Santiago. Su padre es un grande de Castilla. Es alcaide de un castillo, que asedian varias veces hasta que consiguen conquistarlo. Es un personaje brutal y para la novela es maravilloso. Convertirlo en un personaje de carne y hueso sorprende a la gente. No esperas encontrarte a Jorge Manrique moviéndose por la novela. A Isabel la Católica, sí, porque la hemos visto en otras ficciones pero a Jorge Manrique, no. Estos personajes que no aparecen en ninguna otra ficción y me gustan porque enriquecen mucho la novela.
M.G.- ¿Y quiénes son Gadea y Ruy?
L.Z.- Son los protagonistas. Me centro mucho en que los personajes principales sean muy literarios, porque traen mucha libertad. Son personajes muy distintos.
Gadea es una niña que lo pasa muy mal desde el principio de la novela. Tiene que buscarse la vida y lo único que tiene es aptitud para el ajedrez. Con esa aptitud consigue avanzar en la vida y sobrevivir.
Y Ruy es un personaje muy de su época. Es un cronista, un historiador, un buscador de libros, un hombre de armas. Me permite recorrer una parte del siglo XV muy apasionante, como la parte de los libros perdidos o los que están escondidos en monasterios. De hecho, la novela empieza con él, robando un libro en la Alhambra. Es un personaje que da muchísimo juego. Y, como historiador, está obsesionado con la verdad. Él quiere descubrir la verdad de la Historia, una idea muy moderna pero que ya se empezaba a ver en esta época porque se daban cuenta de que la verdad se había ido manipulando, al igual que se manipula ahora o se manipuló en la época romana.
M.G.- Pero, por lo que cuentas, tengo la sensación de que Gadea no es la típica chica de su época. Si tiene ese interés por el ajedrez, se aparta un poco de lo que era una mujer de su tiempo.
L.Z.- Claro, y por eso hay otro personaje, Beatriz, que demuestra que había otro tipo de mujer. Beatriz es una latinista. Estamos en el siglo XV y, aunque la mujer no podía ir a la universidad, Beatriz consigue ir, aunque solo de oyente. Al final, consigue ser una de las mayores latinistas de la época. Además, Isabel le pedirá que le dé clases a su hija.
Te cuento que el barrio de La Latina en Madrid se llama así por esta mujer. O sea, que una latinista del siglo XV, y mujer, dé nombre al barrio más conocido de Madrid, te dice cómo es el personaje. Así que, hubo mujeres que, a través de las letras, del ajedrez o de elementos que no tienen que ver con las armas, consiguen avanzar en la Corte y ser muy importantes. Había círculos de mujeres que hablaban de libros escritos por mujeres, aunque muchos se han perdido. Lo que pasa es que luego la Historia la ha escrito el hombre. Te quiero decir que, hoy nos puede parecer que no había mujeres en aquella época que destacaran pero sí las había. Pero hay que escarbar mucho porque están muy escondidas. Es como las pintoras. Claro, que había pintoras pero si no podían firmar los cuadros, cuesta mucho descubrirlas pero están ahí.
M.G.- Bueno, la documentación entiendo que ha tenido que ser brutal. Hemos hablado de que construir esta novela es una tarea ardua, pero esa documentación, ¿en qué ha consistido? Imagino que en leer muchísimo.
L.Z.- Sí, claro. Por una parte, he tratado textos sobre la época, sobre el contexto histórico y sobre los personajes. Pero yo también llamo documentarte a ir a los escenarios. Por ejemplo, si en la novela aparece el Alcázar de Sevilla, pues tienes que ir a Sevilla. Si aparece el de Segovia, tienes que ir allí. Y si aparece la Madrid medieval, que no se conserva prácticamente, pues tienes que ir a los museos de Madrid e intentar averiguar cómo era la figura, ver los dibujos, ver los planos, etcétera. Así que hay un parte de documentación y otra de investigación más in situ.
Y luego, como te voy a mostrar conversaciones muy puntuales sobre temas muy concretos, entonces tengo que hablar con algún experto. Pero son cosas muy concretas, aunque importantes para la novela. No me gusta hablar con un experto de temas muy globales, porque se te va por las ramas, pero sí hay cosas muy específicas que son claves en la novela.
M.G.- Pero todos sabemos que luego, toda esa documentación tan extensa, a veces se reduce porque se vuelca en el libro menos de la mitad.
L.Z.- Mucho menos. Si documentarte no está complicado. A la gente le llama la atención la labor de documentación pero documentarse hoy día no es difícil. Lo difícil es gestionar la documentación porque tienes demasiadas fuentes, demasiados textos, e información en varios idiomas. Para la novela necesitas muy poca pero tienes que manejarlo todo, haber leído todo y haber entendido la época. Es muy difícil gestionar la información. Hay gente que no lo sabe hacer y vuelca todo lo que sabe de manera inapropiada.
M.G.- Claro, y llenan de datos la trama, tanto que, al final, termina por abrumar.
L.Z.- Exactamente.
M.G.- Bueno, todos sabemos que tú eres regente de un par de castillos. Me pareció una cosa fascinante que en el Castillo de Bulbuente hayas construido un ajedrez gigante.
L.Z.- ¿Y eso cómo lo sabes?
M.G.- Porque he visto fotografías. Además, he estado viendo que en ciertos países europeos, como en Suiza, es muy común encontrar tableros gigantes en diversas ciudades.
L.Z.- Y en Dinamarca hay un programa especial de ajedrez urbano. En Barcelona, delante de la Biblioteca Nacional de Cataluña, ha dos ajedreces. En el Retiro de Madrid, hay uno. En León, hay un torneo de ajedrez y se sacan uno mega gigante, más grande que el mío.
M.G.- ¿Pero están al uso? ¿Se juegan partidas?
L.Z.- Sí, sí, sí, se juegan partidas. Es algo muy curioso. A los niños les gusta mucho y tienen mucho éxito. ¿En Sevilla no hay ninguno?
M.G.- Que yo sepa, no.
L.Z.- Pero igual ponen uno puntual para algún torneo. Lo del ajedrez urbano gigante se está extendiendo mucho.
M.G.- El que tú tienes es fijo, ¿no? ¿Y la gente juega?
L.Z.- Sí, sí, y la gente se lo pasa muy bien. Mi hija pequeña lo que hace es tirar todas las fichas pero siempre que vuelvo están todas puestas en su sitio. O sea, que alguien ha estado jugando y las ha vuelto a colocar bien.
M.G.- Luis, por ir terminando. La novela, allá por la página treinta, describe un incendio y tú terminas el libro, en las notas finales, hablando precisamente de otro incendio.
L.Z.- Qué casualidad, ¿verdad? Bueno, yo estaba terminando de escribir esta novela en agosto del año pasado. La novela empieza con un incendio, con el fuego de la Magdalena, un hecho histórico en Toledo. Y, de pronto, yo mismo me vi rodeado de otro incendio que se produjo donde vivo, un incendio bastante grave. Tuve que pararlo todo. Dejé de escribir, cogí a mi hija y nos tuvimos que ir. Mi mujer estaba al otro lado del incendio y estuvimos varios días sin vernos. No empecé a escribir otra vez hasta que pudimos regresar, después de evaluar daños y recuperarnos un poco de todo lo sucedido. Tardé mucho en escribir de nuevo. Me dije que lo que habíamos vivido lo tenía que plasmar en la novela, porque quiero que la gente lo sepa, por si puedo aportar algo. Creo que hay que poner medios enormes contra los incendios. El año pasado yo sabía que se iba a provocar un incendio, más o menos grave, y no me equivoqué. Fue grave. Lo veía en el ambiente. Estaba todo seco. Hay que prevenir y poner medios porque, cuando estás en medio de un incendio, te das cuenta de que ya es demasiado tarde. Si el incendio se ha desatado, ya no puedes hacer nada. Y ahí vino el ejército, la gente del pueblo se volcó, todo el mundo ayudaba como podía, pero el incendio estaba descontrolado.
Y ahora, que estamos en primavera, y ves cómo está todo. A ver qué pasa este año, que será incluso peor. Ya lo vemos en Asturias, en Valencia también hay incendios, y en Cataluña. Como no se pongan las pilas con el tema de los incendios, al final va ser como una tormenta perfecta, entre la sequía, el calor, y los incendios.
M.G.- Es un tema preocupante, sí. Bueno Luis, no tengo más preguntas que hacerte. Espero volver a verte en Úbeda, en octubre, y que no haya habido muchos incendios de verano. Te agradezco mucho que me hayas atendido y gracias por todo.
L.Z.- Muchas gracias a ti.
Sinopsis: Año 1468. Castilla se encuentra en un momento crucial de su historia. Alfonso de Trastámara ha muerto en sospechosas circunstancias y Enrique IV se alza como rey obligando a su hermanastra Isabel, la única que podría oponerse a sus planes, a firmar la paz. Ella acepta, pues está destinada a convertirse en Isabel la Católica y sabe que las grandes partidas no se ganan en el primer movimiento.
Mientras los asuntos de la Corte mantienen al reino en vilo, el misterioso asesinato de un noble une fortuitamente a Gadea, una joven apasionada del ajedrez que esconde un oscuro pasado, y a Ruy, un cronista amante de la Historia y los libros. La peligrosa carrera a contrarreloj de ambos para descubrir al culpable se entrelaza con las conspiraciones y las guerras de la Corte de Isabel, quien bajo su mandato supo moverse como una maestra en el tablero y transformó para siempre la figura de la reina en el ajedrez.