Hoy publico la última entrevista que me queda por sacar a la luz de esta temporada. Y cierro con un libro que trata de rescatar del olvido el nombre de hombres que se marcharon de manera injusta y cruel. Hoy quiero hablaros del periodista Antonio Fuentes y de su primera novela, La huella borrada (Plaza & Janés), que se centra en la figura de Horacio Hermoso Araujo, el que fue el último alcalde republicano en Sevilla.
Horacio Hermoso Araujo nace en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) en el año 1900. La vida le trajo a Sevilla. Y la vida también quiso que viviera el alzamiento en una posición comprometida. Cuando amanece el día 18 de julio de 1936, era alcalde en Sevilla, elegido democráticamente en las elecciones del 26 de febrero del mismo año. Su cargo le llevó frente a un pelotón de fusilamiento. Y de ahí a una cuneta, como le ocurrió a otros tantos. Quizá porque su mandato duró solo unos meses, poco se sabe no solo de la persona, sino también del político. Por puro azar, Antonio Fuentes escucha el nombre de Horacio Hermoso Araujo por primera vez. Lo que escuchó de este hombre en boca de su hijo le pareció suficientemente interesante como para ponerse a investigar durante cinco años, tiempo tras el cual La huella borrada llega a nuestras manos.
Os dejo con la charla telefónica que mantuve con el autor.
(c) Juan Carlos Vázquez |
Marisa G.- Antonio, para romper un poco la entrevista y empezar a hablar sobre el libro, yo he estado indagando sobre ti, sobre tu trayectoria. Eres periodista pero, si no me equivoco, La huella borrada es tu primera novela, ¿Puede ser?
Antonio F.- Sí, he trabajado mucho en prensa escrita pero, como obra literaria, esta es la primera, sí.
M.G.- En esta novela escribes sobre la figura de Horacio Hermoso Araujo, que fue el último alcalde republicano de Sevilla. Me llama la atención ver que has hecho una novela en vez de optar por una biografía o un ensayo. ¿Por qué te decantas por una novela?
A.F.- Bueno, es una decisión que tomo para que, las personas a las que intento homenajear o rescatar del silencio al que han estado sometidas durante décadas, tomen vida. La novela es la solución que permite que las personas sientan o comprendan a los demás, que tengan su propia personalidad.
Y creo que para el lector también es más fácil identificarse o inidentificarse con ellos. Y, a la par, pues construirte a ti mismo, te hace pensar sobre los hechos que se están contando, sobre los valores de esa generación, y sobre el sistema político que supone la República. No fue una decisión fácil pero lo hice para dotar de vida a las personas.
M.G.- Por lo que he escuchado decir, tu primer acercamiento a la figura de Horacio Hermoso fue por azar. Es decir, tú llegas a este hombre, a este alcalde, el último de la República, que no es muy conocido, por puro azar.
A.F.- Sí, la curiosidad me la despierta un video de YouTube que me mandan familiares del hijo del último alcalde de la República. Este hombre habla de la Segunda Guerra Mundial, de la guerra civil, y a mí la verdad que me fascina, me cautiva cómo habla, con qué conocimiento, con qué pasión. Y creo que lo mismo que me pasó a mí, les pasó a los chavales de un instituto en Gelves, donde dio una conferencia. Era una actividad lectiva, muy valiente, de una profesora de ese instituto que invitó a este hombre republicano a dar esa charla. Esos chavales le preguntan cómo sabe tanto de Historia y es ahí cuando él confiesa que se sentía del bando de los perdedores, porque su padre había sido el último alcalde de la República en Sevilla, siendo fusilado en el 36. A partir de ahí, él se excusa de no contar más. Pero bueno, a mí eso me dio pie para preguntar y para saber qué más pasó. Y es todo eso lo que he estado investigando en este tiempo.
M.G.- He buscado ese vídeo porque tenía curiosidad y he empezado a verlo. Pienso que una actividad como esa es la mejor manera de acercar la Historia, de viva voz, a los alumnos. Alumnos a los que, por otra parte, a veces se les ha preguntado y hemos visto en televisión cómo algunos ni siquiera sabían que este país había vivido una guerra civil. Parece que los planes de estudio pasan muy de puntillas por esa parte de nuestra Historia.
A.F.- A nuestra generación, o a la generación a la que yo pertenezco, no se nos dieron estos contenidos lectivos. Lo típico que ocurre en las aulas, que nuestra etapa histórica más cercana no da tiempo a verla en clase. Eso parece que ha cambiado pero no estoy de acuerdo. Si ves los manuales de Historia ahora, lo que se comenta de la guerra civil y de la República son los datos y las fechas, lo que se sabe de cualquier otro acontecimiento histórico. Por ejemplo, la fecha del 18 de julio, la batalla del Ebro,... Datos como muy militares.
Creo que la educación y la cultura, las iniciativas culturales como esta novela, son las armas que tenemos en democracia para combatir el desconocimiento y la ignorancia. En el caso de la guerra civil, tanto la educación como la cultura tienen que ser algo básico para conocer nuestra historia. Otros sistemas políticos se lo pueden permitir, pero la democracia no. La democracia tiene que conocer su historia.
M.G.- Y creo que, a raíz de la publicación de tu libro, tú mismo has acudido a institutos a dar charlas a jóvenes, ¿no es así?
A.F.- Sí, un amigo me invitó a un instituto de Rota para hablar con alumnos. Eran más mayores que los que hablaron con Horacio. Se presentaban a Selectividad en una semana y sí, fue una actividad formativa igualmente valiente. Creo que ahora es incluso más difícil el celebrar algo así que cuando aquella profesora de Gelves convocó a este republicano en 2017, por todo esto del pin parental, por el intervencionismo de los padres en la educación, donde no tiene que haber nada ideologizado. Con esta novela no pretendo adoctrinar a nadie, sino exponer la vivencia de una familia sobre un personaje público como fue el último alcalde republicano. Y todo esto ha sido contrastado por un periodista que ha dedicado cinco años de investigación. Me gustaría que este trabajo fuera el inicio de algo, para conocer mejor nuestra historia. No me importa confrontar la versión de mi novela con personas que pueden dar otras opiniones. Me encantaría que fuera sí para completar el cuadro, para que fuera más veraz. Pero es verdad que, desde que el libro se publicó a finales de marzo, el contacto con el público, con los lectores, está siendo positivo. Esperaba que quizás alguien me dijera, bueno, estos hechos históricos sucedieron así, pero eso no ha ocurrido. Por ahora estoy comprobando que todo está bien documentado y ordenado porque no me están vendiendo versiones muy contradictorias.
M.G.- Centrándonos un poco en Horacio Hermoso, sí me gustaría que tú nos contaras quién era, de qué familia venía, cómo era. Ya después de estos años que has estado investigando, habrás llegado no solamente al alcalde, sino a la persona. ¿Cómo era Horacio Hermoso?
A.F.- Pues esta es una de las cuestiones que te permite escribir una novela. Por la investigación, he conocido casi cada día a día de la alcaldía de Horacio Hermoso, pero, en función de los hechos que he investigado, ha sido la propia novela la que me ha permitido conocer a la persona. Todos me han dicho que era una persona buena, con lo que ello implica de no hacer mal a nadie. Era una persona humanista y su adscripción a la masonería se puede entender así, de buscar siempre el bien del prójimo y no del propio. Fue una persona modesta pero también desafortunada en muchas de las decisiones que toma. Él llega en un momento muy complicado políticamente por ese auge del comunismo y la reacción que supone el fascismo y otros movimientos políticos tan impactantes como el nazismo, que también se está ya desarrollándose en Europa. Y la Segunda República se mete ahí en medio, igual que Horacio, que también se mete ahí en medio de los grandes políticos, de esos que han salido mucho más tiempo en las páginas de los periódicos, confrontando contra la monarquía para conseguir una República. Y él es una persona que llega de repente a la alcaldía, que incluso va a ser una clave de transición. Parece que su cargo iba a ser para unas semanas pero las elecciones se fueron aplazando en Sevilla por las fiestas y él sigue en el cargo mucho más tiempo, hasta que lo expulsan por un golpe de Estado.
M.G.- Su alcaldía se prolongó durante meses, por los motivos que comentas pero realmente su mandato fue muy corto. También lo fusilaron siendo muy joven.
A.F.- Sí, pero en esos cinco meses de mandato pasaron muchas cosas. Primero fue una sorpresa que el Frente Popular ganara las elecciones. Todo el mundo pensaba que las derechas iban a continuar en el gobierno en febrero del 36. Coincide que en Sevilla son unos meses que pasan muchas cosas. Las fiestas de primavera, tanto de la Semana Santa, como de la feria. Y también hay otras cuestiones que se cuentan en la novela. Está un centenario que se hace por el nacimiento del gran poeta para la ciudad, Gustavo Adolfo Beckett. Coincide también en los últimos meses, otra vez ese impulso al espíritu autonomista andaluz con Blas Infante. Se producen unas riadas brutales al principio de la primavera del 36,... En fin que, si su alcaldía hubiera sido en otro momento del año, quizá no me hubiera dado tanto juego, pero en esos meses pasaron muchas cosas. Y toda esa acción política de los republicanos se interrumpe por el golpe militar que estaba planificado desde febrero. Desde la victoria del Frente Popular hay movimientos para que los republicanos no sigan gobernando.
M.G.- Cuando se habla de fusilamiento en estos crudos años, generalmente se dice que el estamento militar es el que está detrás de esos hechos, de las desapariciones y muertes. Sin embargo, en este caso concreto, tú señalas al estamento eclesiástico como el que estaba detrás de la muerte de Horacio.
A.F.- Sí, después de tantos años de investigación, comparto lo que me decía el hijo del último alcalde republicano. Creo que los militares fueron el instrumento, pero detrás del golpe están las clases, las élites acomodadas, que no quieren perder los beneficios y privilegios que venían disfrutando. Entre ellos está la Iglesia Católica y otras élites, como la oligarquía agraria que tanto predomina en Andalucía, o la aristocracia que también era importante, o los sectores monárquicos, o falangistas que estaban siempre pendiente de cualquier acción violenta. Se mezclaron todos para derrocar la legalidad. Y los militares, en concreto, eran unos militares muy soberbios, muy altivos, que venían de una guerra muy larga en África, donde el ejército español había perdido mucho poder, y había cambiado también sus formas de entender la guerra. Creo que prácticamente antes de esa África, los militares españoles luchaban como si fuera esgrima. No sé si decir que con la mano atrás y con elegancia, pero en África tuvieron que aprender porque el ejército contra el que se enfrentaban tenía otra forma de entender la guerra. Y ya, después del desastre de Annual en el 21, se autorizó a los militares a cortar orejas y a otras barbaridades que pondrán luego en práctica, a partir del 18 de julio.
A los andaluces nos tocó Queipo de Llano, un conspirador nato. Me dicen que era monárquico y que primero fue también republicano. Bueno, Queipo era una persona que solo miraba por sí misma, era queipista, como digo yo. Y coincide con el general Mola, que eran molista, y con Franco, que era franquista. Solo miraban por ellos y querían dar un golpe para disciplinarnos. Creo que todavía seguimos disciplinados.
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M.G.- Horacio fue fusilado en septiembre de 1936. Muchos de estos fusilamientos tuvieron lugar en la tapia del cementerio y por eso se está trabajando en la fosa común de Pico Reja, situada dentro del campo santo. ¿Es posible que sus restos estén en esa fosa?
A.F.- No deben estar porque, según los investigadores, la fosa de Pico Reja colmata a finales de agosto. En ese verano llega a su límite y por eso abre otra cerca, a solo unos metros, que ahora se llama la de Monumento porque hay un monumento allí al lado. Es ahí donde deberían estar los restos de Horacio. Pero bueno, no saber dónde están es bastante ilustrativo de esta historia, de lo que pasó, de estas personas que eran sevillanos, andaluces, como todos nosotros, amantes de sus tradiciones y que un golpe de estado, no solo los aparto de sus cargos, sino que los criminalizó, los estigmatizó,... Luego llegarían las expoliaciones, las represalias y el exilio. En el caso de Horacio, y el de tantos otros, también llegó el silencio, el olvido y la desmemoria. Hay personas de las que no se sabe si fueron fusilados o se exiliaron a tiempo, como es el caso de la mano derecha de Horacio, de José Antonio Magalán. Los historiadores no saben si este hombre fue fusilado o se exilió. Y en el caso de Horacio pues igual. No sabemos dónde está, no sabemos dónde está Blas Infante, no sabemos dónde está Federico García Lorca. Creo que esta es la gran tragedia de este país y no queremos verla porque es bastante dolorosa.
M.G.- Al retratar a Horacio, no solo como alcalde, sino en ese contexto doméstico, entiendo que en la novela aparecerán otros personajes cercanos a él. De hecho, creo que el libro empieza con un recuerdo de su hijo, cuando lo ve por última vez. ¿Cómo ha sido retratar a la familia y a los restantes protagonistas de esta historia?
A.F.- Bueno, con la familia me he permitido introducir algo más de literatura. Con ellos sí he tenido más juego que con los personajes históricos. Seguí el consejo de los historiadores y prácticamente todos los hechos que se cuentan están contrastados e investigados. La mayor parte de las declaraciones de los personajes históricos son fieles a la realidad, son auténticas. Son extraídas de sus libros, de las declaraciones que hicieron en algún momento en la prensa. Fue un consejo que me dieron los historiadores, que respetara a los personajes históricos tal como estaban construidos. Solo en algunos casos, se dan algunas versiones particulares mías, pero que obedecen a esa investigación, como puede ser el caso del poeta Romero Murube, un personaje que está llamando la atención porque se ofrece una versión distinta a la que conocemos oficialmente. O Blas Infante, un personaje complejo de investigar, apenas está ficcionado. En la película Una pasión singular está muy bien retratado y respeta el trabajo de los investigadores.
Y con la familia, pues bueno, he contado con el testimonio de los hijos, de Horacio hijo principalmente. Respetando la memoria, con la familia me he podido permitir literaturizar un poco, con las lagunas de la investigación o con las cosas que no se saben, pero muy poco porque mi respeto a la memoria de la familia tenía que ser reverencial. Creo que esta novela es un híbrido entre reportaje periodístico y novela.
M.G.- En los reportajes periodísticos se respetan los verdaderos nombres de los protagonistas del relato, sean como sean esos protagonistas. Y aunque esto es una novela, aquí no has querido ocultar los nombres verdaderos, aunque existiera la posibilidad de herir sensibilidades.
A.F.- Sí, creo que era lo más justo, tanto para respetar la memoria como para homenajear a esas personas, y condenar a las que tuvieron actitudes reprobables. Lo digo en una nota, al principio de la novela, que tomo esta decisión y hago un símil con otra nota que también publicó mi admirado Chaves Nogales, en otro de sus libros. En mi caso opté por esta decisión porque lo vi más justo.
M.G.- La labor de documentación habrá sido complicada. Lo primero era acudir a las fuentes más directas, a Horacio Hermoso Serra, el hijo del alcalde pero, ¿qué otra labor de documentación has tenido que llevar a cabo?
A.F.- Bueno, la memoria de los descendientes está bien y te pude guiar pero también hay que cotejarla. La memoria por sí misma no es historia y hay que hacer una labor de contraste.
Cuando vas explorando, y te vas adentrando en los archivos y en las hemerotecas, van saliendo muchos hilos de investigación que a mí me han sorprendido mucho. Todo este tiempo he trabajado pensado que tenía una exclusiva en las manos. Somos periodistas y, cuanto tienes algo en las manos, te quema y lo que quieres es contarlo rápido, no vaya a ser que se te adelante alguien.
En el caso de Queipo, por ejemplo, creo que es un gran desconocido para Sevilla. Su parte no está contada. Queipo tuvo un papel clave. Probablemente, si él no logra controlar Sevilla el 18 de julio, la guerra civil no hubiera existido o hubiera sido de otra manera. No lo conocíamos desde dentro.
Cuando después de tantos años, en noviembre del 2022 hay una exhumación en la Macarena, me imaginé que se iba a contar quién era realmente Queipo, mientras que yo llevaba cinco años investigándolo, lo que no hizo y lo que hizo. Pero bueno, yo estaba ya muy preparado y la novela estaba en su etapa de final de redacción.
Creo que esta novela va a permitir también abrir campos de investigación, por ejemplo, el tema de la violencia política. Yo he llegado hasta donde he podido pero ese asunto habría que estudiarlo mucho mejor. En toda la Segunda República no hubo ni un solo religioso muerto. Y no lo hubo no solo en Sevilla, sino que no hubo en toda España, salvo los sucesos de Asturias en el 34. Eso no puede quedar así. Los investigadores tienen que hacer su trabajo bien y ver eso, qué violencia religiosa hubo.
M.G.- Pero en tu investigación, imagino que también te habrás topado con otros nombres, de otras personas fallecidas, fusiladas, que también podrían tener su propia historia.
A.F.- Sí, hay muchas pequeñas grandes historias dentro de la novela. Hay muchas historias durante la guerra civil que se han contando y esta no tiene por qué ser diferente. Sin embargo, esta historia de Horacio, quizá por su simbolismo, y no solo al ser el último alcalde republicano, sino por todas las consecuencias que tuvo, es bastante ejemplificadora de todo lo que se estaba viviendo, pero hay muchas otras historias que bien nos podrían ayudar a construir nuestro pasado de mejor modo y nos ayudarían también a entender mejor nuestro presente.
M.G.- Antonio, fíjate que esta mañana comentaba con una compañera de trabajo que iba a charlar contigo hoy. Esta compañera es nieta del que fue el último presidente republicano de la Diputación. Este hombre fue médico, también fusilado, tampoco se sabe dónde está,... En fin, que por eso te digo que hay muchos otros nombres.
A.F.- Creo que son personas que hay que rescatar el olvido, como en este caso que te refieres, por ejemplo. Pero el paso que he dado, transformando la historia de Horacio en novela va un poco más allá de un libro que pudiera ser una semblanza de aquellas personas, retratando lo que hicieron que, en algunos casos, fue algo importantísimo. Estoy pensando, por ejemplo, en el abuelo de tu compañera, en José Manuel Puelles, presidente de la Diputación. Pero si sus historias se novelan, creo que nos ayudarían a entenderlo todo mejor. No es una decisión fácil y todavía es más difícil su ejecución. Tienes que estar bien asesorado, bien guiado, que todo esté muy claro, tanto en lo relativo a los hechos históricos como en lo que sucedió en sus vidas personales. Y cuanto más conozcas qué pasa en la familia, pues más verosímil será todo.
Este paso más que se está dando en el caso de algunos periodistas que novelan o que cuentan de forma periodística los hechos históricos, creo que es interesante. Yo estaba más inquieto por la versión tan contundente que tengo de esos hechos históricos y que creo que son bastante ignorados o poco divulgados, sobre todo en esta ciudad o en Andalucía. Temía que esa versión tan contundente desapareciera. La novela es otro soporte cultural donde tienes que provocar al lector para que no cierre el libro, para que siga leyendo, página a página, para que le aporte algún conocimiento. Y que también se entretenga, claro. Y el riesgo es evidente pero creo que el resultado ha sido y está siendo muy positivo. La gente me viene ahora y me cuentan sus propias historias personales, y algunas serían dignas de ser contadas en un libro o en una película. En el caso de Horacio, creo que ahora estoy empezando a entender que ha sido un acierto contar su historia y entiendo ahora que la novela está transmitiendo lo que yo quería contar.
M.G.- Y como última pregunta. Creo que Horacio hijo falleció no hace mucho y no sé si pudo llegar a ver más o menos conformada la novela, más o menos construida...
A.F.- La novela no tanto. Desde que me intereso por él, hablamos mucho. Prácticamente todas las semanas hablábamos. Tuvo un borrador importante de la investigación. Yo quería que él supiera quién era su padre pero, cuando hablaba con él, era él mismo el que me contaba mil veces los grandes hitos de su padre. Lo que la investigación me iba revelando, no le interesaba. Date cuenta de que él había construido una imagen de su padre durante toda su vida. Era un mito para él. Quería contarme lo que él sabía. Muchas veces me preguntaba que cuando iba a salir todo esto. Le respondía que no sabía porque esta versión era muy distinta a la que conocíamos en Sevilla, que no era fácil encontrar a una editorial que quisiera arriesgar y apostar por una versión un poquito conflictiva. Quien me iba a decir que una gran editorial, con autores preferentemente de Madrid o Barcelona, se iba a interesar. Pero sí, en Andalucía hay grandes historias, grandes periodistas, grandes escritores y tenemos que estar en las grandes editoriales, que son las que se mueven por todo el país.
En fin, Horacio conoció todo es proceso. Pero, en los últimos meses de vida ya tenía su salud muy deteriorada e intenté molestarle lo menos posible. Él ya me había contado todo lo que podía aportar, aunque siempre salía algo nuevo. Lo repasábamos todo y siempre había algo nuevo. Lo he hablado con psicólogos y me han dicho que las personas de esa generación han dejado de tener miedo. A veces, Horacio me contaba cosas que nunca contó en aquellas entrevistas que se le hizo en los años 80 o 90, pero los amigos historiadores y psicólogos me decían que estas personas, que han tenido una vida tan distinta y han vivido en una represión autoimpuesta, tienen una parte de su memoria encerrada y hasta que no tienen confianza, no recuerdan las cosas que tenían incluso en el olvido. Es un miedo casi genético. Y es una pena porque esta generación se está perdiendo y con ello muchas de sus historias. Y si este primer testimonio no hubiera pertenecido a una persona tan longeva, quizá esta historia se hubiera perdido y no la conoceríamos.
M.G.- Es estupendo que la hayamos conocido. Me parece un bonito homenaje Horacio Hermoso y a todas esas personas que perdieron la vida en aquellos años, por una causa como aquella. Imagino que Horacio hijo, si estuviese vivo, estaría muy feliz, muy contento de ver esta novela en las librerías. Así que, Antonio, felicidades y te doy las gracias por haberme atendido esta tarde.
A.F.- Muchas gracias a ti, Marisa. Un placer.
M.G.- Un saludo, Antonio. Chao.
Sinopsis: Horacio Hermoso Araujo, último alcalde republicano de Sevilla, reflexiona mientras se encuentra cautivo de las tropas franquistas sobre su carrera y cómo ha llegado a esa situación. Mientras, su hermano trata de salvarle de la muerte en una ciudad conmocionada por el Alzamiento Nacional y la primera batalla de la Guerra Civil.
La huella borrada constituye una exhaustiva investigación convertida en novela en torno a la figura de Horacio Hermoso a partir de los testimonios de familiares y conocidos. Supone también la recuperación de una poderosa historia real al borde del olvido, una sobre las muchas personas que aún se encuentran en las fosas comunes creadas durante el franquismo. En definitiva, un ambicioso proyecto periodístico convertido en una novela desgarradora.