Conozco a Txani Rodríguez de seguirla en redes sociales. Hasta el momento de producirse esta entrevista, sabía que residía en el norte de España, que había publicado varias novelas y que su penúltima publicación, Los últimos románticos, había cosechado tan buenas opiniones que se estaba preparando su adaptación al cine. Y digo penúltima porque la autora, afincada en Llodio (Álava), está en plena promoción de su última novela La seca (Seix Barral). Nunca había leído a Txani Rodríguez, así que me he estrenado con esta novela que, en parte, tiene mucho que ver con mi infancia. En esta historia, Nuria regresa al pueblo para pasar el verano, junto a su madre. Allí se rodeará de naturaleza y se involucrará en la defensa del espacio natural, mientras se nos habla de un oficio centenario, la saca del corcho, la extracción de la corteza de los alcornocales que en la zona donde se ubica la acción, ha dado mucho de comer a las familias.
En esta historia, y en este pueblo, pasarán muchas cosas y a través de todos esos sucesos se nos hablará del amor y de la amistad. Esto que os cuento sería resumir mucho la novela, de la que os daré detalles en la pertinente reseña. Mientras tanto, os dejo con la entrevista a la autora, que pasó por Sevilla hace unos días.
Marisa G.- Txani, un placer tenerte en Sevilla. Nos conocemos por redes sociales pero nunca te había leído hasta ahora. La seca la terminé ayer noche y me ha gustado mucho.
Txani R.- Pues te lo agradezco mucho. Ya sabes que salió ayer [la entrevista se realizó el pasado día 18 de enero] y no tengo mucho feedback todavía. Así que te lo agradezco muchísimo.
M.G.- Antes de entrar de lleno en la novela, sí me gustaría hacerte un par de preguntas sobre ti y tu trayectoria. Sabemos que tu anterior novela, Los últimos románticos, se está adaptando al cine. ¿En qué punto está el proceso?
T.R.- Pues la respuesta es fácil. Empiezan a rodar el día 5 de febrero. Así que queda todo el rodaje y la posproducción.
M.G.- ¿Tienes algún tipo de implicación en este proyecto?
T.R.- Nada, ninguna implicación profesional, aunque tengo mucha comunicación con ellos. Hemos hablado para aclarar alguna duda, pero poco más.
M.G.- Eres autora de narrativa pero también haces cómics. Generalmente, me encuentro con autores que escriben novelas, poemarios, ensayos, y van alternando estos géneros. Pero creo que es la primera vez que hablo con un novelista que, además, hace cómics. Es un género que me encanta. Me gustaría saber qué has hecho.
T.R.- De los cómics, escribo sólo el guion. El dibujo no, porque soy muy mala dibujante. Es una experiencia que me ha gustado porque, en mi caso, y al trabajar con otra persona, tiene que ser algo muy técnico. Para otros autores como, no sé, Paco Roca, que tiene la extraordinaria habilidad de dibujar y escribir, será distinto. Sin embargo, para nosotros, los guionistas, tenemos que ser cuidadosos y pasarle al dibujante todo muy bien indicado para que él pueda plasmar el texto en el dibujo.
M.G.- Hablando ya de la novela, he leído que La seca nace a raíz de un artículo que escribes para una revista. Te documentaste sobre la industria del corcho y así nace este libro. ¿O era algo que tú ya tenías dentro?
T.R.- Bueno, era algo que también tenía dentro, aunque es cierto que el artículo ayudó. El Parque Natural de los Alcornocales es un lugar que conozco y que me resulta familiar. Lo tengo asociado a la infancia, a algo muy pacífico. Como tú bien sabrás, lo pacífico no suele atraer a los escritores. Pero, al escribir el artículo, estuve hablando con corcheros, con la Junta de Andalucía, con el Patronato del parque y con el Centro de Interpretación que está en Alcalá de los Gazules (Cádiz). Entonces me di cuenta de que ahí había un conflicto, una amenaza tremenda que tenía que ver con la enfermedad que afecta a estos árboles. Se hacían reivindicaciones laborales y también se estaba produciendo la incorporación progresiva de la mujer a un oficio que siempre había sido de hombres. Yo tenía todo este lugar y este oficio del corcho como muy mitificado pero, tras el artículo, entendí que había material para una novela.
M.G.- De todos modos, esta novela está muy vinculada a ti personalmente, a tu infancia, a tu familia. De hecho, el libro está dedicado a tu familia paterna porque, como has comentado en otras entrevistas, eres hija, nieta, prima, sobrina de corcheros.
T.R.- Así es. Todos ellos son de Jimena de la Frontera y el sobrenombre por el que se les conoce es Corchas, por el trabajo que han desarrollado allí, en los bosques de alcornocales. En el pueblo, yo sería Txani Corchas. A todos mis primos se les conoce como José Mari Corchas, o a mis tíos, Paco Corchas. Así te ubican y saben de qué familia procedes.
Marisa G.- Bueno, La seca narra un verano que Nuria, la protagonista, pasa con su madre Matilde en el pueblo, un pueblo que linda con el Parque de los Alcornocales, en el límite entre Cádiz y Málaga. Ese es el pueblo de la infancia de Nuria, de la protagonista.
Antes de iniciar la entrevista hablábamos que un libro como este tenía que tener promoción en Andalucía, sí o sí. Yo he vivido esta historia de manera muy particular porque también he pasado los veranos en un pueblo. Así que, todas esas sensaciones que tiene Nuria, cuando viaja desde el norte de España hasta el sur, me han resultado muy familiares. Hay un momento en el libro que se dice que ir al pueblo no es viajar. Es otra cosa.
T.R.- Sí, también dice que los emigrantes no viajan, que van al pueblo. Y es verdad, porque todos esos emigrantes que salieron de Andalucía, Extremadura, Galicia, Castilla,... cuando cogían vacaciones en agosto, volvían a su pueblo para ver a sus padres, a sus tíos. Eso no era hacer turismo. No era viajar, era simplemente volver.
M.G.- Es volver a las raíces.
T.R.- Y no había hoteles, ni piscinas. Era otra cosa. Pero te aseguro que no cambio mi infancia por la de ninguna urbanización en ninguna otra parte.
M.G.- Yo tampoco. Yo pasaba los veranos entre olivos y era toda una experiencia.
Bueno, en este pueblo van a pasar muchas cosas. Centrándonos en Nuria, vamos a ver a un personaje con muchas aristas y muchas sombras. En algún momento nos puede parecer una persona impertinente y desagradable. A ella le molesta absolutamente todo. Incluso busca motivos sin haberlos para poder protestar. ¿Qué le pasa a Nuria? ¿Cómo es? Cuéntanos un poco.
T.R.- Es verdad que busca motivos para protestar por todo. De eso no había hablado todavía. Ella sabe que va directa a discutir. No le parece bien pero tampoco lo puede evitar. Cuando estás de mala leche, te entran ganas de discutir. Es así, llanamente.
Bueno, a Nuria le van a pasar muchas cosas. Por un lado, está cansada cuando empieza el verano. Aparte de su trabajo, se ha echado a la espalda los cuidados de su madre. No es que a la madre le pase algo grave pero sí requiere de atención. Por otro lado, estamos en pandemia. Es el verano de 2020, justo en la desescalada. Nuria es una persona que está frustrada porque tiene unos cuarenta años y cree que debería haber tenido otra vida. De alguna forma, culpa a los demás de la vida que tiene. Esto es algo que solemos hacer. Acostumbramos a pensar que hubiéramos sido tal si no fuera por tal persona o por esto otro. Buscamos excusas. Es muy injusto reprochar cosas a los demás, especialmente cuando ha pasado tanto tiempo.
También tiene otros nudos emocionales que no ha resuelto bien, tanto con la madre como con lo que respecta a un amor de verano sostenido en el tiempo. Y sobre su carácter, es que ella esconde su parte buena. No sabe sacarla ni gestionarla. Nuria es una mujer que está educada en la frustración y en la confrontación.
M.G.- Txani, hay detalles que le prestas al personaje.
T.R.- Sí, es que el punto de partida de la novela es autobiográfico. Pero sólo el punto de partida porque luego me voy a la ficción. He elaborado una trama que no tiene nada que ver conmigo, ni con mi madre. ¿Y qué compartimos? Pues el origen. Yo también soy de Llodio, soy hija única, y he hecho ese viaje del norte al sur.
M.G.- La seca es el título de la novela que hace alusión a la enfermedad que sufren los alcornocales sobre lo que te has documentado mucho. Nos das mucha información sobre el oficio de la extracción del corcho, de lo que se conoce como la saca. Pero también podríamos pensar que el título hace referencia al carácter de Nuria. Aquí, a alguien como ella, le solemos decir que es una persona muy seca.
T.X.- Como bien dices, es tanto por la enfermedad como por el carácter de ella. Y con respecto al oficio del corcho, es todo un mundo. Es un paisaje, un entorno y un sistema socio-económico concreto del que vive mucha gente. También conforma un pequeño universo léxico porque hay una terminología específica ligada a este oficio centenario, un trabajo muy bonito. Ojalá se pueda revertir lo de esta enfermedad y sus efectos porque, si desapareciera el oficio, deberíamos, al menos, preservar las palabras y toda la riqueza cultural que emana del mundo del corcho.
M.G.- Nuria y Matilde mantienen una relación típica entre hija y madre. La madre tiene esa edad en la que quiere seguir ejerciendo como madre, pero la hija también tiene una edad en la que quiere usurpar el lugar de la madre, se interpone en su vida,... Terminan chocando mucho, ¿no?
T.X.- Sí, se rozan tanto que, al final, lo que hacen es estorbarse la una a la otra. Hay como un atosigamiento mutuo y un intercambio de papeles. Es lo que pasa cuando la hija se convierte en madre de su propia madre. Es algo que nos pasa a todas. Hay un momento en la vida en el que, de un día para otro, te conviertes en la madre de tu madre, te vuelves muy pesada, te sobrepreocupas. A eso se suma que Nuria no está bien. Y encima ha previsto la novela de la vida de la madre y cree que su madre va a depender siempre de ella. Todo esto la agobia. Pero en este verano, la madre tomará unas decisiones que van a descolocar a Nuria totalmente. Nuria tendrá que repensar un poco dónde está.
M.G.- Hablamos de ese cuidado de hija a madre. El rol del cuidador me interesa muchísimo. Lo he vivido y se pasa realmente mal. Sin embargo, es algo de lo que no se habla mucho. Apenas se habla de ese momento en el que tienes que atender a tus padres, con el agravante de que ellos, a veces, no se dejan ayudar porque se siguen creyendo autosuficientes.
T.X.- Sí. Además, cuando cumplimos una edad, nos volvemos más tozudos. Esto de los cuidados 24/7, como dicen los jóvenes, es agotador. Y tal y como va la sociedad y el envejecimiento, creo que habrá que pensar muy bien de qué manera vamos a tener que organizarnos para el tema de los cuidados.
Yo no soy madre y, a veces, me pregunto: ¿Y quién cuidará de mí? Yo ya sé que voy a cuidar de mi madre y espero estar bien para poder hacerlo. Pero es algo muy agotador y muy atorrante para la gente que cuida. Que ames mucho a una persona no quita el cansancio que puede suponer su cuidado, aunque lo hagas de mil amores.
M.G.- Es duro psicológicamente.
Bueno, Matilde es también un personaje que me gusta mucho. Me gusta el retrato que haces de esta mujer. La vejez nos convierte en personas tozudas, como tú apuntaste antes, y así la vamos a ver, un tanto egoísta, porque realmente somos así cuando nos hacemos mayores.
T.X.- Las dos tienen su punto egoísta. Por eso la frase que aparece al principio de la novela, esa que dice que hay un tipo de generosidad que consiste en regalar tu ausencia. También hay que aprender a querer dando espacio a los demás. Nuria no lo hace, no le da espacio a su madre. Matilde llega al pueblo alicaída pero encuentra una nueva ilusión, y tiene todo el derecho del mundo a vivir esa ilusión.
M.G.- Fíjate que me ha llamado la atención lo ausente que está la figura del padre. Hablamos de la madre y de la hija, constantemente. El padre sale a relucir un momento hacia el final de la historia. ¿Este padre es una ausencia sólida o, por el contrario, es una ausencia que sigue con nosotros pero que mantenemos escondida en un cajón?
T.X.- Es una ausencia que, en cierto modo, también está presente. La figura del padre condiciona todo lo que pasa. Pero no sé cómo contarlo para no desvelar demasiado.
M.G.- Será algo que entenderá el lector cuando avance en la lectura, y vaya llegando al final.
T.X.- Sí. No lo puedo explicar de otro modo.
M.G.- Vale. En cualquier caso, y a pesar de todos esos sentimientos encontrados que nos va a generar Nuria, llega un momento en que nos vamos a reconciliar con ella. Ocurrirá al final, cuando está regresando de esas vacaciones en el pueblo. Ese regreso no solo implica volver a casa, sino que funciona de otro modo. Es como volver a tu lugar, a encontrarte contigo misma. Me pareció un final bellísimo.
T.X.- Nuria aprende a dejar espacio, a encontrar serenidad, a no estar siempre tan apretada. Ella quiere intentar hacer las cosas de otra manera, eliminar esa tensión tan rara que flota entre madre e hija.
A medida que vamos leyendo, Nuria se va mostrando, va enseñando ese poquito de nobleza que tenía pero que no deja que nadie vea. Fíjate que con el gato, ella protestará mucho, pero luego resulta que tiene una foto del gato como salvapantallas del móvil. Es un personaje peculiar pero hay gente así.
M.G.- Sí que la hay. Y luego vamos a ver a otros personajes en la novela. Por ejemplo, está Montero, un corchero con el que Nuria ha tenido cierta vinculación. Y también conoceremos a Milo, un amigo que va al pueblo con su padre Xavier, para hacerle una visita a Nuria. Tanto Montero como Milo te van a permitir hablar de los dos temas principales de la novela: el amor y la amistad.
T.X.- Sí, y de su cuadrilla de amigos. Nuria tenía una cuadrilla vasca. Yo no soy mucho de cuadrillas. Es muy difícil tener una amistad profunda en una cuadrilla porque, al final, la cuadrilla es como una estructura. Yo suelo decir que es una institución civil como la Hacienda Foral, que cumple la función de ir de aquí para allá, pero siempre hay un líder. Hay una opinión dominante. Habrá excepciones, pero me parece que en una cuadrilla hay poca autenticidad.
Nuria ha sufrido una gran decepción con su cuadrilla. Me gustaría que esto se entendiera en el contexto de Nuria. La migración está flotando todo el rato y ella lo dice, que está muy sola, que en el norte no tiene primos, ni hermanos, ni nada. Está todo muy descompensando. Por eso ha puesto demasiado amor en un grupo de amigos que, al final, la decepciona.
Los tres personajes son fundamentales en la novela. Montero porque mantiene una compleja relación amorosa con Nuria. Milo porque es su amigo y le canta a Nuria las verdades del barquero. Y Xavier porque es el detonante de otra parte importante de la trama.
M.G.- Txani, también vamos a ver la degradación del mundo rural en esta historia. Nuria defiende mucho el espacio natural de su pueblo, ese espacio que quieren transformar. En la novela aparece la deforestación, la industria hidroeléctrica, un río en peligro que para ella funciona a modo de refugio, y una plantación de aguacates que no es lo más idóneo en tiempos de sequía, porque es un fruto que requiere mucha agua. Todo eso me llevó a una reflexión que hago mucho últimamente. Antes cogías el coche y en los márgenes de la carretera veías campos de cultivo. Ahora lo que ves son plantaciones de placas solares.
T.R.- Es un poco distópico, ¿verdad? Pero, por otro lado, es que estamos en la transición energética. En este escenario, que representa a otros muchos, lo que veo es mucho dinamismo. Hay un conflicto muy dinámico. Con dinámico quiero decir que hay mucho movimiento y mucha contradicción.
La saca del corcho es algo sostenible. De hecho, el parque es un bien natural protegido. Con respecto a la plantación de aguacates que mencionas, a ver, si eres regante y tienes tu tierra, haz lo que quieras. Lo que pasa es que coger agua de los ríos no está bien. ¿Y qué pasa? Que en España se eleva mucho el tono. Creo que habría que rebajarlo y dialogar con más serenidad porque, si se plantan aguacates es porque hay demanda. En las ciudades, nos comemos las tostadas y las ensaladas con aguacate sin plantearnos si es un cultivo sostenible o no. Eso sí, luego vamos a decirle a los demás lo que tienen que hacer. Y entiendo que la gente del campo se enfade a veces y con muchas cosas, pero es un enfado que se canaliza mal. Muchas veces escucho que la culpa de todo la tienen los ecologistas pero, en realidad, ahora mismo el ecologismo no tiene tanto peso.
Lo que veo es que nos estamos atrincherando en un asunto muy serio, que nos compete a todos y, en realidad, todos estamos interesados en lo mismo. Por eso, me da mucha rabia que no se llegue a un entendimiento con mayor serenidad. Es difícil porque todo el mundo tiene su parte de razón.
M.G.- La historia está ubicada en tiempos de pandemia, en el verano del año 2020. Se hace mención al uso de las mascarillas, al límite de diez personas reunidas,... ¿Por qué sitúas la historia precisamente en ese contexto?
T.R.- Creo que fue porque empecé a gestionar esta historia en esa época. Empecé a levantar la novela y fui cogiendo detalles. Para mí, el detalle en literatura es fundamental. Empecé a escribir y, sin querer, me fui a ese momento. Pero también me vino muy bien para acusar el cansancio de Nuria. La pandemia cansó a todo el mundo pero es que encima, los cuidados en pandemia eran aún peor. Nuria se preocupa porque teme contagiar a su madre. Está constantemente sobrepreocupada. Además, las relaciones sociales se condicionaron mucho y fue una época en la que se vio afectada la amistad. Me pareció que la pandemia cuadraba muy bien en esta historia.
M.G.- Y ya, como última pregunta, no podemos obviar que en el pueblo que tú creas, como en otros muchos pueblos, hay una misterio, una leyenda negra.
T.R.- Sí, esa leyenda es una invención. Es muy interesante esa historia de los niños. En el pueblo, los niños no pueden ir de dos en dos. Pueden ir de tres, de cuatro, de cinco, pero nunca de dos en dos porque la leyenda habla de dos niños que van juntos y, si se aparecen, va a tener lugar una tragedia en el pueblo. En cierto modo, esta leyenda es un homenaje a mis veranos de infancia. Cuando pensaba en el pueblo en el que quería ubicar esta historia, se me venía a la mente el olor local, el río, la sensualidad de la noche, la naturaleza,... de mi pueblo, y también las historias de miedo. Siempre me han contado muy bien las historias de miedo en mi pueblo. En Andalucía, hay mucho arte para contar historias. Se cuentan muy bien. Y este es mi homenaje.
Por otro lado, he querido usar a esos niños para materializar la sustanciación de nuestra maldad, nuestro deseo de venganza y de hacer el mal. En todo caso, es un elemento que me ha encantado introducir porque genera inquietud. Le da textura a la trama, sin cambiarla porque sigue siendo coherente.
M.G.- Esos niños mantienen esa pizquita de suspense en el lector.
T.R.- Me gusta que me hayas preguntado por los niños.
M.G.- Está bien esa parte. Bueno, Txani, lo dejamos aquí. Te agradezco muchísimo que me hayas atendido y un placer conocerte.
T.R.- Igualmente.
Sinopsis: Nuria regresa al pueblo en el que ha pasado los veranos desde su infancia, un rincón dedicado a la extracción del corcho en un espacio natural protegido del sur de España. Durante su estancia, asistirá al conflicto entre dos formas de en tender el futuro, representadas por la población local, que busca nuevas formas de ganar se la vida ante el avance de la seca, una enfermedad que acaba con los alcornoques, y los veraneantes procedentes de la ciudad, que quieren preservar el entorno.
Después de convertirse en una de las sorpresas literarias de 2020 con Los últimos románticos, ganadora del Premio Euskadi de Literatura, Txani Rodríguez regresa con una novela de tensión creciente protagonizada por una joven inconformista, presa del mal augurio, marcada por la relación con su madre y un antiguo amor de verano, en un medio rural en crisis debido al cambio climático.