El 27 de enero se celebra el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto. No es casual que últimamente hayamos visto novelas relacionadas con Auschwitz, Ana Frank, o cualquier otro lugar, persona o suceso relacionado con la Segunda Guerra Mundial y los campos de concentración. A pesar de la dureza del tema, es una temática que me gusta y aunque parezca paradójico, he disfrutado muchísimo con la lectura de El barracón de las mujeres de Fermina Cañaveras. A todos nos suenan los nombres de algunos campos de concentración. Mauthausen, Bergen-Belsen, Dachau, o el mismo Auschwitz. ¿Pero qué pasó en Ravensbrück? Este campo de trabajo, cuyo nombre significa literalmente el puente de los cuervos, fue construido para albergar allí a las mujeres. Al horror de la brutal represión y trato vejatorio que sufrieron los presos de estos campos, hay que añadir que en Ravensbrück muchas mujeres fueron destinadas únicamente a ejercer la prostitución. Según se sabe, un total de veintiséis mujeres españolas pasaron por el prostíbulo de Ravensbrück.Una de ellas fue Isadora Ramírez García.
La primera novela de Fermina Cañaveras, titulada El barracón de las mujeres, cuenta su historia, su espeluznante testimonio, que te mantendrá pegado a las páginas de esta novela. Mientras llega el momento de hablaros con detalle del libro, de momento os dejo con la entrevista a la autora.
Fermina C.- Me topo con ella de casualidad. Estaba haciendo un trabajo también sobre mujeres y el Partido Comunista. No había terminado la carrera cuando un profe me dice que me iba a poner en contacto con tres mujeres que fueron muy guerreras en aquella época, con las que empezar a hacer mi trabajo, porque la historia la tenía todavía viva. Una tarde, donde estaba la sede del PCE en Lavapiés, y hablando de todo esto, sale a relucir el nombre de Isadora Ramírez García. Me comentaron que estuvo viviendo en la calle Atocha, que pasó por un campo de concentración, y que tenía el tatuaje en el pecho que la designada como Feld-Hure, lo que eran las putas de campo. Tras escuchar eso, yo seguí con mi trabajo porque no me quedaba otra más que terminarlo. Pero imagínate cómo me quedé cuando ellas me soltaron con tanta tranquilidad esa bomba. Pasmosa. Empecé a tirar del hilo pero únicamente por el hecho de querer saber más, fundamentalmente por conocer lo que le pasó a esa mujer, que había fallecido hacía pocos meses. Quería saber lo que le había ocurrido en ese campo.
Yo conocía que los nazis tenían planes para las mujeres en Ravensbrück, donde crearon una red de trata, unos prostíbulos, y movían mujeres a otros campos de concentración. Pero claro, cuando me meto en el meollo, me doy cuenta de los niveles de horror y de bestialidad. Perder la condición de ser humano en este campo no tenía que ver con los otros campos de concentración.
Después empezó la locura de intentar contactar con las mujeres que quedaban vivas, que en España solo quedaba una, de intentar sacar testimonios de las que habían estado en el campo de concentración ejerciendo la prostitución y, a partir de ahí, fraguar todo lo que le podría haber pasado a esta mujer. Ella ya estaba muerta y no tenía su testimonio de primera mano. He querido hacer de Isadora la representante de todas las mujeres que pasaron por los prostíbulos y por el barracón de las mujeres, que era así como se llamaba el prostíbulo.
M.G.- Pero tú optas por escribir una novela en vez de escribir un ensayo, por ejemplo, o una biografía.
F.C.- Para biografía, me faltaba mucha documentación. Y para ensayo, aún más. ¿Por qué? Porque este campo es el gran desconocido. Este campo era de mujeres y por eso, no éramos tan importantes como los hombres.
Las que llegaban a Ravensbrück, si eran mayores de 50-55 años, menor de 8, o iban embarazada y se le notaba, ni te registraban. Directamente te borraban de la historia y te mandaban a la cámara de gas. Por eso, no se sabe exactamente cuántas mujeres pasaron por allí.
Luego, pasó otra cosa. Los nazis, antes de que terminar la guerra y de que se liberara el campo, seguían con la idea de aniquilar más mujeres. Se desmontaron las cámaras de gas de Auschwitz y se las llevaron a Ravensbrück para seguir matando. Ya no las quemaban sino que, ya fallecidas, las metían en vagones. Las trasladaban a bastantes kilómetros de distancia y las enterraban en fosas comunes. O también en fosas dentro del propio campo. A la vez que iban eliminando la documentación que tenían de ellas. Así, se perdieron archivos, documentos del campo, las fichas de matrículas, las fotos,... Se perdió mucho. Se cree que por allí pasaron 130.000 mujeres pero no se sabe exactamente el número. Fueron muchas más. Por eso, con toda esa información que me faltaba, no podía armar ni una biografía ni un ensayo. Había cosas que me bailaban, pero sí tenía información para prever sucesos, imaginarlos, y escribirlos en formato novela.
M.G.- Ya te entiendo.
La novela se estructura en dos hilos temporales. En 2008, conocemos a María, una periodista venida a menos. Tiene problemas. Digamos que está perdiendo el norte, tanto en el terreno profesional como en el personal. Su abuela Sole, con la que tenía una vinculación muy especial, fallece. A través de su abuela, María sabrá de la existencia de Isadora que, como tú dices, será un personaje que sirve como homenaje a todas esas mujeres que pasaron por los campos. Isadora es un vehículo contra la desmemoria.
F.C.- Totalmente. Creo que es un ejercicio de memoria necesario para poner a las mujeres olvidadas en su sitio, un ejercicio de humanizar las vidas «no vidas» de estas mujeres que llevan tanto tiempo deshumanizadas.
Siempre digo que esta novela está hecha de retales de las historias de muchas mujeres. Sirve para poner encima de la mesa que nosotras también tuvimos voz y jugamos un papel muy importante en este conflicto. Es necesario que se sepa y se conozca.
También me parecía interesante enseñar, a través del papel de María, ese proceso de documentación que hago hasta llegar a Isadora. Me apetecía mostrar un poco todo lo que es pasar por los archivos, por los Amical, ver lo que consigo y lo que no.
Hay mucha gente que me pregunta por qué las protagonistas tienen una relación lesbiana, que si tenía que pasar por el cliché de que todo pareciera una novela. Pero no es así. Normalmente, las mujeres que eran lesbianas en la Segunda Guerra Mundial y, más concretamente en este campo, lo pasaron muy mal. Les tatuaban un triángulo negro porque, o eran putas, o lesbianas, o asociales. A las lesbianas se las sometió a una persecución bestial. Como yo digo, esta novela hay que leerla entre líneas y, aunque hay muchas cosas que no se dicen, sí se cuentan y sí se muestran. Ha sido como un guiño a todas esas mujeres lesbianas. No me he centrado en ellas pero sí quería que estuvieran para hacerles también su homenaje.
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M.G.- Cuando Isadora comienza a contarle su vida a María, la periodista de investigación, comienza a narrar su historia desde que tenía diecisiete años. Acaba de terminar la guerra civil y ella está contentísima pero su propia familia le abre los ojos porque han salido de un calvario pero se meten en otro. Isadora vive en Madrid y llegará a Ravensbrück. ¿Cómo es ese camino hasta llegar al campo de concentración?
F.C.- El lector se puede preguntar que si le voy a hablar del barracón de las mujeres, si voy a denunciar lo que era la violencia sistemática de género en este campo de concentración, ¿por qué empiezo en el año 39, en España, y con Isadora tan joven? Bueno, creo que esta novela es también una historia de amor y de valores muy importantes que, a lo mejor el día de hoy, como estamos acostumbrados a ir tan rápidos, los hemos ido dejando a un lado o los hemos perdido. El amor por la familia, por un hermano, por un hijo,... es fundamental. Es lo único que tenemos, lo más importante. Son ellos los que siempre van a estar ahí. Por eso, creo que se hace necesario contar dónde se desencadena la historia y por qué. Lo que Isadora quiere es buscar a su hermano que está desaparecido desde 1937. Pero luego tendrá la mala suerte de estar en un sitio equivocado y terminar en un campo de concentración.
Es importante poner en valor a la familia y por la familia Isadora se cruza todo un país, con un exilio a la carta, gracias a una documentación falsa, y pudieron salir mucho más cómodamente que otra gente que tuvo que cruzar los Pirineos, algo que fue muy duro porque muchos acabaron en Argelès-sur-Mer. Pero ella no, ella tuvo, entre comillas, una suerte relativa, aunque con sus consecuencias.
Isadora era muy joven cuando se exilia para buscar a su hermano. No tenía las ideas políticas muy definidas pero su familia, sí. Su tía Teresa era una persona muy conocida en Madrid, que pertenecía a la Asociación Libre de Mujeres. Era una mujer muy activa y de las que pensaban que había que formar parte de la guerra y pelearla. Ellas pensaban que si su bando hubiera ganado, igualmente el reparto hubiera sido para los hombres y a ellas las hubieran dejado al margen. Lo tenían clarísimo y sabían que tenían que jugar un papel fundamental. Además, quería mostrar que los patrones se repiten. Cuando el partido nazi empieza a hacer limpia, empieza primero con los judíos, después con los testigos de Jehová, después con los gitanos, y luego llegarían las mujeres. Quería que se viera que, por desgracia, todos los patrones se repiten en todos los conflictos.
M.G.- Bueno, Ravensbrück será el campo de concentración en el que acaba Isadora. Fue un campo de mujeres. Y dentro de este campo, había un prostíbulo. Pero no todas las mujeres ejercían en él porque, por ejemplo, las judías no ejercían la prostitución.
F.C.- No, no. Además, si violabas o te acostabas con una judía y te pillaban, te condenaban a la horca. Ravensbrück era un campo de exterminio, un campo de trabajo, un campo en el que ver cómo se gestionaba la trata de mujeres, y un campo para adiestrar guardianas. Hasta 1941, no empezaron a llegar hombres a este campo para convertirse en un campo mixto. Pero antes de esa fecha, si tú llegabas a Ravensbrück, las guardianas elegían lo que ibas a hacer dentro del campo. Si eras más bien joven y estabas aparentemente sana, ellas decidían que ibas a formar parte de las Feld-Hure. Pero hubo mujeres, por ejemplo, las españolas Neus Catalá o Elisa Garrido, que estuvieron en ese campo, y no fueron prostitutas, ni nunca se les propuso tampoco. Una vez que las que tenían la mala suerte de ser elegida como Feld-Hure, pasaban un primer control, y ahí comenzaba el horror más inmenso y más duro. Te cosían el triángulo al pijama y pasabas por una revisión ginecológica. De ahí se les hacía el despioje, porque a ellas no se les cortaba el pelo. Posteriormente pasaban una cuarentena, una desinfección y, a partir de ahí, comienza la iniciación, como les llamaban ellos.
Es decir que, después de pasar por todo ese trance, de tatuarte el libro de matrícula en el antebrazo, perder tu nombre, tatuarte el triángulo y las palabras Feld-Hure en el pecho, les daban un jabón que olía muy bien pero que tenía unas consecuencias terribles. Y de ahí, les facilitaban un camisón muy transparente, con un algodón muy finito, muy finito y las pasaban a otro barracón en el que normalmente los altos mandos decidían si podían servir para los burdeles o no. A lo mejor, como prueba, les pedían que les hicieran una felación. Si lo hacías mal, te pegaban un tiro. Así que, después de pasar por todo eso, no sabías si ibas a vivir, siendo violada hasta veinte veces al día, o iba a terminar tu vida. Vivir esa tensión tenía que ser durísimo.
M.G.- ¿Y se sabe cuántas españolas pasaron por este campo y cuántas de ellas fueron seleccionadas para el prostíbulo?
F.C.- Que se tenga constancia, por allí pasaron unas cuatrocientas mujeres españolas. Y que yo sepa, de ellas, veintiséis ejercieron la prostitución en Ravensbrück, pero probablemente hubo muchas más.
Elisa Garrido contaba que muchos soldados y militares ni siquiera pasaban por el prostíbulo sino que directamente iban a los barracones y si les gustaba alguna, la sacaban y la violaban. Ya daba igual. Así que, lo mismo muchas mujeres españolas no pasaron por el prostíbulo pero sí fueron violadas.
M.G.- He estado mirando un plano de Ravensbrück. Había una zona que se llamaba Uckermark. ¿Qué es eso?
F.C.- Es un campo muy pequeño con barracones, que se anexionó. Allí, las reclusas más jóvenes, a las que llamaban las reinas de las trincheras, se dedicaban supuestamente a curar a los homosexuales arios. Eran niñas de quince o dieciséis años, que no entraban en los prostíbulos. No estaban tatuadas pero las usaban para eso. Lo que pasa es que más adelante, empiezan a usarlas también para fiestas y orgías. Y allí comprobaban si ellas habían sido capaces de curar a los homosexuales. En 1942, 1943, a esas fiestas también llevan a algunas mujeres que no pasaban por el prostíbulo ni eran tatuadas. Eran como concubinas, como las preferidas. A esas mujeres se las llamaban las perras.
Aquellas orgías eran una bestialidad. Y esto no sólo se hacía en Ravensbrück, sino también en otros campos.
M.G.- Terrible. E imagino que muchas de esas mujeres quedarían embarazadas. ¿Qué pasaba con ellas?
F.C.- Si te quedabas embarazada pasabas directamente al pabellón de la experimentación. A las mujeres embarazadas las llamaban las conejas. Experimentaban con ellas y con sus hijos. Si no conseguían terminar el embarazo, ni te sacaban al niño. Te dejaban ahí hasta que te murieses.
Las que sí conseguían llevar su embarazo adelante, no dejaban que se produjera el parto de forma natural sino que las abrían, les hacían una cesárea y luego, las dejaban abiertas, con el feto colgando para ver cuánto duraban. A otras les inyectaban gérmenes de sífilis, o semen de chimpancé en las vaginas para ver qué pasaba. O les metían ratas en las vaginas. Quedarte embarazada en un campo de concentración era tu sentencia de muerte. Y más en este donde hicieron experimentos muy bestias.
Con otras mujeres que no estaban embarazadas pero sí muy machacadas de llevar tanto tiempo en el prostíbulo, pues también experimentaban con ellas. Les rajaban las piernas, les metían tierra, cristales, y las volvían a coser, para ver cuánto tardaba en sufrir una infección y cuánto tiempo podían seguir vivas.
M.G.- Matar por matar, vamos.
Has mencionado a Neus Catalá pero también a Elisa Garrido. He leído que esta última hizo explotar una fábrica.
F.C.- Sí, un barracón lleno de obuses.
M.G.- Claro, y piensas en ellas, en la situación que vivían, y hacían lo posible por boicotear lo que fuera. Imagino que entre ellas se ayudarían de alguna manera.
F.C.- La mayoría de las mujeres que consiguieron salir vivas de ese campo lo consiguieron por las familias que crearon. Se llamaban hermanas y cuidaban las unas de las otras. Y luego también es que había mujeres muy peleonas. Como te he dicho antes, Isadora era una cría y no tenía conciencia política, pero otras mujeres como su tía Teresa habían peleado mucho. Y aunque perdieron, seguían con ganas de seguir luchando. Así que, aparte de crear familias, ellas crean también pequeños grupos de resistencia, muy bien gestionados, y consiguieron muchas cosas en ese campo. Me llegó a contar Neus que Elisa iba diciendo que ella había volado el barracón. No le importaba. Si la llevaban por delante, ella ya había se encargado de hacer volar los obuses para que no mataran a más de los suyos. Es decir, con todo lo que está sufriendo en el campo, y las ganas que tiene de vivir y de seguir luchando.
Las españolas que trabajaban en las fábricas de armamento buscaron la forma de boicotear las balas. Lo consiguen machacando moscas y metiéndolas en el percutor. Las balas que salían de allí no funcionan. Imagínate las ganas que tenían estas mujeres, a las que los nazi llamaban las gandulas, de decir que ahí estaban ellas. Querían poner en valor lo que eran y seguir peleando para ganar. Y sobre todo, para contarle al mundo lo que estaban haciendo con ellas.
M.G.- El libro cuenta con personajes reales entre las mujeres que estaban recluidas en Ravensbrück, pero también hay personajes reales en el bando de los alemanes. Por ahí aparece la figura de María Mandel.
F.C.- Sí, la bestia.
M.G.- Guardianas que eran peor que los hombres.
F.C.- Eran peores que los hombres, porque siempre tenían que estar compitiendo con ellos.
María era como la jefa del adiestramiento de guardianas, y las hacía a su imagen y semejanza. María se ganó el cargo y terminó en Auschwitz como la gran jefaza y la gran gobernanta. La que mejor gestionó los campos. Pero, a veces, cuando te pones a investigar, te planteas si aquellas mujeres no eran tan víctimas como las que estaban presas. ¿Por qué? Porque vienen de todo lo que fue el partido nazi, de toda la propaganda, de los discursos de odio que llevaban escuchando durante muchos años, y terminan por normalizarlos. Ellas creen que lo que les están contando es algo bueno y que el resto de la gente que no son como ellas, no tienen derecho a vivir. Llegaban con la cabeza hecha polvo. Y no sé, es complicado, y muy difícil de gestionar. Pero eran verdaderas bestias.
M.G.- Has comentado que has hablado con muchas mujeres. Con Neus, que es de las últimas que quedaban vivas. ¿Con quién más?
F.C.- Empecé a tirar de testimonios de mujeres polacas.
M.G.- ¿Y cómo fue esa comunicación?
F.C.- Pues aparte de tener que coger un traductor, lo que me llama la atención es que ellas lo cuentan más abiertamente que las mujeres de aquí. No sé si se debe al miedo, y a que veníamos de otra guerra. Pero estas mujeres polacas tienen clarísimo que quieren contarlo. Querían contar lo que les tocó ser y que ellas no eligieron. Y lo hablan de una forma más abierta. Es más, hay hijas de mujeres que estuvieron en el campo y que te dicen abiertamente que sus madres tuvieron la mala suerte de estar en un prostíbulo, pero no quieren que se les recuerde por eso. Y claro, todo eso es respetable. Pero creo que la memoria, como yo digo, hay que contarla tal y como sucedió. No podemos hacerla como a nosotros nos interese más porque, si no, creo que no estás dignificando ni contando realmente lo que pasó. Pero bueno, hay que respetarlo todo.
M.G.- Y al margen de la historia de Isadora, el presente de la novela transcurre en 2008, con María, la periodista que investiga la vida de Isadora. Esa parte de la novela tiene mucho misterio porque vamos a ver a personajes que no tragan a Isadora, sin que sepamos por qué. Es decir, que el lector también estará enredado en misterios.
F.C.- Sí, misterios que tienen mucho que ver con la historia principal. Al final, todo queda cerrado y bien atado. Ahí se verá que hay una historia familiar muy oscura y muy potente, que nadie se atreve a contar. Intuiremos que ahí pasa algo y no sabemos la fuerza que puede tener una foto para que incluso llegue a hundir los cimientos de una familia. Así que, ahí hay dos historias paralelas, muy fuertes, muy potentes, que tienen que ver con la memoria pero que también cuentan con una unión entre sí.
M.G.- Imagino que, tanto a María como a Carla, como a ti Fermina, esta historia les afectará, las cambiará.
F.C.- Siempre digo que cuando termino esta investigación ya no soy la misma. Hoy sé cosas de este campo que no sabía cuando estaba escribiendo la novela. Cuando la estaba escribiendo, lo que tenía en la cabeza era algo tan bestia, que aunque me pusiera a imaginar, no podía llegar a pensar lo que había sucedido realmente, y cómo eran las vidas de estas mujeres. Con todo lo que leí y lo que me contaron, no sabía cómo podía gestionar toda esa información para ser completamente respetuosa, para no caer en el morbo, y para que el lector las entendiera y las acompañara en todo el proceso que es esta novela. Porque eso es lo que es, un acompañamiento en sus penas, en sus alegría, que también las tuvieron, en sus duelos,... En todo ese proceso. Y no eres la misma persona. No puedes seguir siendo la misma persona.
M.G.- Como última pregunta, ¿Isadora tuvo descendientes?
F.C.- No. Sí que tenía buenos amigos, que son los que me muestran fotos que, por respeto se quedan ahí, y se acabó. Ese es el problema de estas historias y de esta memoria, que el tiempo no juega a favor nuestro porque nos estamos quedando sin ella. Habrá muchos más nombres que se pierdan y que nunca se puedan recuperar porque Isadoras hubo muchísimas.
M.G.- Entiendo. Bueno, Fermina, muchas gracias por atenderme. La novela la estoy disfrutando muchísimo. A pesar de que es todo una tragedia, me gusta mucho leer sobre ese contexto. Te agradezco mucho que hayas venido a Sevilla, y que tengas mucha suerte con esta primera novela.
F.C.- Gracias a ti.
Sinopsis: Yo, Isadora Ramírez García, que perdí mi nombre cuando abandoné España junto a mi madre, Carmen, y a mi tía Teresa en 1939 en busca de mi hermano Ignacio, voy a contarte mi historia, María. Para que sepas quién soy y quién era tu abuela, y todo aquello que reunió a nuestras familias durante la Guerra Civil para separarlas después. Sabrás de sus pérdidas, que fueron las mías, del dolor inhumano y las lágrimas constantes… Y lo que pasó cuando nuestros destinos se separaron y yo me convertí en una de las prostitutas del campo de concentración de Ravensbrück, un lugar lleno de puentes y palomas blancas, cuyas plumas se ensuciaron de sangre y semen por dos razones: la simple y llana supervivencia y la lucha incesante, con armas escasas, contra el fascismo.
Quieres saber del campo de concentración infame que atentó contra la vida de miles de mujeres; ahí está la historiadora que eres, María, y que nunca ejerció como tal, pero la periodista en la que te has convertido, entre vasos de whisky, demasiados, y que aún busca una identidad que le niegan los secretos de familia, lo que quiere saber realmente es qué esconde la caja de los dolores feos.
Tres días, María, tres días y podrás abrir esa caja en la que, al contrario que en el mito clásico, la esperanza no ha buscado refugio, sino que voló de rama en rama para posarse a las puertas del puerto de Vigo, de una calle de París; se quedó enredada en las alambradas de Ravensbrück, regresó malherida a las puertas de la pensión Soledad y allí cantó de nuevo por la libertad, las mujeres, los oprimidos y la revolución.
Personajes reales y ficticios, un horror inimaginable, pero también amistad, resistencia y fraternidad componen esta novela de la que no se sale inmune sobre los perdedores de la guerra de España y su exilio a infiernos donde la crueldad es incomprensible incluso desde la más profunda de las infamias.