Autor
Manuel Jabois nació en Sanxenxo (Pontevedra) en 1978 y empezó su carrera como periodista en Diario de Pontevedra. Tras pasar por El Mundo, desde 2015 escribe en El País. También tiene un espacio diario en el programa Hora 25 de la Cadena SER. Como escritor, ha publicado la novela A estación violenta (2008), las recopilaciones de artículos Irse a Madrid (2011) y Hay más cuernos en un buenas noches (2022); Grupo Salvaje (2012) -unas breves memorias sentimentales sobre el Real Madrid-, Manu (2013) y un largo trabajo sobre el 11-M titulado Nos vemos en esta vida o en la otra (2016). En 2019 publicó con gran éxito de crítica su primera novela en Alfaguara, Malaherba. La segunda, Miss Marte (2021), terminó de consagrarlo como uno de los escritores en español más populares de su generación. Mirafiori es su tercera novela.
Sinopsis
¿Qué harías si la mujer de la que estás enamorado te confía que ve fantasmas? Valentina Barreiro y el narrador de esta historia se conocieron en la adolescencia y han compartido un secreto toda su vida. Cumplidos los cuarenta, Valentina es una actriz de éxito y él un hombre despechado y sin fortuna. Un hombre que ya sólo la ama como puede. Sólo entonces, cuando sea tarde, llegarán a conocerse de verdad. Esta es una historia sobre la belleza de todo aquello que no tiene explicación. Una novela sobre la dificultad y la emoción de no poder comprender todo lo que nos ocurre.
[Información tomada de la web de la editorial]
Manuel Jabois saltó literariamente a mi vida cuando en 2019 pude conversar con él sobre Malaherba. Me encantó aquella novela(puedes leer la reseña aquí), describiendo ese momento crucial en que un niño se convierte en adulto, a través de un personaje que va calando en el lector. Luego, llegaría Miss Marte, y mis buenas sensaciones con la narrativa de Jabois se mantuvieron inalterables. La reseña de aquella novela, que puedes leer aquí, finalizaba diciendo que quedaba a la espera de su próximo libro. Es decir, tenía más ganas de Jabois. Y ese momento llegó en el último trimestre de 2023. En octubre del año pasado vio la luz Mirafiori, una lectura a la que me enfrenté los primeros días de este nuevo año. Os cuento.
La acción se inicia cuando el narrador se dirige en tren a la ciudad de Málaga. Mientras viaja, se imagina cómo será su llegada a la ciudad, donde supuestamente una mujer lo espera.
«No me esperará dentro de la estación sino en la calle, apoyada en la puerta de un Fiat 131 Mirafiori con un Ducados en la boca para encenderlo con una cerilla en cuanto me vea, como si su director le hubiese dicho "¡acción!"». [pág. 13]
Ella, la mujer que esperará fuera de la estación, es Valentina Barreiros, una famosa actriz, con la que el narrador mantuvo una relación durante veintidós años, aunque hace un lustro que se separaron. El inminente reencuentro en Málaga abre las puertas del recuerdo, y el narrador se retrotrae en el tiempo para contarnos el pasado en común. De este modo, en capítulos sucesivos y alternos, mientras el tren avanza, el lector conocerá cómo se conocieron en Pontevedra y empezaron a salir juntos. No eran más que unos adolescentes que se metían por primera vez en las cuitas del amor -la primera relación, el primer beso y todo lo demás-, circunstancia que coincide con un hecho trágico en la vida de Valentina, la muerte de su madre.
El recorrido por la vida común de la pareja nos llevará hasta Madrid, donde residieron a los veinticinco años y donde coincidieron con Ruth García Currás, la chica más guapa del instituto, que buscará destino como actriz en la capital, y curiosamente también será personaje que aparezca en el tren destino a Málaga. En ese viaje al pasado, también surgirán otros nombres, como el de Elba e Isolina, amigas de la madre de Valen, mujeres muy particulares (y lo dejo ahí), «señoras religiosas y de dinero»; y el de César, nieto de Isolina, que desapareció sin que se haya vuelto a saber de él, personaje que permite al autor describir el pantanoso mundo de las drogas.
Hasta aquí, todo normal. Podríamos pensar que Mirafiori es la historia de amor de una pareja que, después de unos años, se reencuentra. Y realmente casi es así. Pero no queda ahí la cosa. La relación de Valentina y el narrador viene marcada por otro hecho adicional. Y es que la joven ve fantasmas. Quiero decir, Valentina ve muertos desde que tenía ocho años, algo que le viene de familia.
«Mi madre los veía, mi abuela los veía, y ellas conocen a más gente que también». [pág. 90]
Aunque a Valentina no le hace ni chispa de gracia tener ese don.
«Se negaba a ver lo que tenía delante, fingía cada vez mejor que no ocurría, lo achacaba a un trastorno de la percepción de la realidad, hasta que un día me pidió, por favor, que fuese con ella a ver a un psiquiatra». [pág. 88]
Bueno, pues irán pasando cosas. Algunas relacionadas con la relación de pareja. Otras con el don de Valentina, Y otras tantas más de las que nos voy a contar nada. Y todo ello para llegar a un desenlace que me dejó muy noqueada. No me lo esperaba. Me vais a perdonar que sea tan clara pero justo en el momento en el que Jabois suelta la bomba, grité «¡no me jodas!», y me sonreí.
Qué me ha gustado de esta novela y qué no me ha convencido
Veréis, enfrentarme a esta novela me ha resultado una lectura muy desigual. Voy a empezar por lo negativo. Confieso que estuve a punto de abandonar la lectura en la página cincuenta. Me estaba costando muchísimo entrar en la historia. No era porque el relato no me interesara, sino porque sentía que no sabía hacia dónde me dirigía la historia. No conseguía conectar con la forma de disponer los hechos. Pero soy terca y no tiro la toalla. Continué con la lectura y me exigí paciencia. Y poco a poco, llevándome mi tiempo, fui recopilando las piezas del puzle que Jabois me proponía, las fui colocando unas junto a otras, y armé la historia. Sí, pero me costó lo mío.
Hay que reconocer que, más allá de ese obstáculo inicial que me acompañó durante un buen trecho del camino, la narrativa de Jabois es muy bonita. En esos pasajes, en los que se invita a reflexionar al lector sobre el amor, uno puede encontrar líneas memorables. El autor nos permite vagar desde el amor más luminoso hasta ese otro en el que, como reconoce el propio narrador, se traspasa la linde de la obsesión.
Las desiguales sensaciones que experimenté durante la lectura quedaron barridas por ese desenlace que os comento. No lo vi venir. Pero si lo pienso ahora, ¿me recuerda este final a la trama de alguna película que todavía retumba en la cabeza de los espectadores? No voy a dar más detalles, pero si habéis leído esta novela, contadme. Así que, por resumir, Mirafiori es una novela con un discurrir que para mí no ha sido nada llano, hasta ese final que pone todas las piezas en su sitio. ¿Merece la pena? Pues, depende de la paciencia que tengas. A mí, sí me la mereció, pero reconozco que me ha gustado lo justo.
Personajes
Toda la trama de Mirafiori gira alrededor de dos personajes principalmente. El narrador es un escritor de obituarios a tiempo completo, es decir, él se dedica a dejar «escritas las necrológicas de gente que ha tenido una vida que merece ser contada cuando muere». Y las escribe cuando el sujeto en cuestión está aún vivo. Por eso viaja a Málaga, para escribir el obituario de María Jesús García Campuzano, conocida como La Nazarena, leyenda del cante jondo. Quiere hablar con la artista para que le cuente su vida y así poder usar esa información y escribir el obituario. Y aprovechando este viaje de trabajo, quiere ver a Valentina porque sabe que la actriz está rodando en Málaga.
En un momento dado llegué a pensar que este narrador me caía mal. Por lo que había hecho, por su percepción de la realidad, lo veía poco empático y bastante antisocial. Me parecía un tipo raro, que no ha sido capaz de superar la ruptura de un antiguo amor, y empieza a hacer cosas extrañas. Hasta él mismo lo reconoce.
«Sé que daba miedo. Sé que cualquiera , viendo mi historial web y entrando en mi cabeza para saber quién la ocupaba las veinticuatro horas del día, podría haber pensado que iba a matarla y suicidarme después para acabar con eso, porque me ajustaba al perfil de un asesino de mujeres». [pág. 157]
Sin embargo, llegó un momento en el que mis impresiones iniciales cambiaron. Dejé de ver al narrador como un tipo obsesivo y empecé a entender que hay amores que se meten tan adentro que ya no te puedes librar de ellos.
En cuanto a Valentina, no quiero profundizar en este personaje. Me parece que solo habrá un momento en el que la conozcamos de verdad. Pero para eso, tendrás que leer la novela.
Estructura y estilo
Escrita en primera persona, si hay algo que caracteriza a Jabois es la suma elegancia con la que escribe. Sus descripciones, no ya paisajistas o físicas, sino emocionales, son de una belleza extrema. No es raro toparte con una reflexión que te deje en el limbo.
Mirafiori se estructura en dieciséis capítulos en los que los diálogos compensan una narración que, si bella, también es ardua. Y cuenta con un epílogo final en el que la voz narrativa cambia. El escritor de obituarios le cede el testigo a la propia Valentina. Ese capítulo final es que el que da sentido a todo lo anterior. Y me están entrando una ganas enormes de dejaros a aquí alguna frase bomba pero, obviamente, no lo voy a hacer.
Poco más os voy a contar de Mirafiori, una novela que habla de amor y de desamor, pero también de fantasmas, que depara una enorme sorpresa final pero que, a la vez, deja un regusto nostálgico y triste. A mí, a pesar de las impresiones iniciales, me gustó, aunque no tanto como las dos anteriores.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
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