Conozco a Benito Olmo desde sus inicios, cuando pisaba el suelo de la literatura con convicción pero también con prudencia. Lo dejó todo, sin mirar atrás, y apostó por lo que más le gustaba, contar historias. Desde aquella primera novela, La maniobra de la tortuga, que ha sido llevada al cine, el autor gaditano ha ido creciendo. Poco a poco, y no sin esfuerzo, ha ido labrándose una reputación que le ha granjeado un buen puñado de lectores.
Benito Olmo llega ahora con una novela que me parece fabulosa.Tinta y fuego (N de Novela) es de esas historias que irremediablemente van a atrapar al lector.¿A quién no le gusta leer un libro sobre libros? Pero no queda ahí la cosa. Lo más fascinante de esta historia es lo mucho que el autor nos descubre. Porque es verdad que todos sabemos las salvajadas culturales que hicieron los nazis, lo mucho que destruyeron, y lo mucho que saquearon. También sabemos que quemaron muchos libros como si tal cosa pero, ¿tú sabías que en Berlín hay un grupo de personas que se dedican a rastrear libros robados por los nazis y a devolvérselos a sus auténticos propietarios? Yo no tenía ni idea. Y eso, a través de una historia de ficción y de la búsqueda de la Biblioteca Comunitaria Judía, es lo que nos cuenta Benito Olmo en Tinta y fuego. Así que, esta novela no te la puedes perder. Mientras te cuento mis impresiones sobre la lectura, te dejo con la entrevista.
Marisa G.- Benito, qué alegría tenerte por aquí, por Sevilla, además con un pedazo de novela como esta, como Tinta y Fuego, que tienes que estar súper contento porque es que el libro es una pasada. Estoy muy enganchada, y la gente que lo está leyendo, y que conozco, piensan exactamente igual. Es decir, has pegado el pelotazo con esta novela.
Benito O.- Bueno, pelotazo... Estoy en ese momento, en el que la novela acaba prácticamente de salir y todavía no me han llegado muchas opiniones. Quiero ser cauteloso. Todavía no tengo muchos datos, pero sí que es verdad que hay gente que está muy entusiasmada.
Tinta y fuego no es solo una novela negra, como las que escribo habitualmente, sino que realmente es una novela de amor a los libros, a las librerías, a los que amamos los libros y este mundo que, de alguna forma, nos reconforta. Me siento muy a gusto cuando leo libros sobre libros y esa era mi intención, escribir una novela que fuera al mismo tiempo un homenaje a los libros, al coleccionismo, a las librerías y a los libreros.
M.G.- Un bonito homenaje pero también desvelas una historia que no sé si mucha gente sabe. Es sabido que, durante la Segunda Guerra Mundial, los nazis hicieron un espolio cultural muy importante. No solo se apropiaron de obras de arte, sino que también se adueñaron de libros y bibliotecas. Y es que ahora resulta que hay unos señores que se están encargando de devolver esos libros robados a sus verdaderos propietarios. En esta novela abordas eso y mucho más. Perfila un poco más la trama.
B.O.- A esta trama llegué casi por accidente. Un día leí una noticia sobre una chica de Barcelona que había recibido una llamada de Berlín. Era un bibliotecario de nombre Sebastian. Él le dijo a esta chica que en los anaqueles de la Biblioteca Nacional había aparecido un libro que pertenecía a su padre. Esta chica no se fiaba mucho de aquello. Su padre era alemán, pero siendo niño emigró a Uruguay y de allí a Buenos Aires, para empezar una nueva vida. Su padre y su abuela eran judíos, y tuvieron que huir del país en cuanto los nazis llegaron al poder y se alzó el Tercer Reich. El clima en Alemania era muy poco favorable para gente como ellos. Su padre nunca habló de su pasado, nunca habló de lo que sufrió, nunca habló de por qué tuvieron que marcharse de su país natal. Y cuando esta chica recibió en su casa este libro, de alguna forma conectó con una parte de su pasado que ella no conocía, una parte de su padre que le era desconocida. Ella me contó que aquel libro era muy común, un libro de cuentos infantiles, que, en cualquier librería de segunda mano, no costaría más de dos o tres euros. Pero claro, para ella, esa conexión con su padre era algo incalculable.
Al leer aquella noticia, automáticamente me pregunté cómo había llegado ese libro a esa biblioteca en Berlín, quién era este tipo llamado Sebastian, y cómo le había devuelto el libro a la hija del dueño. Así que, lo llamé, hablé con él, me trasladé a Berlín, y allí me contó que aproximadamente un tercio del fondo de la Biblioteca Nacional de Berlín procede del saqueo nazi. A Sebastian le pregunté que por qué no se hablaba más de esto. Todos conocemos la historia del saqueo de obras de arte y él me decía que eso era normal porque las obras de arte tienen un peso, un valor, un recorrido. Sin embargo, los libros que hay en esa biblioteca de Berlín no son libros excepcionalmente valiosos. Allí no hay incunables ni primeras ediciones. Son libros que cualquier persona, como tú o como yo, dejaríamos atrás si fuéramos deportados, o si tuviéramos que huir del país, o si fuéramos asesinados. Sebastian me enseñó los sótanos donde se guardan esos libros. Hay un montón de habitaciones repletas de libros, decenas de miles de libros pero son libros sobre plantas, sobre cocina, muchísimos son infantiles, que eso es descorazonador, y libros de viaje. Cada libro cuenta una historia, la historia de cómo fueron arrebatados de sus dueños y luego captados por estos nazis, que se dedicaron a mal venderlos o a acumularlos.
Ese departamento de la biblioteca de Berlín está dirigido por Sebastian. Son solamente tres personas. Se dedican, primero, a identificar estos libros robados, a ver qué libros pueden haber llegado a sus estanterías de forma ilegítima. Y una vez que los identifican, tratan de verificar quiénes fueron los propietarios de esos libros. Es un trabajo muy artesano, porque parten de las anotaciones que encuentran en las páginas, como sellos de propiedad, exlibris, una fecha anotada a mano, un apellido. Como digo, es muy artesano. Ellos buscan un apellido, una fecha, eso lo extrapolan a la base de datos de víctimas del nazismo, y encuentran a los propietarios o a sus descendientes, y a día de hoy llevan mil doscientos libros devueltos en veinte años, que no está nada mal.
M.G.- Pero es como buscar una aguja en un pajar.
B.O.- Sí, es un trabajo muy ímprobo y la mayoría de las veces no llega a ningún lado. Te puedo citar el caso de Rudie, que aparece también en la novela. Tienen allí un libro, Im Dunkelsten Afrika, con una dedicatoria en la primera página que dice: «A mi querido Rudie, en su decimotercer cumpleaños, de mamá». Y una fecha y una firma, ¿no? Ese nombre y esa fecha, a través de la base de datos de víctimas del nazismo, los puso en contacto con Rudie Joelsohn, un tipo que nació en Berlín. En 1943 fue trasladado a Auschwitz, donde fue asesinado. Su padre y su madre fueron asesinados un año después. No queda nadie a quien devolver ese libro. Saben a quién perteneció, quién fue su dueño pero ese libro permanece en una especie de limbo del que no va a salir, porque nadie lo va a reclamar, aunque sabemos de dónde procede. Y como esa historia, hay miles de historias más. Es un libro muy común que cuenta una historia de abandono, de desolación, muy oscura, que va mucho más allá de los que se ve en sus páginas.
El trabajo de Sebastian me parece formidable. Lo hacen con mucho entusiasmo y con muy pocos medios. Esa restitución de libros robados me pareció... Es que me dieron ganas de irme allí con ellos a trabajar.
M.G.- Sí que dan ganas, sí.
Bueno, abrimos el libro y vemos en las gualdas una fotografía en la que se ve gente quemando libros. ¿Qué esa foto? ¿Qué muestra?
B.O.- Esa foto muestra el saqueo de libros que luego fueron quemados. Las juventudes hitlerianas captaban libros de bibliotecas y universidades para quemarlos. Al principio, creía que los nazis quemaban libros de una forma totalmente irracional, que era una cosa muy desapasionada. Sin embargo, a medida que iba investigando, me di cuenta de que esa quema de libros respondía a motivos mucho más racionales de lo que pensamos.
Alfred Rosenberg era perfectamente consciente del poder de los libros. Si se eliminaban los libros que contenían la historia de los masones, de los comunistas, de los judíos,... de alguna forma eliminaba la historia de sus enemigos. Así, llegaría el día en que los judíos, aquellos que sobrevivieran al Holocausto, no tendrían referente alguno, no tendrían ni idea de su historia y estarían condenados al olvido. Y al mismo tiempo, se esforzó también en robar esos libros y almacenarlos para que futuras generaciones supieran de dónde venían sus enemigos y pudieran combatirlos con más eficacia.
Esa foto concretamente muestra la quema de libros más famosa que se produjo en la Bebelplatz, donde ardieron más de veintitrés mil libros.
M.G.- Y donde hay hoy día una escultura.
B.O.- Sí, una obra de arte. Es un agujero excavado en el suelo. Si tú pasas por delante a lo mejor ni siquiera lo ves, pero si te fijas hay una habitación excavada bajo tierra con un montón de estanterías desnudas, estanterías sin libros. Estanterías en las que caben exactamente veintitrés mil libros que son los que se quemaron allí. Es una escultura muy visual. De alguna manera, te da una idea de lo que fue aquella debacle.
M.G.- Has mencionado a Alfred Rosenberg. Si buscamos a este señor en Internet, vemos que tenía cara de mala leche. Él fue el que se encargó de dirigir el saqueo de esas bibliotecas públicas y privadas. Una de esas bibliotecas, que además constituye el núcleo de esta novela, es la Biblioteca de la Comunidad Judía de Roma.
B.O.- Sí, exactamente.
M.G.- Que desapareció y nunca más se volvió a saber de ella.
B.O.- Es una historia formidable y real. En cuanto tuve conocimiento de ella me di cuenta de que tenía que escribir sobre esto. Me hacía pensar en tesoros escondidos, en reliquias, en libros de Tintín, en Indiana Jones. Me atraen esas historias de aventuras que tanto me gustaban de crío.
Alfred Rosenberg tenía claro que los nazis tenían que poseer las mejores bibliotecas. ¿Por qué? Porque ellos, la raza aria, tenía que preservar todo lo bueno. Rosenberg era uno de los ideólogos del nazismo. Aunque ni siquiera sus propios compañeros se lo tomaban muy en serio, él creía que la raza aria provenía de la antigua Grecia, de los dioses, que eran perfectos, bellos, y todo lo malo del mundo provenía de otras razas. Él sabía que en Roma había dos grandes bibliotecas: la Biblioteca de la Comunidad Judía y la Biblioteca del Colegio Rabínico. Una vez que Roma fue sometida, en octubre de 1943, dos grandes trenes llegaron a la ciudad para llevarse las dos bibliotecas. Cargaron los libros en los trenes en diciembre de 1943. Y los dos tres dejaron Roma con rumbo a Frankfurt. Sin embargo, uno de esos dos trenes nunca llegó a destino. El paradero de ese tren sigue siendo hoy un misterio. La Biblioteca de la Comunidad Judía se perdió. De hecho, el gobierno italiano creó en 2002 una comisión para investigar qué pudo pasar con esa biblioteca. Era muy valiosa, con más de siete mil libros, entre incunables, primeras ediciones, manuscritos de los primeros judíos sefardíes de España. Esa comisión estuvo trabajando durante nueve años y llegaron a varias conclusiones que se recogen en un informe público, que figura en Internet. En ese informe se dice que se sabe que el tren no fue destruido porque no hay ningún bombardeo que, en esa fecha, destruyera ningún tren. También se sabe que no llegó a Frankfurt. Quizá llegó a Berlín o al sur de Polonia, donde los nazis tenían unos depósitos de libros. Como Alemania estaba siendo bombardeada día sí y día no, para mantener los libros a salvo los llevaban al sur de Polonia. Así que se juega con esas dos teorías. La Biblioteca de la Comunidad Judía de Roma puede encontrarse al sur de Polonia o bien puede que llegase a Berlín y luego, con la entrada del Ejército Rojo, la capturaran y se la llevaran a Rusia. Como bien sabes, Rusia y Polonia son dos gobiernos muy herméticos. Apenas cooperaron en estas investigaciones y no se pudo llegar más lejos. Pero esa investigación sentó las bases para que en el futuro se pueda localizar esta biblioteca, ya sea en Rusia o en Polonia.
En Tinta y Fuego aventuro un posible destino para esa biblioteca. Ya los lectores tendrán que darle su visto bueno y reflexionar sobre lo que pudo suceder con ella.
M.G.- En esa biblioteca sí había incunables, primeras ediciones, ediciones príncipes,... Libros muy valiosos.
B.O.- Sí. Los libros que hay en Berlín son libros que no quería ni Himmler, que era un coleccionista, ni el RSHA. Esos libros están allí almacenados porque no tenían demasiado valor. De alguna forma, Sebastian y sus compañeros descubrieron también algo muy desagradable, que durante muchos años, los bibliotecarios de Berlín ocultaron de forma deliberada la procedencia de esos libros. No se sabe muy bien por qué pero, cuando mandaban a arreglar ciertos libros, a los encuadernadores les pedían que retirasen cualquier exlibris, cualquier marca de propiedad, algo que no se hacía de forma habitual. Un libro tiene una historia y esa historia se tiene que preservar, ¿no? Cuando examinaron estos exlibris que se retiraban y vieron que la mayoría tenían un ornamento judío, automáticamente se dieron cuenta de que algo no cuadraba. Investigaban muchos libros con la letra J en la primera página. Su procedencia era indudable. De esta forma llegaron a la conclusión de que muchos libros de la Biblioteca Nacional de Berlín procedían del saqueo nazi. Lo más difícil era encontrar a los propietarios y restituirlos porque la burocracia va muy lenta.
Cuando estuve allí la última vez, Sebastian me enseñó un libro con un sello en la primera página de la Biblioteca Másonica de París. Y yo le preguntaba que si estaba tan claro que ese libro pertenecía a esa biblioteca, ¿por qué no se había devuelto ya? Y me contó que hace muchos años le escribió a la logia y no le respondieron. Le volvió a escribir y respondió un tipo que ya no está. Pero su sustituto pasó del tema. Es un proceso farragoso y tan lento que la mayoría de las veces está abocado al fracaso. Pero cada pequeña victoria es un aliciente para ellos, para seguir luchando y no desanimarse.
M.G.- Yo he estado buscando la base de datos que ellos manejan, con esos libros robados. Cualquiera puede entrar y mirar para ver si los libros de su familia andan por ahí.
B.O.- Exactamente. Tú pones un apellido en esa base de datos y te aparecen los libros de esa persona. Sebastian me contó que tienen más de treinta libros de un tipo llamado Louis Sacks en la biblioteca, pero no saben quién fue. Ese hombre tomaba notas de todo en sus libros. Pero de todo. De títulos de canciones, direcciones,... Sebastian me decía que Sacks era más que un nombre para ellos. Para él es un grafólogo al que le gustaba el jazz. Tenía un loro como mascota y anotaba recetas. Louis Sacks es una persona con nombre, apellido, aficiones, inquietudes, pero no logran dar con él. No saben quién fue realmente y no hay nadie al que devolver esos libros. Como aparecen en la base de datos, tiene la esperanza de que llamen la atención de alguien. Para él es muy valioso poner a una persona detrás de esos libros porque, de alguna manera, humaniza lo que están haciendo. Que esa información figure en Internet, creo que es fundamental.
M.G.- Benito, ¿tú que has sentido al meterte en esta historia?
B.O.- Cuando descubrí la historia, me emocioné mucho. No me explicaba como nadie hablaba de esto. No es que yo sea el primero, tampoco. De hecho, durante mi investigación, leí un libro escrito por un tipo de Noruega, que publicó un libro sobre el expolio nazi de libros. Se llama Ladrones de libros de Anders Rydell. Ese libro te pone sobre la pista de este expolio. Pero claro, una cosa es leer un libro sobre ese tema y otra muy distinta es ir a Berlín y meterte en el Limbo, en ese sótano, rodeado de libros, con historias de terror, de soledad, de abandono. Todos esos libros pertenecieron a alguien y ahora están en ese sitio.
En mi casa, tengo libros muy especiales. Libros que a lo mejor a ti te parecerían comunes pero para mí tienen mucho significado, bien porque me acompañaron en un momento muy complicado de mi vida, o porque tengo especial aprecio a la persona que lo escribió. Que esos libros estén en una biblioteca al alcance de cualquiera me parecería un sacrilegio porque son míos y de nadie más. Esos libros cuentan mi historia.
Estar en ese sótano es muy emocionante. Cuando estuve por primera vez me embargó una sensación de desaliento muy profunda. Y la segunda vez que fui, con la novela ya escrita, de alguna forma fue como si se cerrara el círculo. Creo que he hecho lo que tenía que hacer. He escrito sobre ellos y les he dedicado la novela. Espero que a raíz de Tinta y Fuego, mucha gente conozca la labor que hace Sebastian. Quién sabe si conseguiremos restituir algún libro más gracias a esta novela. No habría un final mejor.
M.G.- ¿Y ellos están abiertos a hablar con cualquier persona que llegue allí para conocer su trabajo? ¿Les gusta hablar del tema?
B.O.- Ellos están muy abiertos. Necesitan hablar porque no tienen apenas medios. Son sólo tres en el departamento para decenas de miles de libros que hay en el Limbo, esperando a ser restituidos. Tienen muy pocos medios, aunque el propio Sebastian me cuenta que reciben financiación del gobierno alemán. Si no tuvieran esta subvención, el departamento lo hubieran desmantelado ya. Así que él está abierto a dar entrevistas, a atender a todo el mundo. ¿Qué sucede? Que muchos expertos, bibliófilos, periodistas van allí y se interesan por el tema pero desaparecen cuando se dan cuenta de que allí no hay libros de valor. Que yo me haya interesado y que haya escrito una novela es un aliciente para él.
M.G.- Pues vamos a hablar de los personajes que también van a jugar un papel importante, obviamente, en la novela. En esta historia vamos a ver personajes ficticios, personajes reales, como el propio Sebastian, y personas que conocemos pero que tú haces personaje de novela.
B.O.- Sí. He intentado mezclar personajes reales y personajes inventados. Hay unos cuantos personajes reales como por ejemplo, Juan Manuel de la librería Manuel de Falla o Juan José Téllez, que es muy buen amigo. Le hice este cameo sin pedirle permiso. No sabía cómo se lo iba a tomar porque además su personaje es fundamental. Pero le ha encantado. Greta se refiere a Téllez como un viejo zorro y él me dice que a partir de ahora se va a presentar así siempre, como un viejo zorro. Y bueno, ese ha sido el desafío, mezclar personajes reales y situaciones reales con una trama totalmente inventada. Porque Tinta y Fuego es una historia de ficción, es una aventura en la que quiero que los lectores se embarquen. Quien detecte estos personajes reales va a sentir ese guiño y quien no los detecte, pues no va a pasar absolutamente nada, porque va a leer una trama que creo que está bien contada, con ritmo, que pretende ser adictiva y aventurera. Quiero que la gente se entretenga.
M.G.- Greta es uno de los personajes reales principales. Ella tiene un trabajo interesantísimo. Se dedica a buscar libros perdidos, libros robados,... ¿Cómo es este personaje y a qué se dedica realmente?
B.O.- Greta es una buscadora de libros antiguos, de libros raros y valiosos. Trabaja para coleccionistas, para libreros, para bibliófilos. Pone en contacto a unos con otros. Su hábitat natural son las librerías de viejos, los almacenes polvorientos. En el momento en el que empieza la novela, Greta está en horas bajas. Ha sido acusada de robar un libro muy valioso. De alguna forma, su reputación está en entredicho. Pero va a recibir un encargo muy inusual. Tiene que encontrar una biblioteca robada durante la Segunda Guerra Mundial. Es un encargo que se escapa totalmente de su competencia, pero al que no sabe resistirse por un motivo, porque le hace falta pasta. Así que emprende la búsqueda de esta biblioteca que la va a llevar por media Europa. Irá a Polonia, a Italia, a Berlín y acabará en Cádiz. Es una trama que recorre varias ciudades. Una especie de búsqueda del tesoro que a mí me retrotrae a mi niñez. Me hace ilusión ponerla al frente de esta novela.
M.G.- ¿Va a terminar en Cádiz, entonces?
B.O.- Termina en Cádiz, sí, sí. En Cádiz hay una librería que juega un papel fundamental en la novela, que es la librería Manuel de Falla. Su propietario, Juan Manuel, se jubila dentro de unos meses. A mí me da mucha pena porque esa librería cumplió hace poco treinta y tres años. Es la librería más antigua de Cádiz. Para mí esa librería tiene algo especial porque de chico iba allí y así me convertí en lector. Pero luego Juan Manuel, como mucha gente sabe, tú también lo sabrás, tiene un trabajo soterrado. Él no solamente vende libros. Además, te puede localizar libros que son difíciles de encontrar en el circuito de las librerías, o manuscritos, o cartas náuticas. El tiene ese trabajo y cuenta con una selecta clientela. Es un hombre muy callado, muy comedido, pero hay gente muy importante que recurre a sus servicios de forma habitual. A mí me venía muy bien un personaje así. Por lo tanto, la novela termina en Cádiz con este personaje, con la librería Manuel de Falla y, en cierto modo, se cierra el círculo. Como te digo, Juan Manuel se jubila dentro de unos meses y la librería no volverá a ser la misma. Por un lado, es un alivio para él porque va a poder descansar pero, al mismo tiempo, le da cierta pena. Él dice que si tuviera veinticinco años menos, a la librería le quedarían todavía otros veinticinco años por delante. Pero él lo deja porque no puede más. Y bueno, yo le he querido rendir este homenaje. También lo hice sin pedirle permiso, pero se siente muy halagado.
M.G.- Yo tengo el mundo de los bibliófilos como muy idealizado en mi cabeza. Hay gente que ama los libros, que los atesora, que los busca,... Y en esa imagen no me cabe el mal. Sin embargo, en esta novela sí vamos a ver a gente con pocos escrúpulos y que su pasión por los libros va más allá de la que tenemos tú y yo, por ejemplo.
B.O.- Claro. Es que no es lo mismo los que amamos los libros, como tú y yo, que amamos las lecturas y las buenas historias, como el coleccionismo. El coleccionista se mueve por unas pulsiones que muchas veces no tienen nada que ver con las historias. Se da el caso de coleccionistas que coleccionan miles de libros y no los leen, simplemente los atesoran. Para esta novela, me he puesto en contacto con muchos bibliófilos. He conocido a algunos que coleccionan libros intonsos, que son esos libros que tienen los pliegues sin cortar, que no se pueden separar sus páginas. Los mantienen así. No los leen. Sólo los atesoran. Hay bibliófilos que nunca hablan de su colección, que no se la enseñan a nadie. O tengo amigos que coleccionan libros y se gastan una millonada en libros muy concretos cuando no tienen ni para el alquiler. Todo eso tiene mucho que ver con las pulsiones y no con el verdadero amor por la palabra escrita. De hecho, me han hablado de bibliófilos que se han adquirido una tirada entera de trescientos ejemplares de un libro, y la han destruido, menos un único ejemplar, para que ese libro sea el único y el más valioso. Eso no es amor a los libros. Eso es amor a uno mismo.
En Tinta y Fuego hay un personaje así. Stratos, que aparece en la primera página, es un coleccionista, en el sentido más amplio de la palabra. Es capaz de cualquier cosa por conseguir un ejemplar concreto. Y ahí empieza la novela.
M.G.- Lo comentabas antes, el poder de los libros. Parecen instrumentos inofensivos, sólo papel y tinta, pero son poderosos. Por eso lo que hicieron los nazis. Arrebatar el conocimiento que dan los libros es una forma de manipular. En realidad, los libros son un arma poderosa.
B.O.- Muy poderosa. Tenemos un caso muy reciente, lo que ocurrió con Fariña. Cuando el libro salió, primero se prohibió su venta y se embargó. Pero luego se ha hecho una serie y no se ha embargado. ¿Por qué? Porque el libro tiene ese poder. La serie la ves y la olvidas. Sin embargo, el libro tiene algo más. Es un ejemplo muy gráfico del poder que tienen los libros, porque siguen transmitiendo conocimiento. Lo que está escrito se queda escrito.
M.G.- Has comentado que en tu biblioteca hay ejemplares a los que tienes especial cariño. ¿Cuál sería tu ejemplar más preciado?
B.O.- Tengo unos cuantos, pero te voy a hablar de uno muy concreto, que es el libro que me convirtió en lector. Bueno, yo ya leía mucho antes de ese libro, pero cuando lo leí, fue cuando me di cuenta de que yo quería contar historias. Es un libro juvenil que se titula Todos los detectives se llaman Flanagan de Andreu Martín y Jaume Ribera. Es de Círculo de Lectores y no es una edición especialmente bonita. La tengo totalmente amarilleada, con el lomo destrozado de las veces que la he leído. Si lo abres un poco más de la cuenta, las páginas se caen. Está en un estado muy lamentable. Pero además, conocí a Andreu Martín en Alicante Noir. Sabía que el autor iba a estar y me llevé el libro para que me lo dedicara. Así que ahora tiene mucho más valor. A él le hizo mucha ilusión ver ese libro tan castigado. Sobre todo, le hizo ilusión verse tan joven en la foto. Se vio con pelo y se vio divinamente. Ahora, ese libro tiene un valor muy especial para mí, pero es un libro que, en cualquier librería de segunda mano, no costaría más de dos o tres euros. Y a lo mejor para ti no significa nada, pero a mí me acompañó en un momento complicado de mi vida y tiene mucho valor. Así que ahora mismo soy incapaz de ponerle precio a ese libro. Si tuviera que quedarme con un solo ejemplar y destruir el resto de mi biblioteca, salvaría ese libro. Creo que todos tenemos un libro así, que nos ha acompañado en un momento de nuestra vida, que nos ha hecho de salvavidas,... Creo que eso es lo bonito de los libros.
M.G.- Así es. Bueno, Benito, por hacer un poco de resumen de lo que has escrito hasta ahora. Tenemos dos novelas protagonizadas por Bianquetti, otras dos por Mascarell. Si seguimos ese patrón, ¿vamos a volver a ver a Greta buscando más libros?
B.O.- En principio, no. No quiero retomar a Greta. De hecho, estoy trabajando en otra historia que no tiene nada que ver con ella. Creo que Greta debe terminar en esta novela y si aparece en otra será como un cameo totalmente involuntario. Así que, en principio, esta historia empieza y acaba aquí. Ahora estoy en otras historias, en otra trama que me saltó mientras investigaba para esta. Ahora mismo la tengo parada porque estoy con la promoción de Tinta y Fuego. Cuando acabe, la retomaré. Creo que va a ser interesante.
M.G.- Esta, desde luego, es espectacular. Deberían llevarla al cine. No sé si te habrán tanteado...
B.O.- Hay interés por parte de un par de productoras. Con la película de La manera de la tortuga, de alguna forma, se abrió la esclusa. Tengo la etiqueta de que mis novelas son muy adaptables. Es verdad que esta es muy golosa porque la búsqueda de un tesoro siempre es interesante, con pistas falsas que te llevan de un país a otro, con gente que te siguen los pasos, porque quieren lo mismo que tú y encima cuentan con más medios,... Es goloso y divertido. Veremos si termina convirtiéndose en serie. Creo que puede terminar saliendo.
M.G.- Yo me alegraría muchísimo. Benito, no tengo más preguntas que hacerte. Me encanta verte. Estoy disfrutando mucho de la lectura. Me parece un pelotazo, te lo digo sinceramente. Felicidades y mucha suerte con lo que venga porque, creo que eres de esos autores que se lo han currado mucho. La suerte está ahí, pero sin currársela no se consigue nada.
B.O.- Llevo seis años dedicándome solamente a escribir. Dejé mi trabajo de policía portuario. Era un trabajo cómodo y escribía en mi tiempo libre. Pero yo necesitaba dedicarme solamente a escribir. Y en ese sentido, he puesto todo de mi parte. Si no tengo suerte, ya veremos qué hago, pero por mí no será. Voy a hacer todo lo posible por seguir escribiendo y seguir contando historias. Si al final tengo que ponerme a poner copas o volver al muelle, pues lo haré. Pero ya me encargaré yo de que no sea así.
M.G.- Seguro que no tienes que volver a eso. Muchas gracias por atenderme.
B.O.- Muchísimas gracias a ti, de verdad.
Sinopsis: Greta es una reputada buscadora de libros raros y valiosos, aunque su popularidad ha caído en picado debido a la desaparición de una primera edición de Borges que debía tasar. Ahogada por las deudas y la desconfianza de sus allegados, acepta un encargo insólito: encontrar la biblioteca de la familia Fritz-Briones, perdida durante la Segunda Guerra Mundial.
La investigación la conducirá hasta Berlín, donde constatará que los nazis llevaron a cabo el mayor robo de libros de la historia, pero también algo más: alguien está asesinando a bibliófilos, libreros y coleccionistas de todo el mundo para tratar de reconstruir la mítica Biblioteca de la Comunidad Judía de Roma, que fue saqueada y escondida por el Tercer Reich.
Greta no podrá resistirse a este giro en la investigación. ¿Qué amante de los libros ignoraría el rastro de la legendaria colección? Poco importa que su vida pueda estar en peligro; lo que no sabe es que esta aventura la llevará a descubrir una verdad