A Laura Martínez-Belli la conocí en el último Certamen Internacional de Novela Histórica que se organiza en Úbeda cada año. Entonces, acudió a la ciudad de los Cerros para presentar La otra Isabel, una novela con la que se pretendía rescatar la figura de Isabel Moctezuma, princesa mexicana que tuvo una hija con el conquistador español, Hernán Cortés. Ahora, la autora nacida en Barcelona, pero con una sólida vinculación a la ciudad de México, publica La mesa herida (Espasa), un libro que primero vio la luz en esa ciudad y del que ahora podemos disfrutar los lectores españoles.
La mesa herida es una emotiva e interesante novela, que gira alrededor de la figura de Frida Kahlo. La famosa pintora mexicana, convertida hoy en un icono pop, pintó en 1940 un cuadro titulado tal y como Martínez-Belli nombra su novela, de grandes dimensiones, de corte alegórico, y con el que la pintora pretendía plasmar sus emociones tras descubrir la infidelidad de Diego Rivera con su hermana Cristina.
Movida por el deseo de poner su arte al servicio del Partido Comunista, Frida Kahlo envió este cuadro a Moscú en el año 1947. Según se desprende de la novela, la pintura no tuvo buena acogida entre los soviéticos. Tiempo después, aquel cuadro desaparecerá. ¿Qué pasó con él? En esta novela, Laura Martínez-Belli fabula lo que pudo suceder. Lo hará a través de dos hilos narrativos. Uno protagonizado por la propia Frida Kahlo y otro encabezado por una joven rusa, de nombre Olga Simonova, que quedará fascinada con la obra de la pintora mexicana.
Martínez-Belli estuvo la semana pasada en Sevilla y pude conversar con ella. Os dejo con la entrevista.
Laura MB.- Uff, México para mí es el descubrimiento de la vida. Fue un rayo de luz que se abrió en el cielo. Fue todo muy bonito y viví allí muchas experiencias. Yo llegué a México con veinte años, un momento muy especial en la vida de cualquier persona. Fue mi nacimiento, digamos, a la vida adulta y bueno, una pasión, un primer enamoramiento también.
M.G.- La mesa herida, como digo, es el título de tu nueva novela pero también el nombre de un famoso cuadro de Frida Kahlo. La trama de esta novela gira alrededor de la pintora y de esta obra. ¿Cuál fue tu motivación para fijarte en Frida y en este cuadro?
L.MB.- Fue el propio arte. Es decir, primero llegó La mesa herida, el cuadro, y luego la figura de Frida Kahlo, porque La mesa herida incluía una historia. Yo siempre busco historias que toquen mis dos lados: México y España. Al menos, lo intento. Y en esta ocasión, surgió esta historia de arte robado y desaparecido, algo tan misterioso, con ese cuadro tan grande, que viaja a Moscú y luego desaparece en Varsovia, durante los años de la Guerra Fría; un cuadro que, además, es de Frida Kahlo. Al saber todo eso, pensé que ella estaba reclamando mi atención y tuve que rendirme a su presencia tan fuerte. Si yo tenía un pequeño micrófono a través del cual poder hablar sobre mujeres desconocidas o mujeres artistas, porque hay muchas mexicanas muy interesantes, ¿por qué no hablar de Frida Kahlo? Es verdad que, bueno, escribir otra novela sobre Frida... Pero es que el cuadro es que engloba todos mis temas literarios. Es un cuadro que habla sobre la maternidad frustrada, sobre el engaño, sobre la pérdida, sobre el deseo de ser madre, también sobre el amor a la naturaleza, el teatro del mundo en el que nos representamos. Todo eso, que son mis temas literarios, y en medio de todo, Frida. Entonces pensé que, si iba a escribir esta historia, tenía que hacerlo de un modo diferente, como no se hubiera contado antes.
M.G.- El cuadro nace a raíz de un desengaño amoroso que sufre Frida. Ella pilla a Diego Rivera con su hermana Cristina, sobre una mesa y sobre esa mesa, Frida pinta el cuadro. Un cuadro que desaparece, si no me equivoco, en el año 1955 y Frida fallece en 1954. Es decir, nunca supo que el cuadro había desaparecido.
L.MB.- No, nunca lo supo. Ella lo dona a la Unión Soviética en el año 47 porque, desde el año 45, se empezaron a restablecer las relaciones diplomáticas entre México y la URSS. Así que, en el año 47, el cuadro se envía a Moscú. Ella nunca se entera de que el cuadro desaparece, no vuelve a tener noticias del cuadro porque en esos años es cuando a ella la someten a diversas operaciones. Frida se pasó un año entero en un hospital de México. La sometieron a operaciones durísimas, las más duras de su vida. Terminaron amputándole una pierna en esos años. Así que ella nunca más vuelve a pensar en La mesa herida. Si alguna vez preguntaba por el cuadro le decían que estaba en Rusia. Y ella lo daba por bueno, si saber que, al llegar a Moscú, el cuadro lo habían mandado a bodegas. Diego le ocultaba la verdad por no lastimarla.
Después de la muerte de Frida, Diego sí se empeñó en que el cuadro regresara a México. Al principio, organizó todo un entramado para llevar a cabo una exposición de arte mexicano que tenía que viajar por los países del Este. No se sabe muy bien qué pasó pero el cuadro se perdió. Pero ella nunca se enteró de eso.
M.G.- Que desaparezca un cuadro de esas dimensiones... Porque era bastante grande.
L.MB.- Casi dos metros... Y además una tabla. Eso fue una de las cosas de más complejidad para mí. Es decir, un lienzo lo enrollas y lo puedes sacar en un tubo o en lo que sea, pero una tabla requiere una logística mucho más compleja.
La novela me la iba dando la propia historia. Ha sido un reto muy divertido y simpático. Además, yo trabajé un tiempo en compañías de seguros para obras de arte antes de ser escritora y durante la escritura me iba acordando mucho de todos esos robos que estudiábamos, de cómo trabajábamos con la Interpol. Ha sido como volver un poco a mis orígenes y poner en práctica todo lo que había aprendido en esos años, como por ejemplo, cómo se reentela un cuadro, cómo lo puedes sacar,... Y luego en Varsovia, ahí con mi mapa, viendo qué rutas podían tomarse para sacar el cuadro del país... En fin, que ha sido muy bonito.
M.G.- Ha sido un proceso interesante de investigación.
L.MB.- Ha sido muy divertido porque, como siempre digo, escribir novela histórica es como nadar con manguitos. Algunos me oirán y dirán, ¿pero qué está diciendo esta mujer? Pero creo que la histórica te proporciona una red. Tú puedes dar un triple salto mortal y no te la pegas, porque la historia está abajo, te ayuda y te sostiene. Pero cuando no existe esa red, tienes que hacer que todo sea verosímil, que todas las piezas encajen. Eso es lo más bonito de novelar. Después de La otra Isabel, que esta tan histórica, esta novela me ha dado la oportunidad de ficcionar y eso me hizo darme cuenta de lo difícil que es conseguir que todas las piezas del rompecabezas encajen y también que es un reto ponerte el listón más alto. Creo que un escritor debe subirse el listón con cada novela porque, para hacer lo mismo que has hecho otras veces... Es que entonces llega un momento en el que no te sorprendes ni tú.
M.G.- Ni tú ni los lectores. Pero, volviendo al cuadro, vemos una pintura muy peculiar. Ella fue dibujando los elementos que conforman su vida y vemos a un cervatillo, a dos niños, que se dicen que son los hijos de Cristina; también hay una figura amorfa que parece que la abraza; un esqueleto,.. En fin, que es un cuadro muy alegórico.
L.MB.- Totalmente alegórico y simbólico. Y eso también fue lo que me llamó la atención. Al ver el cuadro, me pregunté: si Frida pintaba su realidad, ¿qué quiso pintar aquí? Y ahí se hace un ejercicio de ir empatando su vida con el cuadro. ¿Qué quiere decir con este cuadro? ¿Qué significa esa sangre, las heridas, o las ausencias que se ven? Porque, al final, la mesa es una mesa vacía. Y Diego, que para ella era el centro del universo, no aparece en el cuadro. Hay algo que puede ser Diego, pero jibarizado, empequeñecido, monstruoso. Para mí ha sido fascinante intentar desentrañar qué significa el cuadro.
M.G.- Se ha escrito mucho sobre este cuadro, del que salió una noticia que anunciaba su supuesta reaparición. Pero eso quedó ahí, sin más, ¿no? [puedes leer la noticia aquí]
L.MB.- Yo creo que ese cuadro es una copia. He podido ver el cuadro retratado en el catálogo de Varsovia, que fue la última vez que se publicó una foto oficial del cuadro, y he visto ese otro que se supone que es el original y son diferentes. La cara de Frida, la cara del cervatillo,... no es igual. Y luego resulta que el que apareció es una tela, es un óleo sobre lienzo. Partiendo de ahí, los expertos a los que consulté para escribir La mesa herida juran y perjuran que es una copia. Es que me acababan la conversación. Me decían que, como era una tela, no había nada más que hablar. Y ahí acababa la conversación. El original es una tabla, así que es imposible ahora sea una tela. Pero bueno, tú sabes que el engaño en el arte es todo un arte, nunca mejor dicho.
M.G.- Hay mucha trampa en este mundillo.
Bueno, la novela se sustenta sobre dos hilos narrativos. Estamos hablando mucho de Frida, porque ella protagoniza una parte de la historia transcurre en México, desde el año 35 hasta la muerte de la pintora y del mismo Diego. Pero también están esos capítulos titulados Más allá. En esos capítulos, Frida nos habla en primera persona.
L.MB.- Sí, desde el más allá. Justamente por lo que comentábamos antes, porque ella se muere en el 54 y el cuadro desaparece en el 55. Entonces, el aliento de Frida no llegaba hasta el final de la novela, pero yo sabía que esta novela necesitaba que Frida hablara hasta el final. Llegó un momento en el que esos capítulos de Frida desde el más allá hacían falta y me hacían falta como lectora, no ya como escritora. La extrañaba como lectora. Por eso se me ocurrió que hablara desde el más allá y claro, así, ella tiene una omnisciencia que no tiene viva y eso me ayudó a explicar muchas cosas.
M.G.- Y el otro hilo narrativo transcurre en Moscú. Esa parte de la historia la va a protagonizar una joven llamada Olga, a la que le gusta pintar. De algún modo, el cuadro de Frida Kahlo va a llegar a sus manos y ocurrirá algo que no vamos a contar.
L.MB.- Sí. Olga es el reflejo de todas esas personas que hemos visto alguna vez un cuadro de Frida Kahlo y nos hemos quedado enganchados. Ella no entiende el cuadro. No sabe si le gusta o le disgusta pero lo mira y sabe que ahí hay algo importante. Olga se da cuenta de que está ante algo importante, pero no sabe por qué.
En ese momento, Frida no era nadie. Su marido, Diego Rivera, era el importante. En México la conocían como la esposa de Rivera pero en Moscú no era nadie. Pero, a pesar de todo, se impone el arte por el arte. En la novela, el arte es un símbolo de salvación, es aquello que te libra de la censura, de la represión, del silencio. Olga sabe que tiene que salvar el cuadro, aunque no sabe por qué. Hasta la gente le dirá que por qué arriesga su vida por un cuadro tan feo, que no vale nada. Pero a ella le da igual lo que le digan. La misma obsesión que Frida tenía por Diego, la tiene Olga por el cuadro. Hay otros muchos paralelismos entre las dos.
M.G.- Del hilo que transcurre en Moscú, cuentas cosas muy interesantes. No olvidemos que estamos en la época del Telón de Acero. Me gusta mucho el personaje de Olga. Me lo está haciendo pasar bien. Es una mujer muy atrevida, que va tomando decisiones.
L.MB.- Irá creciendo. De hecho, entre los lectores, habrá equipo Olga y equipo Frida. A mí me hace mucha gracia que la gente tome partido por una de las dos. A Frida se la conoce más pero Olga es más novedosa y engancha más. Pero también, otras personas que no conocen tanto la historia de Frida, me dicen que les encantan las dos partes. Pero es verdad que hay quien ha cogido parte por una o por otra porque, a la vez que Frida se va haciendo más pequeña, Olga va creciendo. Frida se va haciendo más pequeñita no por otra cosa, sino por la enfermedad. Dentro de todo tiene la resistencia y la resiliencia de ser una mujer súper fuerte en un cuerpo muy estropeado, muy enfermo, pero creo que de ella nos contagia su cabeza y sus ganas de vivir. Es su resistencia y su amor lo que admiramos de ella. La última frase que pinta en un cuadro es ¡Viva la vida! Una mujer que sufre tanto y pinta eso...
M.G.- Era vitalista.
L.MB.- Sí, vitalista. Y es con eso con lo que conectamos, muchas generaciones después. De todos modos, es verdad que Olga no se empequeñece ante la fuerza de Frida. Es algo que hay que hacer notar porque Frida podía llegar a ser un agujero negro que lo fagocita todo, y Olga no se deja eclipsar.
M.G.- Olga trabaja en un organismo, en la Voks, que supuestamente tenía como objetivo fomentar las relaciones culturales entre países pero luego su misión es otra distinta.
L.MB.- Claro, la propaganda funciona así. Te hace creer que hay libertad. Un estado represivo nunca te va a decir que vives en un estado represivo. Siempre te van a decir que hay libertad, que te van a dar cosas que merecen la pena. Lo que no merece la pena de ver no te lo mostramos para que no se corrompa tu alma. Pero, en el fondo, lo que se está haciendo es coartar la libertad.
M.G.- Cierto. Bueno, volvamos a Frida y a Diego. A ella la vamos a ver muy atormentada. Lo pasó muy mal. Y no solo por los problemas de salud que tenía sino también por el amor. El amor no se puede obviar cuando se habla de Frida y Diego. En la novela se dice que lo suyo no era un matrimonio, sino una cadena perpetua. Ese amor los consumía pero no podían vivir el uno sin el otro.
L.MB.- Era una relación enfermiza. Diego mueredos años después que ella porque, de verdad, no podían vivir el uno sin el otro. Era enfermiza de libro. Si Freud coge a Frida y a Diego escribe un libro. Pero también se admiraban mucho. Quizá la palabra que define su relación no sea amor. No tenían una relación marital. De hecho, cuando vuelven a casarse, cada uno vivía en su casa. Eran casas que estaban unidas por un puente. Cuando uno quería ver al otro, cruzaban el puente. Es así como Frida se entera de que Diego está con Cristina, cruzando el puente. Estaban separados pero también estaban el uno para el otro, en caso de necesidad. Había amor, había admiración, pero era un amor enfermizo. Era una relación tóxica, como se llaman ahora.
M.G.- Se amaban, se admiraban, pero ambos eran muy infieles. Cada uno tenía sus cosas.
L.MB.- Sí, porque tenían una relación abierta. Lo suyo no era carnal, era intelectual. La veneración que ella tenía hacia él era un poco como la de Dalí por Gala, ¿sabes? Ese tipo de relaciones que tienen los artistas. Pero Frida no era su musa. Ella era otra artista más.
M.G.- Sí, porque ella va ganando terreno en el mundo del arte.
L.MB.- Bueno, ya ves que ahora, a él se le conoce por el esposo de Frida.