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CÓMO NO SER UNA DRAMA MAMÁ de Amaya Ascunce

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Título completo: Cómo no ser una drama mamá.
Las 101 frases de tu madre que juraste no repetir.
Editorial: Planeta.
Fecha publicación: Mayo, 2012
Precio. 18,50 €
Nº Páginas: 384
Género: Humor.
Edición: Rústica con solapas.
ISBN:978-84-08-00541-4

Autora

Licenciada en periodismo por la Universidad de Navarra, Amaya Ascunce ha sido redactora en diferentes medios como El Semanal, AR o Reporter. También ha trabajado en el departamento de prensa de Ediciones B, y actualmente está en Hearst Magazines como coordinadora de la web <www.elle.es>. Éste es su primer libro, que nació del blog que empezó a escribir, hace ya tres años, convencida de que era la única -junto con su hermana, claro-, que recibía drama consejos  a borbotones. Pero las respuestas de miles de lectores le dejaron claro que no estaba sola en esto y ya se sabe que "mal de muchos...".

Sinopsis

Este libro es para todos los que oyeron frases inolvidables como éstas: "Tómate el zumo rápido que se le van las vitaminas", "Te voy a lavar la boca con jabón", o "¿Te crees que soy la dueña del Banco de España?". Es para os niños con coderas y chándal de táctel que sabían que los cromos que regalaban en la puerta del cole llevaban droga y que hay que hacer dos horas de digestión para meterse en el agua. Pero también es para los que aseguran convencidos que nunca serán como su madre. Infelices.

Aquí van las 101 frases que prometiste no repetir; la opinión de algunos expertos, como Javier Urra y Rocío Ramos-Paul -la super-nanny de la tele-; la contribución de cientos de lectores anónimos que contaron su versión; y la historia de la nena, la protagonista, que sabe que lo negro del plátano no está buenísimo, por mucho que lo diga su madre. Si la tuya nunca dijo estas frases, bendice tu suerte.



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Tenía que leer este libro. Sí o sí. Era algo irrefutable, innegociable, inaplazable,... Vamos que en cuanto he tenido la menor oportunidad me he lanzado a leerlo, saltándome a la torera todas las reglas de urbanidad y civismo frente a otros muchos libros que hacían cola pacientemente. La verdad es que lo leí en verano pero la reseña se me quedó atrás con motivo de las vacaciones. Hoy he querido rescatarlo con ayuda de las distintas notas que fui tomando a medida que lo leía.

Cómo no ser una drama mamá. Las 101 frases de tu madre que juraste no repetir es un libro que ha hecho acto de presencia en múltiples blogs y siempre me he reído mucho al leer las reseñas. Tenía ganas de comprobar si mi madre ha compartido con otras madres del mundo el popurri de drama-consejos y demás frases pseudo-apocalípticas propias de una progenitora que vive siempre con el corazón en un puño. Y sí, efectivamente, ella también es así. Debe ser algo hormonal que se desarrolla en el interior de las mamás durante el embarazo. Porque claro, llevar a tu bebé en el interior de la tripa es mucho mejor que lanzarlo al mundo cruel, lleno de malas personas y múltiples catástrofes.

Amaya Ascunce hace repaso a todos esos consejos tremendistas que su madre le ha dado a lo largo de 33 años. Entre muchos de ellos destaco los que figuran en  los capítulos 8, 14, 47 y 90, este último es muy emotivo. No quiero desvelar lo que Amaya nos cuenta porque entonces se pierde el efecto sorpresa. En su lugar os hablaré de mi madre que junto con la de Amaya podrían arreglar los problemas del mundo. 

En este libro, Amaya nos cuenta anécdotas que ha compartido con su madre y esas frases que la han perseguido toda la vida y que probablemente usará el día de mañana con sus hijos, por mucho que ella se proponga no usarlas jamás. Entre la madre de Amaya y la mía hay similitudes pero también diferencias. Mi madre es una mujer-bomba, en el sentido más amplio de la palabra. Cualquier acontecimiento a su alrededor puede ser motivo de explosión, así que hay que andar con cautela a la hora de contarle sucesos porque siempre se lo toma por el lado peor. Si se enteraba que salía con un chico (esto lo averiguaba ella porque yo no me atrevía a contárselo) me echaba la bronca porque, según ella, empezaba con «los hombres» muy pronto. Pero eso sí, cuando yo decidía acabar la relación, en vez de alegrarse, se cabreaba más porque me decía que si ya me había cansado del pobre chico e iba en busca de otro. Pero bueno, ¿con qué ojos me miraba mi madre? Más que una inocente adolescente parecía que había parido a una pelandusca.
  
El repertorio de mi madre es más corto que el de la madre de Amaya, aunque coincide con ella en algunas frases. Por ejemplo la frase «Algo habrás hecho tú» me sacaba de mis casillas. Esto es lo que se llama apoyo incondicional a los hijos. Si me perseguían en el patio del colegio y terminaba de bruces en el suelo con las rodillas peladas y la cara hecha un cristo, si mi compañera de pupitre me destrozaba el dibujo que había hecho para la clase de manualidades, si.... Fuera lo que fuera lo que me ocurría, inevitablemente la culpa era mía. No sé a vosotros pero a mí se me quedaba una cara de incomprendida total, yo es que no daba crédito,... Corría al regazo de mi madre en busca de consuelo y me encontraba con un rapapolvo de padre y muy señor mío.

En cuanto al orden y la limpieza de mi habitación la archiconocida frase (o grito) «Esto es una leonera» me acompañará para los restos. Como consecuencia a las frases lapidarias de mi madre con respecto al caos de mi habitación resulta que me he convertido en una maniática de la limpieza. Muchas veces me sorprendo limpiando sobre limpio y obligando a las visitas familiares a colocarse zapatillas antes de entrar en mi casa para que no me ensucien el suelo (con el resto de visitas no me atrevo). Palabra de honor. Ahora os doy permiso para que me llaméis lo que sea pero en mi defensa diré que la culpa la tiene mi madre. 


Para minar la autoestima de tus hijos no hay nada como el «Porque lo digo yo y punto». Fin de la discusión. Si creías que lo mejor era dialogar estás la mar de equivocado. Todos aquellos psicólogos y sociólogos que defienden que la solución a los problemas está en la comunicación no tienen ni idea. Lo que dice mi madre va a misa y vuelve y no admite intercambio de pareceres. ¿Pero qué iba a saber yo si era una renacuaja que no levantaba un palmo del suelo? Mi madre, ella sí que sabe, es toda sabiduría andante y si ella pensaba que aquel corte de pelo me iba a sentar fatal por muy de moda que estuviera, no había más que hablar. Me quedaba con mi coleta porque, según ella, así estaba más mona. Juro que a día de hoy, cada vez que me recojo el pelo en una coleta me pregunto si lo de «mona» lo decía con segundas o no.

Y si  hablamos de los posibles accidentes caseros que nos pueden ocurrir ya ni os cuento. Cuando me independicé mi madre me repetía día sí y día también que recordara apagar la estufa, el brasero, el gas, la hornilla,... Así que antes de irme a dormir hago un repaso general para quedarme tranquila pero la paranoia inculcada es tal que, incluso después del repaso y estando ya acostada, me levanto de nuevo a dar una segunda vuelta a todo.

La plancha me tiene en un sinvivir. Es el electrodoméstico que más me amarga la vida y no porque odie planchar, que también, sino porque de diez veces que salgo de casa, ocho tengo que volverme porque no estoy segura de si la he apagado o no. He de decir que siempre me la encuentro apagada. Pero, en según qué momento, esta situación ha provocado discusiones varias con mi pareja porque de camino a alguna boda, bautizo, comunión, comida a las afueras, viaje,... de repente una gran interrogante surge en mi mente y la duda crece y crece hasta que no me deja tragar saliva, anticipando alguna catástrofe y pensando que por mi culpa mi preciosa casita va a quedar reducida a la nada. Cuando ya no puedo más con la incertidumbre, lanzo la temida pregunta: «¿He apagado la plancha?» Ea!, discusión asegurada. 



Tal es así que cuando termino de planchar y la desenchufo, grito de manera desaforada «¡Plancha apagadaaaaaa!», para que se entere mi pareja, mi vecina, el carnicero de la esquina y todo el que pase por la calle. Es la única manera de quedarme tranquila y ni por esas.

Y es que mi madre me contagia su angustia. Pero si hay una frase suya que destaca por encima de todo el repertorio es la siguiente: «Cómete esto que es muy bueno para lo que tú tienes». El acojone que a mí me entraba de pequeña cada vez que mi madre pronunciaba la frasesita de marras no tiene medida. Repito: «Cómete esto que es muy bueno para lo que tú tienes». ¿Pero qué es lo que yo tengo, dios mío de mi alma? Hasta cerca de los veinte años viví en un estado de ansiedad permanente, pensando que tenía algo malísimo y que nadie me lo quería contar. Yo me miraba al espejo, intentaba oír algún sonido interior en mi cuerpo que me desvelara alguna pista, preguntaba a mis hermanos mayores,... Nadie me hacía caso y eso me asustaba muchísimo. Hoy soy yo la que hace uso de la frase con sobrinos y amigos y es muy divertido ver la cara que se le queda al personal, ja!

Lo dicho. Tras leer este libro llego a la conclusión de que todo es hormonal. Que sí, que será que durante el embarazo desarrollan una hormona que se queda pegadita a las mamás y que incluye todo este tipo de consejos con el que se bombardea a los hijos cuando ya incluso tienen que usar tintes para cubrir las canas.

Como no ser una drama mamá es un libro que recoge historias de este tipo pero eso sí, mucho mejor contadas. Me divertí muchísimo leyendo lo que Amaya nos cuenta de sí misma y de su madre por la temática jocosa que recoge y el sentido del humor con el que está escrito. Cierto  es que esperaba un libro que me hiciera reír mucho más pero no puedo negar que pasé unas horas muy entretenidas. 

Creo que es un libro muy recomendable si sientes la curiosidad de saber si tu madre y la madre de Amaya tiene el mismo repertorio de frases dantescas. Es una manera de verse reflejada en otra persona, algo que siempre agrada. 

Por mucho que una, teniendo ya una edad, quiera hacer entrar en razón a su madre es misión imposible. La mía siempre será igual, con su defectos pero también con sus muchas virtudes. En ocasiones me veo reflejada y reconozco en mis actitudes y mis palabras las suyas propias. No quisiera ser tan dramática como ella y a veces es insufrible lidiar con su cabezonería pero «Madre no hay más que una y a ti te encontré en la calle». Con todos sus defectos y sus manías, mi madre es una gran mujer que ha sabido dar lo mejor a sus cuatro hijos con los escasos medios de que disponía. Será una drama mamá pero por encima de todo es una mamá pelícano, aquella que es capaz de quitarse lo suyo para dárselo a sus polluelos. Te quiero mami.



Dejando el sentimentalismo aparte y por si no lo sabéis, este libro surgió de las historias que Amaya cuenta en su blog, Cómo no ser una drama mamá, que puedes visitar aquí. Y por si os interesa también os diré que ha publicado otro libro más titulado En la cocina con la drama mamá.








Retos:


 


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