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AJEDREZ PARA UN DETECTIVE NOVATO de Juan Soto Ivars.

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Editorial: Algaida.
Fecha publicación: Noviembre, 2013.
Precio: 20,00 €
Nº Páginas: 373
Género: Policíaco y de Misterio.
Edición: Tapa dura con sobrecubierta.
ISBN: 978-84-9877-963-9


Autor

Juan Soto Ivars (Águilas, 1985) fue elegido uno de los mejores escritores jóvenes de 2012 por El Cultural. Ha publicado las novelas La conjetura de Perelman (2011) y Siberia (Premio Tormenta al mejor autor revelación de 2012) y es el editor junto a Sergi Bellver de la antología de relatos Mi madre es un pez (201), que contó con cuentos de Eduardo Mendoza, Rodrigo Fresán y Javier Calvo entre otros. Su obra aparece en numerosas antologías. Ajedrez para un detective novato es su primera novela satírica. Tiene la sección España is not Spain en El confidencial. 

Sinopsis

«Las mujeres de las que me he enamorado tenían algo en común: el sentido del humor. Todas se reían de mí». Así comienzan las memorias del protagonista de esta novela, que transcurre en una España corrupta, pobre y criminal, sospechosamente parecida a la nuestra. Marcos Lapiedra, un detective mujeriego y aficionado al ajedrez, elige a un escritor de novela policiaca como aprendiz y sucesor. A lo largo de su formación, el alumno se enfrentará a multitud de casos esperpénticos y verá cómo el maestro llega al límite de sus fuerzas. Entonces, tendrá que resolver en solitario el caso más endiablado: detener a un estrangulador de mujeres que pasea por el barrio de los prostíbulos.

[Información facilitada por la editorial]



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Sabéis que la novela que os traigo hoy, Ajedrez para un detective novato del escritor Juan Soto Ivars, se alzó con el Premio Ateneo Joven de Sevilla en su última edición (2013). En las distintas ocasiones que he podido escuchar al autor hablar de este trabajo, siempre ha mencionado el sentido satírico que tiene su novela, cuya idea surgió de manera espontánea tras la lectura de las deprimentes noticias que recogen los periódicos. 

El argumento de esta novela se centra en las memorias del narrador, empezando por las circunstancias de su nacimiento, mencionando de pasada su infancia y recalando en los acontecimientos que llenaron su vida a la edad de 30 años. A groso modo así eran sus días entonces.

En aquellos años, trabajaba como «negro» literario para Ignacio Vélez de Pucela, un autor al que le escribía novelas policíacas con buena acogida. La relación entre uno y otro se basaba en el engaño. El autor, alegando que con la escritura el aprendiz forjaba su camino, no hacía otra cosa más que aprovecharse de las circunstancias, mientras que el otro ni alzaba un dedo, sino que se sometía a su sino sin rechistar. Un día, para congraciarse con su pupilo, Ignacio invita a su esclavo de escritorio a asistir a una fiesta de alto copete en calidad de acompañante. Allí conocerá a gente singular y de importancia en su vida.

Por aquel tiempo, el narrador mantenía una relación con una adolescente de 16 años que le traía por la calle de la amargura. María era una joven muy promiscua y locuela. La relación entre ambos se caracterizaba por sesiones maratonianas de sexo que dejaban al narrador extenuado y a María más fresca que una rosa. Él la amaba pero vivía completamente atormentado entre las idas y venidas de la joven que a veces desaparecía sin más, dejándolo con los bolsillos tiritando. La ninfomanía de su novia fue su piedra en el zapato y con ella vivió momentos de mucha tensión, pues se torturaba preguntándose si María no estaría con uno u otro, retozando en camas diferentes para satisfacer sus necesidades.

Con tales preocupaciones, el joven aprendiz terminó por aceptar la invitación de su jefe y, junto a él, asistió a la fiesta. Efectivamente allí conoce a gente importante, nada más y nada menos que a Marcos Lapiedra, un detective que gozaba de gran popularidad, no solo en el trabajo sino también en asuntos de faldas. Lapiedra tenía una buena posición económica y muy buen ojo para resolver los casos más complicados. Era un gran conversador, un seductor nato, carismático y vanidoso. Uno de esos caballeros que ruborizan a la más mínima las mejillas de las señoras, las cuales, pobres, caen rendidas a sus pies sin remisión. 

El mayor atractivo de la cena no era la calidad de sus asistentes sino que, para poner a prueba las dotes detectivescas del gran Lapiedra, se anunció que se cometería un asesinato durante el transcurso de la misma. Ya fuera invitado o bien miembro de la servidumbre, alguien iba a perder la vida y el detective averiguaría, al más puro estilo de Agatha Christie, quién era el asesino y los motivos que justificaban el asesinato. 




Ciertamente, tal y como se anunció, así transcurre. Uno de los invitados aparece muerto. ¿Quién es el muerto? ¿Quién es el asesino? Todas las sospechas recaen sobre el narrador y Lapiedra lo señala como el autor del crimen. Desconcertado nuestro joven protagonista no sabrá cómo salir de aquel atolladero. ¿Es realmente un asesino? Todo era una trampa, un ardid bien orquestado con un fin muy concreto, pero no voy a contarte nada más. Si acaso, te advertiré que entre las páginas de esta novela encontrarás prostitutas, maridos infieles, asesinos en serie,... elementos del género policíaco que se engarzan con otros propios de un mundo fantástico. Por que sí, te sigo advirtiendo que tendrás que abrir tu mente, bajar al subsuelo para descubrir el mundo de las alcantarillas y sus habitantes, tendrás que dejarte acariciar por lo absurdo, esperar giros bestiales que te zarandearán en principio para asentarme con más firmeza después. Todo ello regado con una importante dosis de humor que se cuela en una crítica contra la sociedad igualmente destacable.

«Los eventos elitistas mal organizados son una constante en España».[pág. 36]

Los personajes tampoco pasan desapercibidos. ¿No resulta curioso que una ninfómana lleve por nombre María?¿Acaso es poco apropiado el apellido de nuestro detective sabiendo que se pasa por la piedra a todas su clientas y más allá? No es más que Soto Ivars moviendo los dados dentro del cubilete para invitarnos a jugar una partida. 

Estructurado en dos partes - El novato y El maestro - y narrado en primera persona con retrospectiva, 373 páginas se distribuyen en distintos capítulos titulados (atención a los mismos) más un epílogo.  En las líneas iniciales se observa el influjo de uno de los grandes de la literatura de este género, Enrique Jardiel Poncela, cuyas obras da tanto gusto leer, pero esa influencia se irá diluyendo al girar de las páginas hasta constituirse en un estilo propio. 

La prosa de Soto Ivars es pulcra y adictiva. Hay que hacer una pausa cuando te habla de temas serio con sorna y tienes que reírte con su ingenioso sentido del humor. Este autor escribe bien, o mejor dicho, sabe escribir, al menos es la impresión que he tenido más allá del argumento de la novela y del suceder de los hechos.

Porque todos sabemos que cada lector saca sus propias impresiones de un libro, aunque, por regla general, suele existir una cierta homogeneidad en las opiniones. Si un libro gusta, suele gustar a muchos lectores y serán los menos los que tengan una opinión contraria. En el caso de Ajedrez para un detective novato no creo que ocurra así. Tengo la sensación de que esta novela es de las que provocan multitud de opiniones dispares, sin que podamos llegar a un acuerdo. Habrá quien piense que es de las mejores lecturas del año, quien simplemente le haya gustado sin muchos cascabeles, quién haya visto un entretenimiento sin más, y quién reniegue de ella por considerarla excesivamente absurda para su gusto.

¿Cuál de esos lectores soy yo? En mi caso me ha gustado mucho la parte policíaca, el humor, la ironía punzante, la crítica mordaz y ese narrador al que apetece llevarse de copas para que olvide los desaires de María. En cuanto a la parte fantástica,... ¡me cogió tan de sorpresa que casi me caigo del sofá! Me descolocó un poco las criaturas con las que me tuve que enfrentar -otra vez Juan jugando con el lector-, y tuve que dar libertad a mi imaginación para encajar la situación. Esta parte podrá gustar más o menos, podrá parecer chocante u ocurrente. Eso será a gusto del consumidor. Pero lo que sí es cierto es que ese derroche de fantasía es el que hace de Ajedrez para un detective novato una novela diferente de todas aquellas en las que un detective tiene que resolver un caso. Más allá de ese sobresalto, y una vez que se te recompone de nuevo el cuerpo, es fácil retomar el pulso narrativo a la novela. 

Ajedrez para un detective novato es una novela chispeante y con gancho que se aleja muchísimo del carácter serio que tenía los anteriores trabajos de Juan Soto Ivars y que te permitirá vivir aventuras muy rocambolescas, de índole policíaca pero también con su lado fantástico, una novela con la que te reirás pues el humor, la ironía, el esperpento y el sarcasmo están muy presentes. 

Bueno, ¿y a qué viene lo del ajedrez? Ahhh... 

Agradezco a Algaida el envío del ejemplar.







Retos:

 
 

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