Quantcast
Channel: Lecturápolis
Viewing all articles
Browse latest Browse all 2535

ENTREVISTA a JENN DÍAZ (Es un decir).

$
0
0



Autora

Es un decir es la cuarta novela de esta joven escritora que nació en Barcelona y aún no ha cumplido los treinta años, pero ya se ha dado a conocer con Belfondo (2011), El duelo y la fiesta (2012) y Mujer sin hijo (2013). Belfondo, su primera novela, ha sido traducida al italiano por la editorial La Línea. También ha participado en dos antologías de cuentos: Última temporada y Bajo treinta, ambas publicadas en 2013.

Otros textos de la autora están reunidos en el blog Fragmentos de interior y es frecuente su colaboración en las revistas Jot Down, Granite and Rainbow y el blog Mujeres de El País.



Sinopsis

«El día que cumplí once años mataron a mi padre... la palabra asesinado se me metió en la cabeza igual que esas moscas tontas que entran en tu casa y no saben cómo salir».
Mariela está a punto de soplar las velas de una tarta, cuando de repente oye un disparo. Y tras el disparo solo quedan el silencio de su madre, los secretos de la abuela y las preguntas de una niña terca que se empeña en saber quién mató a su padre y por qué, mientras en el pueblo el recuerdo de la guerra civil aún ronda las calles.

Mariela, esa señorita de vida flaca, esa mujer a medio hacer, entra en el mundo de los adultos mirando de reojo, escuchando detrás de las puertas cerradas, lamiendo piedras del río como si fueran caramelos, y con ella vamos descubriendo despacio los huecos de la vida y la fatiga de ir cumpliendo años en un mundo donde todo es un decir porque la verdad duele.

Jenn Díaz nos propone una historia llena de fuerza e ironía, que enseguida encuentra la complicidad del lector. Sus palabras nos llegan como si estuviéramos escuchando en vez de ir leyendo, y muestran el talento de una mujer que dará mucho que hablar.


[Información facilitada por la editorial]



–—˜™–—˜™–—˜™–—˜™–—˜™–—˜™–—


Un día de perros. Así amaneció el día que me cité con Jenn Díaz para hablar de su nueva novela, Es un decir. Parecía mentira que un 28 de marzo, en Sevilla, con la primavera ya estrenada, hiciera tanto frío y lloviera tanto. Acurrucadas ambas en torno a una taza de café para combatir el gélido ambiente, fuimos desgranando su novela poco a poco para encontrar a Mariela, la niña protagonista de este libro que no te dejará indiferente. Esto es lo que Jenn Díaz nos contó: 


Marisa G.- Buenas tardes Jenn, aunque lo de «buenas»... 

Jenn D.- De «buenas» nada, menudo frío hace. Yo que vengo de Barcelona pensando que me iba a encontrar días soleados...


M.G.- La verdad es que, para la fecha en la que estamos, hace un día casi de pleno invierno, pero bueno, vamos a hablar de tu novela que es lo que interesa.  

A ver, lo primero que pensé cuando leí la sinopsis de tu libro es qué hace una chica de tu edad (tiene 26 años) escribiendo sobre la guerra civil, pero claro luego, cuando lo lees, te das cuenta de que la guerra civil no es más que un velo muy transparente que lo envuelve todo.

Jenn D.- Exacto. La guerra civil en este libro es algo muy secundario, lo que pasa es que todo el mundo necesita crear un marco en el que englobar la historia, pero, en el fondo, no es más que un contexto o una excusa. De hecho en la faja se dice que «Esta no es otra novela sobre la Guerra Civil. Es la historia de Mariela. Y Mariela se merecía esta voz y esta asombrosa novela» (Cita de Luis Pousa. La Voz de Galicia). Y es tan secundario que ni siquiera me ha hecho falta documentarme porque para qué.

M.G.- Bueno, es que ni siquiera se podría calificar como un trasfondo propiamente porque es simplemente una mera referencia, muy velada.

J.D.- De hecho tú lo sabes por que se menciona la expresión «rojo de mierda» y se dice que ha habido una guerra y claro como españoles, interpretamos que se trata de la guerra civil y del franquismo, pero poco más.

M.G.- Tu novela se inicia con dos citas. Yo siempre hago mucho hincapié en este punto cuando hablo con los autores porque para mí son detalles que importan mucho.

J.D.- Es como una carta de presentación.

M.G.- Exacto y tú haces uso de una cita de Miguel Delibes, ¿de qué libro es?


«Yo quiero que se muera papá todos los días para no ir al colegio».

J.D.- Cinco horas con Mario.

M.G.- Ya decía que no me sonaba. No he leído esa novela y eso que me encanta Miguel Delibes. Me parece una manera muy fuerte de comenzar que además viene reforzada por la primera línea del capítulo primero que agarra al lector con fuerza desde el principio. No sé si esto es algo premeditado o surge así...


«El día que cumplí once años mataron a mi padre. Recuerdo que era viernes porque de haber sido otro día, a la mañana siguiente no habría ido al colegio y nadie habría rechistado».

J.D.- El día que empecé a escribir la novela, la primera frase fue esa. 

Verás, la segunda parte del libro es como un homenaje a Cinco horas con Mario, en la que a una mujer se le ha muerto el marido y está ahí a su lado, a los pies del muerto, velándolo y hablándole. Es una mujer de pueblo, como muy señora, y le está reprochando cosas al marido. Además está muy indignada porque su hijo le dice que quiere que se muera su padre para no ir al colegio. Todo es un poco como el monólogo de la abuela de mi novela. 

Yo ya tenía una versión de mi libro bastante definitiva pero releí Cinco horas con Mario para ver si esa segunda parte se podía realmente relacionar o no con la novela de Delibes. Entonces vi esa cita, me gustó y la introduje en el principio. 

M.G.- En tu novela hablas de una familia, de los miembros de tres generaciones, con sus secretos y sus misterios... Por lo que he leído creo que el tema «familia» es muy recurrente en tus novelas.

J.D.- Siempre digo que todos los conflictos que puedas tener de adulto en tu vida, antes los has tenido en el micro mundo de la familia: tu primera decepción, tus primeras dudas, los primeros secretos, la primera mentira,... Todas las primeras cosas en las que tú empiezas a tener cierta autonomía te han pasado con tu padre, con tu madre, con tu hermana, con tu abuela, con tu primo,... Con gente muy cercana. Y todas esas herramientas que vas aprendiendo en la familia son las que usas fuera pero ocurre que, cuando sales fuera, no todo el mundo es como tu familia y no todo lo que has aprendido te va a servir. Por ejemplo, a mí me pasaba cuando me quedaba a dormir en casa de una amiga, que veía a sus padres y me quedaba extrañada porque era otro mundo distinto al que yo conocía, todo era distinto, desde la comida, el olor de la casa, cómo se hablaban entre ellos. Todo muy diferente y aquello me hizo comprender que las cosas que yo había dado por normal y universal no eran así. Por eso empecé a interesarme por ese mundo. El primer choque es con la familia. Es un contraste que me gusta mucho.

M.G.-  Decía que el inicio de tu novela comienza con fuerza. La muerte del padre de Mariela, protagonista de esta novela, es como un punto de inflexión en la vida de esta chica que le permite pasar de la adolescencia a la madurez. No sé si tú lo ves igual.

J.D.- Sí, sí... La muerte del padre es lo que provoca que ella pase de pre-adolescente a una cierta madurez. Es el detonante que hace que ella tenga más prisa, tenga más preguntas, más dudas y quiera abarcarlo todo mucho antes de lo que le corresponde.

M.G.- Se vuelve también muy observadora porque, desde su posición, parece que no pero está pendiente de todo lo que acontece.

J.D.- Ella está abierta a cualquier cosa que pase. Por ejemplo, ella intenta averiguar de qué están hablando su madre y su abuela, que lo hacen en susurros, con la puerta casi cerrada. Procura tener la máxima información para ver qué saca... Con la muerte del padre ella empieza a ser consciente de todas las cosas que no sabe e intenta saciar su curiosidad.

M.G.-  ¿Mariela no aborda la muerte de su padre como con desgana? Me refiero a ese primer párrafo que mencionábamos antes en el que ella como que se queja porque su padre ha muerto un viernes y por lo tanto no se puede aprovechar de faltar al colegio al día siguiente. Choca mucho que una hija tenga ese pensamiento sobre la muerte de su padre. 

J.D.- Creo que hay muchas maneras de afrontar el dolor y una de ellas es la que adopta Mariela en el libro. Creo que lo hace como para refugiarse de lo que le acaba de pasar. Afrontar la muerte de un padre, o de un asesinato como en este caso, te hace salir por cualquier sitio. Esto es algo que ocurre en las películas o en algunos libros. Cuando pasa algo muy trágico de repente la tensión se rebaja con una risa...

M.G.- La risa nerviosa.

J.D.- Sí,... En ese momento se pueden hacer bromas estúpidas o tener un comportamiento fuera de lugar. Creo que Mariela cuando dice eso de la muerte de su padre lo que realmente está haciendo es intentar quitarle hierro a la situación, quitarle tensión al asunto y ponerla en otro espacio. 

M.G.- Tu novela se titula «Es un decir», también es una coletilla que Mariela repite con mucha frecuencia. ¿Qué nos quieres decir con esa reiteración?

J.D.- Esto lo he reflexionado después. Cuando escribí la novela, esa expresión solo aparecía como un par de veces. Sin embargo, a la hora de revisar y de reescribir (la he revisado mucho), detecté que funcionaba como muletilla. Pensé que igual aquello me servía como un rasgo identificativo de Mariela, como un guiño que se permite así misma. Entonces la empecé a usar y a usar y al final me ha servido para todas las cosas que Mariela o no sabe, o no quiere contar, o tiene varias versiones y ninguna le convence. Es una manera de evitar la verdad, de coger atajos para no enfrentarse a todo lo que se está diciendo.

M.G.- Y otro signo que la caracteriza es la concepción que tiene de su vida, de la que dice que es corta y flaca. ¿Por qué cataloga así su vida? 

J.D.- Bueno yo cuando era pequeña era muy flaca y siempre andaban detrás de mí porque no comía y tal... Y Mariela tiene esa constante también.

M.G.- Pero, ¿y lo de corta? Es que yo incluso pensé que la ibas a matar.

J.D.- Es que ella cree que ha vivido mucho pero en realidad solo tiene once años. Creo que ella se menosprecia con eso porque, en realidad, es lo que escucha en su casa, lo tiene inculcado. Los niños suelen tener discursos de mayores por imitación y a Mariela le ocurre eso mismo.

M.G.- Tu libro se estructura en tres partes. En la primera Mariela cuenta muchas cosas pero sin contarlas realmente. Son páginas llenas de alusiones que no se atan hasta más adelante. No sé si Mariela es realmente consciente de lo que ocurre a su alrededor o bien prefiere mirar hacia otro lado. Me da la impresión que prefiere no darse cuenta.

J.D.- Sí, además es que ella ni siquiera pregunta en ningún momento. Es una opción que toma. Tiene la sospecha de que si llega a preguntar no le van a decir la verdad o bien le van a responder que son cosas de mayores. Pero es que ni lo intenta. Prefiere seguir especulando sobre lo que pasa y lo que no pasa. Sí que indaga pero tampoco...

M.G.- Yo creo que no quiere abrir los ojos.

J.D.- Ella empieza a intuir que ser adulto, estar en el mundo de los mayores y conocer la verdad no es mejor que estar en su mundo de misterios y silencios. Ella ha tenido idealizado el mundo adulto pero poco a poco se va dando cuenta de que no es tan maravilloso.

M.G.- La segunda parte me ha encantado. Ese monólogo interior de la abuela, a la que yo llamo la ametralladora porque lo suelta todo de golpe, y con el que se resuelve uno de las incógnitas que se plantean en la primera parte. En esta parte hay un cambio brutal en el estilo y en el ritmo. ¿Por qué estos cambios?

J.D.- Me gusta lo de ametralladora. Y en esta versión final hay puntos y aparte. En la primera era todo seguido sin parar, con menos puntos y muchas más comas...

M.G.- Ametralladora total.

J.D.- Sí, antes lo era mucho más pero en la editorial pensamos que era mejor dejar respirar al lector porque la abuela tiene mucha fuerza. Una mujer que ha estado callándose toda su vida pero de repente encuentra el momento y la ocasión para explayarse.

M.G.- Y se explaya en una situación complicada.

J.D.- Igual es la peor situación. 

M.G.- O la mejor porque no obtiene réplica. 

[La abuela de Mariela suelta todo lo que ha guardado en su interior a lo largo de los años, habla de su vida, de su juventud, de su marido, de su hija,... y lo hace estando sola velando a un muerto]

J.D.- Claro, no tiene interlocutor y casi que mejor. Tenía ganas de que hablara otro personaje porque necesitaba que hubiera otro punto de vista. De este modo, el lector tiene varias versiones, la de Mariela con toda esa carga de sentimientos contra su madre, y la de la abuela que siente lástima por su hija. De este modo, abarco a la madre sin darle voz y equilibro la rabia de Mariela con la comprensión de la abuela. 

M.G.- No sé si alguien más te lo habrá comentado, pero esa segunda parte necesité leerla en voz alta porque me dio la sensación de que requería más cuerpo.

J.D.- De mi primera novela también se decía que podía ser recitada. Dentro de que yo siempre busco cierta oralidad, esa parte también tiene un punto de oralidad escrita, así que lo que me dices tiene mucho sentido. 

M.G.- Yo es que empecé a leer esa parte y no me encajaba leerlo para mí, así que me encerré en una habitación y lo leí en voz alta.

J.D.- ¡Qué fuerte!

M.G.- Tal y como te lo digo y no te puedes ni imaginar lo que cambió la cosa porque, claro, en voz alta se le da una entonación que el texto exige para tener más vida.

J.D.- A mí me pasa ahora que necesito corregir en voz alta porque me es más fácil darme cuenta de lo que falla, de lo que no encaja. A veces no sé dónde está el error pero sé que algo pasa, que algo no está bien. A lo mejor, a fuerza de ese ejercicio, me sale más oral el texto, sobre todo la primera persona.

M.G.- Con respecto a los personajes, nos presentas a tres mujeres, aunque Mariela aún es pequeña, que se han colocado una coraza y son muy duras, sin embargo, hay un pasaje en el que la abuela descubre con mucha sorpresa que en su interior anidan sentimientos que ella pensaba que estaban muertos.



J.D.- Sí. Muchas veces ella tiene la sensación de que cuidar a la gitana moribunda es una bendición porque le ha permitido esa fuga de sentimientos. Incluso ella descubre que realmente había amado a su marido. Y es que esta mujer es como las mujeres de antes, que acarreaban tanto sacrificio en favor del marido, de los hijos, de la casa,..., que no se permitían el lujo de desahogarse de vez en cuando. 

M.G.- Y Mariela tiene un carácter muy complejo. Yo la percibo muy sincera y muy honesta pero también tiene un punto en el que goza de muy poca empatía y lo demuestra cuando no se preocupa del dolor de los demás porque nadie se preocupa del suyo.

J.D.- Sí. Yo creo que ella es tan consciente de su desgracia que ha perdido la capacidad de empatizar con el dolor de los demás. Ella compite con el dolor de los otros y para sí, siempre sale ganando, por lo que es incapaz de rebajar esa agresividad que tiene. Le parece que los demás han sufrido menos que ella pero es que se siente ofendida con todo el mundo y por eso no se permite sentir ni un poco de compasión por el dolor ajeno. Está a la defensiva.

M.G.-  Jenn, ¿y por qué de todos los personajes que salen en la novela solamente dos tienen nombre? A los demás los mencionas por la relación de parentesco.

J.D.- Esto es algo que pensé que no me iban a preguntar nunca. ¿Sabes lo que pasa? Que yo me llamo Jennifer y odio mi nombre, por eso me llaman Jenn. Cuando me siento a escribir una novela me pienso muchísimo el nombre de los personajes, le doy mucha importancia. Cuando quiero que un personaje no tenga significación lo dejo sin nombre e intento que en toda la novela aparezca sin nombre, aunque a veces se me escapa. Sé que en esta novela me hago muy repetitiva porque siempre estoy con la madre, la abuela, el padre,... pero es una manera de reivindicar que ese personaje no es importante frente a Mariela que es la que manda. Es como si ella dijera, «yo tengo nombre y vosotros solo tenéis el parentesco en relación a mí; no sois nada»

Todo esto me resultó muy difícil cuando habla la abuela porque entonces ella habla de su hija o de su nieta pero a veces habla de la niña refiriéndose a Mariela y se puede confundir con la hija... Puede ser un poco lioso. La editora me comentó algo curioso. Hubo algunas personas que leyeron el libro antes de publicarse y resultó que las mujeres se manejaban perfectamente con los parentescos pero los hombres se perdía muchísimo. dijo que las personas que estaban leyendo el libro antes. 


M.G.- ¡Es que somos más listas! (Risas). Y como última pregunta Jenn, tu novela, tu historia está englobada en un mundo rural. El año pasado estuve con Lara Moreno y su novela, Por si se va la luz, también está enfocada en ese entorno. Sabemos también que Jesús Carrasco ha hecho lo mismo en Intemperie. Da la impresión de que vosotros, los escritores más jóvenes, estáis reivindicando el mundo rural.

J.D.- Cuando me hacen esta pregunta siempre contesto que no sé si la España actual, en plena crisis, provoca el desencanto con la ciudad y con la vida de hoy en día. Lo mismo nos parece que si volvemos a una etapa anterior, a nuestras raíces, al campo, a la naturaleza,... quizás solucionaríamos parte de los problemas que tenemos. 

M.G.- ¿Pero tú ubicas tu novela en el campo como algo intencionado?

J.D.- No. Cuando yo empecé a escribir, leía historias con este ambiente rural y las historias que pensaba me salían en ese entorno. Por otra parte, creo que estoy influenciada por el pueblo de mis abuelos, un pueblecito en Badajoz al que voy desde muy pequeña y claro lo tengo como idealizado y mis historias me salen así.

M.G.- Ya te entiendo. Pues nada Jenn, no tengo más preguntas. No te voy a retener más porque sé que tienes que coger un avión. Ha sido un placer conocerte. Me ha gustado mucho tu libro, creo que es muy curioso y espero que tengas mucha suerte.

J.D.- Gracias a vosotros.

Y esto es lo que nos contó esta joven escritora sobre su novela Es un decir, un libro con un curioso entramado familiar que no te puedes perder. 






Viewing all articles
Browse latest Browse all 2535

Trending Articles