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ENTREVISTA a MANUEL MACHUCA (El guacamayo rojo).

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Autor


Manuel Machuca (Sevilla, 1963) es doctor en Farmacia por la Universidad de Sevilla. Miembro correspondiente de la Academia Peruana de Farmacia, consultor de la Organización Mundial de la Salud y profesor honorario de la Universidad de Buenos Aires. Ha impartido cursos y conferencias en más de veinte países de Europa y América, publicando más de cien artículos científicos y de opinión en revistas científicas y profesionales de repercusión internacional y ha recibido diversos reconocimientos por su labor profesional.

En su faceta literaria, es autor de la novela Aquel viernes de julio, coordinador de Relatos de farmacéuticos, en el que participaron más de quince profesionales españoles y de América Latina, ha publicado relatos en la revista argentina Motor de ideas y numerosos artículos en Cambio 16 y Cuadernos para el diálogo, colaborando con asiduidad en diarios del grupo Joly.


Sinopsis 

Para conquistar un sueño, a veces es necesario arriesgarlo todo sin mirar atrás. en 1904 una familia campesina vende sus escasas pertenencias en Almería para embarcar todas sus esperanzas en una travesía incierta al Brasil de las grandes plantaciones. A principios del siglo XXI el mundo ha cambiado, pero la realidad no es tan distinta. Un joven arquitecto hace en avión el mismo recorrido en busca de las oportunidades que la crisis ha hecho desaparecer en España. Todos, sin saberlo, forman parte de una odisea que se extiende durante más de un siglo, fiel reflejo del afán por construir un futuro mejor en tierra extraña con todos sus éxitos, sus fracasos, sus dudas, sus secretos y sus olvidos.



[Información facilitada por la editorial]



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No siempre puedo encarar las entrevistas con el libro leído, algo vital para mí pues de otro modo el encuentro con el autor queda bastante vacuo. Pero en este viaje, que tantas satisfacciones me está proporcionando, son muchos los puertos en los que quiero recalar y no siempre consigo llegar a tiempo a todos. Aun así, no me resigno. Me gustan estos caminos. Renunciar a andar por alguno de ellos no es algo que me guste, especialmente porque siempre encuentro un buen compañero de caminata del que poder aprender. Por suerte, en esta ocasión, llegué a mi cita con Manuel Machuca con los deberes hechos. Reconozco que corrí lo mío pero también es verdad que la novela me lo puso sumamente fácil. Agradecida estoy. 

El guacamayo rojo centra su argumento en Brasil, una localización geográfica y literaria virgen para mí. Me sentí intrigada con la trama y tras su lectura solo puedo decir que las expectativas han sido cubiertas con creces. Pero me quedaban muchas dudas (que no flecos sueltos; no temáis), así que me cité con su autor ya que él mejor que nadie sabría aclararme. Esto fue lo que nos contó: 

Marisa G.- Manuel, qué bien poder hablar contigo. Esta es tu segunda novela. La primera fue Aquel viernes de julio, que ya leí en su día y que tanto me gustó. Creo que tuvo muy buena acogida. No sé qué balance haces tú.

Manuel M.- Mira, yo es que el balance no lo quiero hacer porque no me gustaría que esta novela enterrara a la otra. Creo que Aquel viernes de julio todavía tiene mucho recorrido y me doy cuenta en las lecturas que hacen las personas que llegan a ella. Creo que es una novela que sigue creciendo. En cualquier caso, el balance ha sido muy positivo, mayor de lo que esperaba. Ni los editores ni yo nos esperábamos el éxito que ha tenido y que espero que siga teniendo. La experiencia ha sido muy positiva. De hecho repetir con la editorial Anantes también ha sido otra parte del aspecto positivo. Me he encontrado con mis editores muy a gusto y estoy muy contento. 




M.G.- ¿Cómo llega un farmacéutico como tú a la literatura? ¿Cuál fue tu camino?

M.M.- Mi interés por la literatura me ha llegado como le llega a cualquiera desde cualquier profesión u oficio. Aprendí a leer siendo muy pequeño, antes de ir al colegio, y empecé a leer desde muy niño. Mi afición a la lectura ha estado siempre ahí. Si te refieres al aspecto profesional, en mi caso me ha influido mucho el trato con los pacientes. De hecho Aquel viernes de julio salió a partir de unas charlas con pacientes, de meriendas que organicé con mayores de ochenta años para que me contarán su vida. En farmacia, me he dedicado más a labores de innovación, a las consultas que denominamos «medication management», traducido aquí como optimización de la farmacoterapia, donde trabajas con los pacientes para mejorar los resultados de los medicamentos y partes de la percepción personal del paciente respecto a su enfermedad, para intentar ayudarlos así desde un punto de vista personal. Claro, yo me he nutrido mucho de historias personales y he reflejado en mis novelas esa escucha sobre su vida personal, sus relaciones. Creo que los profesionales tratan con las personas de manera directa con pocas barreras o con mucha profundidad, son  candidatos idóneos para escribir.  

M.G.- Son dos áreas muy distintas. ¿Qué te gusta más, el mundo farmacológico o el literario? Pero no me digas que las dos cosas. Mójate Manuel.


M.M.- En este punto de mi vida me mojo sin problemas. Creo que lo que yo tenía que hacer en el mundo de la medicina ha tocado a su fin. Cuando escribí Aquel viernes de julio estaba en un proceso de transición. Creo que todos debemos ser conscientes de cuando llegamos a nuestro límite. Yo soy una persona que intenta vivir intensamente lo que hago e intento construir a partir de lo que estoy haciendo, pero claro, como persona también tengo un límite y llegó un momento en el que considero que mi tarea ya estaba hecha. Por unas cosas y otras tomé la decisión de dejar la farmacia, la traspasé a nombre de mi mujer, que también es farmacéutica, y yo me decanté por dedicarme a escribir. Ahora estoy volcado en la literatura porque creo que es mi momento de aportar más de mí en este área y es lo que más ilusión me produce en estos momentos. 

M.G.- El guacamayo rojo es una saga familiar que tú mismo describes al final del libro diciendo que es una «Epopeya de una familia sencilla que salió de España para buscar su futuro en Brasil».Esta novela tiene un trasfondo real. Cuéntanos un poco qué hay de ficción y realidad en tu novela

M.M.- La parte más antigua, aquella qu
e se inicia en 1904. La tía Gloria del libro es mi tía Dora Peletti, bueno realmente era la prima segunda de mi madre, que yo conocí cuando tenía unos diez años y que me fascinó absolutamente durante la semana que estuvo aquí en Sevilla, hasta tal punto que yo lloraba como un tonto cuando se fue. Estuvimos escribiéndonos durante una serie de años. Luego, con el tiempo, cuando era investigador y clínico en farmacia, llegué a Brasil en el año 2002 con un proyecto de la Organización Mundial de la Salud y allí conocí a Josélia Frade a la que le comenté lo de esta tía. Ella me propone buscarla aunque yo pensaba que ya habría muerto pero mi amiga insistió. Cinco años después conseguimos encontrarla y coincidiendo con otra visita mía a Brasil fui a verla. El encuentro fue muy emocionante. Ella empezó a contarme toda la historia de la familia, de cómo salen de Adra (Almería) de donde eran originarios la familia de mi abuelo materno y me pareció una historia tan abrumadoramente novelesca que pensé que tenía que escribirla. A partir de entonces estuvimos muy contacto. Ella me mandaba cosas, hablábamos todas las semanas, volví a verla en el año 2008, le llevé un primer manuscrito de la historia que le gustó aunque me dijo que no pasó así como yo lo cantaba pero que perfectamente podía haber ocurrido de esa manera.


Uno de los problemas que tuve con la novela era que estaba demasiado apegado a la historia real. Tenía que intentar contar los verdaderos sentimientos sin ser demasiado exigente con la realidad.  Por otra parte, tenía que construir una parte ficticia que no sabía cómo cuadrar. Cómo me introducía yo a través del personaje de Luis Guzmán dentro de esa historia. En definitiva, que toda esa parte antigua que recoge la vida de la tía Gloria es real como la vida misma, pero contada de una forma que pudiera interesar al lector. 


M.G.- Hablas de dos líneas argumentales, una real y otra ficticia, una de principios del siglo XX, otra en la actualidad, ¿cómo te documentas para recrear esa vida de 1904 en Brasil?


M.M.- Pues la base de todo ha sido el relato de mi tía, toda aquella documentación que me dio. Por otra parte, me topé con una librería, creo que es Padura, la que está junto a la iglesia de la Amargura, en cuyo escaparate vi un libro titulado Inmigrantes andaluces en Brasil. Pensé que me lo habían puesto ahí como una señal. Luego leí dos libros de María Dolores Pérez Murillo, una profesora de la Universidad de Cádiz que conoce mucho todo este tema. De hecho me puse en contacto con ella para ver si puede participar en una mesa redonda que queremos organizar en la Feria del Libro de Sevilla. 

Al margen de esto, también he echado mucha mano de la literatura brasileña. Mientras escribía la novela he estado dos veces en Brasil por temas de congresos y demás y allí encontré a una autora que me ha gustado mucho, a Zélia Gattai, de la que no he encontrado nada en castellano aunque sus libros fueron traducidos pero deben de haber sido descatalogados. Esta autora escribe memorias, historias de su vida familiar que se desarrolló en aquella época y murió hace unos diez años. Su literatura me cuadraba mucho al igual que la de su marido, la de Jorge Amado. En fin, todo esto me ha servido mucho y más aún el pateo que me he dado en Sâo Paulo. Me he recorrido la ciudad de una punta a otra.


M.G.- Y has hecho muchas fotos porque las he visto colgadas en Facebook.


M.M.- Sí, claro, para quién las quiera ver y así se pueda situar mejor.


M.G.- Pues a mí me han servido mucho porque por ejemplo, cuando describes el barrio en el que vivían los asiáticos y cuentas cómo eran las farolas de las calles, me hice una idea pero verlas en la fotografía fue muy clarificador.


M.M.- Claro, normal. Por eso hice tantas fotos porque creo que ayudan.


M.G.- Manuel, hay un parte de la novela que me resultó muy curiosa. Verás, Luis Guzmán es el protagonista de la trama actual. Es arquitecto y él da muchas explicaciones sobre los edificios, cómo están construidos,... Es todo muy preciso. ¿No sé cómo te las apañaste para esto?


M.M.- (Risas). Pues primero tuve que hablar con varios arquitectos y luego fijándome mucho. Recuerdo que hace año y medio más o menos, un farmacéutico me llamó para decirme que el hijo de un amigo suyo se iba a trabajar a Chile como arquitecto y necesitaba algún contacto allí para protegerlo en el inicio. Entonces el chico vino a verme a la farmacia y allí lo pillé. Me estuvo dando pistas, me explicó en qué se fijaba más un arquitecto cuando llegaba a una ciudad,... Luego yo mismo estuve mirando en internet, los programas informáticos que se usan, cómo se diseña,... Todo lo que encontré sobre la arquitectura ecológica que aparece en la novela, ese barrio de Friburgo al que hago referencia es real,... Intenté dar pinceladas que me sirvieron para caracterizar al personaje como arquitecto pero también como aficionado a la literatura, por eso pongo en su boca citas que me gustaban.


M.G.- Hablando de los personajes, los que más fuerza tienen son Luis Guzmán y la tía Gloria. Ya me ocurrió con Aquel viernes de julio, creo que tus personajes son muy entrañables, el lector conecta muy rápido con ellos. En esta ocasión, Luis Guzmán me ha caído genial.

M.M.- ¿Sí? ¿Te cae bien? Es un poco niñato al principio, ¿no?


M.G.- A mi no me lo parece. Al pobre nada más que le pasan desgracias. Eso sí, te ha salido muy llorón. Cada dos por tres se echa a llorar echo polvo y por eso le he cogido cariño. No lo puedo evitar. Me pueden los débiles. Pero lo que me gustaría saber qué compartís Luis Guzmán y tú. Imagino que un punto fuerte será la pasión por la literatura.


M.M.- Sí, claro. Pero lo que más me importaba era caracterizar bien al personaje. Yo quería que se entendiera, y ahí entra en juego esa pasión por la literatura, que quien escribe la primera parte es el propio Luis Guzmán. Por eso, de alguna forma, el libro cierra en círculo porque acaba con el mismo párrafo con el que empieza.


En Luis Guzmán también se refleja mi vulnerabilidad como persona. En esta novela me he arriesgado al abrirme mucho. Mi personalidad no es la de él pero sí soy una persona como él, que da muchas vueltas a todo, que le pierden las emociones, es visceral,... o por lo menos nos parecemos en un aprendizaje duro que hemos tenido que hacer en la vida. 



Monumento de Los Bandeirantes (Sâo Paulo)
M.G.- También es un personaje muy melancólico, siempre recordando Sevilla, una ciudad que, hasta ahora, ha tenido mucha presencia en tus novelas, más en la primera que en esta, pero incluso en El guacamayo rojo estableces muchos paralelismos entre Sâo Paulo y Sevilla. Tú que conoces muy bien las dos ciudades, ¿son muy parecidas o completamente distintas?

M.M.- Tienen muchas cosas en común pero con la que más parecido tiene Sevilla es con Río de Janeiro, a pesar de que es una ciudad de playa, de montaña... De todos modos es inevitable establecer comparaciones y eso también ha caracterizado al personaje de Luis. Además él es una persona muy apegada a la familia y muy protegida, con un círculo muy cerrado con lo que salir a Sâo Paulo era un mundo, por lo tanto es inevitable que esté recordando siempre.


También estuve hablando con emigrantes para conocer sus sentimientos de cercanía y lejanía, sus emociones, para poder plasmarlas en la novela. Esto me sirvió mucho para conseguir que Luis pensara como un emigrante. 


M.G.- No quiero dejar atrás el tema de los personajes sin mencionar a la tía Gloria, ese personaje arrollador, con una personalidad tremenda. No sé si has novelado mucho al personaje o realmente era así como la describes.


M.M.- Creo que su personalidad es la clave de la novela, el reflejo de lo que a mí me impactó de niño. Fue una mujer con una personalidad abrumadora. Cuando en la novela cuento cómo conducía, tal cual lo cuento, así lo he vivido yo. Una de las veces que estuve con ella me dijo que fuéramos a comer a algún sitio y yo la veía con su bastón, con una pierna que no la podía mover bien,... Pensé que me diría que condujera yo, pero me lanzó el bastón para que lo cogiera, se metió en el coche, y conducir allí es una locura. El que llega antes es el primero que cruza y como pestañees te quedas ahí todo el día. Los pasos de cebra están de adorno pero ella no tenía ningún problema. Y luego cómo te miraba. Si te preguntaba por la familia, se te quedaba mirando como si intentara averiguar si le estaba contando un rollo o no. Y si pasaba una semana sin llamarla por teléfono no te imaginas lo que me liaba. Ella demostraba su cariño así. Me impactó absolutamente, la adoré y la quise. Si su personaje es fascinante es porque yo mismo sentí fascinación cuando la conocí


M.G.- Una pena que falleciera y no haya podido ver la historia de su familia plasmada en una novela. 


M.M.- Sí, la verdad es que sí. Una de las cosas por las que dejé aparcada la novela fue por eso. Su muerte para mí fue muy triste y también la forma en la que murió. Como cuento en el libro, yo estaba en un congreso muy importante para mí y no murió hasta el último día en el último momento. Una pena. En cualquier caso, el haber leído aquel primer manuscrito, que se llevó toda una noche leyéndolo, supongo que le llegaría de algún modo. 


M.G.- Me comentabas antes que pones en Luis Guzmán citas de otros autores. El libro se inicia con un par de citas, una de ellas de Paul Auster, pero también mencionas mucho a Clarice Lispector. No sé si son autores de referencia para ti. 

M.M.- Sí. He leído mucha literatura brasileña en el caso de Clarice Lispector. Yo no la conocía pero llegar a ella fue muy impactante porque es una mujer que escribe muy extraño, con muchas frases lapidarias. Me pareció interesante hacer que Luis, una persona a la que le gusta la literatura y que viajaba a Brasil, llegara allí con una novela de Lispector, La hora de la estrella. 

He metido muchas citas pero también he incluido algunas frases sin mencionar que sean citas para jugar un poco con los lectores, para ver si averiguan de quiénes son.


M.G.- Yo no he leído nunca a Clarice pero sí conozco a alguien que le encanta [1] y que la recomienda muchísimo. Cuando en la presentación de este libro tú la mencionaste me acordé inmediatamente de él. 


M.M.- Tienes que leerte La hora de la estrella, sobre todo si quieres acostumbrarte a su estilo porque después me he leído otro y te sobrepasa. Es una mujer con un mundo interior extraordinariamente complejo. Pero el de La hora de la estrella es más accesible, un libro maravilloso.


M.G.- Con tantas recomendaciones no voy a tener más remedio que ponerme a ello.


Manuel, en tu novela haces uso de dos voces narrativas. La parte más antigua está escrita en tercera persona mientras que la actual está en primera. He oído decir a algún autor que esto es difícil de controlar porque no es raro que os despistéis e intercambies las voces. ¿Te ha ocurrido algo así?


M.M.- Verás, se nos puede ir la pinza al perder el tono pero no en este caso. En mi novela, hay dos voces pero quien realmente habla  es uno, Luis Guzmán. A mí no me ha resultado especialmente complejo aunque sí es verdad que me costó más hacerme con la primera persona porque tenía que hablar como un chico de treinta años, que yo ya no los tengo.


M.G.- Mencionas algo que me interesa y es esa capacidad o el esfuerzo que hay que hacer para hablar en primera persona. Todo es muy restrictivo, muy limitado frente al narrador omnisciente que todo lo ve.


M.M.- Claro, pero todo tiene su complicación. Creo que hay autores que le hacen una traición enorme a la tercera persona al dar lecciones, al ofrecer moralejas o una carga moral, al quedar el autor disfrazado tras esa tercera persona. Ahí se puede meter la pata con facilidad. 


M.G.- No lo había pensado así pero tiene su lógica. 


Y hablando de otro tema, comentas al final de la novela que cuando la estabas escribiendo tuviste acompañamiento musical. La música del mismo grupo que colaboró en la presentación del libro, Chez Luna. ¿Cómo surge esa relación con este grupo?


M.M.- Mira, desde siempre quería hacer algo con música brasileña porque me gusta mucho. Empecé poniendo títulos canciones a los títulos de los capítulos con la idea de publicar la novela junto con un disco de canciones pero aquello se me complicó por el tema de los derechos de autor. Aun así yo seguía con la idea y si no podía hacerlo de ese modo pues ya lo haría de otro. Pero me di cuenta que la novela iba a ser muy extensa con muchos capítulos y yo tampoco conozco tanto la música brasileña para buscar canciones que tuvieran que ver con lo que se narra en el capítulo correspondiente. Total, que me iba desanimando y un día me propusieron ser jurado de los premios de una asociación que se llama Iniciativa Sevilla Abierta. No sé si la conoces, se dedica a resaltar los méritos de los sevillanos más allá de la Semana Santa, de la Feria, se centra en gente emprendedora,... En fin, que estuve de jurado y en la entrega de premios me senté junto a dos chicos que de repente se pusieron a cantar en portugués música brasileña, pero eran de aquí. En ese momento pensé: 
«Esto es lo que yo estaba buscando». Hablé con ellos, les propuse que participarán en la presentación de esta novela y me dijeron que sí. Me regalaron su disco y la segunda mitad de la novela la escribí escuchándolos. 

 

M.G.- Y los mencionas en el libro.

M.M.- Sí, porque me pareció un detalle bonito que les podía gustar y además encajaba bien en el argumento. Cuando los conocí pensé en la presentación como espectáculo. Y mira, ahora estoy con los trazos de la tercera novela, sin tenerlo todo muy claro, y ya sé el título, dónde va a ser la presentación, quién va a intervenir... Lo tengo todo en mi cabeza y esto a mí me estimula mucho para escribir. Ya veré si luego sale o no pero de momento me motiva.


M.G.- Entonces, ya estás embarcado en la tercera...


M.M.- Sí, la estoy diseñando. Quiero dar un salto y escribir en primera persona pero con desde la voz de una mujer. Tengo muchas ganas de escribir sobre las emigrantes africanas. Muchas de ellas residen en el barrio de Las Tres Mil Viviendas (barrio marginal de Sevilla) y he podido hablar con elas por mis temas de farmacia. Soy voluntario allí hace ocho años y te encuentras cada historia... Además creo que estamos muy sensibilizados con las tragedias que ocurren en el Estrecho y pienso que puede salir algo bonito. Y estando en Perú recientemente, de repente me vino a la cabeza el título, Tres mil viajes al sur. Y tengo la idea de presentar el libro en el auditorio de allí, con música africana y música gitana. Pero bueno, todo esto es hablar por hablar, por mantener la ilusión porque ahora mismo tengo escrito los personajes, una escena inicial muy impactante con la historia de una mujer que intenta suicidarse cada semana o bien lo piensa. En los próximos días voy a empecer a entrevistarme con mujeres de allí para intentar que me salga una historia humana pero sin caer en el maniqueísmo.

M.G.- Pues Manuel, no tengo más preguntas que hacerte. He disfrutado mucho con El guacamayo rojo. Si tuviera que decidir entre Aquel viernes de julio y esta, no sabría cuál elegir. A la primera le tengo mucho cariño porque buena parte transcurre en Triana, en mi barrio... Pero luego, con esta segunda, bueno, también la he disfrutado mucho. Lo que sí se nota es que hay más madurez narrativa. 

M.M.- Eso ya me lo han dicho, que me ven más escritor en esta. Además me he sentido mucho más suelto mientras que en la otra, se me ve más temeroso, con muchas comas, obsesionado porque la gente no se asfixie al leer. 

M.G.- Pues Manuel, deseo que tengas mucha suerte con El guacamayo rojo. Y estaré a la espera de esa tercera publicación. Gracias por compartir tu tiempo con nosotros.

M.M.- Gracias a vosotros.




Hasta aquí la entrevista con Manuel Machuca. En breve os traeré la correspondiente reseña pero desde ya, os animo a conocer esta historia familiar brasileña.






[1] Me refiero a ti Yossi.

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