Editorial: Confluencias.
Fecha publicación: Mayo, 2014.
Nº Páginas: 264.
Precio: 20,00 €
ISBN: 978-84-942012-7-1
John Julius Reel nació en el municipio de Staten Island de la ciudad de Nueva York en 1967. Sus tropiezos como jugador de béisbol y baloncesto durante su infancia y adolescencia estatenileña le enseñaron lo bueno que uno tiene que ser en algo para ser verdaderamente bueno. Con 20 años, descubrió su verdadera vocación, la escritura. Mientras tanto, en sus años neoyorquinos, trabajó como profesor de matemáticas, entrenador de baloncesto, director de centros de recreo para niños marginados, encargado de la financiación de tales centros, barman, reportero de deportes, de sucesos y política local, y finalmente como profesor de redacción en varios colegios universitarios de CUNY (The City University of New York). En 2005, empezó a publicar "La Sevilla del guiri" en el Diario de Sevilla. En la actualidad, además de educar a sus hijos hispanoestadounidenses en casa, financia su vocación principalmente como profesor de inglés. Este es su primer libro.
Sinopsis
Relato de aventuras y desventuras de un neoyorquino en la colorida y polifónica ciudad de Sevilla, eso es ¿Qué pinto yo aquí? John Julius Reel vino a España buscando una voz literaria,una vida distinta, y las encontró en un lugar casi mitológico para viajeros de todos los tiempos. Este hijo de la ciudad que nunca duerme plasma con un estilo ameno el impacto estimulante que le produjo la que para él es la ciudad de nunca jamás. Es una narración llena de humor, también marcada de sentimiento y ternura. Crónica personal y familiar, con personajes reales -su mujer (que es sevillana), sus dos hijos hispanoestadounidenses, sus familiares en los dos lados del Atlántico y por supuesto el escritor mismo- cuyo día a día tiene siempre como telón de fondo el inevitable choque intercultural. Es La tesis de Nancy de Ramón J. Sender reinventada para la era del reality show.
[Información facilitada por la editorial]
A John Julius lo vi por primera vez durante la presentación de la segunda novela de Manuel Machuca, El guacamayo rojo. Fue una de las personas que participó en la presentación, comentando sus impresiones sobre el libro de Manuel. Recuerdo que su speech estuvo cargado de humor y reflexiones simpáticas que arrancaron alguna que otra risa entre el público. Por aquel entonces desconocía quién era John Julius y qué pintaba él en esta ciudad. Ahora sé que es un neoyorquino que llegó a Sevilla en busca de una nueva vida, con la excusa de aprender castellano, idioma que él creía conocer porque, allá en su tierra, había seguido el curso Learn Spanish in your car, ahí es nada. Y claro John llegó a España y nada más cruzarse con un nativo, se dio cuenta que en el coche habría podido aprender cualquier otra cosa menos español. Esta será una de las primeras confesiones que el autor nos desvele nada más pasar el umbral del título e inevitablemente, y con una sonrisa en los labios, uno puede dibujar perfectamente en su mente la escena que John describe, intentando cazar palabras al vuelo sin conseguir su propósito. Vamos que aquello fue, como solemos decir aquí, una conversación de besugos.
En Sevilla, John conoció a una mujer sevillana de la que se enamoró y con la que tuvo dos hijos y así echó raíces en esta tierra. Desde entonces, y desde la posición de observador objetivo que ocupa, ha estudiado y analizado el carácter y el estilo de vida de los españoles, más concretamente de los sevillanos, aunque, de un modo u otro, todo se puede extrapolar. Sus primeras impresiones vieron la luz a modo de artículos que publicó en el periódico el Diario de Sevilla. La columna «La Sevilla del guiri» se convirtió en un referente para todos aquellos que sintieran curiosidad por saber de qué modo y manera un neoyorquino veía el estilo de vida español y sevillano, qué cosas admiraba y qué otras no entendía.
Años después, y gracias a la editorial Confluencias, todos aquellos artículos, después de ser revisados y organizados siguiendo una estructura sensorial, es decir agrupados en función de los cincos sentidos, han sido recopilados en el libro del que os hablo hoy, un libro por el que sentí mucha curiosidad desde primera hora pensando que sería una especie de gran elogio a esta ciudad que yo tanto quiero pero John, en el mismo momento en que nos conocimos, se encargó de aclararme algunos detalles. Según él, su libro no iba a gustar a todo el mundo. De eso era consciente. Aquello acrecentó mucho más mi curiosidad. ¿Qué había escrito aquel extranjero sobre mi ciudad, esa que es admirada en todo el mundo, para afirmar categóricamente que su libro podría herir susceptibilidades?
No tardé mucho en ponerme con su lectura y con la intriga por sombrero me dispuse a zambullirme en aquellas doscientos cincuenta y ocho páginas ilustradas por la mano de Daniel Rosell, ávida por conocer qué opinaba John sobre la tierra de la Giralda, del río Guadalquivir, de la Feria, del bochornoso calor del verano... «¿Con qué me vas a sorprender John? ¿Resultará complicado para una sevillana como yo, que adora su tierra, hablar de un libro que no la ensalce a diestro y siniestro?». Las dudas me comían por dentro.
Las primeras páginas fueron un camino de rosas llenas de reflexiones certeras en las que John se hace eco de la tendencia que tenemos aquí a gritar cuando conversamos como si por dar más voces tuviéramos más razón o nos hiciéramos entender mejor. Y, para ser sincera, no puede tener más razón. Los españoles gritamos y los sevillanos chillamos y no solo lo hacemos en la calle sino en la intimidad de nuestro propio hogar. No sé exactamente qué necesidad tenemos de dejar sordo al de enfrente y de organizar tanto bullicio en calles, bares y restaurantes. ¿Acaso creemos que lo que hablamos es tan interesante que debe ser oído por todos?
Posteriormente me reí muchísimo con su dificultad por entender ciertas expresiones autóctonas como el famoso «No ni ná», tres monosílabos que encierran todo un universo en nuestra oralidad. Si una doble negación es una afirmación, ¿qué pasa con el «No ni ná»? Ni nosotros mismos lo sabemos.
Posteriormente me reí muchísimo con su dificultad por entender ciertas expresiones autóctonas como el famoso «No ni ná», tres monosílabos que encierran todo un universo en nuestra oralidad. Si una doble negación es una afirmación, ¿qué pasa con el «No ni ná»? Ni nosotros mismos lo sabemos.
Yo sé que esta tierra y sus habitantes pecamos de provincianos y solemos pensar que Sevilla es mundialmente conocida. Craso error. John en la ciudad de Nunca Jamás confirma lo que yo ya me temía, que Sevilla es otra ciudad más y que muchos no han oído hablar de ella en su vida y en caso de haber escuchado campanas, no son pocos los que nos ubican allá por las tierras de nuestros hermanos mexicanos.
En fin, que hasta aquí íbamos bien. Además, tengo que confesar que su manera de expresarse me ha sorprendido gratamente y me ha permitido una lectura fluía pues su autor tiene un buen dominio del castellano, rico, pulcro y vistoso.Y decía que íbamos por buen camino hasta que comenzamos a meternos en terreno pantanoso.
No creo que ¿Qué pinto yo aquí? sea un libro para congraciarse con los españoles o concretamente con los sevillanos. Yo diría más bien que es un ejercicio de desnudez, de valentía torera, de decir «Hola, soy John Julius y respetuosamente (y esto hay que recalcarlo) te digo lo que pienso de ti y de tu tierra, aunque quizás no todo te guste». ¿Cuál debe ser nuestra reacción? De entrada mucha curiosidad porque no hay duda que siempre es interesante compartir impresiones aunque nos toquen en lo más profundo. Seguidamente hay que aceptar aquello con lo que no estemos totalmente de acuerdo porque el respeto es cuestión primordial.
El padre de John, Bill Reel, un afamado periodista de Nueva York que ejerció durante 48 años su profesión, venía a decir algo así como si a todo el mundo le gusta lo que haces es que no estás haciendo bien tu trabajo. En este sentido, su hijo John lo ha hecho fenomenal porque, ¿para qué mentir?, no comparto todo lo que John manifiesta en este libro pero ahí está la gracia de todo esto. Su libro invita a aprender, a ver nuestras cosas cercanas desde otro punto de vista, algo tan enriquecedor siempre, e igualmente anima al diálogo, al intercambio de pareceres, a la tertulia. Reconozco e insisto en que su apreciación sobre algunos temas no la comparto como, por ejemplo, nuestra sensibilidad al frío, al viento o a la lluvia, nuestra manera de super proteger a los más pequeños, la suciedad de nuestras calles, que vale que no luzcan como los chorros del oro, pero no las veo tan sucias como él comenta. En cualquier caso, y mal que le pese a muchos, John da en el clavo cuando habla de la Feria de Abril. Esa hospitalidad de la que hacemos gala no es tal que así siempre y especialmente en lo que a la Feria respecta porque yo también creo que es una fiesta demasiado elitista y que no todos los sevillanos pueden vivirla en todo su esplendor. No digamos ya los foráneos. Por otro lado, creo que también acierta en la diana cuando ve nuestra pasividad y pasotismo a la hora de exigir nuestros derechos en cualquier área y esto es un tema, al igual que muchos otros que plantea, que no solo es competencia de los sevillanos sino de todos los españoles. Por ejemplo, él centra la atención en el plano sanitario y de servicios sociales. Comparto su opinión cuando dice que nos comportamos como si pensáramos que tales prestaciones son gratuitas cuando resulta que todo sale de nuestros impuestos. ¿Por qué no exigir entonces? ¿Por qué no reclamar? Por regla general, el español piensa que todos esos servicios son un regalo del gobierno y por lo tanto, si algo sale mal, hay que callarse.
El padre de John, Bill Reel, un afamado periodista de Nueva York que ejerció durante 48 años su profesión, venía a decir algo así como si a todo el mundo le gusta lo que haces es que no estás haciendo bien tu trabajo. En este sentido, su hijo John lo ha hecho fenomenal porque, ¿para qué mentir?, no comparto todo lo que John manifiesta en este libro pero ahí está la gracia de todo esto. Su libro invita a aprender, a ver nuestras cosas cercanas desde otro punto de vista, algo tan enriquecedor siempre, e igualmente anima al diálogo, al intercambio de pareceres, a la tertulia. Reconozco e insisto en que su apreciación sobre algunos temas no la comparto como, por ejemplo, nuestra sensibilidad al frío, al viento o a la lluvia, nuestra manera de super proteger a los más pequeños, la suciedad de nuestras calles, que vale que no luzcan como los chorros del oro, pero no las veo tan sucias como él comenta. En cualquier caso, y mal que le pese a muchos, John da en el clavo cuando habla de la Feria de Abril. Esa hospitalidad de la que hacemos gala no es tal que así siempre y especialmente en lo que a la Feria respecta porque yo también creo que es una fiesta demasiado elitista y que no todos los sevillanos pueden vivirla en todo su esplendor. No digamos ya los foráneos. Por otro lado, creo que también acierta en la diana cuando ve nuestra pasividad y pasotismo a la hora de exigir nuestros derechos en cualquier área y esto es un tema, al igual que muchos otros que plantea, que no solo es competencia de los sevillanos sino de todos los españoles. Por ejemplo, él centra la atención en el plano sanitario y de servicios sociales. Comparto su opinión cuando dice que nos comportamos como si pensáramos que tales prestaciones son gratuitas cuando resulta que todo sale de nuestros impuestos. ¿Por qué no exigir entonces? ¿Por qué no reclamar? Por regla general, el español piensa que todos esos servicios son un regalo del gobierno y por lo tanto, si algo sale mal, hay que callarse.
La Semana Santa también tiene su capítulo aparte,Un converso al cristianismo sevillano, y confieso que se me ha quedado corto. Me hubiera gustado seguir leyendo más sobre la visión que él tiene de esta ¿fiesta? nuestra, que no sale mal parada.
Ya veis que John habla de lo bueno y de lo malo. Dicen que las comparaciones son odiosas pero creo que también son inevitables. En su libro suele establecer paralelismos entre España y Estados Unidos, entre Sevilla y Nueva York, y creedme si os digo que, frente al gigante americano, no siempre perdemos la batalla. Hay capítulos en los que nos habla de cómo los españoles tratamos a las personas con discapacidad, un tema que muchos sabéis que me toca bien de cerca, y me he sentido orgullosa de la imagen que damos. Alega que los sevillanos no sabemos lo que tenemos y que los españoles, en general, jamás valoramos lo nuestro. A pesar de que a veces somos unos chapuceros que dejamos las cosas a medias, eso es mucho mejor que ser como los estadounidenses tan «masoquistas en la búsqueda de la calidad», algo que les «corta mucho las posibilidades de saborear la vida».
Después de leer este libro, con una estructura peculiar al filo de los cinco sentidos, entiendo que su existencia tiene mucho que agradecer a su entorno más cercano: sus amigos, sus vecinos,.. y por encima de todos los demás, su mujer y sus dos hijos. La mujer de John tiene un papel predominante en su libro. Con ella el autor mantiene divertidos e hilarantes diálogos que reflejan el carácter de una auténtica mujer española y andaluza. Desconozco si la ha ficcionado mucho o si los diálogos son tal como los escribe pero sea como fuere, me ha encantado esta mujer que le para los pies al guiri en cuanto se sale de madre, que lo deja con la palabra en la boca y que siempre tiene una respuesta para todo. Querido John, encontraste la horma de tu zapato y bien feliz que te veo por ello.
«¿Qué pinto yo aquí?» me parece un viaje extra corporal para vernos desde otro ángulo con ojo crítico pero constructivo. Este libro nos ofrece una buena manera de mirar el revés de nuestra moneda. Independientemente de que no comparta todas las opiniones de John, he disfrutado mucho de su lectura. Y por cierto, el libro será presentado mañana en Casa del Libro de Sevilla, a las 19.30 horas. ¿Y sabéis quién va a ser el personaje invitado? Su mujer. No me lo pienso perder porque me encantó conocer a John -al que por cierto entrevisté hace una semana y mañana mismo lo «oiréis» hablar de su libro en este rincón-, pero me va a encantar conocer a su mujer. Para los que andéis por Sevilla, os dejo la invitación que han elaborado para el evento y os animo a acercaros a este neoyorquino que intenta sobrevivir en esta tierra que es mucho más que guitarra y pandereta.
Puedes adquirirlo en:
«¿Qué pinto yo aquí?» me parece un viaje extra corporal para vernos desde otro ángulo con ojo crítico pero constructivo. Este libro nos ofrece una buena manera de mirar el revés de nuestra moneda. Independientemente de que no comparta todas las opiniones de John, he disfrutado mucho de su lectura. Y por cierto, el libro será presentado mañana en Casa del Libro de Sevilla, a las 19.30 horas. ¿Y sabéis quién va a ser el personaje invitado? Su mujer. No me lo pienso perder porque me encantó conocer a John -al que por cierto entrevisté hace una semana y mañana mismo lo «oiréis» hablar de su libro en este rincón-, pero me va a encantar conocer a su mujer. Para los que andéis por Sevilla, os dejo la invitación que han elaborado para el evento y os animo a acercaros a este neoyorquino que intenta sobrevivir en esta tierra que es mucho más que guitarra y pandereta.
(Imágenes: Ilustraciones de Daniel Rosell)
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